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El amor era el motor que movía aquel comedor
¡CUÁNTA alegría nos da aprender de Jehová en las asambleas! Pero hay otra cosa que contribuye a nuestra alegría en esas ocasiones: los buenos ratos que pasamos comiendo con nuestros hermanos.
En septiembre de 1919, los Estudiantes de la Biblia celebraron una asamblea de ocho días en Cedar Point (Estados Unidos). Se habían conseguido varios hoteles para alojar y alimentar a los asambleístas. Pero llegaron tantos que la mayoría de los meseros, asustados por lo que se les venía encima, renunciaron. Cuando uno de los encargados preguntó si había jóvenes que pudieran ayudarle, muchos hermanos se ofrecieron, entre ellos Sadie Green. Más tarde comentó: “Nunca había servido mesas, pero me encantó la experiencia”.
Desde entonces, muchísimos cristianos —entre ellos un gran número de jóvenes— han trabajado gustosamente en las asambleas preparando comidas para los asistentes. Trabajar junto a otros hermanos animó a muchos jóvenes a ponerse metas espirituales. Ese fue el caso de Gladys Bolton, quien trabajó en una asamblea de 1937. Ella recuerda: “Conocí a hermanos de otros lugares y aprendí cómo hacían frente a sus problemas. En ese momento me puse la meta de ser precursora”.
La hermana Beulah Covey dijo sobre los voluntarios: “Hacían tan bien su trabajo que todo funcionaba como un reloj”. Pero preparar y servir comidas no era nada fácil. Por ejemplo, Angelo Manera se enteró de que había sido nombrado encargado del Departamento de Alimentos al llegar al Estadio de los Dodgers de Los Ángeles (California). “Me llevé el susto de mi vida”, recuerda. En aquella asamblea de 1969 hubo que excavar una zanja de 400 metros (0,25 millas) a fin de enterrar una tubería de gas para la cocina.
En la asamblea de 1982 de Sierra Leona hubo que limpiar el terreno antes de montar el comedor aunque había pocas herramientas. En la asamblea de Frankfurt (Alemania) de 1951, a los hermanos se les ocurrió algo muy ingenioso: alquilaron una locomotora a fin de generar vapor y hacer funcionar 40 ollas de cocina. Sirvieron nada menos que 30.000 comidas por hora. Con el propósito de aliviar el trabajo de los 576 voluntarios que lavaban los platos, los asistentes llevaron sus propios cubiertos. En Yangón (Myanmar), los cocineros tuvieron el detalle de usar menos picante en la comida para los representantes internacionales.
“COMEN DE PIE”
Annie Poggensee recuerda lo que le ocurrió en 1950 en una asamblea de Estados Unidos mientras esperaba a pleno sol en la fila para comer: “Escuché con mucha atención la conversación de dos hermanas que habían viajado en barco desde Europa”. Hablaban de cómo Jehová las había ayudado a llegar a la asamblea. Annie dijo: “No les importaba esperar en la fila ni aguantar el calor. No había nadie más feliz que ellas”.
¿Cómo se las arreglaban los organizadores para alimentar a miles de asistentes? Montaban carpas enormes y colocaban filas de mesas altas para que comieran de pie y se marcharan rápido. Así dejaban lugar para los siguientes. Una persona que no era Testigo exclamó sorprendida: “¡Qué religión más rara! Comen de pie”.
Las autoridades militares y civiles se quedaban impresionadas al ver lo bien organizados que estábamos. Cuando miembros del ejército estadounidense visitaron el comedor de una asamblea en el Estadio de los Yankees de Nueva York, animaron al comandante Faulkner, del Departamento de Guerra del gobierno británico, a hacer lo mismo en su país. En 1955, el comandante visitó con su esposa la Asamblea “Reino Triunfante” de Twickenham (Inglaterra) y dijo que el amor era el motor que movía aquel comedor.
A lo largo de los años, miles de hermanos han preparado y servido comidas nutritivas y económicas para los asambleístas. El problema era que tenían que trabajar mucho y se perdían algunos de los discursos. Por eso, a finales de los años setenta se simplificó el servicio de alimentos y en 1995 se pidió que cada uno llevara su comida. Eso ha permitido que los voluntarios se beneficien más del alimento espiritual y la compañía de los hermanos.a
Jehová quiere mucho a quienes trabajaron duro para servir a sus hermanos. Algunos añoran aquellos días felices que pasaban en los comedores. Pero hay algo que no ha cambiado: el amor sigue siendo el motor que mueve nuestras asambleas (Juan 13:34, 35).
a Claro, se siguen necesitando voluntarios que colaboren en los demás departamentos de las asambleas.