Tomando decisiones sabias sobre la salud
“LA VIDA. ¡Esté en ella!” Al principio puede que el consejo de este lema australiano parezca absurdo, ya que la mayoría de la gente quiere vivir. Pero esa frase pone sobre cada persona la obligación de interesarse y participar en actividades sanas si quiere mejorar su salud y la calidad de su vida.
La mayoría de las personas reconocen que, a buen grado, ellas mismas son responsables de la condición de su salud. Por lo general, el que uno tenga buena salud o mala salud no sucede por casualidad. En el caso de casi todos nosotros, la salud está relacionada directamente con la manera de vivir de cada persona, su estilo de vida. “Lo que usted come y bebe hoy, camina y habla mañana,” dice un lema publicitario.
El Dr. Thomas Stachnik, de la Universidad del Estado de Michigan, hace notar que los índices de enfermedad y mortalidad de los estadounidenses “ya no están relacionados con las enfermedades contagiosas que eran comunes al principio del siglo; en vez de eso, tienen que ver con los desórdenes crónicos relacionados con nuestro estilo de vida.” ¿Y qué estilo de vida es el que hace subir vertiginosamente el costo de la asistencia terapéutica y mantiene las camas de los hospitales en uso constante?
El Dr. Anthony Moore, del Hospital Royal Melbourne, de Australia, no se vale de rodeos, sino que habla francamente de las “personas que han obstruido el flujo de sangre a su corazón fumando cigarrillos, y han arrebatado el aire de sus pulmones; que han desperdiciado su cuerpo mediante el letargo; que han estado cavando sus propias sepulturas con encías glotonas; personas cuyos órganos han sido corroídos por el alcohol; cuyos huesos han sido astillados por la conducción delincuente de vehículos; cuyos nervios han sufrido colapso sobre el potro de tortura de la ambición o la inquietud; cuya personalidad se ha vuelto una plaga mediante las drogas; cuyos riñones han sido roídos por la aspirina; y cuya mente los sedantes han convertido en fangales.”
Hay personas que adoptan esta actitud: ‘Total, todos tenemos que morir cuando nos llegue la hora, así que ¿por qué preocuparse tanto por mantener buena salud?’ Pero puesto que tanto la Biblia como las estadísticas indican que el promedio de la vida humana es alrededor de setenta años, la sabiduría dicta que se trate de vivir esos años con relativamente buena salud.—Salmo 90:10.
Por eso la persona que escoge un estilo de vida sensato ha tomado una decisión médica sabia. Durante toda la vida es prudente que usted siga observando lo que su cuerpo necesita y cómo cambia en respuesta a su modo de tratarlo. ¿Se siente usted cansado o lánguido? ¿Por qué? ¿Se debe esto al proceso de envejecimiento, o es el resultado de demasiada actividad, de no dormir lo suficiente, o de descansar demasiado y no hacer suficiente ejercicio? ¿Pesa usted más de lo debido? ¿Por qué? ¿Se ha atenido usted a un régimen alimenticio equilibrado en conformidad con lo que su cuerpo necesita, o a uno “equilibrado” de tal modo que satisface sus preferencias personales?
No es necesario que el estilo de vida de uno sea arriesgado para que pueda decir que ha vivido una vida satisfaciente o de logro.
Uso prudente de la medicina y otras formas de tratamiento
No obstante, los que están enfermos tal vez necesiten asistencia médica, y en algunos casos la medicina será necesaria para que puedan recobrarse. Hay, sin embargo, drogas u otras terapias que se han sugerido para casi todo mal. También hay un bombardeo continuo de publicidad cuyo propósito es convencer a la gente de que los medicamentos no recetados, las vitaminas, las hierbas, las manipulaciones, los tónicos, etcétera, son necesarios para cada tos, dolor de cabeza y todo otro dolor, malestar estomacal, comezón y cosas por el estilo. Se hizo un estudio en el que se calculó que el cuerpo humano mismo, sin la ayuda de píldoras, vitaminas, hierbas, manipulación o medicinas de clase alguna, puede curar el 90 por ciento de los desórdenes cuyos síntomas hacen que la gente busque asistencia terapéutica.
Una encuesta que se realizó recientemente en los Estados Unidos reveló que una de cada tres personas que opinaban que eran saludables estaba tomando medicinas no recetadas, y casi una de cada cuatro estaba usando drogas recetadas.
No vaya a creer que cierta droga, vitamina, hierba o tratamiento sea inocuo porque usted lo usó en el pasado sin efectos secundarios aparentes, ni que tiene que seguir con ello como medicina preventiva. Como sucede con las bebidas alcohólicas, mientras más tiempo se toman drogas o se reciben otras terapias, más posibilidad hay de que estos medios provoquen, más tarde en la vida, efectos secundarios de enfermedades relacionadas con el uso excesivo de ellos. ¡Especialmente hay motivo para preocuparse por los medicamentos recetados, puesto que se ha establecido mediante los exámenes que por lo menos dos de cada cinco pacientes que reciben drogas recetadas por sus médicos sufren algún tipo de efecto secundario!
En vez de tomar medicinas u otros remedios terapéuticos simplemente porque están disponibles y no parecen producir efectos secundarios, sería prudente establecer cuán eficaz realmente es la medicina o la terapia. Tal vez el daño que éstos pueden causar o los gastos innecesarios que pueden ocasionar pesen más que los beneficios que se espera derivar.
Subrayando los peligros envueltos en el asunto, un periódico de Australia Occidental planteó la pregunta: “¿Cómo puede usted juzgar a su médico?” Entonces preguntó: “¿Recibe usted una receta cada vez que [visita al médico]? Si la respuesta es: Sí,” la recomendación que se hizo fue: “Cambie de médico.” Por lo tanto, no se debe considerar que la visita al médico haya sido inútil si él simplemente da consejos en vez de recetar una droga. Se puede decir lo mismo respecto a todos los que ejercen alguna profesión terapéutica y que se sienten inclinados a recetar sus artificios favoritos o lucrativos cada vez que se les visita.
Es sabio tener como objetivo el tratar de vivir tanto como sea posible libre de píldoras o terapias. La cantidad de personas que pueden decir que viven una vida libre de píldoras está disminuyendo cada vez más.
Obteniendo consejo médico
“Tantos como dos de cada tres pacientes que se hallan en la oficina del médico de la familia realmente no necesitan estar allí,” informa USA Today. Y sin duda esto también es cierto de las visitas a los quiroprácticos, herbolarios, los que practican el naturismo y muchos otros que emplean diferentes sistemas relacionados con la salud. Por eso, cuando la ataque algún malestar, la persona debe analizar si realmente necesita un médico general, o si es simplemente asunto de enfrentarse a la realidad. ¿Es sicológico el problema, o lo ha causado alguna tensión emocional? En tal caso, puede que usted mismo pueda encargarse de ello, tal vez con la ayuda de un consejero. ¿Está usted realmente enfermo, o bien de salud pero preocupado por algún problema personal? ¿Es la enfermedad algo que el médico general tal vez pueda curar, o es solo un resfriado, una tos o algún virus común que tiene que seguir su curso natural? ¿Es algo que se puede abreviar o invertir, o es algo que se debe aguantar por ser resultado de la vejez?
Sea que usted procure o no los servicios de un perito en asuntos de salud, es prudente que usted trate de informarse lo mejor posible respecto a la enfermedad: qué fue lo que posiblemente la causó y qué modos hay de tratarla. El tener este conocimiento puede convencerlo de que muchas veces no se precisa la visita al médico o al terapeuta. Si acude a ellos, entonces cuando consideren el problema con usted, el conocimiento que usted haya obtenido puede serles muy útil en los esfuerzos que ellos hagan por restaurar la salud de usted. Pero cuando hable con su médico, exprésese con el debido respeto por la experiencia y el conocimiento de él, de otro modo puede que él no estime el punto de vista de usted.
¿Debe obtenerse una segunda opinión aunque uno se sienta razonablemente seguro de que el caso se haya diagnosticado correctamente? Eso depende de la naturaleza de la enfermedad y de otros factores. Pero a veces hay buena razón para hacerlo cuando hay cirugía envuelta en ello, cuando se sugiere alguna terapia a largo plazo, o en caso de una enfermedad grave. En los lugares donde se están llevando a cabo programas de segunda opinión, la cantidad de operaciones está disminuyendo drásticamente.
El Dr. Goldstein, conferenciante sobre medicina preventiva de la Universidad de Sydney, habla de cómo la gente está tomando la cirugía demasiado a la ligera. Una actitud corriente parece ser: “En caso de dudar, extirpar.”
Aunque el médico, u otro profesional que administre terapia, está en una posición privilegiada y tiene la capacidad para ejercer juicio especializado, no es Dios. David Maddison, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Newcastle, en Australia, comenta: “No se puede pasar por alto la creciente cantidad de pruebas que indican las muchas veces que los peritos se han equivocado de modo insensato, frecuentemente con resultados de tal importancia que literalmente han afectado a todo el mundo. ... Hay muchas cosas en la profesión médica que sugieren que el día del médico/Dios está llegando a su fin ... está pasando rápidamente la época en que el paciente necesitaba del facultativo a tal grado, o pensaba que lo necesitaba, que le atribuía conocimiento y autoridad más allá de lo que realmente merecía.”
Por eso, el conseguir la opinión de otro cirujano o de un especialista en diagnósticos, cuya decisión no le aporte ninguna ganancia financiera, pudiera ser prudente a veces, especialmente antes de dejar que alguien se lo lleve rodando a la sala de operaciones para efectuar una operación quirúrgica que no es de emergencia.
Decisiones morales sabias
Aunque el médico esté sinceramente comprometido a cuidar de la salud de los enfermos, la dignidad moral del paciente es un factor que no debe pasarse por alto. Puede que los abortos y las transfusiones de sangre sean legales y le sean aceptables al médico, pero que el paciente los considere moralmente incorrectos, especialmente en el caso de los cristianos instruidos en la Biblia.—Exodo 21:22-25; Hechos 15:28, 29.
Hay varios factores que determinan si la decisión es de índole moral o no, y el equilibrio y buen juicio están envueltos en ello. Edward Keyserlingk, abogado y profesor de la Universidad de Carleton y coordinador de la Comisión para la Reforma de las Leyes del Canadá, dice que “ética, medicina, teología y ley” están todas entrelazadas en las decisiones morales. Cuando hay un conflicto entre estos factores, sin embargo, ¿cuál de ellos cree usted personalmente que debe recibir menor consideración? En casos de esa índole él está a favor de que, como máxima general, la ley desempeñe un papel limitado, de último recurso.
El Dr. Robert Dickman, de la Universidad Case Western Reserve, de Cleveland, Ohio, dice: “El asunto de cómo los valores morales (y/o religiosos) de los pacientes influyen en la percepción que tienen de la salud y la enfermedad y en lo que esperan de la medicina parece ser uno que atañe legítimamente al médico de la familia.”
Hasta los médicos se enfrentan a veces a decisiones morales que son difíciles de tomar. Un gobierno puede legalizar la marihuana, los abortos y los anuncios de tabaco para fomentar el que se fume. No obstante, muchos médicos se oponen a estas cosas por motivos morales.
Jim Garner, en la publicación Canadian Medical Association Journal, dice: “El principio esencial ciertamente es que si un individuo o una organización cree que cierta acción es incorrecta, él o ella tiene el derecho absoluto de decirlo, prescindiendo de la legalidad de dicha acción... El decidir sobre la moral es un deber que nos atañe a nosotros mismos; como ciudadano, cada uno de nosotros debe someterse a la ley, pero la ley no anula la moralidad.”—Las bastardillas son nuestras.
La profesión médica no tiene incorporada en ella la moralidad. El paciente adulto o, en caso de que estén envueltos hijos dependientes, el cabeza de familia tiene que decidir lo que es moralmente correcto. Y al tomar esas decisiones, uno debe ser movido por profundo respeto y amor a las leyes superiores de Jehová Dios.—Salmo 119:97.
Puesto que el mandato de la Biblia está claro, que “los hombres deben dar a sus esposas el amor que naturalmente le tienen a su propio cuerpo,” aunque el esposo no entienda cabalmente las indisposiciones o males femeninos de su esposa, debe interesarse activamente en ello y en la clase de médicos u otros terapeutas a quienes su esposa acude y el tratamiento que recomiendan. Nunca debe renunciar a esta responsabilidad, pensando que, por ser hombre, pasaría vergüenza, y así dejar las decisiones a su esposa y al médico (generalmente otro hombre). La unión matrimonial de “una sola carne” requiere que el marido despliegue interés profundo y amoroso en la esposa.—Efesios 5:28, 31, Phillips.
Cuando se hace necesario tomar decisiones médicas, entonces el paciente mismo y el cabeza de familia cargan con la responsabilidad principal. Por supuesto, cuando hay que tomar decisiones difíciles, pueden procurar el consejo de parientes cercanos o de médicos y cirujanos cooperadores. Pero, sobre todo, el proceder sabio exige que se muestre interés vivo en lo que Jehová Dios considera moralmente acepto. Lo que él dice tiene prioridad y es finalmente obligatorio para toda persona, sea ésta el médico o el paciente.
[Comentario en la página 12]
“Lo que usted come y bebe hoy, camina y habla mañana”
[Comentario en la página 13]
“Tantos como dos de cada tres pacientes que se hallan en la oficina del médico de la familia realmente no necesitan estar allí”
[Comentario en la página 14]
“Hay muchas cosas en la profesión médica que sugieren que el día del médico/Dios está llegando a su fin”
[Recuadro en la página 15]
¿ACOSTUMBRA USTED . . .
● ¿Hartarse de comida?
● ¿Fumar tabaco?
● ¿Ingerir grandes cantidades de bebidas alcohólicas?
● ¿Evitar la actividad física vigorosa?
● ¿Tomar drogas con regularidad?
ENTONCES USTED ABUSA DE SU SALUD
¿DEBERÍA USTED . . .
● ¿Visitar al médico, o ayudarse a sí mismo?
● ¿Tomar drogas, o cambiar su estilo de vida?
● ¿Someterse a una operación, o buscar algún tratamiento de alternativa?
● ¿Hacer lo que se permite legalmente, o hacer lo que complace a Dios?
¿QUIÉN DEBE TOMAR LA DECISIÓN FINAL?