La resurrección... ¿para quiénes es, y cuándo acontecerá?
SUCEDIÓ en el año 32 E.C. en Betania, donde Lázaro vivía con sus dos hermanas: Marta y María. Las hermanas habían mandado decir a Jesús que Lázaro estaba enfermo. Jesús amaba a Lázaro y a sus hermanas, así que se puso en camino a Betania. Por el camino, informó a sus discípulos: “Nuestro amigo Lázaro está descansando, pero yo me voy allá para despertarlo del sueño”. Los discípulos creyeron que Jesús se refería al sueño literal. De modo que Jesús dijo claramente: “Lázaro ha muerto”. (Juan 11:1-15.)
Los visitantes llegaron cuatro días después de la muerte de Lázaro. Cuando Jesús vio a María y a otros llorando, “cedió a las lágrimas”, y manifestó así su profundo amor y compasión. (Juan 11:17, 35.) El cadáver de Lázaro había sido sepultado en una cueva. Jesús dio instrucciones de que se quitara la piedra que cerraba la tumba. Oró a su Padre y luego clamó con voz fuerte: “¡Lázaro, sal!”. Y Lázaro salió. ¡Qué alegría tiene que haber causado esto a sus hermanas! (Juan 11:38-45.)
Este suceso da verdadera esperanza de que habrá resurrección. Sin embargo, por lo general la muerte es un enemigo terrible que se lleva a nuestros seres queridos sin que podamos esperar que Jesús los resucite inmediatamente. Como bien sabemos, muchos de esos seres queridos son gente buena y muy bondadosa. Así que surge esta pregunta obvia:
¿Por qué tiene que morir la gente?
Si queremos una respuesta exacta y confiable, tenemos que remontarnos al comienzo de la humanidad en el jardín de Edén. Para someter a prueba la obediencia de Adán, Dios le dio allí el mandato de no comer el fruto de cierto árbol. Dios dijo que si Adán y Eva comían de aquel fruto ‘positivamente morirían’. (Génesis 2:17.) Cuando Satanás los tentó, ellos desobedecieron a Dios y fallaron en aquella prueba crucial. Esto les acarreó la muerte.
¿Por qué imponer un castigo como ese por un delito aparentemente insignificante? El acto era sencillo, pero el delito era sumamente grave: la rebelión de personas perfectas —Adán y Eva— contra su Creador. Ellos dejaron de ser perfectos, y Dios los sentenció a morir. Sin embargo, Dios ha dado pasos para que aquella sentencia justa sea revocada para los descendientes de Adán. ¿Cómo? Pablo escribió que “Cristo Jesús [...] se dio a sí mismo como rescate correspondiente por todos”. (1 Timoteo 2:5, 6; Romanos 5:17.)
¿En qué condición están los muertos?
Lázaro estuvo muerto por cuatro días. Si usted hubiera muerto pero en realidad hubiera estado vivo en la región de los espíritus por cuatro días y luego hubiera sido resucitado, ¿no querría hablar a otros sobre eso? Pero Lázaro no dijo nada acerca de haber estado vivo en alguna otra región. La Biblia dice: “En cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto”. (Eclesiastés 9:5; Salmo 146:3, 4.)
Considere lo que se deduce de eso. Millones de personas creen en el purgatorio, aunque el término “purgatorio” no aparece en la Biblia. Muchas más creen que hay un infierno de fuego. Sin embargo, usted no quemaría por la eternidad en un fuego ni siquiera a un enemigo suyo. Si usted mismo se negaría a hacer algo tan cruel, ¿haría sufrir a las personas en un infierno de fuego nuestro amoroso Creador? Pero sírvase reflexionar en la consoladora garantía bíblica que ya mencionamos: los muertos “no tienen conciencia de nada en absoluto”.
Según las Escrituras, la cantidad de los que van a reinar con Cristo en el cielo es relativamente pequeña. Jesús los llamó un “rebaño pequeño”. (Lucas 12:32.) El apóstol Juan vio al “Cordero [Jesucristo] de pie sobre el monte Sión [celestial], y con él ciento cuarenta y cuatro mil [...] que han sido comprados de la tierra”. (Revelación 14:1-3.) Lo que esto significa, pues, es que estos habían sido humanos, habían muerto y después habían sido resucitados para vivir en el cielo con Cristo.
Como usted puede imaginarse, algunos se han beneficiado de entender estas verdades bíblicas: que no existe ni un purgatorio ni un infierno ardiente, y que hay esperanza de que a algunos muertos se les resucite para ir al cielo. Con todo, si los que serán resucitados para ir al cielo son tan pocos, ¿qué esperanza hay para otras personas?
La resurrección terrestre
Jesucristo abrió o inauguró el camino a una resurrección para vida en el cielo. (Hebreos 9:24; 10:19, 20.) Por consiguiente, Juan el Bautizante no recibirá la resurrección celestial, pues fue asesinado antes de que Jesús muriera y abriera el camino a la vida celestial. Jesús dijo: “No ha sido levantado uno mayor que Juan el Bautista; mas el que sea de los menores en el reino de los cielos es mayor que él”. (Mateo 11:11.) ¿Qué recompensa ofrece Dios a aquel hombre fiel y a otras personas como él que han muerto?
Abra su Biblia en el capítulo 23 de Lucas y lea los versículos 39 a 43 Lu 23:39-43. Uno de los malhechores que fueron fijados en maderos al lado de Jesús dijo: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino”. Jesús le aseguró que él estaría en el Paraíso. Este no es el cielo, sino un paraíso terrestre, como fue el primer Paraíso.
La resurrección, fuente de consuelo
Esa perspectiva bíblica válida debería ser muy consoladora, como podríamos esperar. ¿Por qué? Porque Jehová es amor. (1 Juan 4:8.) Cuando permitió que su Hijo sufriera una muerte vergonzosa, Dios en realidad manifestó su maravillosa cualidad del amor. Algún tiempo antes, Jesús había dicho: “Tanto amó Dios al mundo [la humanidad] que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna”. (Juan 3:16.)
También Jesús mostró amor excepcional al dar su vida como rescate por la humanidad creyente. Él mismo dijo: “El Hijo del hombre no vino para que se le ministrara, sino para ministrar y para dar su alma en rescate en cambio por muchos”. (Mateo 20:28.)
Carolann, de quien en el primer artículo dijimos que había perdido a varios seres queridos en un terrible accidente, quedó anonadada tras aquel suceso. Pero se consoló con saber que aquellas personas amadas que habían muerto no estaban sufriendo. ¿Qué otra ayuda recibió para hacer frente a la situación? El amor y la condolencia genuina de sus hermanos espirituales, testigos de Jehová, le fueron muy útiles. (Salmo 34:18.)
El orar a Jehová también la ayudó mucho. En muchas ocasiones despertaba durante la noche y se imaginaba que todo había sido una pesadilla, pero después se veía ante la realidad. Sus ruegos a Jehová la calmaban, y adquirió un aprecio más profundo de lo que Pablo había escrito: “No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo, por oración y ruego junto con acción de gracias, dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales mediante Cristo Jesús”. (Filipenses 4:6, 7.)
El caso de Shirley es otro ejemplo de que la esperanza de la resurrección es un gran consuelo. Su hijito Riccardo murió al instante cuando un pesado pedazo de hormigón que le cayó en el pecho le desgarró el corazón. Después de esta tragedia, en enero de 1986, Shirley dijo a sus amigos: “Fue como una pesadilla”. En la Iglesia Católica oyó estas palabras: “Dios juzgará a los vivos y a los muertos”. Shirley empezó a pensar: ‘Si Dios va a juzgar a los vivos y a los muertos, ¿cómo puede uno saber adónde va la gente después de morir? Y si están en el cielo, ¿por qué se les resucita más tarde para juzgarlos? Además, ¿cómo se les puede resucitar si están vivos en el cielo?’. La Biblia no habla de una resurrección de los vivos, sino solamente de los muertos.
Shirley consultó con su esposo, pues él sabía algo de la Biblia. En cuanto Shirley entendió un poco lo que las Escrituras dicen sobre el asunto, no regresó a su iglesia jamás. Un pariente que es testigo de Jehová comenzó a estudiar la Biblia con Shirley y su esposo en marzo de 1986, y al poco tiempo el matrimonio se bautizó. Shirley ahora concluye: “¡Es tan maravilloso conocer la verdad, saber de la resurrección y de lo admirable que es Jehová!”.
La resurrección... ¿cuándo?
En una visión el apóstol Juan vio “una gran muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero”. (Revelación 7:9.) Algo que está en armonía con que los de la gran muchedumbre ‘están de pie delante del trono de Dios’ es el hecho de que han de vivir en la Tierra. (Isaías 66:1.) Si algunos de ellos mueren ahora, ¿cuándo se les resucita? La Biblia no da ninguna fecha, pero será después de la guerra venidera en la que Dios eliminará de la Tierra a todos los que no estén dispuestos a vivir según Sus justas normas. (2 Tesalonicenses 1:6-9.) Eso dará paso al Día del Juicio y a la resurrección de todos los que Dios considere merecedores de la resurrección terrestre. (Juan 5:28, 29; Hechos 24:15.) ¡El cumplimiento de la profecía bíblica prueba que estos sucesos animadores y maravillosos pronto serán realidad! (Revelación 16:14-16.)
Los discípulos de Jesús le preguntaron en cierta ocasión: “[¿]Qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?”. En respuesta Jesús mencionó guerras, escaseces de alimento, terremotos, pestes y la predicación mundial de las buenas nuevas del Reino. (Mateo 24:3-14; Lucas 21:7-11.)
Esta profecía sobresaliente ha estado cumpliéndose desde 1914, cuando estalló la I Guerra Mundial. A consecuencia de esa guerra murieron millones de personas; y en muchos países hubo hambre y escaseces de alimento. La situación mundial durante la II Guerra Mundial, y después, fue aún peor.
Respecto a las pestes, muchos creen que la peor de ellas es el SIDA. “Esta epidemia es tan extensa y tan mortífera que los expertos la comparan con la peste negra que mató a la cuarta parte de la población de Europa en el siglo XIV.” (Reader’s Digest, junio de 1987.)
En vista de estos horrores actuales, ¡qué maravilloso acontecimiento será la resurrección! ¡Será un tiempo de gozo incontenible en que volverán a unirse las familias que la muerte ha desbaratado, como las de Carolann y Shirley! Es patente que el derrotero sensato para cada uno de nosotros es poner en orden nuestra vida ahora de acuerdo con la voluntad de Dios, y así satisfacer los requisitos para estar presentes al tiempo de la resurrección.
[Fotografía en la página 7]
La Biblia dice que tal como un árbol puede ser cortado y sin embargo brotar de nuevo, Dios puede levantar de entre los muertos a los que están en Su memoria. (Job 14:7-9, 14, 15.)