¡Le es posible hallar gozo en un mundo que deprime!
MARIE es viva de genio y alegre. Es difícil creer que solo unos años atrás esta mujer de 32 años dijo que en su interior estaba muerta. La había afectado una depresión grave. “Fue como si poco a poco una gran nube negra se hubiera ido disipando”, explica. Sí, felizmente recobró la salud y el gozo.
Cada año, por todo el mundo, ¡cien millones de personas son víctimas de la depresión grave! Este trastorno no es solo una melancolía pasajera como la que la mayoría de nosotros experimentamos de vez en cuando. La depresión grave es una aflicción que no cede. El deprimido pierde interés en la vida, no deriva placer de nada, y en general tiene sentimientos de desesperanza y poco amor propio. En 1983 la Organización Mundial de la Salud declaró: “Actualmente no hay duda de que los desórdenes depresivos se dan en todas partes del mundo”.
Este informe no sorprende a los estudiantes diligentes de la Biblia. Esta muestra que vivimos en “los últimos días”, caracterizados por “tiempos críticos, difíciles de manejar”. (2 Timoteo 3:1-5.) Ha habido un deterioro en las estructuras sociales que en el pasado prestaban apoyo en tiempos de crisis emocional. En el artículo “The Age of Melancholy?” (¿La era de la melancolía?), el Dr. Gerald Klerman atribuye a ese cambio el aumento actual en los casos de depresión. Explica: “Los tres sistemas sociales que más comúnmente han prestado apoyo son la familia, la iglesia y la comunidad. [...] Una característica de estos tiempos es que esos tres sistemas están en diversos grados de deterioro”.
Fue la desintegración de la familia de Marie lo que la llevó a la desesperación. “Cuando mi madrastra se fue de nuestro hogar sin decir palabra, me sentí traicionada y abandonada. Yo era una joven de 12 años, y súbitamente todo se trastornó”, recuerda Marie. Poco después tuvo que irse de la casa porque su padre quería propasarse con ella, y admite: “Me veía a mí misma como anormal, y perdí toda confianza”. Así empezó a sumirse en una profunda depresión.
Cierto día en que Marie estaba muy deprimida, dos testigos de Jehová la visitaron. Enseguida ella mostró gran interés en el mensaje bíblico de felicidad que le llevaban. “Antes, solo pensaba en lo vano de la vida y en muchas cosas desagradables, pero entonces me convencí de que podría vivir en un nuevo mundo donde Dios corregirá todas esas injusticias. Con la ayuda de Dios podría alcanzar tal bendición; ahora mi vida cobró verdadero significado.” En las reuniones de los Testigos halló amor genuino y apoyo emocional. (Juan 13:34, 35.) Con el consejo práctico de los ancianos de la congregación también empezó a abandonar su pensar negativo. (Santiago 5:14.) Su depresión empezó a menguar. Como Marie, muchas otras personas a quienes han deprimido las condiciones mundiales han hallado “el gozo de Jehová” al adquirir conocimiento exacto de la verdad bíblica. (Nehemías 8:10; 1 Timoteo 2:4.)
Sin embargo, ¿desapareció al momento la depresión de Marie? ¿Deberíamos suponer que los cristianos sean inmunes a la depresión? Para contestar esas preguntas, no basta con que demos una mirada superficial a ese trastorno y sus complejas causas. El conocer las verdaderas raíces de la depresión puede ayudar a uno a combatirla con mayor éxito en sí mismo o equiparlo para ayudar a otros que sufran de ese mal.
Causas de la depresión grave
A veces la depresión se debe a causas fisiológicas, como enfermedades, deficiencias alimentarias y trastornos hormonales. También pudiera ser una reacción a ciertas toxinas, contaminantes, medicamentos y alergenosa. Pero la Biblia revela que también los “pensamientos inquietantes” de uno pudieran causarla. (Salmo 94:19.)
Como Marie, la mayoría de los que padecen de depresión se han enfrentado a una serie de experiencias dolorosas y desagradables, o a situaciones tensas. Muchos se sienten como el salmista que dijo: “Suficiente ha tenido mi alma de calamidades [...] Me han rodeado todos a la misma vez. [Jehová ha] alejado de mí a amigo y compañero; mis conocidos son un lugar oscuro”. (Salmo 88:3, 17, 18.) De modo que, como el salmista, se sienten abrumados por los problemas o las pérdidas, y la vida en general les parece inútil. Quizás les parezca que están completamente aislados en un lugar oscuro, y que hasta Dios los ha abandonado.
¿Por qué llegan a esa desalentadora conclusión, a desarrollar un espíritu herido? Esto no se debe solo a sus problemas externos; también intervienen sentimientos angustiosos o dudas sobre sí mismos. No se ven capacitados para enfrentarse al problema o a la pérdida. “A causa del dolor del corazón hay un espíritu herido”, explica Proverbios 15:13. Tal dolor del corazón incluiría creerse un fracaso o pensar que otras personas ven así a uno. Hasta Epafrodito, un cristiano del primer siglo, después de recuperarse de una grave enfermedad durante una misión a que lo envió su congregación, se sintió “abatido porque [en la congregación] oyeron que él había enfermado”. (Filipenses 2:25-30.)
Puesto que ‘un espíritu herido seca los huesos’ o socava el mismo ser de uno, muchas veces la falta de amor propio es base para la depresión grave. (Proverbios 17:22.) También puede agobiarnos el corazón preocuparnos demasiado por lo que otros piensen de nosotros, el perfeccionismo, la ira inmitigada, el resentimiento, desacuerdos que no se hayan resuelto o sentimientos de culpa (sea real o exagerada).
Sí, muchas cosas pueden llevar a la depresión grave. Con todo, Marie halló verdadero gozo cuando se hizo cristiana. “Ahora tenía esperanza”, dijo. Pero todavía tuvo que soportar la depresión por algún tiempo. ¿Cómo pueden vencer al fin la depresión personas como Marie?
[Nota a pie de página]
a Véase “La depresión: ¿es solo mental?”, en ¡Despertad! del 22 de octubre de 1987.