¡Vigile su boca!
PUEDE ser tan aguda y destructiva como un arma de guerra. Pero también puede ser tan dulce como la miel y tan calmante como el bálsamo. Puede traer vida, y puede causar la muerte. Así describe la Biblia la facultad del habla humana. (Proverbios 12:18; 16:24; 18:21.)
Entonces, no es de extrañar que Salomón dijera: “El que vigila su boca está guardando su alma. El que abre con anchura sus labios... tendrá ruina”. (Proverbios 13:3.) Una reputación arruinada, sentimientos heridos, relaciones tensas y hasta daño físico... todas estas cosas pueden ser consecuencias del habla necia. Pero, sin duda, usted quiere ‘guardar su alma’. ¿Cómo puede aprender uno a vigilar la boca y así evitar la posible ruina?
“En la abundancia de palabras [...]”
¡Una manera sencilla de evitarla es mediante no hablar demasiado! Quizás usted haya estado en la compañía de alguien que siempre tiene algo que decir sobre todo tema. ¡Qué irritante puede ser esa persona! La Biblia dice que “la boca de los estúpidos hace salir burbujeando la tontedad”, y “el tonto habla muchas palabras”. (Proverbios 15:2; Eclesiastés 10:14.) Desde luego, esto no significa que todo el que habla mucho sea un tonto o que el que habla poco sea sabio. Pero sí es peligroso hablar incesantemente. Proverbios 10:19 lo explica así: “En la abundancia de palabras no deja de haber transgresión, pero el que tiene refrenados sus labios está actuando discretamente”.
Medite antes de contestar
Otro modo de vigilar la boca es por medio de pensar antes de hablar. Cuando no se piensa de antemano lo que se va a decir, tanto el que habla como los que le escuchan pueden resultar heridos. La escritura inspirada dice: “Existe el que habla irreflexivamente como con las estocadas de una espada”. (Proverbios 12:18.)
Para indicar el daño que se puede causar si se habla sin pensar, el libro bíblico de Santiago declara: “¡Con cuán pequeño fuego se incendia tan grande bosque! Pues bien, la lengua es un fuego. La lengua constituye un mundo de injusticia entre nuestros miembros, porque mancha todo el cuerpo y enciende en llamas la rueda de la vida natural y es encendida en llamas por el Gehena”. (Santiago 3:5, 6.)
El Gehena obtuvo su nombre del valle de Hinón, que estaba al sur y sudoeste de Jerusalén. Durante la historia de Israel, hubo períodos en que el fuego ardía allí continuamente a fin de consumir los desperdicios de la ciudad, lo cual hizo que el Gehena fuera un símbolo apropiado de la destrucción total. Sin embargo, ¿cómo podía una lengua descontrolada ser “encendida en llamas por el Gehena”? Alguien que hable mentiras, promueva enseñanzas que deshonren a Dios o que use mal la lengua de cualquier otro modo puede causar que tanto él como otras personas pierdan el favor de Dios. ¿Cuál sería el resultado? ¡Destrucción eterna! Por ejemplo, Jesús dijo a los fariseos: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas!, porque atraviesan mar y tierra seca para hacer un solo prosélito, y cuando éste llega a serlo, lo hacen merecedor del Gehena dos veces más que ustedes”. (Mateo 23:15.)
Por eso, la Biblia nos da este consejo práctico: “El corazón del justo medita para responder”. (Proverbios 15:28.) ¡Es mucho mejor pensar antes lo que uno va a decir en vez de impulsivamente decir algo que pueda causar daño!
“Una palabra a su tiempo apropiado”
El hablar al tiempo apropiado es otra manera de vigilar la boca. Salomón dijo lo siguiente: “Para todo hay un tiempo señalado [...] tiempo de callar y tiempo de hablar”. (Eclesiastés 3:1, 7.) Cuando su cónyuge parece estar agotado debido a un largo día de trabajo o quehaceres domésticos, ¿es este el tiempo apropiado para cargarle de problemas sin importancia o exigencias? Tal vez este sea el “tiempo de callar”.
Por otro lado, sí hay un “tiempo de hablar”. En Proverbios 15:23 leemos: “Una palabra a su tiempo apropiado, ¡oh, cuán buena es!”. ¿Conoce usted a alguien que esté agobiado por problemas e inquietudes? ¿Es posible que lo que la persona precisamente necesite sean unas palabras oportunas de estímulo?
Jesucristo nunca pasó por alto la oportunidad de animar a otros. En una ocasión él dijo a sus discípulos: “Vengan, ustedes mismos, en privado, a un lugar solitario, y descansen un poco”. El relato pasa a decir: “De modo que se fueron en la barca a un lugar solitario donde estuvieran solos. Pero la gente los vio ir y muchos llegaron a saberlo, y de todas las ciudades concurrieron allá a pie, y se adelantaron a ellos”. Desde el punto de vista de las muchedumbres, ¡aquel ciertamente parecía el tiempo apropiado para escuchar algunas palabras de consuelo! Pero desde el punto de vista de Jesús y sus discípulos no era el tiempo más oportuno. “Pues, al salir [de la barca], él vio una muchedumbre grande, y se enterneció por ellos, porque eran como ovejas sin pastor. Y comenzó a enseñarles muchas cosas.” (Marcos 6:31-34.) Sí, Jesús vigiló su boca. Sabía cuándo hablar y cuándo callar. (Compárese con Mateo 26:63; 27:12-14.)
Usted también puede aprender a vigilar su boca. Esfuércese por no hablar demasiado. Evite el habla irreflexiva que puede perjudicar su reputación y la de otras personas. Además, busque oportunidades para compartir con otros “una palabra [provechosa] a su tiempo apropiado”. El hacer esto le ayudará a ‘guardar su alma’. (Proverbios 13:3.)
[Fotografía en la página 23]
¿Tiende usted a interrumpir a otros o a tener algo que decir sobre todo tema?