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  • ¿Son compatibles las culturas locales y los principios cristianos?

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  • ¿Son compatibles las culturas locales y los principios cristianos?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1998
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  • Campos bien definidos
  • ¿Y las costumbres inofensivas?
  • Cuando las costumbres entorpecen el progreso espiritual
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1998
w98 1/10 págs. 19-23

¿Son compatibles las culturas locales y los principios cristianos?

A STEPHEN, Testigo del norte de Europa, se le destinó de misionero a un país africano. Mientras paseaba por una ciudad con un hermano nativo, se sobresaltó cuando este le agarró de la mano.

A Stephen le escandalizaba la idea de caminar por una calle concurrida agarrado de la mano de otro hombre, pues esa costumbre tiene connotaciones homosexuales en su cultura (Romanos 1:27). Para el hermano africano, en cambio, ir de la mano era sencillamente un gesto de amistad. Rechazar la mano significaría rechazar la amistad.

¿Por qué deben interesarnos los choques culturales? En primer lugar, porque el pueblo de Jehová desea cumplir la comisión divina de “[hacer] discípulos de gente de todas las naciones” (Mateo 28:19). Con ese propósito, algunos cristianos han ido a servir de ministros a lugares más necesitados. A fin de triunfar en su nuevo ambiente, deben comprender las distintas culturas que se encuentren y adaptarse a ellas. Así trabajarán en armonía con sus hermanos y también serán más eficientes en el ministerio público.

Además, en este mundo tan turbulento, muchas personas han huido de sus atribulados países por razones políticas o económicas y se han establecido en otras naciones. De modo que es muy probable que nos topemos con nuevas costumbres al predicar a estos nuevos vecinos (Mateo 22:39). Nuestro primer contacto con modos de actuar distintos puede causarnos cierta confusión en cuanto a las costumbres diferentes.

Campos bien definidos

La cultura está entrelazada en la estructura de la sociedad humana. Sería inútil, por tanto, hacerse “justo en demasía” y examinar hasta las costumbres más insignificantes para determinar si son compatibles o no con los principios bíblicos (Eclesiastés 7:16).

Por otra parte, es necesario identificar las costumbres locales que vulneran claramente los principios divinos. No suele ser difícil, pues la Palabra de Dios sirve “para rectificar las cosas” (2 Timoteo 3:16). Por ejemplo, en algunos países es común tener muchas esposas, pero la norma bíblica para los cristianos verdaderos es que el hombre tenga una sola esposa viva (Génesis 2:24; 1 Timoteo 3:2).

Del mismo modo, ciertos usos funerarios concebidos para mantener alejados a los malos espíritus o basados en la creencia en el alma inmortal, son inaceptables para los cristianos verdaderos. Algunas personas ofrecen incienso u oraciones a los difuntos a fin de ahuyentar a los malos espíritus. Otras realizan velatorios e incluso un segundo entierro con objeto de ayudar a quien ha fallecido a prepararse para la vida “en el otro mundo”. Pero la Biblia enseña que quien muere ‘no tiene conciencia de nada en absoluto’ y no puede ni beneficiar ni perjudicar a nadie (Eclesiastés 9:5; Salmo 146:4).

Por supuesto, hay muchas costumbres compatibles con la Palabra de Dios. Es muy reconfortante entrar en contacto con culturas en las que todavía florece el espíritu de la hospitalidad, en las que la costumbre exige que se dé una calurosa bienvenida incluso al extraño y que, si es necesario, se le abran las puertas del hogar. Cuando somos objeto directo de ese trato, ¿no nos sentimos impulsados a copiar tal ejemplo? Si lo hacemos, no hay duda de que mejorará nuestra personalidad cristiana (Hebreos 13:1, 2).

¿A quién le gusta que le hagan esperar? En algunos países ocurre raras veces, pues se da importancia a la puntualidad. La Biblia nos dice que Jehová es un Dios de orden (1 Corintios 14:33), por lo que ha fijado ‘un día y una hora’ para acabar con la maldad y nos asegura que ese acontecimiento “no llegará tarde” (Mateo 24:36; Habacuc 2:3). Las culturas que fomentan la puntualidad, dentro de lo razonable, nos ayudan a ser ordenados y a mostrar el debido respeto a otras personas y a su tiempo, lo cual está, sin duda, en conformidad con los principios cristianos (1 Corintios 14:40; Filipenses 2:4).

¿Y las costumbres inofensivas?

De modo que hay costumbres a todas luces compatibles con el modo de vida cristiano y otras que no lo son. Pero ¿y las que no pueden definirse ni como buenas ni como malas? Muchas son inofensivas, y la actitud que tenemos respecto a ellas demuestra nuestro equilibrio espiritual.

Por ejemplo, hay muchas formas de saludar: dar la mano, hacer una reverencia, dar un beso o hasta un abrazo. También hay una enorme variedad de costumbres que regulan los modales a la mesa. En algunos países las personas comen de un mismo plato o una misma fuente. Hay lugares donde eructar es una forma aceptable, e incluso deseable, de expresar agradecimiento, mientras que en otros es inaceptable y se considera el colmo de la mala educación.

En lugar de determinar cuáles de estas costumbres inofensivas nos gustan o nos disgustan, concentrémonos en adoptar la actitud adecuada con respecto a ellas. El consejo eterno de la Biblia es que no hagamos “nada movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, sino [consideremos] con humildad mental que los demás son superiores a [nosotros]” (Filipenses 2:3). En la misma línea, Eleanor Boykin dice en su libro This Way, Please—A Book of Manners (Hágalo así, por favor. Un manual de buenos modales): “Lo primero que necesitamos es un buen corazón”.

Este enfoque humilde impedirá que menospreciemos las prácticas ajenas. Nos sentiremos motivados a tomar la iniciativa y aprender cómo viven otros pueblos, seguir sus costumbres y probar sus comidas, en vez de refrenarnos o sospechar de todo lo que parezca distinto. Teniendo una mente abierta y la disposición a probar nuevas maneras de actuar, mostramos cortesía a nuestro anfitrión o a los vecinos extranjeros. También nos beneficiamos nosotros, pues ‘ensanchamos’ nuestro corazón y ampliamos nuestros horizontes (2 Corintios 6:13).

Cuando las costumbres entorpecen el progreso espiritual

¿Qué debemos hacer en el caso de encontrarnos con costumbres que no son en sí antibíblicas, pero que tampoco favorecen el progreso espiritual? Por ejemplo, es posible que en algunos países las personas tiendan a dejar las cosas para más tarde. Tomarse la vida con calma puede reducir la tensión, pero probablemente dificulte el que efectuemos nuestro ministerio “plenamente” (2 Timoteo 4:5).

¿Cómo ayudaremos a otras personas a no posponer hasta “mañana” lo que es importante? Recordemos que “lo primero que necesitamos es un buen corazón”. Motivados por el amor, podemos dar el ejemplo y luego explicar con bondad los beneficios de no dejar para mañana lo que debe hacerse hoy (Eclesiastés 11:4). Al mismo tiempo, hemos de tener cuidado de no sacrificar la confianza mutua por causa de la productividad. Si no se aceptan de inmediato nuestras sugerencias, no tratemos con prepotencia a los demás ni descarguemos nuestra frustración sobre ellos. El amor siempre debe primar sobre la eficiencia (1 Pedro 4:8; 5:3).

Tengamos en cuenta las preferencias del lugar

Hemos de asegurarnos de que las sugerencias que hacemos son válidas, que no estamos tratando de imponer nuestras preferencias personales. Por ejemplo, el modo de vestir varía enormemente. En muchas regiones es adecuado que un hombre lleve corbata cuando predica las buenas nuevas, mientras que en algunos países tropicales posiblemente se considere demasiado formal. Una pauta útil suele ser tener en cuenta qué manera de vestir se considera propia en el país para un profesional que trata con el público. El “buen juicio” es fundamental cuando tratamos el delicado asunto de la ropa (1 Timoteo 2:9, 10).

¿Y si una costumbre no nos gusta? ¿Debemos rechazarla sin más? No necesariamente. La costumbre de que los hombres vayan de la mano, mencionada al principio, es perfectamente aceptable en esa comunidad africana en particular. Cuando el misionero observó que otros hombres paseaban de la mano, se sintió más cómodo.

Durante sus largos viajes misionales, el apóstol Pablo visitó congregaciones cuyos miembros tenían diversos antecedentes. Sin duda, había frecuentes choques de culturas. Por ello, Pablo se adaptó a todas las costumbres que pudo sin dejar de observar los principios bíblicos. “Me he hecho toda cosa a gente de toda clase —dijo—, para que de todos modos salve a algunos.” (1 Corintios 9:22, 23; Hechos 16:3.)

Plantearnos algunas preguntas pertinentes puede ayudarnos a decidir cómo reaccionar ante costumbres nuevas. ¿Qué impresión daremos a quienes nos observan si adoptamos o rechazamos cierta costumbre? ¿Se sentirán atraídos al mensaje del Reino al ver que intentamos integrarnos en su cultura? Por otro lado, ¿‘se encontrará falta en nuestro ministerio’ si adoptamos una práctica del lugar? (2 Corintios 6:3.)

Si deseamos hacernos “toda cosa a gente de toda clase”, tal vez debamos modificar algunos conceptos profundamente arraigados con respecto a lo que es y no es apropiado. Muchas veces, la manera “correcta” e “incorrecta” de hacer algo solo depende de dónde vivimos. Por ello, el que dos hombres se agarren de la mano es una manifestación de amistad en un país, mientras que en muchos otros seguramente restaría valor al mensaje del Reino.

Por otro lado, hay costumbres que son aceptables en diversos lugares y quizá hasta sean apropiadas para los cristianos, pero con las que hay que tener cuidado.

Cuidado con rebasar el límite

Jesucristo dijo que aunque no era posible sacar del mundo a sus discípulos, estos no debían ‘ser parte del mundo’ (Juan 17:15, 16). No obstante, a veces no es fácil distinguir el límite entre lo que forma parte integral del mundo de Satanás y lo que es sencillamente propio de la cultura. Por ejemplo, la música y el baile están presentes en casi todas las culturas, si bien en algunos países tienen mayor importancia.

Pudiéramos fácilmente emitir un juicio basándonos más en nuestros antecedentes que en razones bíblicas sólidas. Un hermano alemán de nombre Alex recibió una asignación en España. En su anterior entorno, el baile no era muy popular, mientras que en España forma parte de la cultura. La primera vez que vio a un hermano y una hermana ejecutar un alegre baile español, se sintió confundido. ¿Era incorrecto o mundano el baile? ¿Rebajaría sus normas si aceptaba esa costumbre? Alex aprendió que aunque la música y el baile eran diferentes a los de su país, no había razón para suponer que sus hermanos españoles estaban rebajando las normas cristianas. Su confusión se debía a la diferencia cultural.

Sin embargo, Emilio, un hermano al que le gusta el baile español tradicional, reconoce que existe un peligro. “Observo que en muchos bailes la pareja ha de tener un contacto muy cercano —comenta—. Como estoy soltero, me doy cuenta de que eso puede tener efecto en los sentimientos de al menos uno de los bailarines. A veces, el baile se utiliza como excusa para mostrar afecto a la persona a la que te sientes atraído. Cerciorarse de que la música es sana y de que el contacto físico se reduce lo más posible puede servir de protección. No obstante, debo admitir que cuando un grupo de solteros y solteras se van juntos a bailar, es muy difícil mantener un ambiente teocrático.”

Desde luego, no deberíamos poner de excusa nuestra cultura para permitir la conducta mundana. El canto y el baile ocupaban un lugar en la cultura de los israelitas, y cuando fueron librados de los egipcios en el mar Rojo, cantaron y bailaron como parte de la celebración (Éxodo 15:1, 20). Sin embargo, su música y su baile eran distintos de los del mundo pagano que los rodeaba.

Lamentablemente, mientras esperaban que Moisés volviera del monte Sinaí, se impacientaron, hicieron un becerro de oro y, después de comer y beber, “se levantaron para divertirse” (Éxodo 32:1-6). Cuando Moisés y Josué escucharon el sonido del canto, inmediatamente se perturbaron (Éxodo 32:17, 18). Los israelitas habían rebasado el “límite”, y su forma de cantar y bailar reflejaba entonces el mundo pagano que los rodeaba.

Del mismo modo, hoy día la música y el baile pueden ser aceptados en general en nuestro país y no ofender la conciencia de los demás. Pero si el lugar está poco iluminado, se encienden luces intermitentes o se pone música con un ritmo distinto, lo que antes era aceptable puede reflejar ahora el espíritu del mundo. “Forma parte de nuestra cultura”, pudiéramos decir. Aarón recurrió a una excusa similar cuando consintió formas de recreación y adoración paganas, a las que denominó erróneamente “fiesta a Jehová”. Esta pobre excusa no tenía validez. La conducta de los israelitas se vio incluso como una “ignominia entre sus opositores” (Éxodo 32:5, 25).

La cultura tiene su lugar

Es posible que las costumbres exóticas nos choquen al principio, pero no todas son necesariamente inaceptables. Con las “facultades perceptivas entrenadas”, podemos determinar cuáles son compatibles con los principios cristianos y cuáles no (Hebreos 5:14). Al mostrar un buen corazón lleno de amor al semejante, reaccionaremos apropiadamente cuando nos encontremos con costumbres inofensivas.

Cuando predicamos las buenas nuevas del Reino a las personas de nuestros alrededores o de otras partes, tener el enfoque equilibrado de la diversidad cultural nos permitirá hacernos “toda cosa a gente de toda clase”. Y muy probablemente veamos que el acoger con gusto la diversidad cultural contribuye a que tengamos una vida rica, animada y fascinante.

[Ilustración de la página 20]

Los cristianos pueden saludarse correctamente de múltiples maneras

[Ilustración de la página 23]

Un enfoque equilibrado de la diversidad cultural puede resultar en una vida rica y animada

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