El cuerpo carnal de Jesús
CUANDO Jesús estuvo sobre la tierra ¿fué en realidad una criatura plenamente humana? ¿Fué totalmente un hombre? o ¿fué una encarnación, parte hombre y parte espíritu, divinidad revestida de un cuerpo carnal y pareciendo ser humano, pero no obstante en parte espiritual, divino?
Las Escrituras abundan en evidencia de que Jesús fué el sumo sacerdote de Dios y sufrió tentaciones tales como a las que los humanos son susceptibles. (Mat. 4:1-11; Heb. 2:17, 18) ¿No parece irrazonable el que Jesús practicara engaño o pareciera ser algo que realmente no era? ¿No sería engaño por parte del Hijo de Dios en la carne el que pretendiera estar sufriendo todas las tentaciones y toda la opresión para probar que era un sumo sacerdote digno para la humanidad y realmente no ser un hombre, sino estar más allá de las posibilidades de la tentación y el pecado humanos?
Jesús estuvo sobre la tierra para mostrar su integridad intachable, para ser la respuesta perfecta al desafío de Satanás de que Jehová Dios no podía poner hombres sobre la tierra que fueran fieles a él bajo los ataques del Diablo. Si no fué hombre, ¿no es verdad que no pudiera haber respondido al desafío de Satanás? Jesús, el Hijo unigénito de Dios, la Palabra, vino a ser carne. El apóstol Juan dice: “Así que la Palabra vino a ser carne.” (Juan 1:14, NM) Sí, él no fué la encarnación o la materialización de una persona espiritual en un cuerpo carnal, ostentando ser hombre durante su estancia de 331⁄2 años sobre la tierra en la carne. Él fué un hombre perfecto, que tuvo un cuerpo humano perfecto de carne y sangre, un organismo humano perfecto.
EL MILAGRO DE LA NATURALEZA HUMANA DE JESÚS
¿Cómo, entonces, se logró que Este, que contaba con un pasado de incalculables millones de años en los cielos, viniera a ser humano y fuera rebajado a esta condición para cumplir los propósitos de Dios? Jehová Dios, mediante su omnipotencia, pudo tomar la personalidad de su Hijo unigénito, su modelo de vida, con sus cualidades de integridad probadas durante millones de años de servicio fiel, su devoción completa y sincera a Jehová Dios, y poner esta personalidad dentro de las facultades reproductoras del diminuto paquete de energía viva que insertó en el vientre de la virgen María. De este modo el niño Jesús nació poseyendo todas las maravillosas cualidades de integridad, así como un niño hereda cualidades de su padre. También, conforme a las leyes de Dios que gobiernan la herencia, Jesús recibió de su madre María ciertos rasgos del cuerpo y ciertas características fieles y amorosas de María. Pero teniendo al Padre perfecto como su fuente de vida, no heredó imperfección de su madre imperfecta María. Él no fué otra personalidad o persona diferente, sino que fué el Hijo unigénito y pudo identificarse más tarde como tal. Mediante proceso de crecimiento natural Jesús llegó a la madurez. “Y el joven niño continuó creciendo y haciéndose fuerte, estando lleno de sabiduría, y el favor de Dios continuó sobre él.”—Luc. 2:40, NM.
El hecho de que Jesús no fué una encarnación o materialización se demuestra por los casos en que su cuerpo se cansó y fué revivificado mediante descanso y alimento. (Mar. 4:38; 6:30-33; Luc. 8:23; Juan 4:6) Esto muestra que él entendió lo que significaba estar cansado, que él sólo tenía un cuerpo humano con sus capacidades y limitaciones según lo diseñó Dios, pero que era perfecto y podía vivir por siempre jamás igual que los cuerpos de Adán y Eva pudieron haber existido por siempre jamás si ellos hubieran permanecido fieles.
Cuando Jesús fué bautizado a la edad de treinta años era un hombre perfecto, el equivalente exacto de Adán, quien fué perfecto en el Edén. Jehová aceptó la dedicación de Jesús y colocó sobre él la obligación mediante la cual Jesús sacrificaría su vida humana perfecta como rescate por los pecados de todo el género humano. Ahora bien, Dios no aceptaría un sacrificio que tuviera algún defecto o falta, sino sólo el que fuera perfecto. (Éxo. 12:5; Deu. 15:21; 1 Ped. 1:19; Mat. 3:17) Por lo tanto vemos que Jesús a la edad de treinta años, aunque comía el alimento que comía la: gente de su día, no sufría deterioro en el cuerpo debido a ello, sino que permanecía perfecto. Al tiempo que fué bautizado por Juan en el Jordán los cielos le fueron abiertos, lo que quiere decir que él recibió un entendimiento de las cosas de los cielos. En este tiempo, entonces, y durante el período de su tentación e instrucción de cuarenta días en el desierto, se le hizo recordar que él había tenido existencia prehumana con el Padre. Ahora, unida con su personalidad estaba toda la recordación de su vida pasada, y su personalidad fué grandemente enriquecida y fortalecida por habérsele recordado estas cosas a él.
EL CUERPO CARNAL DE JESÚS DISUELTO
¿Qué le pasó al cuerpo carnal perfecto de Jesús después de su muerte? ¿Fué conservado para que con el tiempo los hombres lo contemplen con adoración? o ¿todavía tiene Jesús este cuerpo carnal en los cielos, “espiritualizado” de modo que puede verse y adorarse? Ni una cosa ni la otra. Las Escrituras responden: Jehová Dios dispuso de él; fué disuelto en sus elementos o átomos constitutivos.
Jesús fué el antitipo prefigurado por Moisés, el gran mediador y caudillo de la congregación de Israel. Dios mismo dispuso del cuerpo de Moisés enterrándolo, y “no ha sabido hombre alguno el lugar de su sepultura.” (Deu. 34:5, 6) Más tarde, uno de los escritores cristianos dice que Miguel disputó con el Diablo por el cuerpo de Moisés. (Judas 9) El Diablo deseaba conseguir el cuerpo de Moisés, el gran caudillo, y usarlo como objeto de adoración para alejar a los israelitas de su verdadero Comandante y Caudillo invisible, Jehová Dios. Con deseo más fuerte el Diablo quería obtener el cuerpo carnal de Jesús después de su muerte para inducir a algunos a adorarlo y usarlo para indecentes propósitos religiosos falsos, de este modo reprochando a Jehová Dios. Pero Jehová frustró el propósito del Diablo en ambos casos disponiendo de los cuerpos de estos dos hombres fieles.
El cuerpo de Moisés volvió al polvo mediante el proceso de descomposición, como les pasa a todos los cuerpos humanos, pero no sucedió así en el caso de Jesús, porque está escrito: “Porque no dejarás mi alma entre los muertos, ni permitirás que tu Santo vea corrupción.” (Sal. 16:10; Hech. 2:31) De modo que Dios hizo que el cuerpo de Jesús desapareciera, pero no que se corrompiera, lo cual quiere decir que fué disuelto, fué desagregado en los elementos de los cuales todos los cuerpos humanos son hechos.—Juan 20:1-13.
JESÚS RESUCITADO CON ORGANISMO ESPIRITUAL
Cuando Jesús resucitó se le dió un cuerpo espiritual: “Habiendo sido muerto en la carne, pero hecho vivo en el espíritu.” (1 Ped. 3:18, NM) “A quien ninguno de los hombres ha visto o puede ver.” (1 Tim. 6:16, NM) Pablo sólo vió un destello de la gloria del cuerpo espiritual de Jesús y quedó ciego. (1 Cor. 15:8; Hech. 9:17, 18) En la resurrección de sus seguidores fieles en quienes Dios ha cultivado esperanzas celestiales no se les dará cuerpos carnales sino cuerpos espirituales gloriosos. Todos sabemos cómo es un cuerpo carnal. Pero Juan dice: “Amados, ahora somos hijos de Dios, pero aun no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que cuando él sea manifestado nosotros seremos semejantes a él, porque le veremos tal como es.”—1 Juan 3:2, NM.
Cuando Jesús estuvo sobre la tierra se dijo que él era “inferior a los ángeles.” El hombre es inferior a los ángeles. Ciertamente uno que está en la carne es inferior al que está en el espíritu. Dios frecuentemente contrasta la carne con el espíritu. (Sal. 8:4, 5; Heb. 2:9; Isa. 31:3) ¿Podría usted creer que Jesucristo, el majestuoso Rey del nuevo mundo, hecho superior a toda la demás creación, permanecería con un cuerpo de carne? Sería inferior a un espíritu y estaría demasiado limitado para lograr las cosas maravillosas que se requieren de tal Rey, entre ellas la destrucción de la poderosa persona espiritual que es Satanás el Diablo.
Un cuerpo humano requiere elementos terrestres para su existencia continua. Es hecho para la tierra y tiene que subsistir con las cosas producidas de la tierra. (1 Cor. 15:40, 47; Isa. 45:12, 18) Dios no viola sus propias leyes que ha establecido para gobernar las cosas naturales. Por lo tanto no sacaría a un cuerpo humano de su habitación adecuada y lo trasladaría a los cielos, la región de las personas espirituales.
SUS APARICIONES DESPUÉS DE SU RESURRECCIÓN
¿Qué hay de los cuerpos en los cuales Jesús apareció después de su resurrección? En una ocasión se manifestó con un cuerpo que tenía heridas en las cuales Tomás pudo colocar las manos para comprobar que Jesús era la misma persona, resucitada, a quien Tomás había conocido como el Señor. Pero si Jesús hubiera llevado su cuerpo humano al cielo y mantenido esas heridas en aquella condición para siempre, esto sería contrario a las leyes de Dios que gobiernan los cuerpos carnales y su habilidad para repararse ellos mismos. Además, si Jesús sacrificó su cuerpo humano por la vida del mundo y luego volvió a tomarlo, reteniéndolo para sí mismo, no podría ofrecer tal mérito delante de Dios a favor de nosotros. El rescate se hubiera tomado de vuelta, dejando al género humano todavía con sus pecados.
Por eso estos cuerpos con que Jesús apareció después de su resurrección fueron cuerpos materializados. Casos semejantes acontecieron en tiempos antiguos, tales como el de los tres hombres que visitaron a Abrahán y comieron con él y el de los que aparecieron a Lot, tratándose en cada caso de ángeles que se materializaron en la forma de hombres. Los cuerpos materializados de Jesús fueron señales, evidencias a testigos oculares, las cuales probaron que él había sido resucitado conforme a la promesa de Jehová Dios.—Gén. 18:1-22; 19:1-16; Juan 20:29-31.
Son muchas las pruebas de que éstos fueron cuerpos materializados para la ocasión. María, cuando primero vió a Jesús después de su resurrección, no lo reconoció, pensando que él debía ser el jardinero. En el camino a Emaus, fué reconocido por sus modales y acciones, no por las facciones de su rostro. (Juan 20:14-16; Luc. 24:13-32; Mar. 16:12) Cuando materializó un cuerpo con marcas de heridas para convencer a Tomás, que dudaba, Jesús apareció dentro de un cuarto cerrado con llave. (Juan 20:26-28) Esto manifiesta que él podía materializar y desmaterializar un cuerpo instantáneamente. Los científicos pretenden tener la habilidad para hacer substancia de energía pura. ¡Cuán fácil, entonces, para el poder del resucitado Jesús materializar un cuerpo!
Àhora acerca del texto que dice: “Mientras estaban hablando de estas cosas, él mismo se paró en medio de ellos y les dijo: ‘Tengan ustedes paz.’ Pero ellos se aterrorizaron, y porque se asustaron se imaginaban que contemplaban a un espíritu. Por eso él les dijo: ‘¿Por qué están ustedes perturbados, y por qué surgen dudas en su corazón? Vean mis manos y mis pies, que soy yo mismo; tiéntenme y vean, porque un espíritu no tiene carne y huesos como ustedes contemplan que yo tengo.’” (Luc. 24:36-39, NM) Ciertamente, sostendrán algunos, esto muestra que él no era espíritu, sino que estos hombres pensaron que veían una visión, o una manifestación a ellos tal como la manifestación del ángel a Daniel, que lo hizo postrarse con temor.—Dan. 10:4-9.
Dado que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, Jesús no podía ir al cielo con un cuerpo carnal. “¡Ah!,” algunos argüirán, “Jesús no dijo aquí que era carne y sangre, sino carne y huesos.” Pero ¿hubiera sido razonable que Jesús dijera: ‘Vean, soy carne y sangre,’ cuando ninguna sangre podía verse en su cuerpo? Empero era fácilmente evidente para los sentidos de la vista y el tacto que él tenía carne y huesos.
Así pues, los que rehusan reconocer las señales de la presencia invisible de Jesús debido a esperar su venida con un cuerpo de carne están equivocados. También lo están los que tratan de adorarlo hoy como el bebé Jesús, ante la evidencia de que él creció a ser hombre, murió y fué resucitado una poderosa persona espiritual. No es al bebé Jesús que Dios mandó que todos rindieran homenaje, ni al cuerpo carnal, sino a Cristo Jesús el glorificado Rey celestial del nuevo mundo.