Preguntas de los lectores
Un caso reciente que se llevó a los tribunales en Chicago implicando a los testigos de Jehová y su posición concerniente a transfusiones de sangre produjo comentario extenso en la prensa pública y entre la gente en general. Surgieron muchas preguntas. Las siguientes fueron las más frecuentes y vinieron de varias localidades.
● ¿Cuál es la base bíblica para oponerse a transfusiones de sangre?
Jehová hizo un pacto con Noé después del Diluvio, y en él se incluyó este mandato: “Pero de la carne con su vida, que es su sangre, no comeréis.” (Gén. 9:4) La Ley dada mediante Moisés contenía estas restricciones: “No habéis de comer ni sebo ni sangre.” “Ninguna clase de sangre comeréis.” “Cualquier hombre de la casa de Israel, o de los extranjeros que moran en medio de vosotros, que comiere cualquiera clase de sangre, yo pondré mi rostro contra aquella persona que comiere sangre, y la cortaré de en medio de su pueblo: porque la vida de la carne en la sangre está, la cual os he dado para hacer expiación en el altar por vuestras almas; porque la sangre, en virtud de ser la vida, es la que hace expiación. Porque es la vida de toda carne; su sangre lo mismo es que su vida. Por tanto he dicho a los hijos de Israel: No comeréis la sangre de ninguna carne.” (Lev. 3:17; 7:26, BC; 17:10, 11, 14; 19:26) Y en las Escrituras griegas la instrucción a los cristianos es: “Al espíritu santo y a nosotros nos pareció bien no agregarles ninguna otra carga, salvo estas cosas necesarias, que se mantengan libres de cosas sacrificadas a los ídolos y de la sangre y de cosas que matan sin extraerles su sangre y de la fornicación.”—Hech. 15:19, 20, 28, 29; 21:25, NM.
● ¿No aplican estas prohibiciones acerca de sangre sólo a la de animales, y no a sangre humana?
Por seguro Jehová no le dijo a su pueblo que desangrara a cuerpos humanos antes de comérselos, puesto que no estaba autorizando el canibalismo. Por eso aunque la sangre de animales era la principal consideración en los textos anteriores, no pase por alto que las prohibiciones registradas eran contra “cualquiera clase de sangre”, que no deberían comer “ninguna clase de sangre”, la “sangre de ninguna carne”. Eso abarca carne humana. La sangre de animales era para “hacer expiación en el altar por vuestras almas”. No obstante Pablo mostró que esta sangre de animales de sacrificio no hizo expiación verdadera, sino que sólo tipificó la sangre de Jesús. Si la sangre de animales típica era sagrada, ¡cuanto más seria la antitípica sangre humana! Para probar que la prohibición incluía sangre humana, observe lo que ocurrió cuando tres hombres arriesgaron la vida para obtener agua pata el sediento David: “Mas no quiso David beberla, sino que la derramó como libación a Jehová; diciendo: ¡No permita mi Dios que yo tal haga! ¿No es ésta la sangre misma de estos hombres? ¿He de beber acaso sus vidas? pues con riesgo de sus vidas la trajeron.” (1 Cró. 11:17-19) Porque se obtuvo al riesgo de vida humana, David consideró el agua como sangre humana, y le aplicó a ella la ley divina concerniente a toda sangre, a saber, derramarla sobre el suelo. “No la comerás; sobre la tierra la derramarás como agua.”—Deu. 12:16, 23, 24.
● Puesto que el donador de sangre no muere y ninguna vida se pierde, ¿por qué aplican las prohibiciones bíblicas a las transfusiones?
Dirigimos su atención a la respuesta de la pregunta que antecede, y le preguntamos, ¿Murieron los tres hombres que obtuvieron el agua para David? No. Entonces ¿consideró David a ésta como una circunstancia atenuante que le permitiera beber el agua que consideró como sangre humana? No. La muerte de la criatura que proporciona la sangre no es lo que debe tomarse en cuenta. La prohibición era contra el introducir sangre en el sistema, y este hecho no puede ser alterado por razonamientos ingeniosos y sabiduría mundana sutil.
● Puesto que los cristianos no están bajo la Ley de Moisés que recalca estas restricciones acerca de la sangre, ¿por qué sujetarnos a esas ordenanzas?
Las restricciones acerca de la sangre existieron antes de la Ley mosaica, habiendo sido dadas siglos antes, como se registra en el Génesis 9:4. Fueron trasladadas para que se observaran por los cristianos, aun después de que terminó la Ley mosaica al ser clavada en la estaca de tormento de Cristo. La primera respuesta en este grupo de preguntas y respuestas mostró que esta restricción acerca de la sangre es básica para los cristianos, porque cuando se expidieron instrucciones sobre los requisitos mínimos esta instrucción acerca de la sangre se incluyó como una de “estas cosas necesarias”. De modo que este principio concerniente a la sangre existió antes y después de la Ley mosaica, sin embargo fué tan vital que también se incorporó y se recalcó en ella.
● Levítico 3:17 dice: “No habéis de comer ni sebo ni sangre.” Por eso ¿por qué evitar la sangre aunque se come el sebo?
La Ley mosaica requería que el sebo de animales de sacrificio se quemara en el altar, como se muestra por los versículos que anteceden al citado en la pregunta. Ese sebo era especialmente adecuado para esto, puesto que se quemaría rápidamente. Sin embargo, el punto que debe aclararse aquí en respuesta a la pregunta es que la prohibición concerniente al sebo es una parte de la Ley mosaica. Mientras que la sangre se prohibe en otros lugares además del pacto de la Ley, el sebo no; por lo tanto cuando se abolió la Ley mediante su cumplimiento la prohibición contra el sebo terminó, igual como contra el comer cerdos, conejos, anguilas, etc.
● ¿Por qué no rehusan comer carne, los testigos de Jehová, puesto que queda alguna sangre en ella aunque el animal haya sido desangrado?
Algunos dicen que son flúidos intersticiales y no sangre los que escurren de la carne. Cualquier sangre que quedara en el cuerpo se coagularía después de cierto tiempo y después de estar expuesta al aire, por eso no sería flúido después de comprarla a un carnicero. Sin embargo, un libro estimable sobre fisiología presenta argumento razonable al efecto de que sí queda alguna sangre coagulada hasta en los cuerpos muertos bien desangrados. En el esfuerzo de quitar toda sangre los judíos estrictos van a grandes extremos. El Código de la ley judía, que es una compilación de leyes y costumbres judías por un rabino y publicado por una compañía editora hebrea en la ciudad de Nueva York, detalla el gran cuidado que deben tener con la carne. La carne se sumerge en agua por media hora, luego se sala y se coloca en posición de escurrirse por una hora a medida que la sal extrae la sangre, y después se lava completamente tres veces. Pero, los testigos de Jehová no van hasta tales extremos, que parecen típicos del celo farisaico que se inquietaba por trivialidades y ‘desatendía los asuntos más importantes de la Ley’. Como Jesús les dijo a ellos, “¡Guías ciegos, que cuelan el jején pero se tragan el camello!” (Mat. 23:23, 24, NM) El punto es éste: Jehová Dios dió la ordenanza de no comer sangre, cuando dijo que el hombre podía comer carne de animal. En ese tiempo instruyó que sus requisitos serían cumplidos dejando que el cuerpo del animal muerto se desangrara. Lo que nosotros tratamos de hacer es obrar de acuerdo con su ley en este asunto de la sangre, y después que hemos observado sus requisitos de sangrar al animal, y así hemos cumplido con sus demandas, ¿no es eso suficiente? No necesitamos venir a ser absurdos y hacer uso de argucias como fariseos, amontonando cargas más allá de los requisitos de la ley divina.—Mat. 23:4.
● Muchos dicen que el recibir una transfusión no es como el comer sangre. ¿Es este punto de vista razonable?
Un paciente en el hospital puede ser alimentado por la boca, por la nariz, o por las venas. Cuando se proporcionan soluciones de azúcar intravenosamente, se llama alimentación intravenosa. Por eso la propia terminología de hospitales reconoce como alimentación el proceso de poner nutrición en el sistema de alguien por las venas. Por lo tanto el que administra la transfusión está alimentando al paciente por las venas, y el paciente que la recibe está comiéndola por las venas. Después que presenten todas sus ideas y razonamientos y subterfugios ingeniosos, aun queda el hecho descubierto de que una buena cantidad de la sangre de una criatura ha sido deliberadamente recibida en el sistema de otro. Eso es lo que es prohibido por Dios, sin hacer caso del método.
● Si la transfusión logra algún bien, quizás hasta salve una vida, ¿no es ése un servicio suministrado a la manera de Cristo? ¿No dijo Jesús, “Nadie tiene amor más grande que este: que ponga uno su vida por sus amigos”?
Jesús dijo eso, como se registra en Juan 15:13. También añadió: “Ustedes son mis amigos si hacen lo que les estoy mandando.” (Juan 15:14, NM) Él derramó su sangre por los que le obedecen, no derramándola en estilo de transfusión, sino en la estaca de tormento en muerte de sacrificio, con lo cual presentó el valor de su vida en el altar antitípico de Jehová para la redención de la humanidad obediente, como se tipificó por los sacrificios de animales bajo la Ley mosaica. La transfusión de sangre no es a la manera de Cristo. Su sangre fué de cierto tipo, y para propósitos de transfusión beneficiaría sólo a ciertos individuos con sangre compatible, y sería acarreadora de muerte para muchos otros. ¿No murió Cristo para toda clase de hombres, para todos los que manifestaran su amistad para él obedeciendo sus mandamientos? También, sólo la sangre de Cristo Jesús tiene mérito redentor y expiatorio de pecados, por eso humanos imperfectos no necesitan tratar de colocarse en su lugar exclusivo arguyendo que ellos dan la vida por sus amigos, como Cristo lo hizo por los suyos. Además, las oportunidades de vida que su sangre derramada hizo posible son para vida eterna en un nuevo mundo, no para una breve extensión de la presente existencia transitoria. Cualquier salvación de vida lograda por transfusiones dura poco.
Y el hacerlo en desobediencia a los mandamientos de Dios puede costarle a uno la vida eterna. Ningún bien transitorio que resultara podría justificar esta gran pérdida permanente. El agua que le trajeron a David cuando sufría físicamente de sed le hubiera proporcionado algún bien a su cuerpo y le hubiera producido alivio agradable; pero no consideró tal bien como justificación para violar el principio de la ley de Jehová concerniente a la sangre. (1 Cró. 11:17-19) Parecidamente, en una ocasión los israelitas estaban a punto de agotamiento físico y se morían de hambre, necesitando muchísimo algún alimento. Mataron animales y en su prisa por satisfacer su gran necesidad física comieron la carne sin tomar tiempo para dejar escurrir la sangre. El bien físico que esto logró para sus sistemas no justificó su violación de la ley de Dios en cuanto a la sangre, ni les evitó el ser reprendidos como transgresores.—1 Sam. 14:31-34.
Y que los entusiastas por la transfusión con un complejo salvador reflexionen acerca del hecho de que en muchos casos las transfusiones ocasionan daño, propalan enfermedades y frecuentemente ocasionan muerte, lo cual, por supuesto, no recibe publicidad. Ahora bien, ¿está usted tan anuente a aceptar la responsabilidad por resultados malos como lo está para aceptar crédito por los supuestos buenos resultados? Existe la posibilidad de que su sangre cause la muerte de un hombre. Recuerde, la ley de Dios permitía que hasta el matador accidental de un hombre fuera ejecutado por el vengador de la víctima, a menos que el matador huyera y permaneciera en ciudades de refugio especialmente provistas. (Núm. 35:9-34) A los cristianos se les enseña a que sean aun más cuidadosos de la vida humana de lo que fueron los judíos naturales. De nuevo decimos, ningún bien proviene de violar la ley de Dios, no importa cuánta sabiduría mundana produzcan para justificarlo delante de los hombres.—Luc. 16:15; 1 Cor. 3:19.
● ¿Hemos de concluir que los testigos de Jehová se oponen al uso de transfusiones por la gente?
Eso sería una conclusión equivocada. Los testigos de Jehová no se oponen al uso de transfusiones por la gente, sino que conceden a cada quien el derecho de decidir por sí mismo lo que su conciencia le dicte hacer. Los israelitas se sintieron obligados a cumplir con la ley de Dios que prohibía el comer la carne con la sangre coagulada en ella, pero, a pesar de eso, no se oponían a que lo hicieran los de afuera de la organización de Dios, y hasta proporcionaban animales sin desangrar a los forasteros que regularmente comían tales cosas de todas maneras. (Deu. 14:21) Cada uno decide por sí mismo, y lleva la responsabilidad por su curso. Los testigos de Jehová consagran su vida a Dios y se sienten obligados a obedecer su Palabra, y tomando en cuenta estas cosas, cada individuo decide su curso personal y lleva la responsabilidad personal por dicho curso delante de Dios. Por eso, como dijo Josué en una ocasión a los israelitas, “Si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién debáis servir, . . . en cuanto a mí y a mi casa, nosotros serviremos a Jehová.”—Jos. 24:15.