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  • ¿Por qué persiguió Saulo a los cristianos?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1999
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1999
w99 15/6 págs. 29-31

¿Por qué persiguió Saulo a los cristianos?

‘EN REALIDAD, PENSÉ QUE DEBÍA cometer muchos actos de oposición contra el nombre de Jesús el Nazareno; lo cual, realmente, hice en Jerusalén. A muchos de los santos encerré en prisiones, pues había recibido autoridad de los sacerdotes principales. Cuando habían de ser ejecutados, yo echaba mi voto contra ellos. Castigándolos muchas veces en todas las sinagogas, trataba de obligarlos a hacer una retractación. Estando sumamente enojado contra ellos, fui hasta el extremo de perseguirlos hasta en las ciudades de afuera.’ (Hechos 26:9-11.)

ASÍ habló Saulo de Tarso, también conocido como el apóstol Pablo. Cuando dijo estas palabras era, por supuesto, un hombre nuevo. Dejó de ser un opositor del cristianismo para convertirse en su fervoroso defensor. Pero, ¿qué le había motivado en el pasado a perseguir a los cristianos? ¿Por qué pensó que “debía cometer” tales actos? Y, ¿aprendemos alguna lección de su relato?

La lapidación de Esteban

La primera vez que se menciona a Saulo en la Biblia se encuentra junto con los que mataron a Esteban. “Después de echarlo fuera de la ciudad, se pusieron a arrojarle piedras. Y los testigos pusieron sus prendas de vestir exteriores a los pies de un joven llamado Saulo.” “Saulo, por su parte, aprobaba el asesinato de él.” (Hechos 7:58; 8:1.) ¿Qué condujo a esa agresión? Los judíos, entre ellos algunos de Cilicia, disputaron con Esteban pero no pudieron mantenerse firmes contra él. No se dice si Saulo, también cilicio, estaba en aquel momento con ellos. En cualquier caso, utilizaron testigos falsos para acusarle de blasfemia y le arrastraron delante del Sanedrín (Hechos 6:9-14). La asamblea del Sanedrín, presidida por el sumo sacerdote, constituía el tribunal supremo judío, la máxima autoridad religiosa. Sus miembros también velaban por lo que, según ellos, era la pureza doctrinal. Desde su punto de vista, Esteban merecía la muerte. Él se había atrevido a acusarlos de no observar la ley, ¿no es así? (Hechos 7:53.) ¡Pues ellos le demostrarían cómo debía observarse!

Debido a sus convicciones, es lógico que Saulo concordara con la opinión del Sanedrín. Pertenecía a la poderosa secta de los fariseos, la cual exigía la observancia estricta de la ley y la tradición. Se pensaba que el cristianismo era la antítesis de sus principios, pues enseñaba un nuevo camino hacia la salvación mediante Jesús. Los judíos del siglo primero esperaban que el Mesías fuese un glorioso rey que los librara del odiado yugo de la dominación romana. El que alguien acusado de blasfemia y condenado por el Gran Sanedrín a morir en un madero de tormento como un criminal maldito pudiera ser el Mesías les era algo completamente ajeno, inaceptable y repulsivo.

La Ley declaraba que un hombre colgado en un madero era “cosa maldita de Dios” (Deuteronomio 21:22, 23; Gálatas 3:13). Desde el punto de vista de Saulo, “estas palabras eran claramente aplicables a Jesús —comenta Frederick F. Bruce—. Él había muerto bajo la maldición de Dios, y por lo tanto no cabía la posibilidad de que fuese el Mesías, sobre quien, casi por definición, descansaba de forma excepcional la bendición divina. Por consiguiente, proclamar que Jesús era el Mesías constituía una blasfemia; los que afirmaban algo tan absurdo merecían sufrir el castigo reservado para los blasfemos”. Como Saulo mismo reconoció más tarde, solo la idea del “Cristo fijado en el madero [era] para los judíos causa de tropiezo” (1 Corintios 1:23).

Saulo reaccionó a tal enseñanza oponiéndose a ella con todas sus fuerzas. Incluso utilizó la violencia con el fin de erradicarla. Estaba seguro de que esto era lo que Dios quería. Con relación al espíritu que abrigaba, dijo: “Respecto a celo, [fui] perseguidor de la congregación; respecto a la justicia que es por medio de ley, uno que se probó exento de culpa”. Y añadió: “Hasta el punto de exceso seguí persiguiendo a la congregación de Dios y devastándola, y estaba alcanzando mayor progreso en el judaísmo que muchos de mi propia edad de mi raza, puesto que era mucho más celoso por las tradiciones de mis padres” (Filipenses 3:6; Gálatas 1:13, 14).

Encabeza la persecución

Tras la muerte de Esteban, Saulo ya no era un mero cómplice en la persecución, sino su instigador. Como tal, debía haber adquirido cierta notoriedad, puesto que incluso después de su conversión, cuando se esforzó por unirse a la congregación, “todos le tenían miedo, porque no creían que fuera discípulo”. Una vez quedó claro que él era realmente cristiano, su conversión fue una causa de regocijo para ellos y algo que agradecer, pues no había cambiado el corazón de cualquier antiguo opositor, sino que “el hombre que en otro tiempo nos perseguía, ahora está declarando las buenas nuevas acerca de la fe que en otro tiempo devastaba” (Hechos 9:26; Gálatas 1:23, 24).

“Respirando [...] amenaza y asesinato contra los discípulos”, Saulo fue al sumo sacerdote y le pidió unas cartas para las sinagogas de Damasco, a pesar de que este lugar se encontraba a unos 220 kilómetros —siete u ocho días a pie— de Jerusalén. ¿Para qué? Para que pudiera traer atados a Jerusalén a cualesquiera que hallara que pertenecieran al “Camino”. Con la aprobación de la autoridad judía, ‘empezó a tratar atrozmente a la congregación, invadiendo una casa tras otra y, sacando a rastras tanto a varones como a mujeres, los entregaba a la prisión’. Tras ‘fustigar a algunos en las sinagogas’ ‘echaba su voto’ (literalmente su “piedrecita de votación”) en favor de su ejecución (Hechos 8:3; 9:1, 2, 14; 22:5, 19; 26:10, nota).

Teniendo en cuenta la educación que Saulo recibió de Gamaliel y el poder que entonces ostentaba, algunos expertos creen que no era un simple estudiante de la Ley, sino que tenía cierta autoridad dentro del judaísmo. Por ejemplo, un comentarista cree que Saulo podría haber sido maestro en una sinagoga de Jerusalén. Sin embargo, no sabemos a ciencia cierta lo que significa que Saulo ‘echase su voto’, si es que formaba parte de un tribunal o si es que simplemente apoyaba moralmente las ejecuciones de los cristianos.a

Dado que en un principio todos los cristianos eran judíos o prosélitos judíos, parece que Saulo veía el cristianismo como un movimiento apóstata dentro del judaísmo, por lo que consideraba un deber del judaísmo oficial enderezar a sus adeptos. “No es probable —afirma el historiador Arland J. Hultgren— que Pablo el perseguidor se hubiese opuesto al cristianismo porque lo viese como una religión fuera del judaísmo, una religión rival. Él y otros judíos deben haber visto el movimiento cristiano como un asunto que concernía a la autoridad judía.” Su objetivo era, por lo tanto, conseguir como fuese que los testarudos judíos se retractasen y regresaran a la ortodoxia (Hechos 26:11). Algunos de los medios que tenía a su alcance para conseguirlo eran el encarcelamiento y la flagelación en las sinagogas. Este último era un método disciplinario usual que cualquier tribunal local de tres jueces podía usar para castigar a alguien por su desobediencia a la autoridad rabínica.

La aparición de Jesús a Saulo cuando este iba camino de Damasco puso fin a su hostilidad. De ser un enemigo feroz del cristianismo, Saulo pasó a ser de repente su fervoroso defensor y los judíos de Damasco no tardaron en buscar su muerte (Hechos 9:1-23). Paradójicamente, Saulo iba a sufrir como cristiano muchos castigos que él mismo había impuesto como perseguidor, por lo que años después pudo decir: “De los judíos cinco veces recibí cuarenta golpes menos uno” (2 Corintios 11:24).

El celo puede estar mal dirigido

“Antes era blasfemo y perseguidor y hombre insolente —escribió Saulo después de su conversión, cuando se le conocía más por Pablo—. No obstante, se me mostró misericordia, porque era ignorante y obré con falta de fe.” (1 Timoteo 1:13.) Creer de corazón y profesar activamente una religión no es por tanto una garantía de que tengamos la aprobación de Dios. Saulo era un hombre celoso y actuaba de acuerdo con su conciencia, pero esto no significa que estuviese haciendo lo correcto. Su fervor estaba mal dirigido (compárese con Romanos 10:2, 3). Este hecho debería hacernos reflexionar.

En la actualidad muchas personas están firmemente convencidas de que tener una buena conducta es todo lo que Dios espera de ellas. Pero ¿es eso cierto? Haríamos bien en prestar atención al consejo de Pablo: “Asegúrense de todas las cosas; adhiéranse firmemente a lo que es excelente” (1 Tesalonicenses 5:21). Esto implica dedicar tiempo a adquirir conocimiento exacto de la verdad revelada en la Palabra de Dios y vivir en armonía con ella. Si nos damos cuenta al examinar la Biblia de que tenemos que efectuar cambios, entonces deberíamos efectuarlos sin demora. Quizás pocos de nosotros hayamos sido alguna vez blasfemos, perseguidores o insolentes hasta el punto que lo fue Saulo. Sin embargo, solo si actuamos de acuerdo con la fe y el conocimiento exacto podemos conseguir, como él, el favor de Dios (Juan 17:3, 17).

[Nota]

a El historiador Emil Schürer cuenta en su libro Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús (175 a.C.—135 d.C.) que aunque la Misná no contiene ninguna exposición sobre los procedimientos del Gran Sanedrín o Sanedrín de los setenta y uno, sobre los sanedrines menores, de veintitrés miembros, se ofrecen descripciones minuciosas. Los estudiantes de la Ley podían asistir a los casos que implicasen la pena capital en los sanedrines menores, donde se les permitía hablar a favor, pero no en contra, del acusado. En los casos que no implicaran la pena capital les estaban permitidas ambas cosas.

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