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  • ¿Tiene usted “un corazón obediente”?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1998
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1998
w98 15/7 págs. 29-31

¿Tiene usted “un corazón obediente”?

SALOMÓN se sintió incompetente cuando ascendió al trono del antiguo Israel. Por ese motivo oró a Dios por sabiduría y conocimiento (2 Crónicas 1:10). También rogó: “Tienes que dar a tu siervo un corazón obediente para juzgar a tu pueblo” (1 Reyes 3:9). Con “un corazón obediente”, Salomón podría seguir las leyes y principios divinos, y disfrutaría de la bendición de Jehová.

Un corazón obediente no es una carga, sino una fuente de gozo. El apóstol Juan escribió: “Esto es lo que el amor de Dios significa: que observemos sus mandamientos; y, sin embargo, sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3). No hay duda de que debemos obedecer a Dios. Al fin y al cabo, él es nuestro Magnífico Creador. La Tierra y cuanto hay en ella le pertenecen, incluso toda la plata y el oro. De modo que, en realidad, no podemos darle nada en sentido material, aunque nos permita utilizar nuestros haberes económicos para demostrarle nuestro amor (1 Crónicas 29:14). Jehová espera que le amemos y que andemos humildemente con él haciendo su voluntad (Miqueas 6:8).

Cuando le preguntaron cuál era el mayor mandamiento de la Ley, Jesucristo dijo: “Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primer mandamiento” (Mateo 22:36-38). La obediencia a Dios es un modo de expresar nuestro amor por él. De ahí que todos nosotros debemos rogar a Jehová que nos dé un corazón obediente.

Tuvieron un corazón obediente

La Biblia abunda en ejemplos de personas que tuvieron un corazón obediente. Por ejemplo, Jehová le dijo a Noé que construyera una enorme arca para la conservación de la vida. Fue una tarea colosal que duró unos cuarenta o cincuenta años. Aun con todas las herramientas modernas y demás instrumentos que ahora existen, la construcción de una estructura flotante tan grande como aquella constituiría una proeza de ingeniería. Además, Noé tuvo que advertir a personas que se burlaron de él y lo ridiculizaron. Sin embargo, fue obediente hasta en el más mínimo detalle. La Biblia dice: “Hizo precisamente así” (Génesis 6:9, 22; 2 Pedro 2:5). Noé demostró su amor a Jehová por su obediencia fiel durante muchos años. ¡Qué magnífico ejemplo para todos nosotros!

Piense también en el patriarca Abrahán. Dios le dijo que se trasladara de la próspera Ur de los caldeos a una tierra que no conocía. Abrahán obedeció sin replicar (Hebreos 11:8). Junto a su familia, vivió en tiendas por el resto de su vida. Al cabo de muchos años de morar como forastero en aquella tierra, Jehová lo bendijo a él y a su obediente esposa Sara con un hijo llamado Isaac. Podemos imaginarnos cuánto debió de amar el centenario Abrahán a aquel hijo de su vejez. Algunos años después, Jehová le pidió que sacrificara a Isaac como ofrenda quemada (Génesis 22:1, 2). La sola idea de hacer aquello tuvo que atormentar a Abrahán. A pesar de todo obedeció, porque amaba a Jehová y tenía fe en que la descendencia prometida vendría mediante Isaac, aunque Dios lo tuviera que levantar de entre los muertos (Hebreos 11:17-19). Sin embargo, cuando estaba a punto de sacrificar a su hijo, Jehová lo detuvo y le dijo: “Ahora sé de veras que eres temeroso de Dios, puesto que no has retenido de mí a tu hijo, tu único” (Génesis 22:12). Por su obediencia, aquel hombre temeroso de Dios, Abrahán, llegó a ser conocido como “amigo de Jehová” (Santiago 2:23).

El mejor ejemplo de obediencia lo tenemos en Jesucristo. Durante su existencia prehumana se deleitó en el servicio obediente a su Padre en los cielos (Proverbios 8:22-31). Como hombre, Jesús obedeció a Jehová en todo, y siempre le resultó placentero hacer Su voluntad (Salmo 40:8; Hebreos 10:9). De ahí que con toda razón dijera: “No hago nada por mi propia iniciativa; sino que hablo estas cosas así como el Padre me ha enseñado. Y el que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo siempre hago las cosas que le agradan” (Juan 8:28, 29). Al final entregó voluntariamente su vida, sufriendo la muerte más humillante y dolorosa, a fin de vindicar la soberanía de Jehová y redimir a la humanidad obediente. En realidad, “al hallarse a manera de hombre, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento” (Filipenses 2:8). ¡Qué ejemplo de un corazón obediente!

La obediencia incompleta no es suficiente

No todos los que afirmaron ser obedientes a Dios lo fueron en realidad. Piense en Saúl, rey del antiguo Israel. Dios le mandó que exterminara a los malvados amalequitas (1 Samuel 15:1-3). Aunque eliminó a la nación, perdonó la vida a su rey y conservó algunas ovejas y reses. Samuel preguntó: “¿A qué se debe, pues, que no obedeciste la voz de Jehová?”. En respuesta, Saúl dijo: “Pero he obedecido la voz de Jehová [...,] el pueblo [de Israel] se puso a tomar del despojo ovejas y ganado vacuno, lo más selecto de ellos [...], para sacrificarlo a Jehová”. Subrayando la necesidad de obedecer por completo, Samuel contestó: “¿Se deleita tanto Jehová en ofrendas quemadas y sacrificios como en que se obedezca la voz de Jehová? ¡Mira! El obedecer es mejor que un sacrificio, el prestar atención que la grasa de carneros; porque la rebeldía es lo mismo que el pecado de adivinación, y el adelantarse presuntuosamente lo mismo que usar poder mágico y terafim. Puesto que tú has rechazado la palabra de Jehová, él, en conformidad con ello, te rechaza de ser rey” (1 Samuel 15:17-23). ¡Cuánto perdió Saúl por no tener un corazón obediente!

Hasta el sabio rey Salomón, que había pedido a Jehová un corazón obediente, dejó de obedecerle. Oponiéndose a la voluntad divina, se casó con mujeres extranjeras que lo indujeron a pecar contra Dios (Nehemías 13:23, 26). Salomón perdió el favor divino porque dejó de tener un corazón obediente. Su ejemplo debe servirnos de advertencia.

Lo que hemos visto no significa que Jehová exija la perfección de sus siervos humanos. Él “se acuerda de que somos polvo” (Salmo 103:14). Es seguro que todos nos equivocamos algunas veces, pero Dios puede ver si deseamos agradarle de corazón (2 Crónicas 16:9). Si erramos a causa de la imperfección humana, pero nos arrepentimos, podemos pedir perdón sobre la base del sacrificio de rescate de Cristo con la confianza de que Jehová “perdonará en gran manera” (Isaías 55:7; 1 Juan 2:1, 2). Puede que también precisemos la ayuda de ancianos cristianos amorosos a fin de recobrarnos espiritualmente y tener una fe saludable y un corazón obediente (Tito 2:2; Santiago 5:13-15).

¿Hasta dónde llega su obediencia?

No cabe duda de que, como siervos de Jehová, casi todos nosotros creemos tener un corazón obediente. Puede que razonemos: “¿Acaso no participo en la predicación del Reino? ¿No me mantengo firme cuando surgen cuestiones graves, como la de la neutralidad? ¿Y no asisto con regularidad a las reuniones cristianas, tal como instó el apóstol Pablo?” (Mateo 24:14; 28:19, 20; Juan 17:16; Hebreos 10:24, 25). Es cierto que el pueblo de Jehová en su conjunto manifiesta obediencia de corazón en esos aspectos importantes.

Pero, ¿qué puede decirse de nuestra conducta diaria, quizá en asuntos que aparentemente carezcan de importancia? Jesús declaró: “La persona fiel en lo mínimo es fiel también en lo mucho, y la persona injusta en lo mínimo es injusta también en lo mucho” (Lucas 16:10). Por consiguiente, a cada uno de nosotros le conviene preguntarse: ¿Tengo un corazón obediente cuando se trata de cuestiones pequeñas o de asuntos de los que otras personas ni siquiera saben?

El salmista mostró que incluso dentro de su casa, donde los demás no podían verle, ‘anduvo en la integridad de su corazón’ (Salmo 101:2). Mientras usted está sentado en su hogar, puede que encienda el televisor y comience a ver una película. Es posible que ahí mismo se ponga a prueba su obediencia. El filme pudiera tomar un rumbo inmoral. ¿Seguirá mirando, diciéndose que ese es el tipo de películas que hoy en día se ven? ¿O le impulsará un corazón obediente a acatar el mandato de las Escrituras acerca de “que la fornicación y la inmundicia de toda clase, o la avidez, ni siquiera se mencionen entre ustedes”? (Efesios 5:3-5.) ¿Apagará el televisor, aunque el argumento le atraiga? ¿O cambiará de canal, si el programa se vuelve violento? “Jehová mismo examina al justo así como al inicuo, y Su alma ciertamente odia a cualquiera que ama la violencia.” (Salmo 11:5.)

Un corazón obediente reporta bendiciones

Por supuesto, existen muchos campos de la vida en los que es provechoso que nos examinemos para ver si de veras obedecemos de corazón a Dios. Nuestro amor a Jehová debería impulsarnos a agradarle y a efectuar lo que nos dice en su Palabra, la Biblia. Un corazón obediente nos permitirá mantener una buena relación con él. De hecho, si nuestra obediencia es completa, ‘los dichos de nuestra boca y la meditación de nuestro corazón llegarán a ser placenteros delante de Jehová’ (Salmo 19:14).

Jehová nos enseña la obediencia porque nos ama, por nuestro propio bien, y nos beneficiará mucho prestar sincera atención a la enseñanza divina (Isaías 48:17, 18). Por lo tanto, aceptemos con alegría la ayuda que nuestro Padre celestial nos suministra mediante su Palabra, su espíritu y su organización. Se nos enseña también que es como si oyéramos una voz detrás de nosotros que dijera: “Este es el camino. Anden en él” (Isaías 30:21). Prestemos atención a la enseñanza de Jehová mediante la Biblia, las publicaciones cristianas y las reuniones de la congregación, y luego apliquemos lo que aprendamos siendo “obedientes en todas las cosas” (2 Corintios 2:9).

Un corazón obediente nos reportará mucho gozo y bendiciones. Nos producirá la tranquilidad de ánimo que proviene de saber que agradamos a Jehová Dios y regocijamos su corazón (Proverbios 27:11). Un corazón obediente nos protegerá cuando nos veamos tentados a hacer lo incorrecto. Por consiguiente, no cabe duda de que debemos obedecer a nuestro Padre celestial y rogarle: ‘Da a tu siervo un corazón obediente’.

[Reconocimiento de la página 29]

De la Self-Pronouncing Edition of the Holy Bible, que incluye la Versión del Rey Jacobo y la Versión Revisada

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