Viva con el futuro en mente
“NUNCA se inquieten acerca del día siguiente”, recomendó Jesucristo en un memorable sermón que pronunció en la ladera de un monte de Galilea. Según la traducción que ofrece la Nueva Versión Internacional (1985), Jesús siguió diciendo: “El día de mañana ya se preocupará de sí mismo” (Mateo 6:34).
¿Qué cree usted que quiere decir la frase “el día de mañana ya se preocupará de sí mismo”? ¿Da la idea de que deberíamos vivir solo para el presente sin pensar en el mañana? ¿Encaja ese punto de vista con lo que creían Jesús y sus seguidores?
“Dejen de inquietarse”
Lo invitamos a que lea el relato de Mateo 6:25-32. En parte, Jesús dijo: “Dejen de inquietarse respecto a su alma en cuanto a qué comerán o qué beberán, o respecto a su cuerpo en cuanto a qué se pondrán. [...] Observen atentamente las aves del cielo, porque ellas no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; no obstante, su Padre celestial las alimenta. [...] ¿Quién de ustedes, por medio de inquietarse, puede añadir un codo a la duración de su vida? También, en cuanto al asunto de ropa, ¿por qué se inquietan? Aprendan una lección de los lirios del campo, cómo crecen; no se afanan, ni hilan [...]. Por eso, nunca se inquieten y digan: ‘¿Qué hemos de comer?’, o ‘¿qué hemos de beber?’, o ‘¿qué hemos de ponernos?’. Porque todas estas son las cosas en pos de las cuales las naciones van con empeño. Pues su Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas”.
Jesús termina esta parte de su discurso con dos consejos. El primero es: “Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios, y todas estas otras cosas les serán añadidas”. Y el segundo: “Por lo tanto, nunca se inquieten acerca del día siguiente, porque el día siguiente tendrá sus propias inquietudes. Suficiente para cada día es su propia maldad” (Mateo 6:33, 34).
Su Padre sabe lo que ustedes necesitan
¿Cree usted que Jesús estaba desalentando a sus discípulos —entre quienes había campesinos— de ‘sembrar, segar o recoger sus cosechas en graneros’, o de ‘afanarse e hilar’ para confeccionar las prendas que necesitaban? (Proverbios 21:5; 24:30-34; Eclesiastés 11:4.) Por supuesto que no. Si dejaban de trabajar, iba a ser prácticamente inevitable que “mendigar[an] en el tiempo de la siega” y que no tuvieran nada que comer o ponerse (Proverbios 20:4).
¿Qué hay de la inquietud? ¿Quiso decir Jesús que sus oyentes podrían evitarla por completo? Eso no sería realista. Él mismo experimentó profunda angustia e inquietud la noche en que iba a ser arrestado (Lucas 22:44).
Jesús sencillamente estaba exponiendo una verdad fundamental. La inquietud excesiva nunca nos ayudará a resolver ningún tipo de problema que tengamos. Por ejemplo, no contribuirá a que vivamos más. No servirá para “añadir un codo a la duración de [nuestra] vida”, aseguró Jesús (Mateo 6:27). De hecho, es más probable que la inquietud intensa y prolongada nos acorte la vida.
El consejo de Jesús fue sumamente práctico. De todos modos, muchas de las cosas que nos preocupan nunca llegan a suceder. El estadista británico Winston Churchill lo comprendió durante los días sombríos de la II Guerra Mundial. Respecto a algunas de sus inquietudes de entonces escribió lo siguiente: “Cuando miro atrás a todas estas preocupaciones recuerdo la historia del anciano que decía en su lecho de muerte que había tenido muchos problemas en su vida, la mayoría de los cuales nunca existieron”. En realidad, es sabio afrontar cada día tal y como se presenta, sobre todo teniendo en cuenta que las presiones y problemas que ese día traiga pudieran causarnos gran inquietud.
‘Sigan buscando primero el reino de Dios’
En realidad, Jesús tenía en mente mucho más que el bienestar físico y emocional de sus oyentes. Él sabía que la inquietud por cubrir las necesidades básicas de la vida, así como el deseo extremadamente intenso de obtener bienes materiales y placeres, pueden distraernos de las cosas más importantes (Filipenses 1:10). Tal vez usted se pregunte si hay algo más importante que satisfacer las necesidades básicas de la vida. La respuesta es que sí lo hay: son los asuntos espirituales relacionados con nuestra adoración a Dios. Jesús recalcó que lo primordial en nuestra vida debería ser ‘seguir buscando primero el reino y la justicia de Dios’ (Mateo 6:33).
En los días de Jesús, mucha gente se afanaba por buscar bienes materiales. Su máxima prioridad era acumular riquezas. No obstante, Jesús instó a sus oyentes a que tuvieran un punto de vista distinto. Como pueblo dedicado a Dios, “todo [su] deber” era “teme[r] al Dios verdadero y guarda[r] sus mandamientos” (Eclesiastés 12:13).
La preocupación por las posesiones —“la inquietud de este sistema de cosas y el poder engañoso de las riquezas”— podía dañar la espiritualidad de quienes oyeron a Jesús (Mateo 13:22). El apóstol Pablo escribió: “Los que están resueltos a ser ricos caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y perjudiciales, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina” (1 Timoteo 6:9). Para ayudarlos a evitar este “lazo”, Jesús recordó a sus seguidores que su Padre celestial conocía todas sus necesidades. Dios los cuidaría tal como cuida de “las aves del cielo” (Mateo 6:26, 32). En vez de permitir que la inquietud los abrumara, debían hacer todo lo posible por atender sus necesidades y luego dejar la situación con toda confianza en manos de Jehová (Filipenses 4:6, 7).
Cuando Jesús aseguró que “el día de mañana ya se preocupará de sí mismo”, sencillamente quiso decir que no deberíamos permitir que la inquietud excesiva por lo que pudiera ocurrir mañana aumente los problemas que tenemos hoy. Otra traducción de la Biblia vierte así sus palabras: “No se preocupen por lo que pasará mañana. Ya tendrán tiempo para eso. Recuerden que ya tenemos bastante con los problemas de cada día” (Mateo 6:34; Traducción en lenguaje actual).
“Venga tu reino”
Ahora bien, hay una gran diferencia entre no preocuparse demasiado por el mañana y no tenerlo en cuenta para nada. Jesús nunca animó a sus discípulos a que se olvidaran del día de mañana. Por el contrario, los instó a interesarse profundamente por el futuro. Sería apropiado que pidieran a Dios en oración que cubriera sus necesidades del momento, es decir, el pan de cada día. Pero primero debían pedir cosas que aún no habían sucedido: que viniera el Reino de Dios y que su voluntad se hiciera en la Tierra (Mateo 6:9-11).
No deberíamos ser como los contemporáneos de Noé. Ellos estaban tan ocupados “comiendo y bebiendo, los hombres casándose y las mujeres siendo dadas en matrimonio”, que “no hicieron caso” de lo que estaba a punto de ocurrir. ¿Cuáles fueron las consecuencias? “Vino el diluvio y los barrió a todos.” (Mateo 24:36-42.) El apóstol Pedro se valió de dicho episodio histórico para recordarnos la necesidad de vivir pendientes del futuro. “Puesto que todas estas cosas así han de ser disueltas, ¡qué clase de personas deben ser ustedes en actos santos de conducta y hechos de devoción piadosa, esperando y teniendo muy presente la presencia del día de Jehová[!]” (2 Pedro 3:5-7, 11, 12.)
Acumulen tesoros en el cielo
Por lo tanto, tengamos “muy presente” el día de Jehová. Hacerlo influirá mucho en cómo empleemos nuestro tiempo, energías, talentos, recursos y habilidades. No deberíamos estar tan preocupados por la búsqueda de bienes materiales —sean las necesidades básicas o los placeres de la vida— que tengamos poco tiempo para hechos que demuestren nuestra “devoción piadosa”. Centrarse solo en el presente quizás parezca dar resultados inmediatos, pero en el mejor de los casos los beneficios serán de corto alcance. Es mucho más prudente, como dijo Jesús, “acumul[ar] para [nosotros mismos] tesoros en el cielo” en vez de en la Tierra (Mateo 6:19, 20).
Jesús destacó ese punto en su ilustración sobre el hombre que hizo planes ambiciosos para el futuro, pero no tomó en cuenta a Dios. El hombre poseía un terreno muy fértil, así que decidió demoler sus graneros y edificar otros más grandes a fin de poder llevar una vida tranquila comiendo, bebiendo y gozando. ¿Qué problema había en ello? Murió antes de poder gozar de los frutos de su labor. No obstante, lo peor era que no había establecido una buena relación con Dios. Jesús llegó a esta conclusión: “Así pasa con el hombre que atesora para sí, pero no es rico para con Dios” (Lucas 12:15-21; Proverbios 19:21).
¿Qué podemos hacer?
No cometamos el mismo error que el hombre del que habló Jesús. Averigüemos lo que Dios tiene previsto para el futuro y edifiquemos nuestra vida en torno a eso. Dios no ha dejado a los humanos en ignorancia de lo que hará. “El Señor Soberano Jehová —escribió en la antigüedad el profeta Amós— no hará ni una cosa a no ser que haya revelado su asunto confidencial a sus siervos los profetas.” (Amós 3:7.) Lo que Jehová reveló mediante sus profetas se nos hace disponible hoy día en las páginas de su Palabra inspirada, la Biblia (2 Timoteo 3:16, 17).
Una de las cosas que la Biblia revela es lo que traerá el futuro cercano, que afectará a toda la Tierra a una escala sin precedentes. Jesús dijo: “Habrá gran tribulación como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora” (Mateo 24:21). Ningún ser humano puede impedir que eso suceda. En realidad, no hay razón para que los siervos fieles de Dios quieran impedirlo. ¿Por qué? Porque ese acontecimiento eliminará de la Tierra todo el mal y dará paso a “un nuevo cielo y una nueva tierra”, es decir, a un nuevo gobierno celestial y a una nueva sociedad terrestre. En ese nuevo mundo, Dios “limpiará toda lágrima de [los] ojos [de la gente], y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor” (Revelación [Apocalipsis] 21:1-4).
¿No le parece lógico entonces dedicar tiempo ahora a examinar lo que dice la Biblia sobre dichos acontecimientos? ¿Necesita ayuda para hacerlo? Pídasela a los testigos de Jehová, o escriba a los editores de esta revista. Y por supuesto, procure vivir no solo para el presente, sino también pensando en un futuro maravilloso.
[Ilustraciones de la página 7]
“Dejen de inquietarse [...], porque el día siguiente tendrá sus propias inquietudes”