Una mirada a las Bahamas como las ve un ministro viajante
LAS Bahamas. Hubo un tiempo en que esas palabras me hacían soñar que estaba acostado debajo de cocoteros cimbreantes en hermosas playas arenosas, o nadando en aguas cristalinas de color turquesa. En realidad tales visiones se realizan para los miles de turistas que visitan a las Bahamas cada mes. Y con buena razón, ¡pues el clima de estas islas tropicales —una temperatura promedio de 21° Celsio (70 °F) en el invierno y 29° Celsio (85 °F) en el verano— es una delicia!
No obstante, ahora las Bahamas significan mucho más para mí que sencillamente un lugar turístico donde absorber el calor del sol tropical. Esas islas son mi asignación de ministro viajante de los testigos de Jehová. Acompáñeme y vea a las Bahamas como yo las veo.
Las islas “de afuera”
Quizás solo 20 de las 700 islas y cayos tienen habitantes, y la mayoría de los bahameños viven en la ciudad capital de Nassau, en la isla de Nueva Providencia. Nassau es conocida como puerto de escala para los cruceros, y tiene varios hoteles grandes para los turistas. Quizás usted se haya hospedado en uno de ellos. Pero ¿ha visitado las demás islas?
Son muchos los bahameños que viven en las islas llamadas “de afuera”, conocidas también como las “islas de la familia”. Estas islas están alrededor de Nassau, y la más lejana a más de 480 kilómetros (300 millas) de allí. En algunas de las islas de afuera se puede disfrutar de todas las conveniencias modernas de Nassau, pero otras islas no están tan desarrolladas. Por ejemplo, en algunas no hay electricidad ni agua corriente. En otras, uno todavía puede ver a la gente cocinando sobre fuegos alimentados por leña en sus cocinas de techos de paja, o moliendo maíz en molinos de mano.
Cómo viajo
Desde Nassau se puede llegar a todas las islas de afuera por embarcación o avión, pero su lejanía pudiera presentar un desafío para las personas de mi profesión. Siguiendo un proceder similar al de los cristianos del primer siglo, el ministro viajante o superintendente de circuito visita a las congregaciones y grupos pequeños de los testigos de Jehová para fortalecerlos y animarlos en sentido espiritual. (Hechos 15:36; 16:4, 5.)
Recuerdo a un grupo de solo tres Testigos que yo habría de visitar en una de las islas de afuera. Aquel grupo no había sido visitado por un superintendente de circuito por más de tres años. Les escribí desde Nassau para notificarles las fechas de mi visita. Pero cuando mi barco llegó, ningún Testigo me recibió en el muelle. Por eso, pregunté si alguien podría ayudarme a hallar a algún Testigo. Me dirigieron a cierta señora, y cuando me presenté como el superintendente de circuito ella se emocionó tanto que corrió para avisar a los otros Testigos que yo había llegado. Me dejó parado allí con las maletas. Aquellos Testigos no habían recibido mi carta, y les sorprendió y encantó mi visita.
Al regresar a Nassau lo hice en un barco pequeño de mercancías y correos. El viaje duró más de 30 horas por mar agitado, pero, por lo menos para mí, el tiempo pasó rápidamente. Aproveché la oportunidad para predicar a algunos pasajeros. Más tarde, un miembro de la tripulación empezó a estudiar la Biblia y ahora asiste a las reuniones en una de las congregaciones de Nassau.
Otra manera de visitar a las islas de afuera es por avión. Sin embargo, solo aviones pequeños pueden aterrizar en algunas pistas de aterrizaje de las islas. Por lo general son bastante seguras, pero a veces ocurren experiencias que dan miedo. En cierta ocasión me puse muy nervioso cuando vi que la cabina del piloto se llenó de humo cuando el avión despegó. El avión inmediatamente regresó a la pista de aterrizaje. ¿Qué había causado el humo? ¡El nido que un roedor había construido en el conducto de aire para calefacción y ventilación al lado del motor!
¿Cómo es la gente?
Al viajar por las islas de afuera he hallado a muchas personas que desean literatura bíblica. Pero para algunas hasta el bajo costo de la literatura está más allá de lo que pueden sufragar. Por ejemplo, un día muy caluroso cinco de nosotros predicábamos en una isla remota cuando le hablé a una señora que mostró mucho interés en la publicación Mi libro de historias bíblicas. Ella no tenía dinero para dar la contribución por el libro, pero sí tenía en su refrigerador algo que era precisamente lo que necesitábamos... cinco latas de una bebida refrescante. Hicimos un trueque del libro por sus bebidas, y todos quedamos satisfechos.
Los bahameños le tienen verdadero amor a la Biblia. Esto hace que sea un gozo llevarles las “buenas nuevas” del Reino de Jehová. (Mateo 24:14.) A menudo, cuando visitamos los hogares, encontramos al amo de casa leyendo la Biblia. En un hogar que visité, una madre le pidió con orgullo a su hija de tres años que me recitara los nombres de los 66 libros de la Biblia en orden.
Durante los últimos años los isleños han disfrutado de ver presentaciones de diapositivas sobre temas bíblicos que han sido preparadas por la Sociedad Watch Tower. En cierta isla no había Salón del Reino disponible, de modo que hicimos arreglos para mostrar las diapositivas sobre una pared recién pintada de blanco al lado de una tienda de comestibles. Hubo una concurrencia de 60 personas, unas de pie y otras sentadas.
En otra ocasión se reunieron 120 personas. Les gustó tanto el programa de diapositivas que nadie se fue cuando se encendieron las luces. Recordé que había traído conmigo otro juego de diapositivas sobre otro tema bíblico. Así que apagamos las luces de nuevo y exhibimos el segundo juego de diapositivas, por lo cual los concurrentes se alegraron.
A veces pueden surgir problemas. En cierta isla unas personas se habían reunido en la escuela local para ver nuestro programa de diapositivas. Cuando encendí el proyector, la bombilla se fundió. Yo no tenía otra, y no podía conseguir ninguna en aquella isla. Naturalmente, aquello fue una desilusión para la muchedumbre. Sin embargo, inmediatamente desarmé el proyector e hice ajustes para emplear una bombilla corriente como buen sustitutivo, aunque la luz no tenía el mismo efecto. El auditorio no se quejó. De todas maneras disfrutaron del programa.
Tarántulas, mosquitos y “gatos fritos”
El hacer visitas regulares a las islas de afuera requiere que uno se ajuste a las condiciones tropicales. Recuerdo la primera vez que vi una tarántula. ¡La araña cruzaba por el piso, y parecía del tamaño de mi mano! Me paralicé de terror. Agradecí que el amo de casa me ayudara entonces. De un veloz machetazo mató al “enemigo”. El amo de casa era un señor de 82 años. Anteriormente se había opuesto mucho a los esfuerzos de su esposa por servir a Jehová. Pero con el tiempo comenzó a asistir a las reuniones del Salón del Reino y a estudiar la Biblia con ella.
Debido al clima caluroso, los mosquitos pueden ser un problema. A veces pueden ser tantos que, mientras uno habla, se le pueden meter en la boca. Por supuesto, en el caso de otras formas de vida el contemplarlas es un gozo, como los hermosos flamencos rosados en medio de su hábitat natural de exuberantes plantas tropicales y árboles frutales.
Los alimentos locales pueden presentarle a uno una verdadera revelación. En una isla vi lo que se me pareció a un naranjo cargado de jugoso fruto. Le pedí al ama de casa que me dejara tomar del árbol una o dos naranjas. Ella me advirtió que no eran naranjas comunes, sino agrias. Pero me dijo que podía tomarlas. Pues bien, yo creía que nadie tenía que decirme lo que era una naranja. Así que escogí una grande y la probé. ¡Qué sorpresa! Fruncí la boca. Era un fruto demasiado ácido, como un limón. La señora se rió, pero yo aprendí que aunque el fruto del árbol de las “naranjas” agrias se parece a la naranja, ¡definitivamente no tiene el mismo sabor!
Creía que me estaba ajustando bastante bien a la vida isleña hasta que hice un viaje, recientemente, a una de las islas. Me hospedé en casa de un ancianito viudo mientras trabajé con la congregación. En la primera mañana de la visita, cuando me levanté, él me invitó a desayunar con él. Se me aguaba la boca de hambre, hasta que mencionó el menú. ¡“Gatos fritos”! Cuando entré en la cocina dispuesto a rehusar la oferta, lo vi volteando unas tortas finas o “panqueques”. Le pregunté: “¿Dónde están los ‘gatos fritos’?”. Señaló hacia las tortas. Di un gran suspiro de alivio, y los dos nos echamos a reír. Él creía que yo sabía que en aquella isla se llama “gatos fritos” a aquellas tortas.
Las recompensas del viajar
Porque es difícil llegar a algunas de estas islas por las distancias implicadas, hay gran necesidad de ministros que vengan a ayudar a esparcir las buenas nuevas del Reino de Dios. Esta necesidad implica no solo llegar a las personas de habla inglesa de las Bahamas, sino también comunicarse con los inmigrantes haitianos que hablan francés.
El ser ministro viajante en las Bahamas es un desafío excitante que requiere que uno se ajuste al modo de vivir isleño. Pero hay grandes recompensas también. Una de ellas es el gozo inapreciable de ver a la gente responder al mensaje bíblico. Otra recompensa es el magnífico privilegio de estimular espiritualmente a las congregaciones —que se hallan esparcidas— y a los grupos aislados.
Aquí en las Bahamas disfrutamos de la belleza de las brillantes playas de arena rosada y arena blanca y los encantadores arrecifes coralinos con su espléndida decoración de peces. Pero nos deleita especialmente lo que ahora está aconteciendo aquí y por todo el mundo. Como testigos de Jehová, vemos el cumplimiento de Salmo 97:1. Dice: “¡Jehová mismo ha llegado a ser rey! Esté gozosa la tierra. Regocíjense las muchas islas”.—Contribuido.
[Comentario en la página 27]
Me puse muy nervioso cuando vi que la cabina del piloto se llenó de humo cuando el avión despegó
[Comentarios la página 28]
Los bahameños le tienen verdadero amor a la Biblia. Por eso es un gozo llevarles las “buenas nuevas” del Reino de Jehová
Recuerdo la primera vez que vi una tarántula. ¡Cruzaba por el piso, y parecía del tamaño de mi mano!
[Comentario en la página 29]
Le pregunté: “¿Dónde están los ‘gatos fritos’?”
[Fotografía/Mapa en la página 26]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
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