¡Cuídese de la complacencia!
¿HA DICHO usted alguna vez, cuando le ha hablado un estudiante de la Biblia: ‘Me parece que la religión es una cosa personal, que no ha de discutirse. No quiero dejar que mi mente se agite, se desoriente’? ¿Prefiere usted quedarse sereno en su complacencia? Sin embargo Jesucristo mismo dijo de nuestros tiempos:
“Presten atención a ustedes mismos para que sus corazones nunca lleguen a estar cargados debido a comer con exceso y beber con exceso y por las inquietudes de la vida, y de repente esté aquel día sobre ustedes instantáneamente como un lazo. Porque vendrá sobre todos los que moran sobre la haz de toda la tierra. Manténganse despiertos, pues, en todo tiempo haciendo ruego para que logren escapar de todas estas cosas que están destinadas a suceder, y estar en pie delante del Hijo del hombre.”—Luc. 21:34-36.
Por supuesto, la complacencia y el contentamiento, con tranquilidad de ánimo, pueden ser buenos. Pero la complacencia, la satisfacción serena que se fía de esperanzas o ideas infundadas puede ser sumamente peligrosa.
Por ejemplo, no muestra sabiduría el que uno se quede sentado en su casa con una actitud de complacencia cuando por la radio están dando advertencias de una tormenta y evacuación. Indudablemente ha resultado cierto el siguiente proverbio bíblico respecto a muchas personas desatentas que han mostrado tal complacencia: “El bobalicón se hace sordo y sale malparado, y los estúpidos son arruinados por su propia complacencia.”—Pro. 1:32, The New English Bible.
Algunos quizás arguyan tocante a las advertencias como lo hicieron los ciudadanos en algunas zonas recientemente inundadas. Dijo un informe: “Un público sereno en su complacencia, pensando que estaba protegido a causa de diques y otras obras para controlar las inundaciones edificados después de la famosa ‘inundación de cien años’ de 1946, no hizo caso de las advertencias de que aún podría venir una inundación peor.”
Pero, ¿qué hay de una advertencia de origen divino, particularmente si esa advertencia se había dado a través de un período de años, y si un examen imparcial de los hechos probaba que la advertencia estaba justificada? ¿No sería entonces aun más disparatada la complacencia?
¿SE ACERCA LA CRISTIANDAD AL DESPLOME?
Hay tal advertencia, y esa advertencia tiene que ver con el desplome de las religiones de la cristiandad, junto con la textura de la sociedad en la cual estas religiones están entretejidas. Pero, ¿justifican los hechos dicha advertencia y la necesidad de abandonar una actitud de complacencia, si una persona pertenece a uno de estos sistemas eclesiásticos?
Bueno, considere el registro de las iglesias. ¿Han elevado verdaderamente las normas morales de la gente, aun de sus propios miembros? Más bien, ¿no han ido con el mundo, abandonando las normas bíblicas y rebajándose a tal grado que el seguirlas no sería diferente de seguir a cualquier organización mundana? ¿Han demostrado las iglesias que pueden hacer diferentes a sus miembros, o que pueden equiparlos mejor para llevar vidas más decentes, más morales?
¿Qué hay de la política, las divisiones nacionalistas, y la guerra? Las religiones de la cristiandad no han advertido a la gente del peligro, de hecho, de la falta de esperanza de confiar en los hombres. En cambio, han apoyado el gobierno del hombre y han promovido el nacionalismo. En muchos casos han ido hasta el grado de dirigir a sus miembros en cuanto a por quién votar en las elecciones políticas. Han fomentado y estimulado matanza atroz al por mayor de hombres, incluso poblaciones civiles, en guerra sanguinaria.
En consecuencia, ¿debería sentir que está seguro el individuo que pertenece a una religión en la parte del mundo llamada cristiana? ¿Debería creer que, prescindiendo de lo que suceda, la cristiandad no puede caer, para propia pérdida de él?
SE ILUSTRÓ EL PELIGRO DE LA COMPLACENCIA
Si alguien en su complacencia tiende a desatender el mensaje de advertencia de que la calamidad está por sobrevenirle a la cristiandad, que considere una ilustración bíblica que debería sacudirlo de su complacencia.
La ilustración es una que difícilmente se usaría hoy, especialmente en el mundo occidental. Sin embargo, es tan enérgica y pictóricamente exacta como puede ser una ilustración.
Se le dio esta ilustración al profeta Ezequiel solo unos cinco años antes de la destrucción de Jerusalén. Ezequiel, en visión, vio a veinticinco hombres presumidos que se sentían muy seguros. Eran príncipes de Jerusalén. Como hombres prominentes de la ciudad, consejeros del rey, estaban suministrando consejo malo a Jerusalén. No solo estaban obrando de modo contrario a las advertencias dadas por los profetas Ezequiel y Jeremías, sino que muy probablemente estaban animando al rey Sedequías a rebelarse contra Babilonia y quebrantar el pacto que había hecho bajo juramento delante de Dios. (2 Cró. 36:11-13; 2 Reyes 24:18 a 25:1) Estaban confiando en el poder militar de Egipto, el ‘brazo de carne,’ para salvarlos. Pues fue dentro de los tres años después de la visión de Ezequiel (612 a. de la E.C.) que el rey Sedequías sí se rebeló, con la aprobación de ellos.
Dios realmente dijo esto a Ezequiel en la visión e ilustración que dio al profeta. Ezequiel informa:
“Y un espíritu procedió a alzarme y llevarme a la puerta oriental de la casa de Jehová que mira hacia al este, y, ¡mire! en la entrada de la puerta había veinticinco hombres, y llegué a ver en medio de ellos a Jaazanía el hijo de Azur y a Pelatías el hijo de Benaya, príncipes del pueblo. Entonces [Jehová] me dijo: ‘Hijo del hombre, éstos son los hombres que están tramando lo perjudicial y asesorando mal consejo contra esta ciudad; que están diciendo: “¿No se ha acercado mucho el edificar casas? Ella es la olla de boca ancha, y nosotros somos la carne.”’”—Eze. 11:1-3.
Estos príncipes y consejeros gubernamentales del rey Sedequías se sentían muy seguros dentro de la fuertemente fortificada Jerusalén. Los muros de la ciudad eran como los lados de una olla metálica, inaportillable, como pensaban. Como carne que se cuece dentro de una olla de hierro, no serían sacados, desposeídos. A los consejeros les parecía que podían asegurarse de residir permanentemente por medio de recurrir al rey de Egipto por ayuda contra Babilonia. De modo que razonaron que era tiempo de edificar casas, con tenencia a largo plazo en mira.
Estos individuos demasiado confiados, serenos en su complacencia, y el resto de la gente que estaba en Jerusalén necesitaban advertencia. Por lo tanto Dios le mandó a Ezequiel que pronunciara una profecía que resultó ser muy mordaz y poderosa. Jehová dijo:
“‘Ustedes dijeron lo recto, oh casa de Israel; y respecto a las cosas que suben en el espíritu de ustedes, yo mismo lo he conocido. Ustedes han hecho que los de ustedes que han sido muertos violentamente en esta ciudad sean muchos, y ustedes han llenado sus calles con los que han sido muertos violentamente.’” “Por lo tanto, esto es lo que ha dicho el Señor Soberano Jehová: ‘En cuanto a los de ustedes muertos violentamente a quienes ustedes han puesto en medio de ella, ellos son la carne, y ella es la olla de boca ancha; y habrá un sacar a ustedes mismos de en medio de ella.’”—Eze. 11:5-7.
Estos hombres habían procedido hasta el extremo de matar a los de la ciudad que favorecían el continuar sumisos a Babilonia. Pero Dios mostró que, en vez de que estos príncipes permanecieran dentro de Jerusalén, como suponían, aquellos a quienes habían matado serían los que permanecerían allí. Serían los príncipes demasiado confiados los que serían arrastrados de sus hogares por los babilonios. Antes de caer por la espada del rey de Babilonia los verían incendiar sus casas. Ezequiel dijo a esos príncipes:
“‘Espada han temido, y espada traeré sobre ustedes,’ es la expresión del Señor Soberano Jehová. ‘Y ciertamente los sacaré de en medio de ella y los daré en mano de extraños y ejecutaré sobre ustedes actos de juicio. A espada caerán. . . . En la frontera de Israel los juzgaré, y tendrán que saber que yo soy Jehová, porque en mis disposiciones reglamentarias no anduvieron y mis juicios no pusieron por obra, sino que según los juicios de las naciones que están alrededor de ustedes, han obrado.’”—Eze. 11:8-12.
Por supuesto, estas palabras muestran que Jehová realmente sería el que estaría ejecutando juicio en estos tramadores complacientes que se sentían tan seguros. Pero al hacerlo usaría la “espada” en las manos de “extraños” del extranjero, los babilonios, para llevar a cabo el matar verdadero. Los que sobrevivieran a la “espada” no estarían seguros dentro de los muros de aquella “olla” simbólica, Jerusalén. Arrastrados afuera, serían juzgados “en la frontera de Israel.” Y sucedió así. Fue en la punta septentrional del territorio que había sido conquistado por el rey David, a saber, en Ribla hacia Hamat, donde sucedió lo que se relata en lo siguiente:
“Además, el jefe de la guardia de corps tomó a Seraya el sacerdote principal y a Sofonías el segundo sacerdote y a los tres guardas de la puerta, y de la ciudad tomó a un oficial de la corte que era el comisionado de los hombres de guerra, y a siete hombres de los que tenían acceso al rey, que fueron hallados en la ciudad, y al secretario del jefe del ejército, el que reunía con fines militares a la gente de la tierra, y a sesenta hombres de la gente de la tierra, que fueron hallados en medio de la ciudad. De modo que tomó a éstos Nabuzaradán el jefe de la guardia de corps y los condujo al rey de Babilonia en Ribla. Y a éstos el rey de Babilonia procedió a derribarlos y a darles muerte en Ribla en la tierra de Hamat. Así Judá se fue al destierro de sobre su terreno.”—Jer. 52:24-27.
JEHOVÁ NO MUESTRA COMPLACENCIA EN CUANTO A LOS QUEBRANTAPACTOS
Así Jehová mostró que él es el infalible Cumplidor de Pactos. Él no se encierra en su complacencia en cuanto a los acuerdos que hace. Él los cumple al pie de la letra, y no pasará por alto a los que son infieles a sus acuerdos y que desobedecen las leyes de Dios y que opinan en su complacencia que no importa, y que están seguros. Él dijo con franqueza a los presumidos de Jerusalén que sentían tan serena satisfacción: “Los juzgaré.” ¿Por qué? “Porque en mis disposiciones reglamentarias no anduvieron y mis juicios no pusieron por obra, sino que según los juicios de las naciones que están alrededor de ustedes, han obrado.”—Eze. 11:11, 12.
¿Ha afirmado la cristiandad moderna, como Israel de la antigüedad, estar en relación de pacto con Dios? Sí. Ha distribuido millones de ejemplares de la Biblia en más de mil idiomas. Estas Biblias han establecido que el nombre de Dios es Jehová o Yahvé. Ella afirma que su mediador entre este Dios y los hombres es Jesucristo el Hijo de Dios, y que ella está en el “nuevo pacto” con Dios. (Jer. 31:31-34; Luc. 22:20; 1 Tim. 2:5, 6) Sin embargo, ella ha violado las leyes de Dios, ha roto su pacto con él. Además de su culpabilidad por homicidio ella ha condonado la inmoralidad entre los miembros de sus iglesias, y ha declarado que Dios está muerto, que él no se interesa en el hombre y que no desempeña ningún papel en el registro histórico. Sus clérigos dicen, de hecho, que él ha olvidado su nuevo pacto. Cuando se les presenta la advertencia la pasan por alto, hasta se mofan de ella. (2 Ped. 3:3, 4) Lo mismo que los consejeros del rey Sedequías de Judá, profetizan cosas buenas para los establecimientos religiosos, políticos y comerciales de la cristiandad, diciéndole a la gente que cifre su confianza en el ‘brazo de carne,’ y realmente hacen que los miembros de sus iglesias y otros se arrellanen muy satisfechos.—Jer. 6:14.
La cristiandad no tiene un muro de piedra a su alrededor como lo tenía la Jerusalén de la antigüedad. Sin embargo, sus clérigos y líderes quizás opinen como opinaban los príncipes de Jerusalén, que ella está en un lugar seguro, tal como carne dentro de los confines de una vasija de hierro. Su “muro” es aquello en lo cual cifra su confianza, el poderío militar de las naciones. Ella aboga por el gobierno del hombre, especialmente por medio de una organización mundial como las Naciones Unidas. De hecho, el Concilio Federal de las Iglesias de Cristo en América llamó a su predecesora la Sociedad de Naciones “la expresión política del reino de Dios en la Tierra.”
¿Hará algo Jehová acerca de las acciones de la cristiandad que han difamado Su nombre? ¿Sacudirá a los líderes religiosos falsos así como a los políticos que afirman que las naciones que ellos están dirigiendo son naciones cristianas? ¿Serán sacudidos de su actitud de satisfacción serena? Note lo que sucedió en el caso de Ezequiel:
“Y aconteció que tan pronto como profeticé Pelatías el hijo de Benaya mismo murió, y procedí a caer sobre mi rostro y llorar con voz fuerte y decir: ‘¡Ay, oh Señor Soberano Jehová! ¿Es un exterminio lo que estás ejecutando con los que quedan de Israel?’”—Eze. 11:13.
En la visión, ¿qué fue lo que hizo que Pelatías el príncipe cayera muerto después que Ezequiel había profetizado y notificado a los veinticinco “príncipes del pueblo”? Según lo que clamó con temor, el profeta Ezequiel consideró que fue una ejecución directa de juicio de parte de Jehová. Lo consideró como una señal no solo de muerte inminente para los otros veinticuatro príncipes, sino, ¡ay! también de un exterminio venidero de todos los “que quedan de Israel.” Sin embargo, él no puso en tela de juicio el derecho de Dios de exterminarlos a todos.
Viendo cómo Dios consideró a estos hombres en Jerusalén que quebrantaron Su pacto y presumidamente se consideraban seguros en su confianza materialista en el poder seglar, ¿cómo considera Dios a la cristiandad y a los líderes de ella? ¿Dejará que continúen diciendo que “Dios está muerto,” que pasen por alto las leyes de su nuevo pacto en el cual afirman estar unidos a él, y se mofen de la advertencia de su Palabra, la Biblia, que ahora está siendo declarada públicamente?
Si alguien ha tendido a sentirse sereno en su complacencia, realmente no sirviendo a Dios y no prestando atención a su Palabra o a la advertencia de la proximidad de la “tribulación grande,” ¡debería tener cuidado! Debería despertar de cualquier condición soñolienta, aletargada, y prestar atención inmediata a lo que Dios dice. Si no, Dios estará obrando enteramente en armonía con la rectitud y la justicia al destruirlo en la crisis venidera sobre este mundo.
PREGUNTAS QUE MERECEN RESPUESTA
Tal como Ezequiel temía la destrucción de todo el pueblo pactado de Jehová durante la amenazadora destrucción de Jerusalén, pudiera suscitarse un temor similar en el corazón de las personas con inclinación religiosa que no comprenden la distinción que existe entre la cristiandad y el cristianismo verdadero. ¿Significa la actitud de la cristiandad para con Dios y el fracaso de ella que el cristianismo ha fracasado?
Al pensar sobre estas cosas, una persona pudiera sentirse impelida por el temor a hacer la pregunta: ‘Si en la venidera “tribulación grande” que le viene a todo el sistema de cosas Jehová extermina a toda la cristiandad y sus aliados mundanos, ¿significará esto la destrucción del cristianismo verdadero en conjunto?’
Hay quienes tendrían gusto en que fuera así. A los elementos comunistas y otros elementos radicales que odian al cristianismo de la Biblia les gustaría participar en exterminar, no solo al cristianismo hipócrita de la cristiandad, sino también a la “religión pura,” la verdadera adoración cristiana del Señor Soberano Jehová.—Sant. 1:27, Versión Moderna.
¿Tendrán estos radicales irreligiosos la satisfacción de ver borrado de la Tierra al cristianismo? O, ¿habrá una línea de demarcación definida entre la religión falsa hipócrita y el cristianismo verdadero, de modo que sobreviva el cristianismo? Recordando que, aunque se usarán poderes seglares para destruir a la cristiandad, realmente es el juicio de Dios el que estará siendo ejecutado, estaremos a la expectativa de lo que el profeta Ezequiel oyó enseguida de parte de Dios. Esto se considerará en un futuro número de esta revista. En el ínterin, las personas sinceras no se quedarán en su complacencia, sino que estarán averiguando cuál es la voluntad de Dios para ellas, a fin de determinar de qué manera, de haber alguna, ha hecho Dios provisión para supervivencia.