¿Está justificado Dios al castigar a los transgresores?
EN TIEMPOS recientes hemos visto a naciones irse por el mal camino y violar el derecho internacional. En tal caso, quizás otras naciones se combinen para pelear a fin de someter y castigar a la nación “desaforada” o agresora. Al proceder así ciudades quedan destruidas y hay gran matanza de poblaciones civiles. Ese fue el caso cuando Hitler perturbó la paz mundial.
Por lo general, ese proceder se acepta como necesario. La gente militar no cae bajo la misma condenación que los soldados. Se presenta el argumento: ‘¿No es verdad que la gente respalda a sus líderes políticos y los principios que éstos representan? ¿No apoyan a sus ejércitos con el trabajo que efectúan en el frente nacional?’
De manera similar, dentro de una nación, los gobernantes dan pasos para someter a los elementos desaforados, sediciosos. Les parece que tienen que hacer esto para preservar el orden y el buen nombre de su gobierno, y para que los ciudadanos observantes de la ley puedan disfrutar de paz y seguridad. Les parece que si el gobierno no actúa, vendrá a menos, y con el tiempo resultará derrota o anarquía.
¿No es raro, entonces, que estas mismas personas que presentan estos argumentos en cuanto a la rectitud y sabiduría de este proceder adoptado por los gobiernos a menudo se quejen y acusen a Dios de crueldad cuando leen que Dios va a castigar con destrucción a los transgresores?
Sin embargo, como Soberano Universal, Dios está moralmente obligado a obrar contra los rebeldes, desobedientes a sus leyes. Tiene que hacerlo, de otra manera ¿no se mostraría débil, no capaz o no suficientemente interesado en hacer observar sus propias leyes y no digno de ser Soberano? Además, no estaría ejerciendo justicia para con los que obedecen sus leyes. Pero, ¿qué hay de una nación u organización que, aunque afirma servirle, le acarrea vituperio a Su gobernación debido a desobediencia y prácticas corruptas? Él está aun más fuertemente obligado a obrar para limpiar Su nombre y vindicar su soberanía.
Los que afirman servir a Dios pero que le son desobedientes realmente no han llegado a conocerlo. Si hubieran llegado a conocerlo, lo amarían por sus excelentes cualidades y a causa de la bondad que ha mostrado a la humanidad. Habrían llegado a ser verdaderos amigos de Dios, íntimos suyos, porque en tal caso el los ‘conocería’ o reconocería. (Mat. 11:27; compare con Mateo 7:20.) Los reconocería como un hombre reconocería a un huésped bienvenido en su casa. (Sal. 24:3, 4; 27:4) Estos individuos que realmente conocen a Dios no emprenderían una práctica de maldad.—1 Juan 3:6; 4:8.
LOS PRINCIPALES TRANSGRESORES CONTRA DIOS
El apóstol Pablo escribe que Dios, por medio de Jesucristo, traerá “el castigo judicial de destrucción eterna” sobre “los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús.” (2 Tes. 1:8, 9) Luego Pablo describe a una clase o grupo de hombres llamado, en sentido compuesto, “el hombre de desafuero.”—2 Tes. 2:3.
El apóstol muestra que este “hombre de desafuero” compuesto sería uno que haría grandes declaraciones religiosas. Se levantaría sobre otros y dictaría de modo religioso a los hombres. Pero realmente estaría enseñando mentiras. El fin de esta clase de hombres sería la destrucción, al tiempo de la manifestación de la presencia de Cristo.—2 Tes. 2:4-12.
DIOS CASTIGÓ A SU PUEBLO PROFESO ISRAEL
El grupo descrito se encuentra hoy día entre el clero de la cristiandad. El Dios Soberano tiene un propósito válido al ejecutar sus decisiones judiciales contra el sistema religioso de la cristiandad guiado por este “hombre de desafuero.” Esto se puede deducir de lo que le dijo a su profeta Ezequiel acerca de los habitantes de Jerusalén y Judá de la antigüedad, porque la cristiandad es una correspondencia adecuada de Jerusalén, la cual obró de manera sumamente rebelde, corrompida. Jehová advirtió:
“Haz la cadena, porque la tierra misma ha llegado a estar llena de juicio manchado de sangre y la ciudad misma ha llegado a estar llena de violencia.”—Eze. 7:23.
Cuando Jerusalén fue destruida en 607 a. de la E.C. los sobrevivientes literalmente fueron encadenados. Jehová quería que Ezequiel advirtiera a los israelitas del juicio venidero, de modo que cuando llegara el tiempo, solo seis años más tarde, supieran que el castigo que estaban recibiendo realmente venía de Jehová. Sabrían que hay un Dios que interviene en los asuntos de los hombres y que su nombre es Jehová.
Después de la destrucción, el profeta Jeremías habló en nombre de los sobrevivientes del sitio, diciendo: “Me ha obstruido el paso como con un muro de piedra, para que no salga. Ha hecho pesados mis grillos de cobre.” (Lam. 3:7) El rey Sedequías, al huir de la ciudad, fue capturado y atado: “Y [el rey de Babilonia] cegó los ojos de Sedequías, después de lo cual lo ató el rey de Babilonia con grillos de cobre y lo llevó a Babilonia y lo puso en la casa de custodia hasta el día de su muerte.” Aun Jeremías fue esposado junto con la multitud de cautivos. Pero Nabuzaradán el jefe de la guardia de corps de Nabucodonosor lo puso en libertad.—Jer. 52:11; 40:1-6.
CASTIGO DE JERUSALÉN JUSTIFICADO
Jehová estuvo justificado al hacer que se forjara esta “cadena” de cautivos y desterrados. ¿Por qué? Bueno, los juicios que los tribunales del país habían dictado y ejecutado causaron el derramamiento de sangre inocente; o debido a la iniquidad de la gente aquellos tribunales tenían que tratar muchos crímenes capitales que envolvían sangre. La situación era tal como Oseas le había dicho a Israel años antes: “Hay la pronunciación de maldiciones y práctica de engaño y asesinato y robo y perpetración de adulterio que han estallado, y actos de derramamiento de sangre han tocado a otros actos de derramamiento de sangre.”—Ose. 4:2.
Jerusalén de veras estaba “llena de violencia,” a pesar de ser el centro de la adoración religiosa en el templo de Jehová. Esto hizo aun más imperativo el que Jehová trajera castigo. ¿A quiénes usaría para que les aseguraran la cadena simbólica? Jehová contesta:
“Ciertamente introduciré a los peores de las naciones, y ciertamente tomarán posesión de sus casas, y ciertamente haré que cese el orgullo de los fuertes, y sus santuarios tienen que ser profanados.”—Eze. 7:24.
Los “peores de las naciones” eran los babilonios. La simple mención de su nombre inculcaba temor en las naciones. En ese tiempo Babilonia ocupaba la posición de la Tercera Potencia Mundial de la historia bíblica. Era invencible, pues ni siquiera el gran poder de Egipto había podido refrenarla. Hablando al “caudillo” de la antigua Tiro, Ezequiel llamó a los babilonios “los tiranos de las naciones.” (Eze. 28:1, 2, 7) Babilonia constituía una amenaza muy grande para Jerusalén, más de lo que había sido cualquier otra nación.
Jerusalén era una ciudad difícil de capturar, pero los babilonios bajo Nabucodonosor irrumpieron a través de su muro después de un sitio de unos dieciocho meses. (2 Rey. 25:1-4) Después de eso tomaron “posesión de sus casas,” quemando con fuego todas las casas de los hombres grandes. Profanaron “sus santuarios,” derribando y quemando el templo de Jehová.—2 Rey. 25:9, 13-17; 2 Cró. 36:17-19.
“El orgullo de los fuertes” fue hecho cesar cuando el rey Sedequías, el ungido de la línea de David, fue capturado, cegado y llevado a Babilonia, y los principales del sacerdocio fueron muertos atrozmente, incluso el sacerdote principal Seraya y el segundo sacerdote Sofonías. También Nabucodonosor ejecutó a los oficiales principales de la ciudad.—2 Rey. 25:18-21.
NI PAZ NI AYUDA DE PARTE DE DIOS
De veras fue una retribución terrible, pero merecida, para los que estaban dentro de la ciudad condenada. Con anticipación Jehová le describió a Ezequiel lo que realmente sucedería:
“Vendrá ansiedad, y ciertamente buscarán la paz pero no la habrá. Vendrá adversidad sobre adversidad, y ocurrirá informe sobre informe, y la gente realmente buscará una visión de un profeta, y la ley misma perecerá del sacerdote y el consejo de los hombres de edad madura. El rey mismo se pondrá de duelo; hasta un principal se vestirá de desolación, y las manos mismas de la gente de la tierra se perturbarán.”—Eze. 7:25-27a.
Con la espada de guerra fuera de la ciudad y hambre y peste completas adentro, reinaba la confusión. Era “adversidad sobre adversidad,” y cada informe era uno que aumentaba el temor y la desesperación. Oh, sí, buscaban paz, pero no la había, por razón de que la buscaban de la manera incorrecta. Querían que continuara la paz mientras ellos iban por el mismo camino desobediente que habían practicado antes del sitio. Por medio del profeta Jeremías Jehová les había mandado que salieran en rendición incondicional a los babilonios. Si lo hubieran hecho, Jehová se habría encargado de que se les perdonara la vida. Pero no tenían fe en su Dios Soberano.
Por lo tanto, de nada servía que se dirigieran a un profeta para ‘buscar una visión.’ Tenían la palabra del profeta verdadero de Dios, Jeremías, de que la ciudad caería. Dios no iba a contradecirse y darles un mensaje de paz por medio de otro profeta. La ley dada por el sacerdote, quien se oponía al sacerdote Jeremías, habría de ‘perecer.’ El consejo de los príncipes y los hombres de edad madura no tenía valor. De hecho, el temor a sus príncipes fue lo que Sedequías usó como excusa para no obedecer las instrucciones de Jehová por medio de Jeremías. De modo que se puso “de duelo.” (Jer. 38:14-24) Así mismo cada uno de los principales del país, debido a la condición desesperanzada de la ciudad, solo podía rasgar sus prendas de vestir en expresión de desesperación interior y ‘vestirse de desolación.’
¿Qué habría de hacer la gente? Con sus caudillos en semejante condición de desconsuelo y confusión, no sabían qué hacer con sus manos, en qué utilizarlas. Pero compartieron la culpa con el rey y los sacerdotes y hombres de edad madura, porque todos habían seguido tras un camino malo, corrompido, idolátrico a pesar de las advertencias de Jehová. Por eso Dios dijo:
“Según su camino actuaré para con ellos, y con sus juicios los juzgaré; y tendrán que saber que yo soy Jehová.”—Eze. 7:27b.
Dios había hecho un pacto con Israel. Cumplió con los términos del pacto de bendecirlos cuando eran obedientes. Como Cumplidor de sus pactos, Jehová también tenía que obrar para con ellos “según su camino” cuando quebrantaban ese pacto, lo cual hacían, notoria y arbitrariamente. No se obtenía justicia en los tribunales del país. También, eran muchos los casos de asesinato. El soborno florecía. Las personas inocentes sufrían. En vista de todas estas cosas, ¿podría el Señor Soberano Jehová tratar a los judíos como si fuera un Dios diferente del Dios con quien sus antepasados habían hecho un pacto solemne por el mediador Moisés?
Por lo tanto, Jehová los juzgó “con sus juicios,” es decir, con los juicios que les aplicaban según la ley de Su pacto. Era imparcial y equitativo, en fidelidad a sí mismo el que lo hiciera. No los dejó bajo ningún concepto erróneo en cuanto a quién es él. Tenían que saber que este Jehová era el Mismo con quien sus antepasados entraron en el pacto, y que él no cambia. Tenían que saber que él es Jehová, el Dios eterno de justicia, verdad y rectitud.
ANGUSTIA SIMILAR LE SOBREVENDRÁ A LA CRISTIANDAD
Échele un vistazo a la cristiandad. ¿Vemos una comparación con la Jerusalén antigua? ¿No está su dominio ‘lleno de juicio manchado de sangre’? ¿No está ella, aun en sus centros y plazas fuertes religiosos, “llena de violencia”?
Como Jerusalén, la cristiandad ha sido instruida en cuanto al camino correcto por el cual ir. Se le ha advertido de las consecuencias de la maldad o error contra Dios. ¿Qué, pues, puede esperar ella?
Ya viene adversidad sobre adversidad sobre las iglesias de la cristiandad, con la menguante asistencia a las iglesias y la pérdida de ministros e ingresos. Sus clérigos ya no dan a la gente guía procedente de la ley de Dios, y no tienen ninguna “visión” apegada a la realidad, creíble, en cuanto al mejoramiento de las condiciones en el futuro.
Pero estas adversidades solo son preliminares a la “tribulación grande” que en breve estallará sobre la cristiandad. Entonces los “peores de las naciones,” los peores en lo que toca a la cristiandad, a saber, los elementos políticos y seglares radicales, impíos, no mostrarán ningún respeto a sus cosas sagradas. Se pasará por alto la ley de su sacerdocio y clero. Será un tiempo de gran duelo para sus ancianos que son sabios según el mundo y sus líderes eclesiásticos. Los que todavía se adhieren a sus instituciones serán ‘perturbados en sus manos,’ sin saber qué hacer para salvar el sistema religioso.
El enterarse de que estas cosas vienen sobre las iglesias de la cristiandad no debe sorprender a los que leen y tienen fe en la Biblia. Todos los juicios de Dios están puestos por escrito. Está inequívocamente claro que él juzgará a los fornicadores y adúlteros (Heb. 13:4), depravados sexuales, idólatras, mentirosos, asesinos y los que practican espiritismo (Rev. 21:8; 22:15), hipócritas (Mat. 23:29-33) y a todos los que contaminan la adoración de Dios, en particular los que lo hacen a la vez que afirman servirle.—1 Cor. 3:17.
Así se dará a conocer a la cristiandad y a todos los espectadores que Jehová Dios es el Señor Soberano, que “de ninguna manera dará exención de castigo,” y que pagará en su cara a los que lo desafían.—Éxo. 34:7; Deu. 7:10.
Hoy cada persona que ve lo que dice la Palabra de Dios acerca de la acción justa de Jehová contra los transgresores debería preguntarse: ¿Aprenderé que él también es “un Dios misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa y verdad” para con los que desean hacer lo correcto? (Éxo. 34:6) ¿Llegaré a ser un ‘huésped en su tienda’ practicando lo correcto y limpio? (Sal. 15:1-3) Jehová no permitió que Jeremías o Ebed-melec y ciertos otros murieran cuando los “tiranos de las naciones” tomaron Jerusalén. Puede proteger a los que aprenden y siguen su camino justo hoy día aunque los “peores de las naciones” se desenfrenen y destruyan a la cristiandad.
Sí, el período que principia con el juicio de la cristiandad es una “tribulación grande como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder.” Pero Dios suministrará protección, para que ‘se salve alguna carne.’ Y él hasta castigará a los “peores de las naciones” tal como más tarde castigó a Babilonia por su presunción al ensalzarse contra él. Así todos los inicuos serán aniquilados, “de modo que no les dejará raíz o rama mayor.” Que todos los que aman a Dios busquen la paz con él ahora y vivan.—Mat. 24:21, 22; Mal. 4:1.