Desastre acuoso azota Rapid City
“UNA vez en cien años se puede esperar la probabilidad de tanta lluvia junto con esas particulares condiciones climáticas,” dijo Elroy Balke, hidrólogo de la Oficina de Servicios Meteorológicos de Kansas City. Pero esas condiciones climáticas ocurrieron el 9 de junio de 1972, y lo improbable se convirtió en realidad para los ciudadanos de Rapid City, Dakota del Sur.
Esa mañana el tiempo no mostraba señales de un desastre inminente. Estaba caluroso y sofocante. Había señales de lluvia, pero la lluvia no era cosa rara en esa época del año. Así es que la gente siguió ocupándose de sus asuntos como de costumbre.
Sucede lo improbable
Hacia el atardecer, un viento terral que soplaba hacia el oeste encontró nubes que venían del nordeste. Por algún tiempo, la turbulencia resultante permaneció estacionaria sobre la ciudad. Entonces la turbulencia comenzó a moverse hacia el oeste de la ciudad. Allí arrojó una cortina de lluvia.
Las normalmente plácidas corrientes se convirtieron en furiosos torrentes que corrían a borbotones. En poco tiempo en algunos lugares cayeron de 127 a 178 milímetros de lluvia. Todo esto tenía que desaguar en el arroyo que serpentea su camino a través de Rapid City. Esto significaba problemas. El arroyo creció a un nivel de inundación, y el agua arrastró a varios puentes.
Esta peligrosa situación empeoró cuando la tormenta comenzó otra vez a moverse en la dirección normal, volviendo hacia el este sobre Rapid City. Esto agregó otros 76 milímetros de lluvia.
Cede la presa
En el ínterin, la presa del lago Canyon ubicada al oeste de la ciudad, había llegado a estar bajo gran presión a causa de la tormenta. Algunos desechos habían quedado atrapados en sus compuertas taponando sus conductos de desagüe. El nivel del agua comenzó a ascender amenazadoramente.
Los funcionarios habían inspeccionado la presa con regularidad. La declararon segura. Pero eso era bajo condiciones normales. Ahora las cosas eran distintas, ¡peligrosamente distintas! Desde zonas por encima de la presa se precipitaron abajo dos oleadas de agua. La presa aguantó la primera. ¡Pero la segunda fue desastroza!
El agua comenzó a derramarse por sobre la herbosa cima. A medida que lo hacía, socavó el relleno de la parte trasera de la presa, debilitándola. A medianoche, un pedazo del tamaño de un campo de fútbol se desprendió.
Abajo de la presa vivía mucha gente. Sus hogares recibieron toda la fuerza del agua que ahora se estrellaba sobre ellos. Automóviles, casas rodantes, maquinarias, casas y árboles a su camino fueron arrastrados mientras el gigantesco torrente pasaba por Rapid City con la velocidad de un tren de carga. Su camino de destrucción se extendió por doce kilómetros.
Las estaciones de radio y televisión enmudecieron al quedar inutilizadas las instalaciones de energía eléctrica. Esto cortó la fuente de comunicación que hasta ese entonces había estado informando a la gente sobre el desarrollo del desastre acuoso que estaba azotando a su comunidad.
Pero la rotura en la presa no cogió a la gente completamente desprevenida. Un hombre no identificado a veintinueve kilómetros al oeste de la ciudad telefoneó al alcalde y le dijo: “Señor alcalde, me parece que le quedan 20 minutos.” De inmediato se expidió una orden para prevenir a la gente que vivía a lo largo del arroyo para que dejaran sus hogares. Policías y miembros de la Guardia Nacional fueron a los hogares de los que estaban amenazados. Además, automóviles que se dirigían a la zona de peligro fueron enviados de vuelta. Se informa que muchas vidas fueron salvadas por los esfuerzos de hombres que arrostraron la violenta lluvia.
“Como una zona de guerra”
Se calculó que la proporción de agua que fluyó en Rapid Creek en lo más intenso de la inundación fue más de diez veces la marca anterior. El arroyo normalmente descarga 6.400 millones de litros de agua por día, ¡pero a la una de la mañana se calculó que el flujo era de 71.900 millones de litros!
Para cuando la lluvia cesó, a la mañana siguiente, había caído un total de más de doscientos cincuenta y cuatro milímetros sobre la zona. Entonces comenzó a descender el nivel de las aguas de la inundación. Rapid City era una escena de devastación y muerte. Los incendios rugían fuera de control. El olor a gas propano pendía pesadamente en el aire proveniente de las casas movibles y de varios camiones de gas propano que habían sido aplastados por la fuerza del agua.
Un periodista de diario declaró en la escena: “Es como una zona de guerra. Hay incendios por todas partes y no se puede hacer nada en cuanto a ello porque la ciudad ha sido dividida en dos por el desbordamiento de Rapid Creek.” Para la tarde del día siguiente la mayoría de estos incendios habían sido controlados.
El Times de Nueva York del 12 de junio de 1972, informó que el alcalde dijo que “300 casas fueron arrancadas de sus cimientos y eran inutilizables, que tres parques de la ciudad habían sido destruidos, que se habían destruido 80 manzanas de pavimento, demolido siete de nueve puentes sobre Rapid Creek, arrastrado 8,8 kilómetros de vías, y que cientos de edificios estaban llenos de barro y agua.”
El daño a la propiedad llegó a 120 millones de dólares. Más de 225 personas perdieron su vida.
Experiencias aterradoras
Muchos tuvieron experiencias aterradoras. Un hombre caminó hasta un puente cercano. Vio venir bajando por el arroyo a una ola de 1,30 metros con una casa rodante azul montada sobre su cresta como un esquí acuático. Otro hombre dijo: “Estaba mirando por mi ventana cuando vi venir el agua por encima del margen del arroyo. Agarré a mi esposa y nos fuimos de allí.”
En un parque para casas rodantes doscientas casas rodantes fueron arrastradas. La única otra casa rodante en este parque fue corrida doce metros y volcada. “Mi madre y yo apenas nos escapamos con la ropa sobre las espaldas,” comentó el dueño.
Una testigo de Jehová se estaba preparando para acostarse. De pronto se dio cuenta de que su casa movible se estaba comenzando a mecer. Se precipitó afuera y vio el agua que se elevaba. Rápidamente, huyó a terrenos más altos y observó el tormentoso torrente levantar su casa rodante y su auto y llevarlos corriente abajo.
Una mujer que ya dormía fue despertada por las aullantes sirenas de la ciudad. Fue a la casa de al lado y trajo a su casa a una anciana que vivía allí. Entonces las dos más el perro se subieron encima de un escritorio norteamericano, de 1,80 metros de alto, para esperar por un rescate. Una linterna que estaba en un cajón del escritorio ayudó a salvar sus vidas. Continuaron encendiéndola hasta que alguien afuera la vio y las rescató.
Interés por otros
El público se unió a las autoridades en dar una bondadosa mano de ayuda a muchos otros individuos en necesidad de auxilio. Muchos mostraron su interés participando en los esfuerzos para rescatar personas de los techos de las casas, de los árboles y otros lugares de refugio. Y las víctimas del desastre fueron alojadas en instalaciones municipales, escuelas, y el Arsenal de la Guardia Nacional. Se contribuyeron alimentos y ropa. Y muchos ofrecieron llevar a familias numerosas a sus propios hogares.
Los ministros que tenían la superintendencia de la congregación local de testigos de Jehová mostraron gran interés por las personas bajo su cuidado. Trataron de comunicarse con las personas por teléfono para saber cómo se encontraban. Pero las líneas estaban congestionadas. Había que esperar hasta diez minutos por el tono de marcar. Por lo tanto estos ministros organizaron un sistema para informar de sus hallazgos al ministro presidente. Su teléfono estaría abierto para recibir las llamadas de ellos los primeros treinta minutos de cada hora y los últimos treinta minutos serían de él para hacer sus llamadas. De esta manera se sabía cómo la estaba pasando cada uno de la congregación. A cualquiera que necesitara ayuda inmediata se le suministraba pronta atención.
¿Pero qué hay en cuanto a los que no se podían llamar por teléfono? Se les visitaba personalmente. De esta manera se supo que solo una persona de la congregación estaba en el hospital, y que cinco familias de Testigos habían perdido sus hogares o posesiones. Los demás estaban seguros, aunque varios pasaron por experiencias horripilantes.
Testigos adultos fueron a las casas dañadas de varios Testigos para ayudarlos a rescatar algunas cosas. Esto requirió esfuerzo pero valió la pena. No solo eso, sino que Testigos de Pennsylvania, Florida, California y otros estados intermedios, mostraron su interés llamando para ofrecer su ayuda.
¿Qué podemos aprender?
Podemos aprender mucho de la experiencia de los atrapados en un desastre. Lo primero es la necesidad de estar alerta y anticipar las consecuencias de un posible desastre. También, la importancia de prestar atención a los avisos de policías, funcionarios municipales y otros que están en condiciones de saber. Algunos en Rapid City murieron por rehusar hacer caso de los avisos que se les dieron.
Y si uno sobrevive a un desastre, es una muestra de bondad el comunicarse con los amados de uno tan pronto como sea posible. Esto les ahorrará preocupación y ansiedad innecesaria.
Está cercano el día cuando los desastres como el que golpeó en Rapid City serán cosa del pasado. La humanidad vivirá segura bajo un gobierno divino cuyas autoridades velarán sobre sus ciudadanos y sus familiares amados. Ese es el mensaje consolador de los testigos de Jehová. ¡Se encuentra en su propia Biblia!—Rev. 21:4.