Preguntas de los lectores
● ¿Por qué dijo La Atalaya del 15 de julio de 1963, en la página 434: “El privilegio de la oración solo es para los que, sobre la base de conocimiento acertado, han hecho una dedicación de ellos mismos para hacer la voluntad de Jehová”?—A. G., Irán.
Existe mucho concepto erróneo entre los que afirman ser cristianos tocante a quiénes pueden orar. De hecho, la mayor parte de ellos piensa que cualquiera puede orar concerniente a cualquier asunto con la perspectiva de ser oído. Pero no es así. (Pro. 15:29; Sant. 4:3) La oración no es un privilegio ilimitado, sino, más bien, un privilegio restringido, exclusivo. Como leemos en Hebreos 11:6: “El que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que llega a ser el galardonador de los que le buscan encarecidamente.” En otras palabras, para que uno sea oído por Dios no solo tiene que creer que Dios existe, sino que tiene que estar buscándolo encarecidamente. Por eso Jehová Dios les dijo a los israelitas infieles que él no estaba escuchando sus oraciones. Y Jesús mostró que las oraciones hechas para causar efecto, así como las hechas por personas farisaicas, no son oídas.—Isa. 1:15; Mat. 6:5-8; Luc. 18:11-14.
¡Cuán restrictiva hace a la oración todo esto! Como se ha epitomado previamente en las publicaciones de la Watch Tower (“Asegúrense de todas las cosas,” páginas 266-272), la oración, para ser escuchada y contestada por Dios, tiene que ser hecha a la Persona correcta, Jehová Dios, el Creador, el Dios de la Biblia. En segundo lugar, tal oración debe hacerse de la manera correcta: “Nadie viene al Padre sino por mí,” dijo Jesús. (Juan 14:6) Se incluyen en la manera correcta también la sinceridad, la fe y la perseverancia. En tercer lugar, para que la oración sea contestada tiene que ser tocante a asuntos correctos, los que están en armonía con la voluntad de Dios. Por eso, Jesús enseñó a sus seguidores a orar a Dios: “Efectúese tu voluntad.” Aun el rey Salomón de la antigüedad reconoció que la oración era un privilegio restringido, porque, tocante a los extranjeros, pidió a favor de solo aquellos que, después de saber del único Dios verdadero, Jehová, vinieran y oraran hacia Su templo en Jerusalén.—Mat. 6:10; 1 Rey. 8:41-43.
Cornelio fue uno de esos hombres deseosos de hacer la voluntad de Dios, porque, aunque como hombre incircunciso de las naciones no pertenecía a la nación dedicada de Israel, se le describe como “hombre devoto y que temía a Dios junto con todos los de su casa, y él hacía muchos regalos de misericordia a la gente y hacía súplica a Dios continuamente.” Por lo tanto, se puede decir que Cornelio estaba progresando hacia la dedicación, y al recibir conocimiento acertado se dedicó; y desde entonces entró en relación de pacto con Dios, y Dios trató con él como un hijo, prueba de lo cual El dio al darle el espíritu santo a Cornelio.—Hech. 10:1-44.
Cualquiera que viene al Dios verdadero Jehová en oración de la manera correcta y pide en cuanto a las cosas correctas se puede decir que es de tal disposición mental que está progresando hacia la dedicación, si es que no ha hecho ya una dedicación en su corazón, aunque todavía no la haya simbolizado mediante inmersión en agua. A todas esas personas de buena voluntad hacia Dios, deseosas de hacer su voluntad, se les puede estimular a orar. Por consiguiente, los hijos que están siendo criados por sus padres con el propósito de que lleguen a ser siervos dedicados de Jehová también pueden ser instruidos apropiadamente a orar.—1 Cor. 7:14.
Sin embargo, se puede apreciar fácilmente que las personas del mundo que no se han interesado en particular en un estudio de la Biblia no sabrían los requisitos divinos para la oración ni han manifestado una actitud que le agrade a Dios. Por eso, no estarían en posición de ofrecer oraciones que fueran aceptables a Jehová.—Pro. 28:9.
También parece ser que no pocos que por algún tiempo estuvieron progresando hacia la dedicación ahora se están retrayendo de dar ese paso. No obstante, continúan asociándose con los del pueblo de Dios y sirviendo con ellos. Si es egoísmo lo que los está retrayendo, si no pueden hallar en su corazón el darse en dedicación completa a Dios, bien pueden preguntarse si todavía tienen el privilegio de la oración. Aparentemente no, porque los que se acercan a Dios tienen que buscarlo encarecidamente. Tales personas también deben notar que solo los que buscan a Jehová, la justicia y la mansedumbre, los dedicados y los que llevan a cabo encarecidamente su dedicación, pueden esperar el ser escondidos en el día de la ira de Jehová.—Heb. 11:6; Sof. 2:3; Luc. 13:24.
● ¿Sería necesario que un psiquiatra cambiara su profesión antes de ser elegible para el bautismo y ser reconocido como testigo de Jehová? —R. W., EE.UU.
No, no parece que esto sea necesario. El hecho de que las publicaciones de la Watch Tower han desalentado a los cristianos dedicados en cuanto a consultar a los psiquiatras mundanos salvo en casos extremados no significa que un psiquiatra no puede ayudar y no ayuda a los que lo consultan. El que un psiquiatra continuara practicando o no su profesión después de la dedicación sería enteramente una decisión que él tendría que hacer. Es posible que pudiera ser un psiquiatra mucho mejor en virtud de que ahora entiende y aprecia los principios bíblicos, y especialmente a causa de su fe en Jehová Dios y su dedicación para hacer la voluntad de Dios. Vea “El aspecto bíblico de la medicina psicosomática,” en La Atalaya del 1 de enero de 1955, páginas 8-12.
Sin embargo, un psiquiatra cristiano dedicado necesitaría ser muy cuidadoso para no influir indebidamente en otros cristianos para que vinieran a verlo buscando sabiduría mundana en vez de dirigirse a sus superintendentes buscando sabiduría celestial. De hecho, tendría que hacer un esfuerzo especial, por decirlo así, para no dar la idea de que su psiquiatría es una sabiduría superior a la que se encuentra en la Biblia. La Biblia contiene mucho mejor consejo para rehacer nuestra personalidad que la psiquiatría o el psicoanálisis. Y solo su sabiduría conduce a la vida eterna.—1 Cor. 13:1-13; Gál. 5:19-23; Col. 3:1-25.