Los jóvenes preguntan...
¿Por qué pierdo los estribos?
“Cuando me enojo, me pongo furioso, y conviene mantenerse alejado de mí. [...] Se me enrojece el rostro. [...] Hay veces que simplemente empiezo a gritar.” —Evan, 11 años.
TU HERMANA echa a perder tu blusa favorita. Tu maestro te da una nota injusta en un examen. Precisamente cuando más lo necesitas, tu secador de pelo deja de funcionar. Para muchos jóvenes, cualquiera de tales intromisiones, injusticias e inconvenientes pueden provocar fuertes sentimientos de enojo.
La doctora Georgia Witkin-Lanoil explica en un artículo para la revista Health: “Cuando el cerebro reacciona ante algo que le enfurece a uno, se estimula el sistema nervioso autónomo. Comienza a fluir por la corriente sanguínea la adrenalina, producida por las glándulas suprarrenales, lo cual intensifica los latidos del corazón y la respiración, y estimula la liberación de reservas de azúcar para proporcionar energía”.
¿Cuales son los resultados? La doctora Witkin-Lanoil sigue diciendo: “Las acciones que realizamos bajo la influencia de nuestra propia adrenalina, frecuentemente son reacciones exageradas. Gritamos, soltamos odiosas verdades a medias, golpeamos, estropeamos, destrozamos el lugar o nos marchamos enojados”. Un artículo de la revista ’Teen hizo una observación similar en la que se mostraba que la cólera “puede hacer que digas cosas que realmente no piensas, que pierdas a tus amigos... y que hasta sientas dolor físico en tu interior”.
¿Has perdido alguna vez los estribos? Si es así, no eres el único. Sin duda, como la mayoría de nosotros, después te sentiste bastante ridículo y te preguntaste: “¿Por qué hice eso?”. Sí, ¿por qué es tan difícil para algunos controlar su genio? ¿Vale la pena el esfuerzo de tratar de controlarlo?
¿Por qué nos enojamos?
En parte, la razón de que seamos capaces de enojarnos de vez en cuando es porque hemos sido hechos “a la imagen de Dios”. (Génesis 1:27.) ¡Dios mismo puede enojarse! Por ejemplo, el apóstol Pablo dijo: “Porque la ira de Dios se está revelando desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que suprimen la verdad de un modo injusto”. (Romanos 1:18.)
No obstante, sírvete notar que la ira de Jehová Dios viene como resultado de su amor a la justicia y a la rectitud. La ira de Dios no es sencillamente una cuestión de ‘perder los estribos’. Él controla su enojo y lo expresa de una manera justa. Por eso, cuando trajo destrucción sobre un mundo impío por medio de un diluvio global, no perdió el control de la situación. Más bien, guardó en seguridad a “Noé [...] con otras siete personas”. (2 Pedro 2:5.) De modo que a Jehová se le puede describir como “un Dios misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa y verdad”. (Éxodo 34:6.)
Puesto que Dios creó a los humanos a su imagen, tenemos en nosotros mismos un sentido de justicia. Cuando nos enfrentamos a trato injusto, no es de extrañar que se produzca un sentimiento de enojo en nuestro interior. Esto les sucedió a muchas personas piadosas de tiempos bíblicos.
Por ejemplo, Moisés, el caudillo de la nación israelita, se encolerizó cuando varios hombres encabezaron una rebelión contra él. (Números 16:1, 15.) ¡E incluso Jesucristo se encolerizó! Cuando observó que algunos hombres estaban efectuando transacciones comerciales en el templo de adoración de Dios, ordenó con indignación: “¡Quiten estas cosas de aquí! ¡Dejen de hacer de la casa de mi Padre una casa de mercancías!”. (Juan 2:13-16.) Por lo tanto, la cólera justa podría ser apropiada para un cristiano.
Lamentablemente, muchas veces la cólera no tiene una motivación justa. Esto se debe a que, como dice la Biblia: ‘Todos estamos bajo pecado’, y por consiguiente: “No hay justo, ni siquiera uno”. (Romanos 3:9, 10.) Es por eso que nuestras propias imperfecciones —y los defectos de otros— pueden provocarnos gran frustración. La joven Stephanie reconoce: “A veces las personas te exasperan demasiado”.
No obstante, a menudo estamos enojados sin causa justa. A diferencia de Jehová, quien puede verlo todo, nosotros solamente tenemos una visión limitada de cualquier asunto. (Hebreos 4:12, 13.) Por ejemplo, el sabio Salomón observó que una “palabra que causa dolor hace subir la cólera”. (Proverbios 15:1.) A veces, aunque una “palabra” se exprese de manera inocente, o sencillamente se trate de un chiste en un momento inoportuno, o una broma, no nos damos cuenta de ello y nos enfadamos.
Por último, está el hecho de que los caracteres varían, y algunos de nosotros parecemos estar más inclinados a encolerizarnos que otros. Como joven, estás comenzando a aprender a controlar todos los deseos e impulsos nuevos que vienen con la pubertad. Puede que te sientas inseguro de ti mismo, extremadamente sensible a la crítica. Hasta que consigas cierto dominio sobre tus sentimientos, eres vulnerable a las provocaciones... especialmente a aquellas que tienen lugar dentro del círculo familiar. A sus 15 años Lorie confiesa: “Mi hermana me hace perder los estribos. Sabe cómo provocarme diciéndome algo estúpido o corrigiendo todo lo que digo”. Las tensiones pueden también desarrollarse entre ti y tus padres.
En realidad casi cualquier cosa puede hacer que te sientas encolerizado si tú lo permites. La pregunta es: ¿Cómo te enfrentas a esos sentimientos de cólera?
La cólera que se deja a rienda suelta
El libro Reaching Your Teenager hizo la siguiente observación: “Muchas personas no saben cómo expresar cólera de manera sensata”. Algunos se dejan llevar por rabietas infantiles. Otros manifiestan violencia, tanto verbal como física. Aun otros parecen calmados pero no lo están interiormente. Tal como dijo una joven: “Cuando estoy enojada no grito, me vuelvo introvertida y poco comunicativa”. También hay los que se sientan tras el volante de su automóvil y descargan su cólera conduciendo imprudentemente.
No obstante, la cólera a la que se da rienda suelta raras veces es constructiva. El profesor Gary Schwartz de la Universidad de Yale afirma que la furia ‘produce efectos en el corazón, más graves y más duraderos que cualquier otro sentimiento, incluso el temor’. El doctor Redford B. Williams de la Universidad de Duke dijo: “Varios estudios dan a entender actualmente que muchísimos casos de muerte prematura pueden relacionarse con la hostilidad”. Evidentemente, no es saludable perder los estribos ante cada provocación. Según un antiguo proverbio: “Un corazón calmado es la vida del organismo de carne”. (Proverbios 14:30.)
Además, la cólera no controlada suele empeorar una situación ya mala de por sí. Recuerda el relato bíblico de dos hermanos llamados Simeón y Leví, cuya hermana había sido violada. Es comprensible que ellos se encolerizaran cuando se enteraron. Pero, ¿cómo expresaron ellos su cólera? La Biblia dice que se las arreglaron para asesinar sin misericordia al joven responsable de la violación... ¡y a todos los varones de su familia y del pueblo! (Génesis capítulo 34.)
Años después, su padre Jacob recordó en su lecho de muerte este violento incidente. ¿Les alabó él por su colérica venganza? Al contrario, maldijo su cólera porque “es cruel, y su furor, porque actúa con dureza”. (Génesis 49:7.) Sí, lo que ellos habían hecho al perder los estribos fue peor que la provocación que les suscitó la cólera. No habían conseguido nada constructivo y habían arruinado su reputación.
No sorprende pues que el proverbio diga: “El que es presto para la cólera comete tontedad”. (Proverbios 14:17.) Es difícil que una persona que se halla en estado provocado piense o actúe de manera racional. Es difícil que alguien que esté enfurecido procure hallar una manera cristiana de corregir un mal. Así pues, las palabras del escritor bíblico Santiago son muy acertadas: “La ira del hombre no obra la justicia de Dios”. (Santiago 1:20.) Las rabietas, el proferir insultos, y el enfurruñarse son contraproducentes.
Es cierto que soltar una andanada de palabras a alguien que te ha agraviado quizá haga que te sientas mejor por el momento. Pero normalmente vas a lamentar lo que has dicho, especialmente cuando ese alguien es tu patrón, tu maestro o uno de tus padres. (Compárese con Eclesiastés 10:4.) Por esa razón Proverbios 29:11 dice: “Todo su espíritu es lo que el estúpido deja salir [al perder los estribos], pero el que es sabio lo mantiene calmado hasta lo último”.
Pero ¿cómo lo puedes lograr? Eso se considerará en un artículo próximo.
[Comentario en la página 22]
Nuestras propias imperfecciones —y los defectos de otros— pueden provocar gran frustración
[Fotografía en la página 23]
¿Vale la pena que pierdas los estribos?