¿Cuál es el punto de vista bíblico?
¿Deberían las religiones obtener dinero por medio del bingo?
UN BRAZO en alto y un grito de “¡Bingo!” ¡Cuán frecuentemente se representa esa escena! Se sienten particularmente atraídos a este juego de azar las mujeres con hijos crecidos, así como las personas retiradas y viudas. Muchos obtienen placer y emoción de ello. El juego puede estar patrocinado por una organización fraternal, cívica o caritativa, o por alguna sinagoga judía. Muy a menudo los ansiosos jugadores llegan en tropel a las mesas de bingo en la iglesia católica romana local.
El número de participantes en el juego de bingo puede variar desde unos pocos hasta cientos en una sola ubicación. El bingo se juega con tarjetas no duplicadas, cada una de las cuales tiene cinco columnas con cinco cuadrados numerados, excepto por el cuadrado “libre” del centro. Algunas personas compran varias tarjetas y juegan en todas al mismo tiempo. Mientras un vocero lee en alta voz los números extraídos al azar, los jugadores cubren éstos con botones de bingo. La primera persona que puede cubrir cinco números en una misma hilera —sea horizontal, vertical o diagonalmente— grita “¡Bingo!” Como ganador, el jugador obtiene un premio, quizás dinero.
¿Por qué patrocinan algunas organizaciones los juegos de bingo? Para obtener dinero. Por ejemplo, una iglesia católica romana en Lancaster, Pensilvania, informó recientemente una ganancia anual de 30.000 dólares de sus juegos de bingo los jueves por la noche. Así es que, el bingo ha demostrado ser un medio muy lucrativo de obtener dinero para propósitos religiosos. Pero, ¿existen factores que uno debe de tomar en cuenta al decidir si jugar al bingo o no? Sí, existen.
El bingo en realidad es una lotería. Por lo tanto, en muchos lugares se le considera un juego ilegal. Aunque los funcionarios locales quizás no pongan en vigor la ley debido al hecho de que las organizaciones religiosas patrocinan los juegos de bingo, ¿cómo se siente el lector acerca de obedecer la ley? Jesucristo le dijo a sus seguidores que ‘pagaran a Dios las cosas de Dios y a César las cosas de César.’ (Mar. 12:17) Dios espera que los que desean su favor obedezcan todas la leyes gubernamentales de las “autoridades superiores” que no estén en conflicto con sus mandamientos.—Rom. 13:1; Hech. 5:29.
En algunas clases de juegos se requiere una habilidad y esfuerzo mental considerables. Pero, ¿es eso cierto del bingo? No. Sus jugadores confían en la suerte. ¿Es eso incorrecto? Desde el punto de vista de Dios lo es, porque las Escrituras no aprueban el confiar en la suerte.—Isa. 65:11.
Por medio de jugar al bingo algunas personas obtienen dinero que pueden gastar en cosas que necesitan. Pero eso no es lo único que debemos considerar. Puesto que las ganancias benefician en algunos casos a una iglesia patrocinadora, los adherentes a otras religiones quizás escojan refrenarse de participar debido a que no desean apoyar otra forma de adoración. Sin embargo, no es probable que el jugador medio de bingo piense acerca de cómo las ganancias ayudarán a la iglesia o a alguna beneficencia. Más bien, muchos individuos son inducidos por el bingo a separarse de su dinero con la esperanza de que, en vez de dar, obtendrán. ¡Cuán fácilmente se puede desarrollar esto en codicia! ¿Y sabe el lector que la Biblia dice que los “avarientos” no heredarán el reino de Dios? El apóstol cristiano Pablo lo dijo así.—1 Cor. 6:9, 10.
Concedido, el jugador medio de bingo no es como muchos jugadores profesionales que quizás recurran a la falta de honradez y despliegan intensa codicia. Sin embargo, ¿no promueve en realidad el bingo la codicia? Todos los participantes gastan dinero en el juego, y cada jugador desea intensamente ganar parte de ese dinero para así acumular u obtener los premios que se compran con el mismo. Sí, el bingo fomenta el egoísmo y falta de amor por otras personas.
Lo que Dios requiere de los que desean su aprobación no es una actitud egoísta para con otros, sino amor por su semejante. El apóstol Pablo escribió: “No deban a nadie ni una sola cosa, salvo el amarse los unos a los otros; porque el que ama a su semejante ha cumplido la ley.”—Rom. 13:8.
En vista de lo que Dios requiere y del fruto indeseable que proviene de jugar al bingo, ¿puede uno imaginarse a Pablo, o quizás al apóstol Pedro, sentado para un juego de azar en algún establecimiento religioso, escuchando atentamente el anuncio de los números, y entonces alzar la mano y gritar excitadamente “Bingo”? Eso es difícil de imaginar, ¿no es cierto? ¿Podría uno pensar en Jesucristo en esa posición? ¡Difícilmente! Bueno, es apropiado recordar que las personas piadosas deberían mirarlo a él como su Dechado.—Heb. 12:1, 2; 1 Ped. 2:21.
¿Cuántas personas que desean agradar a Dios adquieren fondos o cosas materiales? Uno no puede objetar correctamente el dar y el recibir regalos con motivos apropiados. Las Escrituras hablan de ‘llevar un regalo dentro de los patios de Jehová,’ y a Dios se le describe como el Dador de “toda dádiva buena y todo don perfecto.” (Sal. 96:8; Sant. 1:17) Sin embargo, ¿puede alguien decir que el dar generoso, de todo corazón está asociado con el bingo? ¡Por supuesto que no!
Los cristianos por lo general obtienen las cosas que necesitan o desean por medio de su trabajo productivo. El apóstol Pablo instó a sus compañeros creyentes a “trabajar con sus manos.” Eso es precisamente lo que él hizo.—1 Tes. 4:10-12.
Los juegos de azar se han conocido por miles de años. Se informa que uno parecido al bingo se jugaba en Egipto antes que fueran construidas las pirámides. Siglos más tarde los romanos celebraban loterías. Pero, ¿usó el antiguo pueblo de Dios esos juegos para obtener dinero o adquirir bienes con propósitos religiosos? No.
Poco después que los israelitas fueron liberados de su cautiverio egipcio, se construyó el tabernáculo de Jehová como un centro de adoración. No se realizaron juegos de azar para acumular cosas valiosas para éste. Más bien, el pueblo vino “todo aquel cuyo corazón lo impelió, y trajeron, todo aquel cuyo espíritu lo incitó, la contribución de Jehová para la obra de la tienda de reunión y para todo su servicio y para las prendas de vestir santas” de los que servían en el santuario de Dios.—Éxo. 35:20-29; 36:4-7.
Los cristianos primitivos tampoco celebraron juegos para obtener fondos con propósitos religiosos. En cambio, hicieron contribuciones voluntarias. Tertuliano escribió: “Aunque haya una especie de caja, no está hecha de dinero que se paga por cuotas de entrada, como si la religión fuese asunto de contrato. Cada hombre trae una vez al mes alguna moneda modesta... o cuando lo desea, y solo si lo desea, y si puede; porque a nadie se obliga; es una ofrenda voluntaria.” (Apology, XXXIX, 5) Eso armoniza con el consejo de Pablo: “Que cada uno haga así como lo ha resuelto en su corazón, no de mala gana ni como obligado, porque Dios ama al dador alegre.”—2 Cor. 9:7.
Los testigos de Jehová de la actualidad no obtienen dinero por medio del bingo, porque es un juego por dinero, en muchos lugares es ilegal y promueve el egoísmo, la codicia y la falta de amor a otras personas. Para adquirir los fondos y las cosas que necesitan para sus familias, hacen trabajo productivo. Además, para adelantar los intereses de la adoración verdadera, ellos, al igual que los siervos de Jehová del pasado, hacen contribuciones voluntarias. ‘Honran a Jehová con sus cosas valiosas.’ A su vez, Dios ‘los enriquece para toda clase de generosidad.’—Pro. 3:9, 10; 2 Cor. 9:8-12.