Los jóvenes preguntan...
¿Es el ganar todo cuanto importa?
“CUANDO gano, es una rutina. Cuando pierdo, es como morir.” Tal muerte no ocurre muy a menudo en el caso de Martina Navratilova, la actual campeona de tenis femenino. Rara vez pierde. Sin embargo, según ella misma admite, el perder le causa un trauma.
“Estábamos destruidos, y me veía muy mal. Después del juego, fui al vestuario a llorar, sentado allí como un gigantesco bebé sollozando. Detestaba perder, y me resultaba completamente insoportable el haber jugado mal ante el público.” No hay duda de que aun durante la época en que estudiaba en la escuela secundaria, el perder era un golpe para el altísimo baloncelista estadounidense Kareem Abdul-Jabbar. ¿Te sientes así cuando pierdes?
¿Por qué duele perder?
¿Por qué es el perder un golpe tan duro para muchos de nosotros? Entre otras cosas, se nos ha hecho creer que el ganar es todo cuanto importa. ¡El llegar en segundo o tercer lugar, o el solo haber participado significa que uno ha perdido! Como declara un ex aficionado de fútbol de Alemania: “El sufrir una derrota es a menudo un ‘canto fúnebre’ espiritual, lo cual resulta en crítica despiadada”.
En el libro Sports Illusion, Sports Reality, Leonard Koppett, veterano periodista deportivo, dice: “La sicología de que lo único que cuenta es ganar se está difundiendo. [...] Es una influencia perjudicial en nuestra cultura, pues no se apega a la realidad (solo puede haber un ganador) y nos empobrece al degradar muchísimas otras virtudes: la destreza, el valor, la dedicación, la brillantez, el esfuerzo que resulta en satisfacción, el progreso y la participación honrosa”. Sí, se pueden desplegar otras cualidades excelentes sin que uno necesariamente sea el ganador. Entonces, ¿debe causar un trauma el perder? “El rebajar todos los valores a si uno gana, o no, limita a uno y es tonto”, es el parecer de Koppett.
La presión de ganar, y disfrutar de un deporte solamente si uno gana, comienza a menudo en el hogar... con los padres. A veces procuran satisfacción mediante los logros de sus hijos. Inconscientemente, algunos padres dan la impresión de que su reputación está en juego si sus hijos no ganan. También se ejerce presión a nivel escolar. Al hablar de su entrenador escolar, Abdul-Jabbar dice: “Uno tenía que enfrentarse a la crítica mordaz de él si algún equipo había estado a punto de derrotarnos. El perder era inconcebible, y el baloncesto dejó de ser divertido. [...] Entrenaba por medio de humillación benigna. Ponía a prueba el orgullo de uno, pues sabía que lo peor que podía sucederle a un adolescente era quedar mal delante de los demás”. (Las bastardillas son nuestras.)
He ahí la clave del síndrome de ganar a toda costa... el ORGULLO. A nadie le agrada que lo expongan delante de los demás ni que se le haga sentir inferior porque haya perdido. Pero si te jactas cuando ganas, o pierdes toda esperanza cuando pierdes, en realidad ESTÁS rebajándote. ¿Por qué? Porque como ganador no respetas la dignidad ni el amor propio del perdedor. La Biblia subraya este peligro, al decir: “Pero ahora ustedes se glorían en sus alardes llenos de presunción. Todo tal gloriarse es inicuo”. Como perdedor desconsolado, atribuyes demasiada importancia a una ilusión... la ilusión de que los deportes son la vida real, cuando, en realidad, son una “vanidad” efímera. El sabio rey Salomón escribió: “Yo mismo he visto todo el duro trabajo y toda la pericia sobresaliente en el trabajo, que significa la rivalidad de uno para con otro; esto también es vanidad y un esforzarse tras el viento”. Recuerda, ¡tu verdadero valor como persona no depende de unos cuantos segundos o minutos de actividad deportiva! (Santiago 4:16; Eclesiastés 4:4.)
¿Qué se requiere para ser ganador?
“Si los deportes se convierten en un trabajo pesado [...] algo anda mal”, dice el escritor James Michener. Estas palabras nos llevan a otro aspecto de la filosofía de que el ganar es lo único que cuenta. ¿Cuál es éste? El de la dedicación total.
Por ejemplo, Arthur Ashe, ex campeón de tenis, escribió: “En cuestión de siete u ocho años, con instrucción experta y unas 5.000 horas de práctica y competencia, es posible convertir a una niña de constitución atlética de siete u ocho años de edad en una jugadora de tenis que esté entre las 50 mejores. En el caso de un niño que tenga aptitudes comparables, se requerirían unas 8.000 horas”. Nota que aun después de 5.000 u 8.000 horas de práctica y competencia no hay garantía de producir el jugador número 1. Solo “es posible” que el resultado sea un jugador que esté entre los 50 mejores.
¿Qué peligro presenta esta clase de dedicación en el caso del cristiano? Las cifras de Ashe representan el tener que dedicar tres horas al día y cinco días a la semana a jugar tenis. ¿Qué otros intereses vitales tienen que desatenderse para alcanzar este grado de dedicación al tenis? ¿Cuánto tiempo queda para recibir una educación normal y general? ¿Cuánto tiempo queda para progresar espiritualmente, que es de mayor importancia? ¿Cuántas oportunidades pierde la persona de tener asociación edificante con su familia? Éstas no son preguntas insignificantes para los jóvenes. La juventud es un tiempo en que se pueden colocar —o descuidar— las bases del carácter, la personalidad y la espiritualidad, las cuales son vitales.
Un artículo publicado recientemente en la revista ’Teen dio a conocer los sacrificios que tienen que hacer los gimnastas dedicados. Trataba de tres adolescentes, Mary Lou, Dianne y Julianne, que eran aspirantes a participar en los juegos olímpicos. ¿Cómo habían alcanzado éxito? “Mary Lou lo describe al decir: ‘por dedicación total’.” Tenían que practicar seis horas al día, además de hacer las tareas escolares y viajar a las competiciones.
Pero hay un precio que pagar. “Para las tres, el cambio más difícil fue el salir del hogar antes de cumplir los 15 años de edad para poder trabajar con un entrenador cuya habilidad para entrenar era suficientemente buena como para empujarlas a desarrollar el potencial que ellas tenían.” Julianne salió de su hogar a la edad de 13 años a fin de prepararse para las olimpiadas de 1980. Todo fue en vano... los Estados Unidos boicotearon las olimpiadas de Moscú.
Quizás un punto de vista más equilibrado sea el del novelista James Michener: “Los deportes deberían ser divertidos para el participante. Deberían aliviar las tensiones, resultar en una exuberancia gozosa a medida que progresara el juego [...] Si los deportes se convierten en trabajo pesado, en competencia pervertida o meramente en una empresa comercial, algo anda mal. [...] Si el juego no es divertido, ha perdido por lo menos la mitad de su justificación”.
“Es un juego. Que siga siendo un juego”
Ese consejo simple lo dio Jack Nicklaus después de terminar en segundo lugar en un campeonato de golf que se celebró recientemente. Los deportes deben ser divertidos y fuente de relajación... un pasatiempo, “un juego”. Los deportes no son la vida ni la vida es un deporte. Hasta los mejores profesionales tienen que enfrentarse a veces a este hecho. Jerry Kramer, ex futbolista estadounidense, escribió: “A menudo me pregunto adónde voy en la vida y cuál es mi propósito aquí en la Tierra, además de jugar juegos tontos [fútbol]. Juego todos los domingos. Creo que la vida debe encerrar algo más que eso”.
¿Crees que la vida encierra algo más que el solo participar en juegos? Cristo y los apóstoles ciertamente lo creían. Por eso el apóstol Pablo, quien estaba bien informado en cuanto a las pruebas atléticas de la antigua Grecia, pudo escribir: “Porque el entrenamiento corporal es provechoso para poco; pero la devoción piadosa es provechosa para todas las cosas, puesto que encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir”. (1 Timoteo 4:8.)
Es sensato tratar, dentro de los límites razonables, de mantenerse en forma. Pero, a la larga, la devoción piadosa es más vital que el entrenamiento corporal. El ganar la carrera cristiana tiene mayor valor que el esforzarse por ganar cualquier tipo de prueba deportiva. La victoria en los deportes es algo que no dura... gloria hoy, una estadística mañana. Pero recuerda, el tener éxito en la devoción piadosa “encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir”... vida eterna bajo el Reino de Dios. (1 Timoteo 6:19.)
[Ilustración en la página 13]
¿No soportas perder? ¿Por qué?
[Ilustración en la página 14]
Los deportes pueden ser un pasatiempo refrescante cuando se elimina la competencia intensa