Se hallan riquezas verdaderas en Hong Kong
HONG KONG es una ciudad en la que, si se tienen todas las circunstancias a favor, puede amasarse una fortuna en poco tiempo. En los últimos cuarenta años esta colonia británica ha dejado de ser un puerto dormido para convertirse en una importante potencia económica, no solo en el sudeste asiático, sino también en el panorama económico mundial.
Los bajos gravámenes atraen a los inversionistas extranjeros e incentivan la industriosa fuerza laboral de los seis millones de trabajadores que residen en Hong Kong. Su ubicación también la favorece, pues la convierte en un nexo de unión entre el sur de China y los países de la región asiática del Pacífico y muchos otros. Con modernos sistemas de transporte y comunicación, así como una red bien estructurada de ventas al por menor y al por mayor, Hong Kong se ajusta rápidamente a las demandas del comercio internacional.
Gracias a su progreso económico, disfruta de uno de los niveles de vida más altos del mundo. Ahora bien, ¿ha traído satisfacción y felicidad duraderas a sus habitantes la prosperidad material? No, pero algunos han buscado y hallado riquezas de una clase superior.
Hallaron riquezas espirituales
Uno de los que han hallado riquezas espirituales inestimables es Alfred, oriundo de Hong Kong. Le sonreía el éxito en su carrera como director de un consorcio internacional de negocios con sede en Gran Bretaña. Al igual que muchos honkonguenses, su meta era ahorrar mucho dinero, tener casa propia, disfrutar de buena comida y llevar una vida placentera. Su posición e ingresos parecían mostrar que había alcanzado esas metas. Pero ¿era feliz? “La experiencia me enseñó que lo que el dinero puede conseguir tiene un límite”, se lamentó. Siempre estaba preocupado por saber cuánto durarían sus ahorros si perdía su empleo. Cuando dedicó más tiempo al trabajo, aumentaron los conflictos familiares. Emily, su esposa, quedó desolada por causa de la muerte súbita de su hijo. “Quería saber adónde había ido mi hijo para hacer algo por él”, dijo ella. Como no podía hacer nada, se deprimió mucho.
Justina había perdido a su padre siendo apenas una jovencita. No obstante, se aplicó al estudio y se graduó de una universidad famosa de Hong Kong, lo que le permitió conseguir un empleo en el gobierno. Como dirían en cantonés: gum fan woon, un tazón de arroz de oro, es decir, trabajo, seguridad y buenos ingresos. Aun así, no era feliz ni se sentía satisfecha. Se preguntaba con frecuencia cuál era el propósito de la vida y qué depararía el futuro. Su esposo, Francis, también carecía de propósito en la vida. Se sentía como la pequeña pieza de una máquina gigante, un don nadie atrapado en una rutina interminable.
Ricky, por su parte, era gerente de un negocio. Aunque ganaba mucho dinero, empezó a ver el otro lado de la moneda: la rivalidad implacable de los compañeros de trabajo y los problemas matrimoniales. El dinero no podía resolver estas dificultades. Para Wendy, su esposa, una carrera prestigiosa, mucho dinero y vivir en una sociedad estable en sentido político eran sinónimos de seguridad. Pero ¿cuánto duraría su vida aparentemente segura? Esa pregunta le inquietaba, pues veía la muerte como una realidad que privaba a la vida de significado y propósito.
La experiencia de David también es interesante. Su educación universitaria le permitió disfrutar de un buen empleo y de seguridad económica, pero eso no le satisfacía. ¿Por qué? Puesto que creía en la evolución y la filosofía, no concebía que la vida pudiera trascender de la existencia actual. Pensaba que no se podía esperar nada de la vida, y sus riquezas materiales no podían impedir que se sintiera desesperanzado.
Pese a sus distintos antecedentes, estas personas tenían algo en común. Todas consiguieron lo que pensaban que traería felicidad y placidez a su vida. Sin embargo, cuando sus sueños se hicieron realidad, se dieron cuenta de que llevaban una vida vacía.
Llegan a ser ricos para con Dios
La situación de Alfred, Justina y los demás mencionados en este artículo era muy parecida a la del hombre rico de la parábola de Jesús: ‘Atesoraban para sí, pero no eran ricos para con Dios’. (Lucas 12:21.) Felizmente, hallaron algo mejor: una vida llena de riquezas verdaderas. Es necesario que los que desean conseguir la felicidad y satisfacción verdaderas “cifren su esperanza, no en las riquezas inseguras, sino en Dios, que nos proporciona todas las cosas ricamente para que disfrutemos de ellas”. (1 Timoteo 6:17.) Sí, al conocer a Jehová, el Dios verdadero, y poner su confianza en él, la vida de estas personas adquirió un significado completamente distinto. Veamos cómo sucedió.
Alfred y Emily estaban destrozados por la repentina muerte de su hijo, y sus posesiones materiales no podían aliviar su dolor de ningún modo. Fueron a la iglesia, pero seguían sintiéndose vacíos y descontentos. Fue entonces cuando un testigo de Jehová tocó a su puerta y les preguntó: “¿Cuál es la esperanza del hombre para el futuro?”. Alfred contestó según le habían enseñado en la iglesia en cuanto al cielo y el infierno. Sin embargo, se le probó con la Biblia que los muertos “no tienen conciencia de nada en absoluto” y que aguarda una resurrección a los que están en la sepultura común de la humanidad. (Eclesiastés 9:5, 10; Juan 5:28, 29.) Eso le pareció lógico y razonable. Entonces podía comprender que su hijo no estaba sufriendo en ningún lugar, sino que estaba durmiendo en la muerte con la esperanza de reunirse con su familia mediante la resurrección. ¡Qué consuelo y alivio! Con el tiempo, Alfred y su esposa aceptaron un estudio bíblico y comenzaron a atesorar las riquezas verdaderas que ofrece la Biblia.
A Justina le decepcionó ver que sus compañeros de trabajo no deseaban ayudar a los demás. Aunque era católica devota, se desilusionó al ver que el sacerdote fumaba e iba a los bailes como cualquier hombre. Luego conoció a los testigos de Jehová, quienes le dieron respuestas bíblicas satisfactorias a sus muchas preguntas. El sacerdote solo le daba su opinión personal, y ella no había abierto su Biblia en dieciséis años, aunque asistía a la iglesia con regularidad y había hecho labores para ella por diez años.
Cuando Justina y su esposo, Francis, estudiaron con los Testigos, a él le causó una impresión favorable la actividad mundial unida y la uniformidad de creencias que veía en estos. Francis se convenció de que Dios realmente existe, ya que solo un Dios vivo y verdadero podría influir en un grupo internacional de personas. ¡Qué feliz se siente este matrimonio por haber hallado riquezas verdaderas!
Cuando Ricky y Wendy se vieron sumidos en serios problemas personales, se dieron cuenta de que era tiempo de hacer algo. Puesto que ambos habían conocido a los Testigos antes, cada uno buscó por su cuenta volver a ponerse en contacto con ellos. Sus esfuerzos sinceros no solo les permitieron hallar la solución a sus dificultades, sino también las riquezas de una relación personal con Jehová, ‘el Dios feliz’. (1 Timoteo 1:11.)
La vida de David también cambió cuando los testigos de Jehová tocaron a su puerta. Con la intención de ponerlos en evidencia, aceptó que regresaran. Sin embargo, con el tiempo abrió los ojos y se dio cuenta de que la Biblia es exacta en cuestiones científicas, históricas y en general. Dicha exactitud le ayudó a ver la Biblia como el libro de verdad que dio un propósito a su vida. ¡Qué transformación enriquecedora y feliz experimentó!
Se ayuda a muchas personas a hallar riquezas verdaderas
En la pululante Hong Kong, Alfred, Emily, Justina, Francis y los demás que hemos mencionado son solo unos cuantos ejemplos de los que han hallado las riquezas verdaderas de la verdad bíblica y la fe en Jehová Dios. En 1992, unos dos mil seiscientos testigos de Jehová dedicaron casi novecientas mil horas a hablar con las personas de Hong Kong, y dirigieron más de tres mil ochocientos estudios bíblicos. Sin embargo, la vida en Hong Kong es muy apresurada, y las personas siempre están ocupadas. Por lo tanto, además de ir de casa en casa, los proclamadores del Reino predican en las calles, con muy buenos resultados. También hablan a las personas en sus trabajos: a oficinistas, tenderos, granjeros y a los hombres que regresan de la pesca por el sur del mar de la China.
Puede decirse en verdad que en Hong Kong “la mies es mucha, pero los obreros son pocos”. (Mateo 9:37.) Actualmente la proporción es de 1 Testigo por cada 2.300 habitantes. Puesto que reconocen que la cosecha es urgente, casi 600 de los 2.600 publicadores del Reino son precursores o predicadores de tiempo completo de las buenas nuevas. Los testigos de Jehová de Hong Kong, como los de todo otro lugar, se han dado cuenta de que ‘la bendición de Jehová es lo que enriquece’. (Proverbios 10:22.) Por consiguiente, trabajan arduamente para ayudar a más personas de esta próspera región a encontrar riquezas verdaderas.
[Mapas en la página 23]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
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