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  • Los obispos... ¿señores, o esclavos?

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  • Los obispos... ¿señores, o esclavos?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
w85 1/7 págs. 29-31

Los obispos... ¿señores, o esclavos?

THOMAS WOLSEY nació en Ipswich, Inglaterra, en 1475. Llegó a ser sacerdote en 1498 y fue favorecido por el rey Enrique VIII. Su ascensión fue rápida. Se le nombró obispo de Lincoln en 1514, arzobispo de York unos cuantos meses después, cardenal en 1515, y legado papal solo tres años después. Además, el rey lo nombró presidente de la Cámara de los Lores. Así que prácticamente gobernó Inglaterra desde 1515 hasta 1529. El cardenal Wolsey fue típico de muchos clérigos que han ejercido poder como “señores” seglares y espirituales.

En el primer siglo E.C. servía un “obispo” de otra clase. Este se llamaba Timoteo, era hijo de un griego, aunque su madre Eunice y su abuela Loida eran judías. Amorosamente lo criaron en el camino del cristianismo. Alrededor del año 50 E.C., mientras todavía era joven, Timoteo aprovechó la oportunidad de unirse al apóstol Pablo como misionero. Después de varios años de adiestramiento, llegó a ser superintendente cristiano, o epískopos (de la cual se deriva la palabra “obispo”), y alguien que fue muy amado debido a su devoción desinteresada. Pablo escribió: “Cual hijo con su padre sirvió como esclavo conmigo en el adelanto de las buenas nuevas”. (Filipenses 2:22.)

Thomas el señor, Timoteo el esclavo... ¿cuál de estos dio el ejemplo correcto a los verdaderos “obispos”, o superintendentes, cristianos?

El dechado de un superintendente cristiano

El Fundador y único Cabeza del cristianismo verdadero, Jesucristo, estableció el patrón básico para los superintendentes, cuando dijo: “Sabéis que los jefes de las naciones las gobiernan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros. [...] El que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo vuestro; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”. (Mateo 20:25-28, Biblia de Jerusalén, católica; las cursivas son nuestras.)

Pedro, uno de los primeros superintendentes cristianos, confirmó el patrón susodicho al mandar a los ancianos cristianos: “Pastoreen el rebaño de Dios bajo su custodia, no como obligados, sino de buena voluntad; tampoco por amor a ganancia falta de honradez, sino con verdaderas ganas; tampoco como enseñoreándose de los que son la herencia de Dios, sino haciéndose ejemplos del rebaño” (1 Pedro 5:2, 3). Pedro predicó con el ejemplo. Cuando visitó a Cornelio, el primer gentil que llegó a ser cristiano, este “cayó a sus pies y le rindió homenaje. Mas Pedro lo alzó, diciendo: ‘Levántate; yo mismo también soy hombre’”. (Hechos 10:25, 26.)

Un hecho interesante es que Pedro escribió las palabras registradas en 1 Pedro 5:1 a los “ancianos”. La palabra griega que Pedro usó para “ancianos” fue presbýteros, de la cual se deriva la palabra “sacerdote”. En la cristiandad, actualmente a los “obispos” se les considera superiores a los “sacerdotes”. Pero cuando el apóstol Pablo “envió a Éfeso y mandó llamar a los ancianos [presbýteros] de la congregación”, les dijo, entre otras cosas: “Presten atención a ustedes mismos y a todo el rebaño, entre el cual el espíritu santo los ha nombrado superintendentes [epískopos]” (Hechos 20:17, 28). Por consiguiente, los ancianos (presbýteros) y los superintendentes (epískopos) tenían la misma categoría en tiempos bíblicos. El término “anciano” destaca la experiencia y la madurez espiritual que necesitan tener los que aceptan esta responsabilidad, mientras que el término “superintendente” describe la clase de trabajo que ellos desempeñan al supervisar los asuntos y cuidar de los miembros de la congregación.

Pero ¿reinaba cierto hombre como “superintendente”, o “anciano”, sobre la congregación en tiempos bíblicos? No, de acuerdo con lo que la Biblia dice en Tito 1:5, 7. Allí se instruyó a Tito a que ‘hiciera nombramientos de ancianos [presbýteros] en ciudad tras ciudad’. La Biblia de Jerusalén traduce este versículo de la siguiente manera: “Y establecieras presbíteros en cada ciudad”, y tiene una nota que dice: “Las primeras comunidades cristianas [...] tenían al frente un colegio de ‘presbíteros’, ancianos (sentido etimológico)”. (Las cursivas son nuestras.)

A Timoteo también se le comisionó para nombrar a superintendentes en muchas congregaciones. Pablo le escribió, según la Versión Moderna de la Biblia: “Si alguno anhela para sí el oficio de obispo [epískopos], buena obra desea” (1 Timoteo 3:1). La Biblia de Jerusalén traduce este versículo así: “Si alguno aspira el cargo de epíscopo, desea una noble función”. Esta añade en una nota: “‘Epíscopo’ —que Pablo usó aquí— no corresponde todavía a ‘obispo’ en el sentido actual”. (Las cursivas son nuestras.) Por tanto, escriturarios católicos reconocen que los altivos obispos de la cristiandad no son semejantes a los humildes superintendentes de los cristianos primitivos. Como declara The New Bible Dictionary: “En el Nuevo Testamento no hay ningún indicio de un gobierno por un solo obispo”. De igual manera, el señor Elmer T. Merrill, doctor en lenguas y doctor en derecho, declara en su libro Essays in Early Christian History: “Durante los primeros cien años [...] el obispo era a lo más un modesto presidente de un colegio [cuerpo organizado] de compañeros presbíteros [ancianos]”.

Los obispos de la cristiandad... ¿satisfacen los requisitos bíblicos?

Al escribir a Tito, el apóstol Pablo dijo que el superintendente tiene que estar “libre de acusación” (Tito 1:6). ¿Estaba “libre de acusación” el cardenal Wolsey? La Encyclopædia Britannica dice que él fue “impúdico... tenía un hijo y una hija ilegítimos”. Él no es el único. Durante los siglos, incontables sacerdotes y obispos han sido culpables de lo mismo. Como dice el libro Age of Faith: “Para el siglo IX, la castidad clerical y aun el celibato habían llegado a ser un asunto de burla”. Uno de los papas del siglo XI, Gregorio VII, reconoció: “Hallo que hay solo unos pocos obispos cuyo nombramiento y cuya vida están en armonía con las leyes de la Iglesia, o que gobiernan al pueblo de Dios por amor y no por ambición mundana”.

Además, Pablo escribió que el anciano cristiano no debería ser “amador del dinero” (1 Timoteo 3:3). Sin embargo, respecto a Wolsey, la Encyclopædia Britannica dice: “Él era mundano, avariento de riquezas —y— utilizó su vasto poder seglar y eclesiástico para acumular riquezas que ocupaban el segundo lugar en cuanto a valor solo después de las del rey”. Tenía dos palacios, uno de los cuales, York Place, era tan suntuoso que Enrique VIII, después de inspeccionarlo, se “encolerizó por la riqueza que encontró” y se apoderó de él.

Del mismo modo, hoy día, los clérigos de las iglesias han usado el pago de cuotas de la iglesia, las colectas, los diezmos y los ingresos de terrenos y propiedades para enriquecerse ellos mismos (Revelación 18:7). Por ejemplo, no hace mucho cierto obispo de África del Sur, director de una de las millares de sectas africanas, adquirió un nuevo automóvil Buick que costó R37.000a. Esto lo hizo a pesar de que ya tenía cuatro automóviles de lujo a su disposición. Cuando se preguntó a cierto oficial de la iglesia qué pasaba con uno de los automóviles actuales, él explicó lo siguiente: “Es un buen automóvil, pero el obispo necesita el espacio adicional que el Buick grande proporciona”.

Pero ¡qué efímeras pueden ser tales ganancias materiales! Thomas Wolsey no consiguió la anulación matrimonial que Enrique VIII quería, y por eso perdió el favor del rey en 1529. Según la historia, entonces se “retiró en deshonra a su diócesis de York, que nunca había visitado”... ¡en 15 años! (Las cursivas son nuestras.) Sin embargo, Wolsey no había perdido simplemente en el juego de la política. Su verdadero fracaso fue descuidarse de seguir al “pastor excelente [Jesús, quien] entrega su alma a favor de las ovejas”. (Juan 10:11.)

En contraste, Timoteo no se inmiscuyó en la política. Por lo tanto, ‘no fue parte del mundo’ (Juan 15:19). Más bien que enseñorearse sobre los demás, se hizo un esclavo tan devoto de sus compañeros cristianos que Pablo pudo escribir: “No tengo a ningún otro de disposición como la de él que genuinamente cuide de [...] ustedes”. (Filipenses 2:20.)

¡Qué agradecidos podemos estar de que hoy día Jehová haya levantado igualmente a millares de superintendentes fieles que “genuinamente cuidan” del rebaño de Dios. Casi todos los superintendentes de las congregaciones de los testigos de Jehová son hombres de moderados recursos. La mayoría de ellos mantienen a su familia mediante desempeñar empleo seglar y cumplen con sus responsabilidades espirituales en su tiempo después del trabajo. La mayor parte de ese tiempo lo ocupan en la preparación para cinco reuniones semanales y la asistencia a ellas; el llevar la delantera en la predicación de casa en casa; el conducir estudios bíblicos en los hogares de las personas que muestran interés en la Biblia; el visitar a los enfermos, los de edad avanzada, y los débiles en sentido espiritual, y el cuidar de sus propias familias. Estos son hombres muy ocupados, “esclavos” dedicados que no reciben ningún salario por estos servicios. Al contrario, contribuyen de sus propios fondos para el mantenimiento del Salón del Reino de su localidad. No llevan ninguna vestimenta especial, no tienen ningunos títulos particulares, y se distinguen solo por su conocimiento de la Biblia, su madurez cristiana y el celo que despliegan al servir a Jehová. Tales hombres merecen profundo respeto y completa cooperación a medida que pastorean el rebaño y prueban por su servicio fiel y humilde que son esclavos... ¡no señores!

[Nota a pie de página]

a 1 rand = 87 centavos (E.U.A.)

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