El trabajo gozoso de la curación espiritual
MUCHOS hombres de este viejo mundo concentran su energía en medios para destruir la vida. Algunos hombres se esfuerzan por salvar la vida. Los doctores hacen esto. ¡Qué emoción ha de ser la de ellos al entrar en una habitación donde un niño se acerca a la muerte y poder diagnosticar el caso, prescribir el remedio, administrado, y observar el color de la vida regresar a las mejillas pálidas! ¡Qué satisfacción ha de ser la del doctor que termina una operación delicada que salva la vida de un hombre! Más recompensadores que cualesquier honorarios monetarios han de ser el regocijo y la emoción de saber que ha extendido una vida humana por diez o veinte años.
Mucho mayor ha de haber sido el gozo de Jesús cuando estuvo sobre la tierra. Él alude a sí mismo como médico, y parte de su registro de curación física dice: “Los ciegos están viendo otra vez, y los cojos están andando, los leprosos están siendo limpiados y los sordos están oyendo, y los muertos están siendo levantados, y a los pobres se les está declarando las buenas nuevas.” Otra vez, “Entonces grandes muchedumbres se acercaron a él, trayendo con ellas personas que estaban cojas, lisiadas, ciegas, mudas y muchas en otras condiciones, y casi se las arrojaban a los pies, y él las sanó; de modo que la muchedumbre se maravilló al ver a los mudos hablando y a los cojos caminando y a los ciegos viendo, y ellos glorificaron al Dios de Israel.”—Mat. 11:5; 15:30, 31; Mar. 2:17, NM.
En una ocasión Jesús sanó a diez leprosos. Los hombres no pueden curar la lepra como Jesús la curó y sin dejar sus efectos mutiladores. Jesús dió la vista a un hombre que nació ciego. Los doctores de hoy día pueden hacer anteojos pero no pueden hacer ojos. Pueden suministrar ayudas para oír, pero no pueden restaurar el sentido del oído como Jesús lo restauró. Pueden remover un brazo o una pierna, pero es posible que Jesús haya reemplazado tal miembro corporal perdido. La palabra griega traducida “lisiadas” en Mateo 15:30 se vierte “manco” en Marcos 9:43, donde se hace referencia a una mano amputada; por eso no está fuera de posibilidad que algunos de los lisiados que Jesús sanó eran personas mutiladas. Las curaciones de Jesús jamás terminaron en fracaso. Los errores de los doctores de la actualidad frecuentemente envían pacientes al sepulcro, mientras que Jesús trajo a personas de vuelta de la sepultura. ¡Qué gran regocijo debe haber sido para Jesús andar por el distrito rural, ver a un hombre ciego y restaurar su vista, o ver a un hombre sordo y restaurar su oído, o ver a un mudo y ordenarle que hablara, o decir a los muertos que se levantaran a la vida otra vez!—Luc. 17:12-14; Juan 9:1, 7; Mar. 5:41, 42; Juan 11:43, 44.
¿Qué sería si nosotros pudiéramos hacer eso? ¿Qué sería si pudiéramos salir a la calle y ver a un hombre ciego guiado por un perro amaestrado y decirle que viera y su vista fuera restaurada? ¿Qué sería si pudiéramos decirle a un paralítico que se bajara de su cama y caminara y lo hiciera? ¿u ordenáramos a una muchacha con muletas que las desechara y caminara sin ellas? ¿o reemplazar la pierna artificial de una persona mutilada con una de carne y sangre? Ante todo, ¿qué sería si pudiéramos asistir a un funeral y, en vez de irremediablemente afligirnos con los demás, decir a la persona muerta que se levantara del féretro y saliera y ese milagro asombroso se verificara? ¿No sería tan recompensadora en sí misma la satisfacción profunda de dichos logros que no pensaríamos en ganancia financiera? Nuestro regocijo sería tan superabundante que no nos detendríamos hasta quedar completamente rendidos. Mientras quedara algún ciego, cojo, sordo o mudo en la tierra desearíamos estar ocupados en la obra de curar.
“OBRAS MAYORES QUE ÉSTAS”
Jesús ejecutó estos milagros de curación física, empero él dijo que sus discípulos harían obras mayores: “Muy de cierto les digo: El que ejerce fe en mí, ése también hará las obras que yo hago, y hará obras mayores que éstas, porque yo prosigo mi camino hacia el Padre.” (Juan 14:12, NM) Hoy sus seguidores no pueden ejecutar los milagros de curación física. ¿Qué pueden hacer que compita con tales obras poderosas o las sobrepuje? Con las verdades de la Palabra de Jehová ellos pueden contribuir a la curación espiritual. Jesús hizo esta curación espiritual declarando las verdades de Jehová, y ésta está asociada con sus curaciones físicas, en Mateo 11:5. Él consideró la curación espiritual como más importante que la física, y usó la curación física principalmente para conseguir que la gente diera atención al mensaje que predicaba, para conseguir que el cuerpo cristiano primitivo se estableciera y llegara a la madurez para declarar las buenas nuevas. Eran las verdades para curación espiritual más bien que curaciones físicas lo que él quería que se divulgara.—1 Cor. 13:8-11; Mar. 5:43; Mat. 24:14.
Pero dado que Cristo Jesús, además de ejecutar asombrosas curaciones físicas, hizo la obra de curación espiritual, ¿cómo puede decirse que sus seguidores hacen obras mayores? Supóngase que un doctor descubre una droga que cura una enfermedad o desarrolla una técnica para operaciones quirúrgicas que hace posible una operación delicada, salvadora de la vida. Después de aplicar su descubrimiento durante tres o cuatro años y en ese tiempo curar cuarenta o cincuenta personas, este doctor muere. Pero él ha enseñado a otros, y después de su muerte cientos y miles de doctores copian sus métodos y durante muchos años y en muchos países curan a miles y miles de personas. Debido a que las obras de ellos se acumulan a través de un largo período de tiempo y se extienden a través de grandes áreas, ¿no son mayores en tiempo y extensión que las del doctor original? El doctor que inauguró las curaciones es la figura vital, pero los que siguen acumulan un número mucho más grande de curaciones. Así sucede con Jesús y sus seguidores. Él inaugura la obra y es el caudillo y perfeccionador del camino, el dechado en cuyos pasos sus discípulos tienen que seguir. Pero su exclusiva ejecución de la obra se limitó a Palestina y sólo duró tres años y medio, mientras que sus seguidores la hacen en toda la tierra y durante muchos años. Es en este sentido que sus obras son mayores.
LA CURACIÓN ESPIRITUAL
No teniendo presente la enfermedad física de un individuo, sino teniendo en mira la enfermedad espiritual de la nación de Israel, el profeta de Jehová dijo: “¿Por qué querréis ser castigados aún para que sigáis rebelándoos más y más? la cabeza toda está ya enferma, el corazón todo desfallecido; desde la planta del pie hasta la cabeza, no queda ya en él cosa sana, sino heridas y cardenales y llagas recientes; no han sido cerradas ni vendadas, ni suavizadas con aceite.” Pero después de un período de cautiverio en Babilonia había de efectuarse una restauración y curación espiritual: “Y no dirá más el habitante: Estoy enfermo; al pueblo que mora en ella le habrá sido perdonada su iniquidad.” “He aquí que yo le traeré a esta ciudad sanidad y curación; y a sus habitantes yo los sanaré, y les revelaré la abundancia de mi paz y fidelidad.” El asociar pecados y su perdón con la enfermedad manifiesta que principalmente fué espiritual. En metáfora esta curación espiritual se representa como física: “Entonces serán abiertos los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos serán destapados; entonces el cojo saltará como ciervo, y cantará la lengua del mudo.” El cumplimiento de esta profecía después del regreso de los israelitas de Babilonia tiene que haber sido en un sentido espiritual, puesto que los físicamente ciegos, sordos, cojos y mudos no fueron curados milagrosamente.—Isa. 1:5, 6; 33:24; Jer. 33:6; Isa. 35:5, 6.
Cuando Jehová restauró los israelitas a la Tierra Prometida, terminando su cautiverio en Babilonia, éstos fueron purificados de sus pecados anteriores y pudieron restablecer adoración verdadera en el templo reedificado en Jerusalén. En un sentido espiritual los habitantes del país no podían decir que estaban enfermos, y en un sentido espiritual Jehová introdujo salud y curación. Ojos en un tiempo ciegos a la guía de Jehová y oídos en un tiempo sordos a sus mandamientos ahora se abrieron para ver y oír y obedecer. Los que anteriormente dieron una respuesta coja ahora saltaron para hacer el servicio de Jehová Y lenguas anteriormente calladas ahora prestamente cantaron las alabanzas a Jehová Dios.
Siglos después Jesús ejecutó una obra semejante de curación espiritual. Y en este día presente los testigos de Jehová están siendo usados para efectuar curaciones espirituales—abrir los ojos que están ciegos a los propósitos de Jehová, destapar los oídos que están sordos a sus mandamientos, educar lenguas calladas para que hablen la verdad y canten alabanzas, dar energía a los cojos hasta el grado de ir de puerta en puerta para predicar, y hasta hacer vivir y hacer espiritualmente activos a los que están muertos en transgresiones y pecados. (Efe. 2:1) Se necesitan palabras de verdad procedentes de la Biblia para poner fin a la enfermedad espiritual y suministrar salud espiritual, y una vez que la conseguimos tenemos que seguir “reteniendo el dechado de sanas palabras.” Si alguien no acepta estas palabras sanas de verdad y en cambio enseña doctrina falsa está mentalmente enfermizo, espiritualmente enfermo: “Si cualquier hombre enseña otra doctrina y no se aviene a palabras saludables, las de nuestro Señor Jesucristo, ni a la enseñanza que armoniza con la devoción piadosa está hinchado de orgullo, no entendiendo nada, sino estando mentalmente enfermo sobre preguntas y debates acerca de palabras.” Las verdades de Jehová significan salud y vida espirituales: “¡Hijo mío, fija tu atención en mis palabras; inclina tu oído a mis dichos! ¡Porque vida son a aquellos que los hallan, y sanidad a toda su carne!” La sabiduría que viene del cielo constituye un árbol de vida.—2 Tim. 1:13; 1 Tim. 6:3, 4, NM; Pro. 4:20, 22; 3:13-18.
Las personas materialistas de la actualidad no pueden apreciar la curación espiritual, aunque recibirían con regocijo curaciones físicas. Una curación física pudiera extender su vida diez o veinte años, pero la curación espiritual abriría el camino para vida, no sólo por diez o veinte años, o diez o veinte millones de años, sino para la eternidad. No obstante rehusan ser sanados de su enfermedad espiritual, inconscientes del hecho de que ellos esü1n espiritualmente ciegos, sordos, mudos, cojos, inmundos y hasta muertos. A menudo deliberadamente se hacen así, cerrando los ojos y oídos a la verdad, rehusando discutir la Biblia. (Zac. 7:11-14; Hech. 7:57; Apo. 3:17-19) Aunque salgan aprobados en el más rígido examen de la vista, si no pueden ver en los acontecimientos actuales del mundo la señal del establecimiento del reino de Jehová en el cielo están ciegos al acontecimiento más trascendental de nuestros tiempos. Aunque los agudos oídos de ellos puedan oír un alfiler caer en la bocacalle más bulliciosa de la ciudad más grande, si no pueden oír obedientemente los mandamientos de Jehová están sordos a la voz más importante del universo. Aunque sus lenguas emitan un continuo diluvio de palabras, si no pueden hablar el mensaje de Jehová son mudos en cuanto al habla más vital. Puede que haya cuerpos con energía para trabajar todo el día y bailar toda la noche, pero si están yertos e inactivos en el servicio de Jehová están muertos en transgresiones y pecados, absolutamente sin vida a la vista de Jehová.—1 Tim. 5:6.
OBLIGACIONES CRISTIANAS
¿Qué pensaríamos de un doctor que le volviera la espalda a un hombre críticamente enfermo, dejándole morir porque el doctor no quiso ser molestado? Dado que la curación espiritual es mucho más vital, ¿no es más reprensible el que los cristianos verdaderos pasen por alto las necesidades de las multitudes espiritualmente enfermas? Una ministración de verdad pudiera dejar limpios a los espiritualmente leprosos y hacer felices los ojos en un tiempo ciegos y los oídos en un tiempo sordos: “Felices son sus ojos porque ven, y sus oídos porque oyen.” (Mat. 13:16; Efe. 5:26, 27, NM) Pero si los cristianos retienen las palabras sanas y dejan a los que ahora están muertos en transgresiones y pecados morir físicamente en el Armagedón, su responsabilidad se compara con la del doctor que vuelve la espalda a los agonizantes. Jehová los considera culpables.—Eze. 33:8.
En emergencias los doctores deben estar disponibles a cualquier hora del día o de la noche. En curación física Jesús no rehusó ayudar, sino que tomó las enfermedades de la gente, se consumió en la causa, sintió que salía fuerza de él cuando sanaba a otros. (Mat. 8:17; Isa. 53:4; Mar. 5:30) Los cristianos hoy día no deben buscar escapatorias del trabajo sino que deben usar sus energías en la obra de curación espiritual, sintiendo la misma compasión por los afligidos que Jesús sintió, como se declara en Mateo 9:36 (NM): “Al ver las muchedumbres sintió afecto compasivo por ellas, porque estaban despellejadas y arrojadas acá y allá como ovejas sin pastor.” Los detrimentos que aquí suscitaron la compasión de Jesús eran espirituales, producidos por la falta de un pastor fiel que cuidara sus intereses espirituales. Los seguidores de Cristo deben sentir tierno cariño hacia las personas que hoy están espiritualmente enfermas debido a que los pastores infieles de la cristiandad no los han alimentado y protegido espiritualmente, y las palabras sanas de verdad deben ser hechas disponibles a ellas.
Los doctores emplean largos años estudiando y entrenándose para su profesión, y cuando la practican usan lo que podría llamarse una buena manera de acercarse al paciente, teniendo presente la actitud mental de su paciente. Los testigos de Jehová tienen que estudiar diligentemente, aprender la verdad, aprender cómo presentarla eficazmente, Y usar una manera de acercarse a la persona en la puerta que muestre tino y entendimiento del estado mental del amo o ama de casa. Así como el doctor ti ene que diagnosticar la enfermedad de su paciente y determinar el remedio necesario, así los testigos de Jehová tienen que descubrir la enfermedad espiritual en particular del amo o ama de casa y presentar las verdades que acabarán con esa dificultad. Muchos no permitirán que se les administre esta verdad curativa, hasta negando que espiritualmente estén enfermos. Quizás no nos permitan ayudarlos, así como algunos, como los sectarios de la ciencia cristiana, no permitirán que un doctor los ayude facultativamente porque ellos niegan que están enfermos físicamente. Sin embargo, los cristianos saben que las multitudes están espiritualmente enfermas y con diligencia tienen que ofrecer las verdades curativas, dejando que las negativas, si algunas, vengan de las multitudes enfermas y no de ellos mismos.
Así que reflexione por un momento. Si usted pudiera curar a los físicamente ciegos, sordos, mudos, cojos, leprosos, y hasta levantar a los muertos, ¿no lo estaría haciendo usted incansablemente, indescriptiblemente emocionado con el puro gozo de tales logros milagrosos? Sabiendo que la curación espiritual es más vital, sus beneficios más duraderos, su urgencia más apremiante, ¿nos consumiremos en ella igual o más que si pudiéramos salir y decir a un hombre ciego que viera, o a un sordo que oyera, o a un mudo que hablara, o a un cojo que caminara, o a un leproso que quedara limpio, o hasta a un muerto que volverá a vivir? La curación espiritual no es tan espectacular en apariencia y asombro carnales, y por consiguiente no le parece tan fascinante a la imaginación. Pero es permanente, no transitoria, y con el tiempo trae consigo salud física perfecta y eterna. Tome parte en ella con celo. Regocíjese en las curaciones observadas. Aprecie cuán urgente es, cuán vital. “Reflexiona acerca de estas cosas, absórbete en ellas, para que tu progreso sea manifiesto a toda persona. Presta constante atención a ti mismo y a tu enseñanza. Persiste en estas cosas, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan.”—1 Tim. 4:15, 16, NM.