¿Cuándo y cómo se conseguirá justicia verdadera?
LOS inocentes no deben tener nada que temer de la justicia verdadera. En realidad, los ciudadanos de todo país tienen razón para estar agradecidos si en él existe un orden legal que procura la justicia. Este orden implica un poder legislativo, que se encarga de elaborar las leyes; un poder ejecutivo, que hace cumplir la ley, y un poder judicial para administrar la justicia. Los cristianos verdaderos respetan el orden del país en el que viven, pues siguen la admonición bíblica de estar “en sujeción a las autoridades superiores” (Romanos 13:1-7).
Sin embargo, los sistemas judiciales de varios países han cometido lamentables errores.a En vez de castigar a los culpables y proteger a los inocentes, a veces se ha castigado a inocentes por delitos que no han cometido. Otras personas han pasado años en prisión, para luego ser libertadas antes de cumplir toda la sentencia con serias dudas sobre su culpabilidad y la justicia de su condena. Por ello, muchos se preguntan: ¿Habrá algún día justicia verdadera para todo el mundo? Si así es, ¿cuándo y cómo? ¿En quién puede confiarse para la protección de los inocentes? Y ¿qué esperanza tienen las víctimas de injusticias?
Justicia injusta
En los años ochenta, Alemania fue testigo de “uno de los procesos más sensacionales de la posguerra”, en el que se sentenció a cadena perpetua a una madre por asesinar a sus dos hijas. Sin embargo, años más tarde, se revaluaron las pruebas en su contra, y se la puso en libertad a la espera de un nuevo juicio. El periódico Die Zeit dijo en 1995 que el primer juicio “pudo haber sido un error judicial”. Cuando se escribió este artículo, la mujer había pasado nueve años en la cárcel sin que se supiera a ciencia cierta si era culpable o inocente.
Una tarde de noviembre de 1974, hicieron explosión dos bombas en el centro de la ciudad de Birmingham (Inglaterra), y causaron la muerte a veintiuna personas. Aquel fue un suceso que “nadie de Birmingham olvidará jamás”, escribió el parlamentario Chris Mullen. Luego, “se condenó a seis inocentes por el mayor asesinato de la historia de Inglaterra”. La sentencia fue anulada, pero solo después de que estos hombres pasaron dieciséis años entre rejas.
El asesor jurídico Ken Crispin expuso un caso que “despertó el interés de la opinión pública como ningún otro en los anales de la historia jurídica australiana”. Una familia acampaba cerca de Ayers Rock cuando su hijo pequeño desapareció y nunca se encontró. Se acusó a la madre de asesinato y se la condenó a cadena perpetua. En 1987, después de tres años en la cárcel, una investigación oficial llegó a la conclusión de que las pruebas que había contra ella no justificaban la condena. Fue puesta en libertad y absuelta.
En 1986 se asesinó a una muchacha de 18 años que vivía en el sur de Estados Unidos. Se acusó a un hombre de mediana edad, se le condenó y sentenció a muerte. Pasó seis años en el corredor de la muerte antes de que se demostrara que no había tenido nada que ver con el crimen.
¿Son éstos ejemplos poco comunes de errores judiciales? David Rudovsky, de la Universidad de Pennsylvania Law School, dice: “He estado en el sistema por unos veinticinco años y he visto muchos casos. Diría que los inocentes condenados [...] constituyen, según mis cálculos, entre el cinco y el diez por ciento del total”. Crispin se hace la inquietante pregunta: “¿Hay otros inocentes sentados sin esperanza en las celdas de las cárceles?”. ¿A qué se deben estos trágicos errores?
Los sistemas judiciales humanos con sus debilidades humanas
“Ningún sistema humano puede esperar la perfección”, recalcó el Tribunal de Apelaciones británico en 1991. Un sistema judicial solo puede ser tan justo y confiable como aquellos que lo han concebido y lo administran. El ser humano es proclive al error, a la falta de honradez y al prejuicio. Por tanto, no debería sorprender que los sistemas judiciales de factura humana adolezcan precisamente de estas mismas debilidades. Veamos.
Según el juez alemán Rolf Bender, en el 95% de todos los casos criminales, las declaraciones de los testigos son pruebas determinantes. Pero ¿es siempre confiable el testimonio que se da en los juicios? El juez Bender cree que no. Calcula que la mitad de los testigos que declaran en los juicios no dicen la verdad. Bernd Schünemann, profesor de código criminal de la Universidad de Munich (Alemania), hizo una observación similar. En una entrevista publicada en el periódico Die Zeit, Schünemann confirmó que las declaraciones de los testigos, si bien es cierto que son poco fidedignas, constituyen la prueba principal. “Yo diría que la causa típica de los errores judiciales es la confianza del juez en las declaraciones poco fidedignas de los testigos.”
Los testigos son falibles, y también lo es la policía. Esta se ve presionada a arrestar a alguien cuando el delito cometido conmueve a la opinión pública. En tales circunstancias, algunos policías han sucumbido a la tentación de fabricar pruebas o forzar la confesión de un sospechoso. Cuando se liberó a los seis hombres acusados del atentado de Birmingham, el rotativo británico The Independent publicó los siguientes titulares: “Se culpa a la corrupción de la policía por la condena de seis hombres”. Según The Times, “la policía mintió, se confabuló y engañó”.
En algunos casos, es posible que la policía y el público sospechen por prejuicio de gente de cierta raza, religión o nacionalidad. Como observa U.S.News & World Report, resolver un crimen puede degenerar en “una cuestión de raza más bien que de razón”.
El tribunal no decide solo en función de las declaraciones de los testigos, sino también de las pruebas científicas. En el campo cada vez más complicado de la medicina forense, el juez o el jurado a veces tienen que decidir la culpabilidad o la inocencia sobre la base de la balística o la identificación de huellas dactilares, caligrafía, grupos sanguíneos, color del cabello, hebras textiles o muestras de ADN. Un abogado comentó que los tribunales se enfrentan a “un verdadero ejército de científicos que explican procedimientos de desconcertante complejidad”.
Además, la revista Nature comenta que no todos los científicos interpretan de la misma manera las pruebas forenses. “A veces existen verdaderos desacuerdos entre los científicos forenses.” Lamentablemente, “las pruebas forenses erróneas han sido responsables de un buen número de condenas erróneas”.
Independientemente de dónde vivamos, todos los sistemas judiciales que existen en la actualidad reflejan las debilidades del ser humano. De modo que, ¿en quién podemos confiar para que proteja a los inocentes? ¿Podemos esperar que exista alguna vez verdadera justicia? Y ¿qué esperanza tienen las víctimas de errores judiciales?
“Yo, Jehová, amo la justicia”
Si usted o un familiar suyo han sido víctimas del error de la justicia, Jehová Dios y su Hijo, Jesús, saben por lo que están pasando. La más horrible de las injusticias de todos los tiempos se cometió cuando se ejecutó a Jesucristo en un madero de tormento. El apóstol Pedro nos dice que Jesús “no cometió pecado”. Sin embargo, lo declararon culpable sobre la base de acusaciones falsas y lo ejecutaron (1 Pedro 2:22; Mateo 26:3, 4, 59-62).
Imagínese cómo debió sentirse Jehová por todo el maltrato de que fue objeto su Hijo. La justicia es una de las principales cualidades de Jehová. La Biblia nos dice: “Todos sus caminos son justicia” (Deuteronomio 32:4; Salmo 33:5).
Jehová dio a Israel un sobresaliente sistema judicial. En el caso de un asesinato no resuelto, se expiaba la muerte mediante un sacrificio. No existía la presión de resolver todo crimen a riesgo de condenar a un inocente. Las pruebas circunstanciales o científicas no bastaban para condenar a alguien por asesinato; se necesitaban al menos dos testigos presenciales (Deuteronomio 17:6; 21:1-9). Estos ejemplos muestran que Jehová tiene normas elevadas y le preocupa que se administre la justicia debidamente. De hecho, él dice: “Yo, Jehová, amo la justicia” (Isaías 61:8, Versión Moderna).
El sistema judicial de Israel estaba en manos de seres humanos con debilidades similares a las nuestras. En ocasiones se aplicó mal la ley. El rey Salomón escribió: “Si ves que se oprime a la persona de escasos recursos y que con violencia se quita el juicio y la justicia en un distrito jurisdiccional, no te asombres del asunto” (Eclesiastés 5:8).
Jehová tenía el poder para corregir la injusticia de que sería objeto su Hijo. A Jesús lo fortaleció la certidumbre de este hecho, pues “por el gozo que fue puesto delante de él aguantó un madero de tormento”. Del mismo modo, la gozosa perspectiva de vivir en una Tierra paradisíaca bajo la gobernación del Mesías, donde imperará la verdadera justicia, puede fortalecernos a nosotros para aguantar las injusticias que oímos o experimentamos en este viejo sistema. No hay daño ni herida que Jehová no pueda rectificar a su debido tiempo. Incluso los que pierdan la vida por un error judicial podrán tener una resurrección (Hebreos 12:2; Hechos 24:15).
Si somos víctimas de la injusticia, podemos agradecer que muchos sistemas judiciales dispongan de conductos legales para corregir los errores. Los cristianos pueden utilizar tales conductos. Sin embargo, tienen presente este hecho: los sistemas judiciales imperfectos son reflejo de una sociedad humana que necesita una reestructuración a fondo. Y eso es lo que pronto sucederá, a manos de Dios.
Jehová pronto pondrá fin a este injusto sistema de cosas y lo reemplazará por uno nuevo en el que ‘la justicia morará’. Podemos tener la absoluta certeza de que nuestro Creador administrará entonces la justicia mediante su Rey mesiánico, Jesucristo. La verdadera justicia para todo el mundo está cerca, perspectiva que nos causa una gran alegría (2 Pedro 3:13).
[Nota]
a En los casos mencionados, La Atalaya no presupone culpabilidad o inocencia de ninguna persona, ni tampoco defiende el sistema judicial de ningún país en particular. Es más, esta revista no aboga por ninguna forma de castigo ante otra. El artículo solo expone los hechos conocidos al tiempo de escribirse.
[Comentario de la página 27]
Los sistemas judiciales imperfectos, junto con los gobiernos corruptos, la religión degradada y el comercio carente de principios, son un reflejo de una sociedad humana que necesita una reestructuración a fondo
[Recuadro de la página 28]
CONSUELO DE LAS SANTAS ESCRITURAS
En noviembre de 1952, Derek Bentley y Christopher Craig entraron a robar en un almacén de Croydon, cerca de Londres (Inglaterra). Bentley contaba a la sazón 19 años, y Craig, 16. Cuando la policía llegó, Craig disparó contra un agente y lo mató. Este muchacho pasó nueve años en prisión, mientras que Bentley fue ahorcado por homicidio en enero de 1953.
La hermana de Bentley, Iris, luchó durante cuarenta años por limpiar el nombre de su hermano de un crimen que nunca cometió. En 1993, la Corona indultó de la sentencia a Derek Bentley y admitió que no debió haber sido ahorcado. Iris Bentley escribió sobre el caso en el libro Let Him Have Justice (Hágasele justicia):
“Aproximadamente un año antes del incidente, había conocido a una testigo de Jehová en la calle [...]. La hermana Lane vivía cerca de nosotros en Fairview Road, e invitó a Derek a su hogar para que oyera unas historias bíblicas [...]. Lo bueno fue que la hermana Lane tenía las historias bíblicas grabadas y se las dejó [pues Derek no leía muy bien]. [...] Cuando regresaba, me explicaba lo que le había contado, cosas como que todos regresaremos de nuevo después de la muerte.”
Iris Bentley visitó a su hermano en el corredor de la muerte antes de su ejecución. ¿Cómo se sentía? “Lo que la hermana Lane le había dicho lo ayudó a afrontar aquellos pocos últimos días.” (Cursivas nuestras.)
Si usted sufre debido a un error de la justicia, convendría que leyera las verdades bíblicas y meditara sobre ellas. Esta práctica puede serle de mucho consuelo, pues Jehová Dios es “el Padre de tiernas misericordias y el Dios de todo consuelo, que nos consuela en toda nuestra tribulación” (2 Corintios 1:3, 4).
[Ilustración de la página 29]
Se cometió una horrible injusticia cuando se ejecutó a Jesucristo