Suminístreles la guía que necesitan
¿CÓMO pueden aprender sus hijos a protegerse de la aumentante inmoralidad del mundo? No lo aprenderán en la televisión, la cuarta fuente de información más importante sobre sexualidad, según cierto grupo de jóvenes. Tampoco en las escuelas, donde la enseñanza refleja los valores y normas variables de este mundo inmoral. Y desde luego no lo aprenderán escuchando las historias que relatan sus compañeros de clase.
Para que la educación en torno a la moralidad y la vida de familia tenga éxito, tiene que empezar en casa. Como dijo una profesora de enseñanza secundaria preocupada por este asunto: “Alguien tiene que armarse de valor y decir: ‘Miren, jovencitos, el hecho de que esperen no les va a perjudicar’”.
¿Les ha enseñado usted eso a sus hijos? En vista del bombardeo de información sexual que nos rodea, ¿se ha preguntado usted alguna vez si tan siquiera sabe cómo instruirles en este campo?
Cómo influye el ejemplo
Tal como la forma de vivir de sus padres influyó en la vida de usted, el ejemplo que usted ponga también afectará mucho la vida de sus hijos. Su ejemplo dice mucho acerca de cuánto los quiere y de la clase de personas que desea que sean.
Si usted era virgen cuando se casó, puede decirles a sus hijos lo feliz que se sintió por ello. Un abuelo recuerda el día, hace casi sesenta años, cuando su propio padre le mencionó la satisfacción que le había dado casarse sabiendo que no había participado en ninguna conducta inmoral que algún día pudiese salir a la luz y estropear su matrimonio. Aquella conversación influyó mucho en la vida de este abuelo, y él cree que su propio ejemplo ha afectado en gran manera la vida de sus hijos.
No obstante, si sus hijos saben que usted no tuvo una juventud ejemplar, debe asegurarse de que sepan qué le hizo cambiar. No se trata solo de que ahora sea mayor, sino de que ha encontrado unas normas morales más elevadas por las que regir su vida.
Aprenda a escuchar
Los padres que tienen éxito en la crianza de sus hijos con frecuencia comentan que dedican mucho tiempo a escucharlos. Saben lo que sucede en la vida de sus hijos. Karen procuraba tener cosas que hacer en la cocina por las tardes. De esta forma, cuando sus hijas llegaban a casa, podían hablar con ella de lo que había sucedido en la escuela durante el día.
Erline solía esperar a sus hijas cuando llegaban a casa por la noche, y las escuchaba mientras le contaban todo lo que habían hecho. “Si algún asunto necesitaba corrección —explicó—, procuraba atenderlo más tarde. Pero nunca me habría enterado de ello si no las hubiese escuchado.” Esta madre mantuvo una comunicación franca con sus hijas durante los años escolares de estas y también durante su época de noviazgo. El que usted dedique tiempo a escuchar a sus hijos puede ahorrarle muchos dolores de cabeza después.
Pero, ¿y si sus hijos no son habladores? En ese caso, podría preguntarse: “¿Son callados por naturaleza, o tienen miedo de contarme cosas debido a cómo he reaccionado en anteriores ocasiones? ¿Puedo ganarme de nuevo su confianza demostrándoles lo mucho que me intereso por ellos? ¿Puedo hacer que les sea más fácil contarme cosas de menor importancia ahora y, quizás más adelante, otras más serias?”.
Advertencias importantes
Sus hijos necesitan que se les advierta de las consecuencias de la inmoralidad. Deberían saber, por ejemplo, que a pesar de todo lo que se diga, no existe ningún método anticonceptivo infalible. Aunque se utilicen anticonceptivos, muchas veces se presentan embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual. Según la organización Planned Parenthood (Maternidad planeada), el margen de error de los preservativos en la prevención de embarazos es de un 12%, y en cuanto a prevenir la transmisión del virus del sida, puede ser aún mayor.
Muchos jóvenes parecen convencidos de que a ellos nunca les pasará nada. Pero las enfermedades de transmisión sexual, entre ellas el sida, pueden ser transmitidas por personas que de momento no presenten ningún síntoma y no sepan que están contagiando a otros. Muchas de esas enfermedades que plagan a los jóvenes hoy día pueden producir esterilidad, defectos congénitos, cáncer e incluso la muerte.
Como ejemplo de ello, se cree que tan solo una de estas enfermedades —el herpes genital, para el que no se conoce curación alguna— aflige actualmente a 40 millones de estadounidenses. Las madres que padecen este tipo de herpes pueden transmitirlo a los hijos que dan a luz. Como consecuencia, estas criaturas inocentes pueden quedar retrasadas mentalmente, sufrir daño irreversible en el sistema nervioso central o morir de graves infecciones en sus órganos internos. ¡Qué precio tan horrible por unos instantes de ansiado placer!
Es posible que las relaciones sexuales ilícitas que transmitieron la enfermedad ni siquiera hayan sido placenteras. Una investigadora dijo, después de entrevistar a muchos jóvenes, que “en el caso de las chicas, hubo el doble de experiencias [sexuales] negativas durante la adolescencia que positivas”. Los padres deben recalcar a sus hijos que las relaciones sexuales —el maravilloso medio mediante el cual el Creador se proponía poblar nuestra hermosa Tierra— no deben comenzarse furtivamente fuera de los límites del matrimonio.
La instrucción que más necesitan
Sus hijos deben saber que la única forma segura de evitar los problemas que se derivan de las relaciones sexuales prematrimoniales, es seguir los principios que Dios estableció y el tiempo ha demostrado ser positivos. ¿Qué principios son esos? No tener relaciones sexuales hasta contraer matrimonio y, a partir de entonces, guardar fidelidad permanente y para siempre al cónyuge amado, quien, en la situación ideal, tampoco habrá tenido relaciones sexuales con nadie más.
Sin embargo, la razón básica por la que debemos huir de la inmoralidad no es los problemas resultantes, sino el que nuestro Creador diga que es impropia. La Biblia insta: “Que se abstengan de la fornicación” y “Huyan de la fornicación”. ¿Por qué? Porque los que continúan practicando tales cosas “no heredarán el reino de Dios”. (1 Tesalonicenses 4:3; 1 Corintios 6:9, 10, 18.)
El acatar los principios divinos conduce a una vida más feliz y satisfactoria. Nos protege de enfermedades de transmisión sexual, de embarazos no deseados, de los problemas característicos de las familias monoparentales y de la angustia de vernos abandonados por personas que nos han utilizado con fines egoístas.
Las siguientes palabras registradas por un profeta de Dios de la antigüedad han resultado veraces por ya más de dos mil quinientos años: “Yo, Jehová, soy tu Dios, Aquel que te enseña para que te beneficies a ti mismo, Aquel que te hace pisar en el camino en que debes andar. ¡Oh, si realmente prestaras atención a mis mandamientos! Entonces tu paz llegaría a ser justamente como un río, y tu justicia como las olas del mar”. (Isaías 48:17, 18.)
Pero, ¿cómo pueden encajar estos principios morales con la costumbre moderna de salir solas las parejas? En el siguiente artículo se da la explicación.