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  • ¿Puede conciliarse la predestinación con el amor de Dios?

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  • ¿Puede conciliarse la predestinación con el amor de Dios?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1995
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1995
w95 15/2 págs. 5-7

¿Puede conciliarse la predestinación con el amor de Dios?

“LLAMAMOS predestinación al eterno decreto de Dios, por el que ha determinado lo que quiere hacer de cada uno de los hombres. Porque Él no los crea a todos con la misma condición, sino que ordena a unos para la vida eterna, y a otros para condenación perpetua.”

Así definió el reformador protestante Juan Calvino su concepto de predestinación en el libro Institución de la religión cristiana. Este concepto se basa en la idea de que Dios es omnisciente y que los actos de sus criaturas no pueden poner en entredicho sus propósitos ni obligarlo a cambiar.

Pero ¿es esto realmente lo que da a entender la Biblia acerca de Dios? Más importante aún, ¿es dicha explicación compatible con las cualidades de Dios, especialmente el amor, su cualidad principal?

Un Dios que puede predecir el futuro

Dios puede predecir el futuro. Se refiere a sí mismo como “Aquel que declara desde el principio el final, y desde hace mucho las cosas que no se han hecho; Aquel que dice: ‘Mi propio consejo subsistirá, y todo lo que es mi deleite haré’”. (Isaías 46:10.) A través de la historia del hombre, Dios ha hecho que se pongan por escrito sus profecías para mostrar que puede usar su presciencia y predecir acontecimientos con antelación.

Por esa razón, en los días de Belsasar, el rey de Babilonia, cuando el profeta Daniel tuvo un sueño de dos bestias salvajes, una de las cuales suplantaría a la otra, Jehová le dio la interpretación: “El carnero que tú viste que poseía los dos cuernos representa a los reyes de Media y Persia. Y el macho cabrío peludo representa al rey de Grecia”. (Daniel 8:20, 21.) Es obvio que Dios utilizó su presciencia para revelar la sucesión de potencias mundiales. Al Imperio babilonio, que prevalecía en aquel tiempo, le seguiría Medopersia y después Grecia.

Las profecías también pueden referirse a un solo individuo. Por ejemplo, el profeta Miqueas dijo que el Mesías nacería en Belén. (Miqueas 5:2.) También en este caso Dios usó su presciencia. Sin embargo, este suceso se anunció con un propósito particular: la identificación del Mesías. Este caso no justifica que se pueda generalizar la doctrina de la predestinación para todo el mundo.

Al contrario, las Escrituras revelan que hay situaciones en las que Dios opta por no saber de antemano un determinado resultado. Poco antes de destruir a Sodoma y Gomorra, dijo: “Estoy completamente resuelto a bajar para ver si obran del todo conforme al clamor que acerca de ello ha llegado a mí, y, si no, podré llegar a saberlo”. (Génesis 18:21.) Este texto nos muestra con claridad que Dios no preconoció el grado de depravación de aquellas ciudades antes de investigarlo.

Es cierto que Dios puede prever ciertos sucesos, pero en muchos casos ha optado por no emplear su presciencia. Como es todopoderoso, es libre de utilizar sus capacidades como él desee, no como deseen seres humanos imperfectos.

Un Dios que puede enderezar los asuntos

Al igual que Calvino, hay quienes afirman que Dios predeterminó la caída del hombre antes de crearlo y que ya había predestinado a los “escogidos” antes de aquella caída. Pero si esto fuera cierto, ¿no habría sido hipócrita Dios al ofrecer a Adán y Eva la perspectiva de vida eterna, sabiendo que no podrían alcanzarla? Además, en ningún lugar de las Escrituras se niega que a la primera pareja humana se le presentaran dos opciones: seguir la dirección divina y vivir para siempre, o rechazarla y morir. (Génesis, capítulo 2.)

Pero, ¿impidieron en realidad Adán y Eva que Dios llevara a cabo su propósito? No, pues inmediatamente después del pecado de ellos, Dios anunció que produciría una “descendencia” que destruiría a Satanás y a sus agentes, y que él enderezaría de nuevo los asuntos en la Tierra. Tal como unos cuantos insectos no pueden impedir que un hortelano produzca buenas cosechas, así la desobediencia de Adán y Eva no impedirá que Dios convierta la Tierra en un paraíso. (Génesis, capítulo 3.)

Más tarde Dios reveló que se confiaría un Reino a un descendiente del rey David y que otras personas formarían parte de él. A estos se les llama “los santos del Supremo”. (Daniel 7:18; 2 Samuel 7:12; 1 Crónicas 17:11.)a

Predecir no es predestinar

El hecho de que Dios optara por desconocer el derrotero que tomaría la humanidad no le impedía profetizar las consecuencias de las acciones buenas o malas del hombre. Al mecánico que advierte a un conductor de la precaria condición de su vehículo no se le puede responsabilizar si ocurre un accidente, ni acusársele de predestinarlo. De igual modo, a Dios no se le puede acusar de predestinar las tristes consecuencias de las acciones de algunos individuos.

Ese también fue el caso de los descendientes de la primera pareja humana. Antes de que Caín matara a su hermano, Jehová le presentó dos opciones: ¿lograría Caín el dominio sobre el pecado, o se dejaría dominar por él? En el relato no hay nada que indique que Jehová hubiera predeterminado que Caín haría la peor selección y mataría a su hermano. (Génesis 4:3-7.)

Posteriormente, la Ley mosaica advirtió a los israelitas de lo que sucedería si se apartaban de Jehová; por ejemplo, si tomaban esposas de naciones paganas. Y ocurrió lo que se predijo. Esto puede verse en el caso del rey Salomón, que, influido por sus esposas extranjeras, practicó la idolatría al final de su vida. (1 Reyes 11:7, 8.) Sí, Dios advirtió a su pueblo, pero no predestinó cuáles serían sus acciones individuales.

Se anima a los escogidos cristianos a perseverar si no quieren perder la recompensa de reinar con Cristo en el cielo que se les ha prometido. (2 Pedro 1:10; Revelación 2:5, 10, 16; 3:11.) Como han preguntado algunos teólogos en el pasado: ¿Por qué se darían tales recordatorios si el llamamiento de los escogidos fuera definitivo?

La predestinación y el amor de Dios

Como el hombre fue creado “a la imagen de Dios”, se le dio libre albedrío. (Génesis 1:27.) Este era indispensable para que los seres humanos honraran y sirvieran a Dios por amor, no como robots que ya tuvieran programado de antemano todo movimiento. El amor de criaturas inteligentes y libres haría posible que Dios refutara acusaciones injustas. Él dice: “Sé sabio, hijo mío, y regocija mi corazón, para que pueda responder al que me está desafiando con escarnio”. (Proverbios 27:11.)

Si los siervos de Dios estuvieran predestinados, o, por decirlo así, programados, ¿no podría ponerse en entredicho la sinceridad del amor de ellos a su Creador? Y, ¿no sería contrario a la imparcialidad de Dios seleccionar de antemano a las personas destinadas a la gloria celestial y a la felicidad sin tomar en cuenta sus méritos individuales? Además, si a algunas personas se las trata con esta preferencia, mientras que a otras se las destina al castigo eterno, difícilmente podrían los “escogidos” tener sentimientos sinceros de gratitud. (Génesis 1:27; Job 1:8; Hechos 10:34, 35.)

Por último, Cristo dijo a sus discípulos que predicaran las buenas nuevas a toda la humanidad. Si Dios ya hubiera escogido a los que salvará, ¿no enfriaría esto el celo que muestran los cristianos en la evangelización? ¿No carecería de sentido la predicación?

El amor imparcial de Dios es la motivación más poderosa que impulsa al hombre a amarlo. La mayor expresión del amor de Dios fue dar a su Hijo en sacrificio a favor de hombres imperfectos, pecadores. La presciencia de Dios con respecto a su Hijo es un caso especial, pero nos asegura que las promesas de restauración que dependen de Jesús sin falta se cumplirán. Así que pongamos fe en su Hijo y acerquémonos a Él. Mostremos nuestro aprecio aceptando la invitación de Dios de establecer una buena relación con nuestro Creador. Él dirige hoy esta invitación a todos los que desean ejercer su libre albedrío y mostrarle su amor.

[Nota a pie de página]

a Cuando Jesús habla del Reino preparado “desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34), debe estar refiriéndose a un tiempo posterior al primer pecado. Lucas 11:50, 51 relaciona “la fundación del mundo”, o la fundación de la humanidad redimible mediante un rescate, con el tiempo de Abel.

[Recuadro en la página 7]

PREDESTINADOS COMO CLASE

“A los que de antemano Dios conoció también los predestinó a ser hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primero entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; a los que justificó, también los glorificó.” (Romanos 8:29, 30, Nueva Versión Internacional.) ¿Cómo hemos de entender el término “predestinó” que utiliza Pablo en estos versículos?

El razonamiento de Pablo no es un argumento perentorio en favor de la predestinación individual. En los años treinta, el Dictionnaire de théologie catholique explicó los argumentos de Pablo (Romanos, capítulos 9-11) de esta forma: “Entre los exégetas católicos predomina cada vez más la opinión de que no se ha enunciado el concepto de predestinación para vida eterna”. La misma obra de consulta cita a continuación de M. Lagrange, con estas palabras: “La cuestión que trata Pablo directamente no es en absoluto la de la predestinación y la reprobación, sino únicamente la del llamamiento de los gentiles a la gracia del cristianismo, siendo su antítesis la incredulidad de los judíos. [...] Tiene que ver con colectividades, los gentiles, los judíos y no directamente con individuos determinados” (cursivas nuestras).

Más recientemente, la Biblia de Jerusalén presentó la misma conclusión respecto a estos capítulos (Ro 9-11), y dijo: “No se trata, pues, en estos cap[ítulos] del problema de la predestinación de los individuos a la gloria ni aun a la fe, sino del problema del papel histórico de Israel, al que únicamente se refieren las afirmaciones del A[ntiguo] T[estamento]”.

Los últimos versículos del capítulo 8 de Romanos forman parte de este mismo contexto. Así que estos versículos nos recuerdan que Dios previó la existencia de una clase, o colectividad, de seres humanos que recibirían el llamamiento para reinar junto con Cristo, y los requisitos que tendrían que satisfacer, pero sin designar de antemano a qué individuos se escogería en particular, pues eso sería contrario a su amor y su justicia.

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