¿Puede sobrevivir nuestra Tierra?
¿Tiene fundamento esta pregunta? ¿Refleja pesimismo? ¿O está la Tierra a punto de ser destruida? ¿Cuál es la realidad?
“NAVEGAMOS a través de agua llena de grumos de petróleo durante 43 de los 57 días que duró el viaje. Las grandes ballenas y los muchos peces que nadan con la boca abierta, y filtran su alimento, están tragándose esta contaminación. Nosotros quizás comamos algunos de esos peces.
“Algunos individuos nos dicen que . . . el mar puede absorber y recircular toda esa contaminación. Yo los llamo arrulladores... quieren arrullarnos con palabras sosegadoras. ¡No les escuche! A menos que usted y yo —todos nosotros— obremos ahora para lograr que se deje de sobrecargar a los mares con desperdicios venenosos, los mares se sofocarán y morirán.”
Esa fue la descripción que dio Thor Heyerdahl de su segundo viaje a través del Atlántico en una embarcación de papiros. Para muchas personas, es una descripción atemorizante, y Heyerdahl no es el único que ha dado la alarma.
Un estudio científico que se publicó en el periódico brasileño O Estado de S. Paulo no es menos categórico: “Quizás sea demasiado tarde para restaurar lo que se ha destruido. De los componentes fundamentales de la vida —aire, agua, tierra y luz— solo el último queda sin contaminar.”
En todas partes la gente se queja de las condiciones del tiempo. ¿Por qué están ocurriendo cambios climáticos y tiempo anormal en todas partes del mundo?
Un investigador de condiciones meteorológicas, el Dr. Reid A. Bryson, llama al efecto total de las actividades del hombre —el humo de sus cigarrillos, el polvo de sus tractores, los gases de escape de sus reactores, el humo mezclado con niebla de sus ciudades— el “volcán humano.” “Ciertamente somos un factor en la ecuación del clima,” dice él. “Quizás seamos el factor decisivo.”
Y en un artículo de National Geographic se llegó a la siguiente conclusión: “El anhídrido carbónico procedente de la combustión de los combustibles fósiles —carbón y petróleo— se ha estado concentrando en la atmósfera de la Tierra desde el principio de la revolución industrial. El que haya niveles más altos de este gas incoloro e inodoro propende a calentar el planeta por medio del llamado efecto de invernadero, es decir, la retención de la radiación infrarroja —el calor— que de otro modo se escaparía al espacio.”
Recientemente se han mencionado otros factores perturbadores en las noticias. Por ejemplo, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) informó que la contaminación de la atmósfera estaba agotando la capa de ozono de la Tierra que elimina parte de los nocivos rayos ultravioletas procedentes del Sol. Mientras tanto, según Rumen Bojkov, director de la división de ciencia atmosférica de la OMM, ya se ha establecido conexión entre el aumento de la radiación ultravioleta y el aumento del cáncer de la piel.
Además, Leon S. Dochinger, patólogo del Departamento de Agricultura de los EE. UU., dice que la “lluvia ácida” es otro asesino potencial. Esa lluvia es el resultado de quemar combustibles fósiles que tienen un alto contenido de sulfuro, especialmente el carbón. El viento propaga las partículas y gases contaminadores, los cuales regresan al terreno con la lluvia en forma de ácidos sulfúricos y nítricos. Estos ácidos ponen en peligro, directamente, la vida de los peces, los animales y la vegetación. Además, la “lluvia ácida” puede liberar metales venenosos en el suelo. Estos metales pueden llegar hasta ríos y lagos y de ese modo convertirse en un peligro para la salud.
Un estudio médico realizado en São Paulo dijo que, después del fumar, la contaminación del aire en esa ciudad es el factor principal entre los que son responsables de las enfermedades de los órganos respiratorios y de que éstas sean la segunda causa de muerte allí. Además, según un informe de la O.N.U., muchos cánceres “están relacionados con el aire que la gente respira o el agua que bebe, el ambiente en que la gente trabaja o vive, la dieta personal o el modo de vivir.”
Sin agua, no hay vida humana. ¿Pero cuán inocua es nuestra agua potable? ¿Cuán inocuos son los ríos y océanos?
En una reciente visita al Brasil, Jacques Cousteau halló que la famosa bahía de Guanabara, en Río de Janeiro, está más contaminada que el Mediterráneo alrededor de Venecia, Cannes y Génova. Él dijo que le preocupaba profundamente la contaminación destructora que producen los derramamientos de petróleo y los desechos químicos y nucleares.
¿Y qué hay de los ríos? Bajo el encabezamiento “Agonizan las aguas,” la revista brasileña Veja declaró que las emisiones de los ingenios de azúcar y las destilerías de ron, la sosa de las fábricas de celulosa, las aguas residuales de las ciudades e industrias crecientes y otros desechos eran culpables de la muerte de los ríos brasileños. En otros países reina una condición semejante.
Lo que es más, la demanda siempre creciente de agua está poniendo en duda la disponibilidad de ésta. El delegado sirio Saub Kaule declaró ante los expertos en una Conferencia de las Naciones Unidas sobre el agua, realizada en Mar del Plata, Argentina: “Una gota de agua costará más que una gota de petróleo.”
¿Por qué? El Time hace el siguiente comentario: “En la actualidad, entre 30% y 40% de la producción mundial de alimento depende de la irrigación. . . . Además, la industria está usando cantidades cada vez mayores de agua... para generar electricidad, enfriar reactores nucleares y fabricar sustancias químicas y metales. Como resultado de esto, la agricultura y la industria —así como los desechos de la creciente cantidad de seres humanos— han contaminado de tan mala manera tantos lagos y ríos, que ya no se les puede usar a menos que reciban un tratamiento costoso. A pesar de las medidas de purificación, la necesidad de tomar de fuentes contaminadas el agua que se usa para beber ha ocasionado la propagación de enfermedades. La Organización Mundial de la Salud calcula que se puede deducir que hasta el 80% de los casos de enfermedades del mundo están relacionados con el agua inmunda.”
Esa es una revelación escalofriante. ¿Pero es eso todo? No realmente.
Un grupo de agrónomos se reunió en Brasilia y condenó el “uso creciente y sin distinción bien pensada de los insecticidas, herbicidas y fungicidas, lo cual ha llevado a un aprieto ecológico que pronto pondrá en peligro la producción agrícola misma.” ¿Y por qué este uso excesivo? Solo “para obtener ventajas monetarias e inmediatas del terreno,” dicen los especialistas.
Otro enemigo que adelanta subrepticiamente fue desenmascarado en una conferencia que se celebró en Nairobi, África. En ella se hizo notar que en muchas partes de la Tierra los desiertos están avanzando. La revista Time declaró: “Actualmente, en gran parte gracias a la propia insensatez del hombre, el avance de los desiertos amenaza la frágil existencia de los aproximadamente 630 millones de personas que moran en esas regiones.”
No sorprende que Kurt Waldheim, secretario general de la O.N.U., se haya sentido impulsado a hacer la sombría declaración de que “ciertos países pudieran desaparecer de la faz del mapa.”
¿Y qué razones pudiera haber para esto? Los expertos en el ambiente que se reunieron en México llegaron a la siguiente conclusión: “Los métodos primitivos de desmonte, los incendios, la erosión, los métodos agrícolas deficientes y los insecticidas colaboran con las causas naturales para acelerar la proliferación de los desiertos.” O Estado de S. Paulo hizo notar que el Brasil tiene “todo lo necesario para formar uno de los más grandes desiertos del mundo dentro de los siguientes 25 ó 30 años si continúa ocupando la zona del Amazonas de manera desorganizada.”
De hecho, el ecólogo brasileño Jose Lutzenberger dijo a un grupo de especialistas: “Los patrones de desarrollo de la actual sociedad de consumidores . . . descansan sobre el desperdicio excesivo de recursos limitados e irremplazables. Significan la destrucción de todos los sistemas que funcionan para el mantenimiento de la vida en la Tierra.”
Este ecólogo añadió lo siguiente: “Hemos desequilibrado todos los sistemas fluviales grandes y pequeños, ocasionando sequías destructivas e inundaciones catastróficas; por la contaminación desenfrenada, pronto perderemos el valor práctico de la última fuente de agua y aceleraremos la eliminación de todas las formas de vida en el agua, incluso en los océanos.”
Este es un cuadro sombrío. Pero, ¿no se han hecho esfuerzos por hacer frente a la situación? Afortunadamente, sí se han hecho. Considere algunos de éstos.
Los científicos y otras personas levantan un clamor cada vez más alto pidiendo que se tomen medidas drásticas para la preservación de la Tierra. ¿Están dando resultados positivos sus planes? Algunos sí lo están.
La revista Veja entrevistó a Hideo Oguri, que está a cargo de la lucha contra la contaminación de los ríos de Tokio. Éste declaró: “Por medio de hacer leyes más severas y hasta ordenar el cierre de industrias hemos logrado algo. Pero lo que está produciendo mejores resultados es la acción constante de centenares de grupos ecológicos que abogan por la protección del ambiente.”
Luiz Roberto Tommasi, del Instituto Oceanógrafo de la Universidad de São Paulo, Brasil, cree que es posible salvar los ríos con tal que se eliminen los factores contaminantes de la actualidad o que por lo menos se reduzcan a un nivel que permita la autopurificación. Pero también dijo: “No hay tiempo que perder. . . . En Inglaterra las autoridades comenzaron a mostrar interés en el río Támesis hace cincuenta años y no ha sido sino hasta ahora que el salmón ha regresado al río.”
Hablando en Curitiba, Brasil, Jacques Cousteau dijo que iba a sugerir a las Naciones Unidas “una norma mundial para el uso del océano, establecida por acuerdos internacionales, a fin de retardar la destrucción de la vida marina.” Pero añadió que “ni siquiera los países más desarrollados tienen norma alguna que tenga como mira la preservación del sistema ecológico marino.”
De manera semejante, Thor Heyerdahl escribió: “Para comenzar, deberíamos crear zonas protegidas, zonas de reserva naturales en las cuales el ecosistema local pudiera reconstruirse y mantenerse. Sin embargo, es igualmente importante establecer y poner en vigor leyes en las zonas que se hallen fuera de las reservas naturales y donde el equilibrio ecológico ya haya sido afectado.”
Es obvio que la respuesta a la contaminación del aire no está en sencillamente construir chimeneas más altas. Tome por ejemplo la presencia de ácidos peligrosos en los lagos del Parque Nacional de Adirondack, en el estado de Nueva York. Los peces se estaban muriendo. Con el tiempo se descubrió que la fuente de la contaminación era el distrito metalúrgico de Sudbury, Canadá, a centenares de kilómetros de distancia. Los vientos transportaban la contaminación a Nueva York.
En Escandinavia, donde se presta mucha atención a los problemas ecológicos, se halló que el suelo de las montañas estaba contaminado. La “lluvia ácida” se relacionó directamente con la campaña que se efectuaba en Gran Bretaña en contra de la contaminación. Las altas chimeneas fabriles lanzaban los agentes contaminantes a gran altura en la atmósfera y los vientos los transportaban hasta Escandinavia.
El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos ha estado coordinando información de una cadena nacional de estaciones experimentales de los EE. UU. y estaciones experimentales del Canadá, Escandinavia y otros países europeos. El pensamiento urgente detrás de este proyecto es una campaña mundial para poner sobre aviso a todo el mundo en cuanto al problema, como un paso inicial en camino a la solución final. Puesto que el problema es mundial, hay que tratarlo en escala mundial.
Se han puesto en marcha esfuerzos loables. Los Estados Unidos y otros países ya han prohibido el uso de sustancias venenosas como el DDT, los fluorocarburos y otras, o están aconsejando contra el uso de éstas.
Pakistán ha introducido un programa de repoblación forestal para luchar contra la erosión del suelo en ese país. La Arabia Saudita ha plantado 10 millones de árboles de acacia, eucaliptos y tamariscos a fin de refrenar los médanos o dunas que están cerca del oasis de al-Hasa. El Brasil está plantando eucaliptos y pinos en varias zonas. Se han hecho esfuerzos semejantes por contener el avance del páramo o recobrar el terreno en el desierto de Gobi, en Mongolia.
Pero, ¿yace la solución en plantar bosques homogéneos, es decir, bosques de una sola clase de árboles? El profesor Celio Vale, de la Universidad Federal de Minas Gerais, Brasil, está en contra de sustituir los bosques naturales con plantaciones homogéneas. Dice que las consecuencias son, “primero, la destrucción del suelo por erosión. Entonces la [destrucción de] la fauna típica de los bosques, pues los animales no pueden sobrevivir en un bosque homogéneo. Por fin, ocurren cambios drásticos en el microclima de la región desforestada, pues la radiación solar aumenta considerablemente debido a que no hay protección ambiental.”
¿Qué conclusiones podemos sacar de nuestra consideración de la legislación internacional que se ha recomendado y de los esfuerzos que se han hecho hasta ahora? Sean eficaces o débiles, la mayoría de esos esfuerzos son simplemente esfuerzos locales. Según Time, la O.N.U. “advierte que esos movimientos unilaterales no bastan para eliminar las amenazas al bienestar del hombre, y pide colaboración internacional ‘en escala todavía no vista en la historia de la humanidad’ a fin de evitar que el ambiente sufra daño irreparable.”
Sin embargo, hay obstáculos casi infranqueables en el camino al éxito. Time reconoce lo siguiente: “Aun así, hay muchos obstáculos que vencer. Para comenzar, será preciso cambiar los estilos de vida tradicionales. . . . Tal vez el mayor obstáculo sea la cuestión política que sigue manteniendo una división entre las naciones ricas y las naciones pobres del mundo.”
Se reconoce, pues, que cosas como el orgullo y los prejuicios nacionales y raciales, las hostilidades abiertas y las injusticias sociales son claramente un obstáculo a la unificación. La avaricia y a menudo la ignorancia del hombre, su falta de perspicacia y frecuentemente su malicia cabal, se oponen a que pueda progresar. Jacques Cousteau declaró: “No hay duda de que el reducir todos los valores a un denominador común —el dinero— no da resultados. Es exactamente eso lo que ha llevado a nuestra civilización a los problemas del día actual.”
El hombre mismo ha creado la situación. No ha podido eliminarla. El desastre ya se asoma en el futuro. ¿Adónde podemos dirigirnos para hallar la salida? Lo invitamos a considerar una respuesta interesante.
La Biblia da el siguiente consejo: “No pongan su confianza en hombres importantes, en simples hombres que no pueden salvar. Feliz quien . . . pone su esperanza en el Señor su Dios. Él hizo cielo, tierra y mar, y todo lo que hay en ellos. Él siempre mantiene su palabra. Hace justicia a los oprimidos y da de comer a los hambrientos.”—Sal. 146:3, 5-7, Versión Popular.
Este en realidad es un modo excitante de considerar los problemas de hoy día y su solución. De hecho, para hallar la salida ¿no es razonable acudir a Aquel que hizo nuestra Tierra e hizo a la humanidad?
Jehová Dios es el Creador y Dueño de la Tierra. Son asombrosas las numerosas provisiones que hay en ella para sostener la vida. Solo un amoroso Padre y Proveedor colmaría a sus hijos de tales bendiciones. La vida vegetal y animal, los ríos, lagos y mares contribuyen muchísimo al disfrute de la vida. No es de extrañar que el primer modelo de lo que Dios se propuso para la Tierra llegara a ser conocido como el paraíso de Edén, o un “parque de deleites.”
Por mostrar obediencia amorosa a las reglas universales de conducta del Creador, el hombre siempre disfrutaría del producto de la tierra. “Si siguen mis leyes, y cumplen mis mandamientos,” dijo el Creador a su pueblo de la antigüedad, “yo les enviaré la lluvia a su tiempo, y la tierra y los árboles del campo darán su fruto; tendrán trigo hasta la cosecha de las uvas, y uvas hasta el tiempo de la siembra; comerán pan hasta quedar satisfechos, y gozarán de tranquilidad en el país.”—Lev. 26:3-5, VP.
¿“Demasiado bueno para ser cierto,” dice usted? Pero, ¿por qué habría de serlo? Deténgase y piense.
¿Por qué no debería haber suficiente alimento y recursos? Dios ciertamente sabe qué hacer y puede lograrlo. ¿No es cada inventor quien mejor sabe la manera en que su invención debe trabajar? De modo que la bendición de Dios significa la distribución apropiada de las lluvias, el clima debido. Y tenemos que recordar que en primer lugar él creó un ecosistema perfecto.
¿No confiesan los científicos que la negligencia humana y el manipuleo egoísta de ese delicado sistema ha traído inundaciones y sequías catastróficas, contaminación, indecible miseria y muerte? Pero, ¿qué sucede cuando el hombre coopera con los sistemas naturales de la Tierra, implantados en ella por Dios?
En el antiguo Israel el Diseñador de la Tierra estipuló períodos específicos de descanso para el terreno mismo. Israel tenía bajo su custodia la tierra, la cual era propiedad de Dios. (Sal. 24:1; 89:11; 115:16) Puesto que sabía que el terreno tenía que ser revitalizado, el Gobernante invisible de Israel hizo provisión para ello. Cada séptimo año aquella tierra tenía un descanso completo. Bajo amenaza de pena de muerte para los violadores, no se cultivaba, plantaba ni segaba el terreno.—Éxo. 23:11; Lev. 25:4.
“¿Cómo vivía la gente?” pregunta usted. La bendición de Jehová en el sexto año producía cosechas abundantes que duraban a través de todo el “año séptimo” y hasta la siguiente cosecha. (Lev. 25:20-22) Además, también se podía consumir lo que creciera por su cuenta, aunque no se podía almacenar. De modo que durante el año sabático la tierra permanecía en barbecho, o sin cultivar. La lluvia, la vegetación natural y el mantillo obraban como abonos naturales. La tierra tenía la oportunidad de revitalizarse.
Tan serio era el requisito de dejar que la tierra obtuviera su descanso que una razón del cautiverio de 70 años de Israel en Babilonia fue la violación de las leyes sabáticas de Dios. El rey Nabucodonosor “desterró a Babilonia a los sobrevivientes . . . para que se cumpliera lo que Dios había dicho por medio del profeta Jeremías. Así el país debía disfrutar de su reposo; porque descansó todo el tiempo que estuvo en ruinas, hasta que pasaron setenta años.” (2 Cró. 36:20, 21, VP; también Lev. 26:34, 35, 43) Por razones egoístas habían estado agotando la tierra.
Pero, ¿qué sucedió cuando los israelitas regresaron a su país después de 70 años? Jehová los bendijo y el terreno volvió a ser fructífero, exactamente como el profeta Ezequiel había predicho poco después que los israelitas habían sido removidos de su país: ‘Los bendeciré; les enviaré lluvias de bendición en el tiempo oportuno. Los árboles del campo darán su fruto, la tierra dará sus cosechas, y ellos vivirán tranquilos en su propia tierra.’—Eze. 34:26, 27, VP.
Años antes, Isaías había declarado excitadamente: “Que se alegre el desierto, tierra seca; que se llene de alegría, que florezca, . . . En el desierto, tierra seca, brotará el agua a torrentes. El desierto será un lago, la tierra seca se llenará de manantiales.”—Isa. 35:1, 6, 7, VP.
¿Se realizó esto? Muy ciertamente. Al regresar, los israelitas experimentaron esto mismo, y todavía eran una nación próspera cuando los romanos ocuparon la tierra centenares de años después.
Pero, ¿tenemos prueba moderna de que exista un sistema de auto-recuperación en la Tierra?
Se ha logrado un ejemplo asombroso de recobro de la tierra en la moderna nación de Israel. Un informe dijo: “Los israelíes han restaurado algunos de los sistemas de acequias de distribución que los antiguos nabateos habían dejado en el desierto del Néguev, y están usando el agua sobrante para alimentar frondosos huertos de almendras y pistachos. Otras tácticas que han devuelto su lozanía al Néguev: sistemas de irrigación por gotas, que suministran pequeñas cantidades de agua directamente a las raíces de las plantas con la ayuda de monitores de computadoras; invernaderos para hortalizas y flores en los que hasta la circulación del agua es accionada por medio de la energía solar; cultivo de algas ricas en proteínas en albercas salobres, para alimentar a los animales.”
Es una restauración sorprendente de una tierra que estaba desolada. Se han realizado restauraciones semejantes en otras zonas, como en los desiertos de China. Pero, ¿qué hay del terreno que ha sufrido destrucción por la acción bélica? ¿Puede la Tierra enfrentarse con éxito a una carga tan pesada?
Durante la II Guerra Mundial, el puerto de la isla de Truk se convirtió en un vasto cementerio submarino de barcos de guerra japoneses. “Al estudiar aquella flota hundida más de un cuarto de siglo después,” dice National Geographic, “la bióloga Sylvia A. Earle y el fotógrafo Al Giddings hallaron un sobresaliente despliegue del poder sanador de la naturaleza.”
Una persona que ha buceado allí con escafandra autónoma, y que recuerda la batalla, dijo: “Durante más de dos años después el petróleo de las naves y los aviones cubrió las playas y los arrecifes. Pero ahora el mar se ha sanado.”
¿Quién sanó aquel lugar? No se necesitó mano humana alguna. El “sistema de saneamiento” que el Creador incorporó en la tierra y en los mares efectuó la tarea, en poco más de solo 30 años. La sobreabundancia de corales, plantas y animales que cubre los buques naufragados es un testimonio maravilloso acerca de la sabiduría y el poder del Creador.
¿Es éste el único ejemplo de que la Tierra puede sanarse a sí misma? Considere lo que ha sucedido en el Atolón de Eniwetok, en el Pacífico. Los Estados Unidos eligieron ese sitio como terreno de prueba para bombas nucleares. En 1977 los isleños comenzaron a regresar a los hogares que anteriormente habían ocupado. ¿Qué hallaron después de 20 años sin bombas?
Un conocedor de biología marina escribe: “Hoy día los peces y los corales prosperan en los cráteres producidos por las explosiones atómicas, lo cual es testimonio de que la naturaleza puede recobrarse de casi cualquier clase de perturbación.” Los científicos han quedado pasmados ante la asombrosa capacidad recuperativa del terreno.
¡Estas son noticias excitantes! Es patente que la Tierra contiene en sí misma un sorprendente sistema de restauración. ¿Permitiría el Creador que el hombre arruinara la obra de sus manos? Es obvio que no. El profeta Isaías escribió: “Así dice el Señor, creador del cielo —él es Dios—, él modeló la tierra, la fabricó y la afianzó; no la creó vacía, sino que la formó habitable.”—Isa. 45:18, Nueva Biblia Española.
Desde luego, se necesita un cambio de asuntos que sea de alcance mundial. Eso significará el fin del sistema actual con sus injusticias, ignorancia e imperfección. Pero, ¿cómo se realizará esto?
La respuesta sencilla se encuentra en el libro bíblico de Revelación: “El reino del mundo sí llegó a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo, y él gobernará como rey para siempre jamás. . . . vino tu propia ira, y el tiempo señalado . . . para causar la ruina de los que están arruinando la tierra.”—Rev. 11:15, 18.
Sí, por medio del gobierno del reino celestial de Dios bajo Cristo Jesús, pronto se realizará una magnífica transformación. Dios ha demostrado que es un Libertador y Restaurador de la tierra en el pasado. Los ejemplos de cosas que han acontecido en nuestra propia vida prueban que él incorporó en el terreno un sorprendente sistema de recuperación. Así es que podemos confiar en que la Tierra sobrevivirá. Dios realizará su propósito de hacer de la Tierra un paraíso, un hogar deleitable para el hombre.
[Comentario en la página 4]
‘Se agota la capa de ozono de la Tierra; aumenta la radiación ultravioleta’
[Comentario en la página 5]
“‘Lluvia ácida’. . . otro asesino potencial”
[Comentario en la página 5]
“Una gota de agua costará más que una gota de petróleo”
[Comentario en la página 6]
“El 80% de los casos de enfermedades del mundo están relacionados con el agua inmunda”
[Comentario en la página 6]
“Los desiertos están avanzando . . . ‘gracias a la propia insensatez del hombre’”
[Comentario en la página 7]
“Puesto que el problema es mundial, hay que tratarlo en escala mundial”
[Comentario en la página 7]
“La tierra y los árboles del campo darán su fruto”
[Comentario en la página 9]
“Cada séptimo año aquella tierra tenía un descanso completo”
[Comentario en la página 9]
“Que se alegre el desierto, . . . que florezca”
[Comentario en la página 10]
“El tiempo . . . para causar la ruina de los que están arruinando la tierra”