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  • Niños “prestados”... ¿es prudente esta práctica?

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  • Niños “prestados”... ¿es prudente esta práctica?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1988
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1988
w88 1/9 págs. 28-30

Niños “prestados”... ¿es prudente esta práctica?

“COMO sabes, Daniel, tengo muchos hijos —dijo el primo de Daniel—. Por eso he decidido distribuir algunos entre mis parientes.” Señalando a una jovencita que lo acompañaba, el primo dijo: “Esta es para ti”.

“Gracias”, dijo Daniel. Sin embargo, en su interior suspiró. Él tenía suficientes hijos, y no quería ni necesitaba otros. Pero según la costumbre local se hubiera considerado una ofensa seria haber rechazado aquella oferta... ¡inconcebible! Ahora Daniel tenía que atender a otra hija.

En muchos países en vías de desarrollo, particularmente en África, no es nada raro que ciertos padres “presten” sus hijos a parientes o amigos por meses, años... y a veces por tiempo indefinido. Esta costumbre puede parecerle rara a un occidental, pero en principio es similar a la práctica de enviar a los hijos a internados o a campamentos de verano. Pero ¿qué hay tras esta costumbre de prestar a los hijos? ¿Es una práctica sabia?

Por qué los prestan

Aunque los valores tradicionales van cambiando, para el africano los hijos no son propiedad exclusiva de los padres. Más bien, pertenecen a una familia extendida que incluye a otros parientes. Se cree que tías, tíos, abuelos y otros tienen derechos y autoridad sobre los jóvenes. Como dice un viejo proverbio de África Occidental: “Es una la que da a luz, pero son muchos los que se encargan de la criatura”.

Como resultado de esto, cuando surgen situaciones de emergencia, como la muerte de los padres de un niño, los parientes están dispuestos a acoger al huérfano. Sin embargo, por lo general la razón principal para prestar los hijos a parientes es financiera. Cuando una familia es pobre y los hijos son muchos, puede que los padres piensen que uno o dos de sus hijos se beneficiarán de vivir con parientes que estén en mejores condiciones financieras. Razonan que para el pariente será más fácil pagar la escuela, la ropa, las medicinas y el alimento necesarios. Así, pues, no es falta de amor lo que lleva a los padres a confiar sus hijos al cuidado de otros, sino el deseo de suministrarles lo mejor.

Otra razón es el deseo de que los hijos adquieran una buena educación. Puede que la escuela más cercana esté lejos del hogar. Puesto que tal vez sea difícil o imposible para la familia entera pasar a vivir cerca de la escuela, los padres quizás piensen que sería mejor dejar a su hijo con parientes que viven cerca de una escuela.

Por lo general los parientes aceptan gustosamente a estos jóvenes. Entre otros factores, una boca más que alimentar también significa otro par de manos para hacer el trabajo doméstico. Y a veces los padres de estos jóvenes ayudan a sufragar los gastos enviando dinero o alimento.

Factores que deben considerarse

Aunque es verdad que hay ciertas ventajas educativas y materiales envueltas en prestar un hijo o una hija a otra familia, hay otros factores que merecen cuidadosa consideración. Primero, ¿cómo se ajustará el hijo a sus nuevos custodios, y cómo se ajustarán ellos al niño? A veces esos arreglos resultan bien, y los nuevos padres forjan relaciones firmes y amorosas con sus hijos adoptivos. Por ejemplo, un anciano de congregación cristiano de Sierra Leona acogió a su sobrino huérfano. Años después, cuando se le preguntó acerca de su hijo adoptivo, respondió: “No considero a Desmond un hijo adoptivo... es mi hijo. Es mi carne y sangre”.

Sin embargo, no toda persona ve a sus hijos adoptivos así. Para ilustrarlo: en cierta ciudad del África Occidental hubo alborotos. Volaban las balas. “¡Rápido! —gritó un ama de casa a sus dos hijos—: Arthur, ¡métete debajo de la cama! ¡Tú, Sorie, mira por la ventana y dinos qué está pasando!” Arthur era el hijo propio de aquella señora, pero Sorie era su hija adoptiva.

Es común que se dé tratamiento preferente a los hijos propios de la familia. A causa de esto, muchas veces sucede que no se realizan los deseados beneficios materiales. Muy a menudo se obliga a los hijos bajo tutela a trabajar demasiado, o se les niega la educación, y son los últimos en recibir ropa y atención médica y dental. De ellos dijo un misionero que ha trabajado en África por más de 23 años: “Casi siempre sucede que no se les da la mejor atención”.

Otro punto que se debe considerar es este: cuando un niño deja su hogar, por lo general hay costos emocionales. La mente y el corazón de los niños son sensibles e impresionables. Desde la infancia anhelan el refrigerio y la seguridad que ofrece la relación estrecha con los padres. El que se desarraigue a los niños de su hogar para que vivan con extraños puede serles extremadamente difícil de aceptar.

En Sierra Leona, una joven llamada Comfort solo tenía nueve años de edad cuando se fue a vivir con su tía. Recuerda lo siguiente: “Los años que pasé fuera de casa fueron muy difíciles. Echaba de menos a mi familia... especialmente a mis hermanos. Era como si me hubieran arrancado de donde debería estar y me hubieran plantado donde no se suponía que estuviera. Aunque mi tía me trataba muy bien, nunca pude hablarle con la libertad con que podía hablarle a mi propia madre. [...] Sin importar lo difícil de nuestra situación, nunca dejaré a mis hijos al cuidado de otras personas”.

Francis, de África Occidental, quien también creció bajo cuidado ajeno, dijo: “Me duele el nunca haber desarrollado una relación estrecha con mi verdadera madre. No sé por qué, pero me parece que ambas salimos perdiendo en cuanto a algo valioso”.

Las importantes necesidades espirituales

Sin embargo, el factor más crítico de todos es el bienestar espiritual del niño. Y Dios en su sabiduría guía a los propios padres a atender las necesidades espirituales de sus hijos. Hablando a padres israelitas, ofrece este consejo: “Estas palabras que te estoy mandando hoy tienen que resultar estar sobre tu corazón; y tienes que inculcarlas en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes”. (Deuteronomio 6:6, 7.) También el apóstol Pablo dio esta instrucción a los padres cristianos: “No estén irritando a sus hijos, sino sigan criándolos en la disciplina y regulación mental de Jehová”. (Efesios 6:4.)

¿Cómo puede ser criado un hijo “en la disciplina y regulación mental de Jehová” si lo han llevado a vivir con familiares no creyentes? Por eso, ¡cuán falto de perspicacia es sacrificar los intereses espirituales de un hijo por beneficios materiales o académicos!

¿Qué hay de enviar a un niño a vivir con compañeros de creencia? Aunque eso es preferible a prestar los hijos a no creyentes, de muchas maneras también es indeseable. Aun así el niño quizás tenga que afrontar serios ajustes sociales, emocionales y sicológicos. Algunos niños se han desanimado o han caído en la delincuencia y bajo la influencia de malas compañías. Algunos han perdido todo aprecio a las cosas espirituales.

Como los padres bien lo saben, se requiere aptitud, paciencia y mucho tiempo para inculcar el temor de Jehová en el corazón del niño. Si esa tarea es difícil para los padres naturales de un niño, quienes lo conocen íntimamente desde su nacimiento, ¡cuán difícil debe ser para un matrimonio criar a un hijo que no es suyo! Puesto que está en juego la vida eterna de la criatura, los padres deben considerar seriamente y con oración si vale la pena o no prestar ese niño a otras personas.

No obstante, los padres cristianos tienen que decidir para sí mismos cómo cumplir con el consejo de 1 Timoteo 5:8: “Ciertamente si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe”. Si personalmente no pueden suministrar al niño sus necesidades materiales, deberían encargarse de que las necesidades espirituales de su hijo o hija se satisfagan del mejor modo posible dentro de las circunstancias.

El salmista escribió: “Los hijos son un regalo de Dios; recompensa suya son”. (Salmo 127:3, La Biblia al Día.) Por eso, traten con mucho afecto a sus hijos y manténganlos cerca de ustedes. Ámenlos, y dejen que ellos los amen a ustedes. Ayúdenles a llegar a ser hombres y mujeres espirituales, porque así obtendrán bendiciones eternas. Usted quizás pueda decir, como dijo Juan de sus hijos espirituales: “No tengo mayor causa de sentir agradecimiento que estas cosas: que oiga yo que mis hijos siguen andando en la verdad”. (3 Juan 4.)

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