Una capital para el universo
SIN duda usted ha visto los cielos estrellados y ha observado sus movimientos ordenados y puntuales. Entonces ha dirigido la vista a la Tierra, con su asombrosa ecología. Al proceder así, ¿no se ha preguntado si el Creador de estas maravillas tiene un centro de gobierno desde el cual se dirigen todas estas cosas?
La Biblia contesta que sí. De hecho, la Biblia también nos dice que, además de la creación material, hay “cielos” invisibles, habitados por personas inteligentes, y éstos son superiores y más complejos que los cielos y Tierra visibles. Estas personas celestiales, también, son creaciones de Dios. Hay miríadas de ángeles que llevan a cabo la voluntad de Dios en el universo. (Rev. 5:11; Sal. 91:11; 103:20) Jehová Dios es el gran Padre de todos ellos, y ellos constituyen una familia, con Dios como su Dador de Vida. Él es el Originador del arreglo de familia, y se le llama “el Padre, a quien toda familia en el cielo y en la tierra debe su nombre.”—Efe. 3:14, 15.
POR QUÉ DIOS SE PROPUSO UNA NUEVA “CAPITAL”
Jehová Dios siempre ha sido el Cabeza y Soberano sobre su universo. Pero una criatura espíritu que se rebeló desafió su soberanía. Este espíritu rebelde pudo conseguir apoyadores para su lado de la cuestión al inducir a Adán y Eva, la primera pareja humana y los padres de toda la humanidad, a ponerse con independencia contra Dios. Esto produjo una desorganización de la familia humana poco después de su comienzo y un deterioro consiguiente de la familia humana en conjunto.—Gén. 3:1-6; Juan 8:44; Rev. 12:9.
Por esta razón, Dios determinó tener una administración de asuntos en conformidad con la cual ‘reuniría todas las cosas de nuevo en el Cristo, las cosas que están en los cielos y las cosas que están sobre la tierra.’ Esta administración de Dios envolvería establecer en el cielo un reino que ha de gobernar sobre toda la humanidad. (Efe. 1:9, 10) Puesto que los que gobiernan en este reino serán ensalzados a la misma diestra de Dios, formarán una organización capital para todo el universo de Dios. (Efe. 1:20; Rev. 3:21) ¿Cómo se llamará a esta organización capital?
LA “NUEVA JERUSALÉN”
Lógicamente, esa organización capital habrá de estar en el cielo, en la región invisible. Tendrá autoridad sobre todo el universo creado. Pero estará bajo la soberanía del Administrador, el Dios Altísimo mismo. Aunque está sobre todas las otras cosas creadas, incluso los ángeles en el cielo, sin embargo tiene que estar sujeta a Dios. Pues Dios es mayor que todo su universo, y su soberanía está sobre todo. (Sal. 29:10; 145:13) Esto se ilustró en la profecía de Daniel, donde se dijo que una “piedra” fue cortada de una gran “montaña,” y se dio la explicación de que Dios establecería un reino que trituraría todos los reinos terrestres. (Dan. 2:34, 44, 45) Aquí se revela que el reino de Jesucristo, la “piedra,” debe su existencia al propio reino soberano de Jehová.
La profecía de Zacarías suministra un cuadro similar: muestra que una montaña se parte en dos, la montaña original siendo símbolo del gran reino soberano de Jehová sobre todo, y la segunda montaña simbolizando el reino bajo Cristo que gobierna sobre toda la Tierra. Así “Jehová tiene que llegar a ser rey sobre toda la tierra.”—Zac. 14:4, 9.
A la organización capital por medio de la cual se ejercerá gobernación universal se le llama en la Biblia la “Nueva Jerusalén.” (Rev. 21:2, 9, 10; 3:12) Esto está en armonía con el hecho de que Dios escogió a la Jerusalén de la antigüedad como capital, en representación de su soberanía en el Israel de la antigüedad. Allí reyes de la línea de David se sentaron en el “trono de Jehová” y allí funcionó el sacerdocio de Dios. (1 Cró. 29:23) Por lo tanto, la “Nueva Jerusalén” celestial representa pictóricamente al “sacerdocio real” de Dios, a los miembros del cual se les selecciona de entre la humanidad para que sean reyes celestiales. Es la congregación cristiana de 144.000 personas selladas, después que los miembros de ella han sido resucitados a los cielos.—1 Ped. 2:9; Rev. 14:1, 3, 4.
CÓMO LLEGA A TENER AUTORIDAD UNIVERSAL
¿Qué hay que muestre que la autoridad de la “Nueva Jerusalén” realmente será tan grande que la haga la capital del universo? Bueno, estos 144.000 asociados de Cristo, que componen la “Nueva Jerusalén,” son hijos de Dios engendrados por espíritu que no solo son ‘herederos de Dios,’ sino también “coherederos con Cristo.” (Rom. 8:16-18) Puesto que Cristo es Rey, ellos como herederos con él participarán en Su gobernación de Rey. Cristo los hace, como personas que han sido compradas con su sangre, “un reino y sacerdotes para nuestro Dios, y han de gobernar como reyes sobre la tierra.” (Rev. 5:9, 10) Además, la “Nueva Jerusalén” es la “novia” o “esposa” de Jesucristo y participa con él en la gobernación que él ejerce. (Rev. 21:2, 9-11; 22:17) Por mil años gobernarán como sacerdotes y reyes sobre toda la humanidad, los vivos y los muertos.—Rev. 20:4, 6.
Sin embargo, el apóstol Pedro dijo lo siguiente acerca del alcance de la autoridad de Cristo: “Él está a la diestra de Dios, porque siguió su camino al cielo; y ángeles y autoridades y poderes fueron sujetados a él.” (1 Ped. 3:22) El apóstol Pablo también escribe esto acerca de la posición ensalzada que Dios le ha dado a Jesucristo: “Se despojó a sí mismo y tomó la forma de esclavo y vino a estar en la semejanza de los hombres. Más que eso, hallándose en estilo de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento. Por esta misma razón también Dios lo ensalzó a un puesto superior y bondadosamente le dio el nombre que está por encima de todo otro nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo y de los que están sobre la tierra y de los que están debajo de la tierra, y reconozca abiertamente toda lengua que Jesucristo es Señor para la gloria de Dios el Padre [cuyo reino permanece supremo].”—Fili. 2:7-11.
El apóstol Juan recibió una visión de la “Nueva Jerusalén” y de lo que significará su régimen para la Tierra. Juan escribió: “Vi también la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde Dios y preparada como novia adornada para su esposo. Con eso oí una voz fuerte desde el trono decir: ‘¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.’”—Rev. 21:2-4.
Al considerar más atentamente la visión, obtenemos una vista de la gloria de la ciudad, su limpieza y belleza. El “guía” angélico de Juan dijo: “Ven acá, te mostraré la novia, la esposa del Cordero.” “De modo que,” dice Juan, “me llevó en el poder del espíritu a una montaña grande y encumbrada, y me mostró la santa ciudad Jerusalén que descendía del cielo desde Dios y que tenía la gloria de Dios. Su resplandor era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe brillando con claridad cristalina.”
Juan continúa: “Y no vi en ella templo, porque Jehová Dios el Todopoderoso es su templo, también lo es el Cordero. Y la ciudad no tiene necesidad de que el sol ni la luna resplandezcan sobre ella, porque la gloria de Dios la alumbró, y su lámpara era el Cordero. Y las naciones andarán por medio de su luz . . . Pero cualquier cosa que no sea sagrada y cualquiera que lleve a cabo lo que sea repugnante y la mentira no entrará en ella de ninguna manera; solamente entrarán los que están escritos en el rollo de la vida del Cordero.”—Rev. 21:9-14, 22-27.
Puesto que Jehová Dios y Jesucristo estarán personalmente presentes, los 144.000 que componen esa “ciudad” no necesitarán un templo por medio del cual acercarse a Dios. Estos que son herederos celestiales con Cristo tendrán acceso directo al rostro de Jehová mismo. (1 Juan 3:2; Rev. 22:3, 4) Podemos estar seguros de que esta “ciudad” simbólica, a la luz de la cual andarán las naciones, administrará justicia a todos aquellos sobre los cuales rija.—Rev. 21:24.
Mil años de regir esta “ciudad” sobre la humanidad efectuarán el propósito de Dios de reunir todas las cosas en la Tierra bajo Cristo. (Rev. 20:4, 6) Esto incluirá a “los que están debajo de la tierra,” es decir, los que están muertos, que serán resucitados para que aprendan el camino de la justicia. (Fili. 2:10) Cristo pondrá todas las cosas en armonía con Dios.
El apóstol Pablo, indicando lo que logra este régimen de mil años, dice: “En seguida, el fin, cuando entrega el reino a su Dios y Padre, cuando él haya reducido a la nada todo gobierno y toda autoridad y poder. Porque él tiene que gobernar como rey hasta que Dios haya puesto a todos los enemigos debajo de sus pies. Como el último enemigo, la muerte ha de ser reducida a la nada. Porque Dios ‘sujetó todas las cosas debajo de sus pies.’ Mas cuando dice que ‘todas las cosas han sido sujetadas,’ es evidente que esto es con la excepción de aquel que le sujetó todas las cosas a él. Pero cuando todas las cosas hayan sido sujetadas a él, entonces el Hijo mismo también se sujetará a Aquel que le sujetó todas las cosas a él, para que Dios sea todas las cosas para con todos.”—1 Cor. 15:24-28.
Cuando la administración especial de los asuntos por Dios haya logrado su propósito, y ‘todas las cosas hayan sido reunidas de nuevo,’ entonces el Hijo real de Dios entregará su autoridad al Dios Todopoderoso. (Efe. 1:10) Así la soberanía solo será de Jehová, tal como lo fue al principio, cuando se colocó a Adán y Eva en la Tierra y se les dijo: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla,” y que tuvieran en sujeción a todos los animales creados. (Gén. 1:28) Dios será “todas las cosas para con todos.”
Satanás el Diablo, quien durante los mil años habrá estado en el abismo de la inactividad, será soltado entonces por “un poco de tiempo,” para que haya una prueba final. Él tratará de poner a la humanidad contra la soberanía de Dios. (Rev. 20:1-3, 7, 8) Los que fielmente apoyen la soberanía de Dios durante los mil años y a través del tiempo en que sea soltado Satanás recibirán vida eterna, pues su nombre será escrito indeleblemente en el “libro de la vida.” Los que adopten un derrotero de rebeldía serán destruidos. (Rev. 20:9-15) La soberanía universal de Dios, habiendo sido vindicada, conservará entonces, por los siglos de los siglos, su relación apropiada para con la humanidad y todo el universo, para bendición eterna de toda Su familia en el cielo y en la Tierra.