La luz llega a lugares remotos de Bolivia
AL NORTE y este de las encumbradas montañas de Bolivia hay tierras bajas que son llanuras tropicales de abundante vegetación. Ríos turbulentos que serpentean por las selvas y las pampas dividen en porciones estas tierras. ¿Cómo se predican las buenas nuevas del Reino en esos lugares remotos?
Imagínese que viaja en una gran canoa hecha de un tronco ahuecado e impulsada por un motor. Eso hicieron seis ministros de tiempo completo de Trinidad, una ciudad de la zona del Beni, en Bolivia. Habían planeado este viaje para predicar en poblados a orillas del río donde nunca se habían oído las “buenas nuevas del reino”. (Mateo 24:14.) Después de pasar por una sección ancha de aguas cristalinas, la embarcación entró en un riachuelo angosto en dirección al río Mamoré.
Uno de los ministros del grupo relata: “Casi habíamos llegado al Mamoré cuando descubrimos que el último trecho del riachuelo estaba seco. Cuando bajamos de la embarcación, ¡nos hundimos hasta los muslos en el lodo! Mientras mi esposa trataba de salir del lodo, perdió sus zapatos. Pero con la ayuda de personas que pasaban por allí pudimos sacar del lodo la pesada canoa y cargarla hasta terreno más sólido. Después de dos horas de arduo trabajo llegamos al Mamoré.
”Entonces subimos sin contratiempos por el río, que estaba flanqueado por altas riberas con abundante vegetación tropical. Al oír el ruido del motor, unas enormes tortugas se deslizaban al agua desde los troncos flotantes sobre los cuales estaban, y a veces hermosos y ágiles delfines saltaban del agua. La primera parada la hicimos cuando vimos el humo de un fuego que se había encendido al lado del río para repeler los insectos. Después de atracar en medio de una maraña de ramas, conversamos con la gente amigable de aquel lugar acerca de las venideras bendiciones del Reino. Como muestra de agradecimiento nos dieron muchas frutas y huevos.
”Aquel día hicimos otras paradas y plantamos más semillas de la verdad. Para cuando llegamos a San Antonio ya había oscurecido. Los aldeanos se habían acostado. Pero a medida que se esparció la noticia de que íbamos a exhibir una película, los aldeanos empezaron a encender las lámparas. En una carreta tirada por un caballo transportaron nuestro equipo al pueblo. Muchas personas llegaron a conocer a los testigos de Jehová tanto por la película como al tratarnos personalmente.
”Al día siguiente continuamos nuestro viaje a otros lugares. En una ribera alta unas mujeres lavaban la ropa, y hasta bañaban a un bebé, en enormes caparazones de tortuga. Nunca habían oído nuestro mensaje bíblico. En cierto lugar los pececillos daban saltos tan grandes desde el agua que muchos cayeron en nuestra canoa. Así que, después de la película, comimos pescado frito antes de acostarnos. Para cuando terminamos el viaje habíamos distribuido mucha literatura en aquella zona remota, y nos alegraba el haber llevado las buenas nuevas a muchas personas que las oyeron por primera vez”. (Compárese con Romanos 15:20, 21.)
Prueba de dirección angelical
Imagínese ahora la misión de hallar a una persona en un pueblo de 12.000 habitantes, un lugar que usted visita por primera vez. Es poco lo que usted sabe de esa persona a excepción de su nombre. Esa difícil tarea tuvieron dos ministros de tiempo completo que fueron a Guayaramerín deseosos de hallar a una persona que había estudiado la Biblia y asistido a las reuniones cristianas en otro pueblo, pero que se había mudado recientemente a aquella población. Cuando llegaron, la pareja de precursores decidió caminar por la plaza, donde muchas personas, sentadas ante mesas colocadas allí, comían o sencillamente conversaban. Casi de inmediato un hombre se acercó a la pareja y empezó a conversar con ellos. Los precursores le preguntaron si conocía a la persona que buscaban. “No —dijo—, pero mi suegra es testigo de Jehová.” Puesto que los precursores no sabían de ningún Testigo que viviera en el pueblo, pensaron que el hombre quizás se había equivocado.
Sin embargo, el día siguiente visitaron a la ancianita, quien estaba postrada en cama con una pierna fracturada. Ella dijo: “Soy testigo de Jehová, pero no me he bautizado todavía”. Cuando le preguntaron quién le había enseñado la verdad, señaló a una fotografía de su nieta y dijo: “Ella me enseñó”. ¡Casi no podían creerlo! ¡Era la persona a quien buscaban! “¿Por qué dijo su yerno que no la conocía?”, preguntaron. “Oh, ella se casó, y él solo la conoce por su apellido de casada”, contestó la anciana. Aunque la nieta no estaba en el pueblo en aquel tiempo, después se condujo un estudio bíblico con ella por correspondencia. ¿Qué resultado tuvo esto? Tanto ella como su abuela progresaron hasta bautizarse. La casa de ellas se ha utilizado como Salón del Reino para una congregación que aumenta continuamente y, como ministra de tiempo completo, la nieta ha dirigido a muchas personas a la organización de Jehová.
Se predica en el corazón de los trópicos
Ahora, imagínese que su avión aterriza en una pista no completamente libre de hierba en San Joaquín, muy adentro en las tierras tropicales de Bolivia. Usted se atemoriza un poco al pensar en la plaga misteriosa que hace dos años mató a la quinta parte de los habitantes de este pueblo.
La pareja de precursores que llegó de Trinidad en avión ya había experimentado la hospitalidad de los habitantes. El esposo relata: “Por una conversación bíblica que tuvimos con otros pasajeros durante el vuelo, se nos invitó a alojarnos en un hogar privado, sin costo alguno. Nuestros anfitriones hasta nos proveyeron las comidas a precio reducido, por lo cual pudimos dedicar todo nuestro tiempo a la predicación. Poco después de llegar, se nos pidió que nos presentáramos inmediatamente en los cuarteles militares. Cuando el oficial se dio cuenta de que no éramos revolucionarios, sino testigos de Jehová, mostró mucho interés en el mensaje y aceptó una Biblia, literatura bíblica y suscripciones a las revistas La Atalaya y ¡Despertad! Después casi todos los habitantes del pueblo escucharon atentamente la promesa bíblica de que será posible tener salud perfecta en el futuro cercano”. (Revelación 21:4.)
Cuatro ministros de tiempo completo querían viajar de San Joaquín a San Ramón, pero el único medio de transporte disponible era una carreta de bueyes. Usaron como asientos cajas de literatura hechas de cartón. Pronto estas perdieron su forma, aplastadas por el fuerte traqueteo del carro, que tenía altas ruedas de madera. Hasta las gallinas que iban en la carreta se marearon.
Después de un difícil viaje de diez horas por la maleza, llegaron a un lugar donde ni siquiera había un sendero que indicara el camino, y ya estaba oscureciendo. El conductor de la carreta asustó al grupo cuando dijo: “¡Creo que estamos perdidos!”. Habían empezado a preguntarse: ‘¿Cómo vamos a pasar la noche en esta maleza infestada de serpientes y bestias peligrosas?’, cuando él añadió: “Pero no se preocupen. Los bueyes han hecho el viaje antes”. Y así sucedió. ¡En menos de una hora salieron de la maleza y llegaron a San Ramón!
Aquí también los ministros pasaron muchos días anunciando el Paraíso venidero a personas que nunca antes habían oído de él. Allí no vivía ningún Testigo, pero sucedió algo que cambió aquella situación.
Una misionera católica había seguido a los Testigos mientras predicaban de casa en casa. De alguna manera sucedió que los Testigos se encontraron con ella en uno de los hogares que visitaron. Sorprendidos por la amigabilidad que ella mostró, le dejaron el libro La verdad que lleva a vida eterna. Aunque la misionera católica no estaba genuinamente interesada en la verdad, dio el libro a su cuñada, quien lo leyó enseguida, estudió otras publicaciones nuestras y algún tiempo después se bautizó como Testigo.
Tensión en los ríos tropicales
Ahora imagínese que está al timón de una lancha que va por aguas peligrosas y turbulentas. Entre los peligros hay rocas escondidas, riberas de lodo, troncos, la aparición repentina de un enorme remolino de agua... y estos son solo algunos. Las pirañas, las anguilas eléctricas y las pastinacas abundan en estas aguas. A peligros de ese tipo se enfrentaron los hermanos de Riberalta, quienes iban a testificar a los poblados a orillas del río en aquella zona.
Para llegar a aquellos lugares aislados construyeron una lancha y la llamaron “Luz de los Ríos”. Durante la visita de los superintendentes de distrito y de circuito, decidieron probarla en un viaje. Todo marchó bien hasta que el techo quedó enganchado en una rama saliente. Una fuerte corriente dio vuelta a la lancha hacia un árbol caído. Como una espada, una rama puntiaguda perforó un lado de la embarcación... ¡y casi atravesó también a la esposa del superintendente de distrito! La lancha se llenó de agua y se volcó, y los pasajeros cayeron en las aguas revueltas. ¡Y ni el superintendente de distrito ni su esposa sabían nadar! Con la ayuda de los que nadaban, llegaron a tierra a salvo. Pero la lancha había desaparecido. Varios días después la hallaron 5 kilómetros (3 millas) más abajo. Todas las pertenencias de los pasajeros se habían perdido, incluso 20 cajas de literatura.
La Marina boliviana ayudó a poner a flote nuestra embarcación, y después de una reparación que duró varias semanas la lancha estuvo lista de nuevo para completar su primer viaje. El tenso viaje empezó con mal tiempo y dificultades con el motor de la lancha.
En su primera parada los hermanos se encontraron con un grupo de evangélicos que se burlaron diciendo: “¡Su barquito no sirve para este río!”. No se exhibieron las diapositivas porque el generador que se usaba se había dañado. Cuando los Testigos regresaron al río, se enteraron de que por allí habían pasado otras lanchas con altavoces, y que se había anunciado que venían “falsos profetas”. Obviamente, aquello era obra de los evangélicos. Pero los avisos solo aumentaron la curiosidad de la gente.
Aunque con esta visita se puso fin a la engañosa propaganda de los que en verdad eran falsos profetas, los hermanos estaban nerviosos, pues todavía les esperaba un viaje de 21 días para llegar a Fortaleza.
En el transcurso del viaje dieron testimonio al jefe de una tribu de un lugar remoto; él escuchó atentamente. En una aislada llanura uno de los precursores pronunció un discurso bíblico a un grupo de personas que se lamentaban por la muerte de alguien, y la verdadera esperanza para los muertos consoló a estas personas. Un ancianito de larga barba blanca expresó su agradecimiento sincero, ¡y preguntó cómo podía suscribirse a nuestra revista por diez años! En Fortaleza, 120 personas se beneficiaron del programa con diapositivas preparado por la Sociedad.
¡Cuánta satisfacción sintieron estos precursores por haber llevado la luz de la verdad a aquellos lugares remotos! Ciertamente no hay manera más segura y satisfaciente de usar la vida que en el servicio al Creador de la vida misma, Jehová Dios. (Salmo 63:3, 4.)
[Mapas/Fotografías en la página 26]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
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San Antonio