La singular festividad del nazareno negro
POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN FILIPINAS
NO ES frecuente ver una muchedumbre tan grande como esta. Pero aquí, en Manila, se puede contemplar este espectáculo cada 9 de enero. Cientos de miles de católicos devotos abarrotan la plaza Miranda, donde está la iglesia de Quiapo, a la espera de que el nazareno negro haga su aparición.
‘¿Un nazareno negro?’, quizás se pregunte usted. Sí, se trata de una imagen de tamaño natural que representa a Jesucristo llevando la cruz, y que se ha convertido en el centro de atención de una procesión singular que, según el libro Filipino Heritage (El legado filipino), ‘es sin duda alguna la manifestación más multitudinaria y espectacular de religiosidad popular de la única nación cristiana de Asia’: Filipinas.
La procesión multitudinaria
Cuando se abren las puertas de la iglesia, la muchedumbre se vuelve frenética y une sus gritos a las detonaciones de los petardos. Se lanzan dos cuerdas largas a la multitud para que tire del carro en el que va el nazareno negro. Los devotos se pelean por agarrar la cuerda. Constituye un gran honor para ellos poder hacerlo. Otros entrelazan los brazos para formar una barrera humana en un intento de abrir paso a la procesión. Todos los hombres van descalzos y en camiseta, y llevan una toalla sobre la cabeza o alrededor del cuello.
Desde una tarima erigida cerca de la iglesia, un pregonero acaba de explicar algunas de las normas a la muchedumbre expectante. Un detalle en particular quedó muy claro: en la procesión principal no se permiten mujeres. La razón es obvia: cuando el nazareno negro es sacado lentamente a la plaza, la situación se vuelve muy violenta.
La exaltada muchedumbre de adoradores se acerca, abriéndose paso a empujones e incluso trepando unos sobre otros en un intento desesperado por tocar al nazareno negro. Algunos de los hombres que van montados en el carro tienen que empujarlos para proteger a la imagen del gentío enfervorizado. Si se permite que suban demasiados al mismo tiempo, el carro podría volcarse. A pesar de todas las precauciones, a veces se vuelca, y se tardan de treinta minutos a una hora en enderezarlo de nuevo debido a la gran cantidad de personas que intentan tocar la imagen.
Los curiosos se apiñan en las estrechas calles del distrito de Quiapo, en Manila, para presenciar cómo el nazareno negro pasa lentamente. Se levantan velas en alto en señal de devoción a la imagen. Otros traen imágenes más pequeñas de su casa. Acompañan a la procesión grandes estandartes que identifican a las diferentes cofradías del nazareno negro.
Algunas personas del gentío arrojan toallas y pañuelos a uno de los hombres que van en la plataforma con el nazareno negro. Con ellos frota la imagen o la cruz y se los devuelve. Un creyente emocionado se pasa entonces la toalla por la cara. Tras la procesión principal va un largo séquito de imágenes, muchas de las cuales son reproducciones más pequeñas del nazareno negro. Aquí las mujeres se pueden unir a la procesión sin ningún peligro.
Mientras tanto, dentro de la iglesia los creyentes, en especial las mujeres, piden ayuda al nazareno negro de otra forma. Al entrar se unen a la larga fila de personas que lentamente andan de rodillas por la nave de la iglesia hasta el altar.
¿Qué emociona tanto a la muchedumbre?
Dicen que la estatua del nazareno negro ha hecho innumerables milagros. Alberto, de 12 años de edad, decía que iba con sus abuelos a la fiesta porque el nazareno siempre le concedía lo que le pedía en oración. Mauricio explica que se unió a la procesión para obtener el perdón de sus pecados y un alivio para los problemas y tensiones de la vida diaria.
La primera vez que Mauricio participó en la festividad tenía 24 años. Todos los años pudo llegar a sujetar las cuerdas con las que tiraban de la imagen. Al quinto año sintió un gran deseo de subirse a la plataforma. Algunos de sus amigos le ayudaron a subir, y pudo frotar su toalla contra los pies del nazareno negro; luego volvió a confundirse rápidamente entre la muchedumbre. Esta es la experiencia más emocionante, a la que la mayoría de las personas aspiran.
Origen de la festividad
Cuentan que el nazareno negro fue tallado por un indio mexicano (según otros, es obra de un escultor chino o filipino) y traído a Manila en un galeón durante el siglo XVII. Los artesanos le dieron un carácter singular al esculpirlo en madera oscura o pintarlo de color marrón oscuro, parecido al color de la piel de mexicanos y filipinos. En el siglo XVIII se otorgó al nazareno negro una capilla en Quiapo, a petición de Basilio Sancho, arzobispo de Manila, que le dio su bendición. A principios del siglo XIX, recibió también la bendición del papa Pío VII.
Sin embargo, no fue sino hasta 1923 cuando se sacó por primera vez para que formara parte de la procesión religiosa que pone el punto culminante a la fiesta del distrito de Quiapo. Las procesiones han continuado desde entonces.
¿Se puede considerar idolatría?
Normalmente se puede ver al nazareno negro en su capilla a través de una ventana situada cerca de la entrada de la iglesia. Esta ventana está justo entre dos tablillas con los Sampung Utos, o Diez Mandamientos. A algunos cristianos esto les podría parecer irónico, ya que el segundo mandamiento es: “No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra [...]. No te postrarás ante ellas ni les darás culto”. (Éxodo 20:4, 5, Biblia de Jerusalén.) ¿No es el nazareno negro una imagen tallada a la que los católicos devotos dan culto?
La mayor parte de los católicos no lo creen así. La Enciclopedia de la religión católica dice: “El culto relativo sólo se refiere al acto externo dirigido a la imagen, y por ella, al prototipo, mientras que el acto interno alcanza inmediatamente al prototipo, sin alcanzar a la imagen”. Esto es lo que muchos católicos filipinos afirman: que no adoran a la imagen, sino a Jesucristo, a quien se supone que la talla representa. Examinemos este razonamiento por unos instantes.
En realidad, tal adoración relativa no es exclusiva de los católicos. Las religiones paganas han razonado de la misma forma durante siglos. Por ejemplo, según Lactancio, un padre de la Iglesia del siglo IV, los paganos decían: “No tememos a las imágenes mismas, sino a los seres según cuya semejanza fueron formadas, y a cuyos nombres están dedicadas”.
¿Quiere decir esto que los mandatos de Dios respecto a la adoración de ídolos no eran aplicables en su caso? ¿Refleja buen juicio tal razonamiento si con él se intenta invalidar la Palabra de Dios? Después de todo, si la mayoría de los adoradores de ídolos razonan de esa forma, ¿para quién se escribieron esos mandatos entonces?
Recuerde que mientras Dios le daba a Moisés los Diez Mandamientos, los israelitas se hacían un becerro de oro y se inclinaban ante él. Quizás estas personas no pensaron que lo que estaban haciendo era una forma de idolatría. Para ellos el becerro representaba a Jehová. (Éxodo 32:4, 5.) Pero ¿le agradó a Dios? Leamos ahora lo que Jehová le dijo a Moisés: “Ve, desciende, porque tu pueblo que hiciste subir de la tierra de Egipto ha actuado ruinosamente. Se han desviado apresuradamente del camino en que les he mandado ir. Se han hecho una estatua fundida de un becerro y siguen inclinándose ante ella y haciéndole sacrificios”. (Éxodo 32:7, 8.)
Otra pregunta que merece nuestra atención es si tiene algún sentido honrar a una imagen. La Biblia siempre ha sido clara a este respecto. Nos dice: “No saben ni entienden nada. Tienen ofuscados la vista y la mente y no ven ni entienden. Son incapaces de reflexionar, no tienen sentido ni inteligencia para pensar: [...] ¿Voy a postrarme ante un pedazo de madera?”. (Isaías 44:18, 19, La Casa de la Biblia.)
¿Puede una imagen ayudar a sus devotos?
Un sacerdote católico escribió: “Los que ponen su confianza en el poder del nazareno negro de Quiapo tienen muchas más razones para confiar que los que se fían de una herradura o de una pata de conejo”.
En cambio, la Biblia dice de tales imágenes: “Hasta llegan a invocarle, mas no responde, no salva de la angustia”. Jehová Dios nos dice claramente que “no hacen ni bien ni mal”. (Isaías 46:7; Jeremías 10:5, BJ.)
No hay duda de que los católicos devotos que trepan unos sobre otros con la esperanza de tocar al nazareno negro “tienen celo por Dios”, pero no es “conforme a conocimiento exacto”. (Romanos 10:2.) Se anima a estas personas a obtener conocimiento exacto examinando la Palabra de Dios, la Biblia, para así adoptar “la forma de adoración que es limpia e incontaminada desde el punto de vista de nuestro Dios y Padre”. (Santiago 1:27.)
[Fotografías en la página 16]
La gente acude a frotar la estatua con sus toallas y pañuelos