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El Sermón del Monte... ‘Acumulen tesoros en el cielo’La Atalaya 1979 | 1 de febrero
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en todo aspecto de la vida. “Los que están determinados a ser ricos,” escribe el apóstol Pablo, “caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y dañinos, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina. Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales, y haciendo esfuerzos por realizar este amor algunos han sido descarriados de la fe y se han acribillado con muchos dolores.”—1 Tim. 6:9, 10.
Mostrando la seriedad de esto, Jesús dijo en seguida: “Si en realidad la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande oscuridad es ésa!” (Mat. 6:23b) Como seres humanos tenemos la imperfección en nosotros desde el nacimiento. (Rom. 5:12) Sin embargo, la condición de uno empeora si uno da dirección incorrecta a las facultades que tiene para adquirir iluminación (el ojo figurativo). El codicioso anhelar de riquezas mancha todo aspecto de la vida de uno. (Pro. 28:20) “¡Cuán grande,” exclamó Jesús, es la “oscuridad” de aquellos cuyo amor a los tesoros materialistas los conduce a empujar a un lado los asuntos espirituales!—Mat. 13:22.
Jesús añadió entonces una segunda ilustración: “Nadie puede servir como esclavo a dos amos; porque u odiará al uno y amará al otro, o se apegará al uno y despreciará al otro.”—Mat. 6:24a.
Los que estaban escuchando el Sermón del Monte estaban familiarizados con la esclavitud, que era regulada por la ley mosaica. (Éxo. 21:2; Lev. 25:39-46) El dueño de un esclavo podía esperar que su esclavo hiciera cuanto a cabalidad pudiera en su servicio. (Compare con Lucas 17:7-10.) Es interesante el hecho de que en La Mishna se consideran los derechos del “esclavo que pertenece a condueños,” lo que indica que a veces un esclavo podía estar sujeto a dos amos. Acerca de las palabras de Jesús respecto a esto, leemos en el Theological Dictionary of the New Testament (Diccionario teológico del Nuevo Testamento):
“Mat. 6:24 y Luc. 16:13 presuponen la posibilidad de que un esclavo tuviera dos dueños que hubieran hecho inversiones iguales en él y por lo tanto tuvieran derechos iguales a sus servicios. Esta es una situación que podía existir y existía. De hecho, había esclavos a quienes un amo ponía en libertad, pero otro no, de modo que eran mitad libres y mitad esclavos. Por supuesto, en tal relación [de servidumbre doble] era casi imposible el que el esclavo desplegara la misma devoción a ambos, especialmente cuando los deseos e intereses de éstos pudieran variar muy ampliamente. Jesús expresó esto en el lenguaje de sus contemporáneos y Su pueblo al decir que el esclavo [amaría] a un amo y [odiaría] al otro, es decir, que le tendría menos apego.”
Jesús remachó el punto de esta ilustración al decir: “No pueden ustedes servir como esclavos a Dios y a las Riquezas.” (Mat. 6:24b) Esta declaración no condena el poseer riquezas, sino que, más bien, da énfasis al hecho de que uno no puede ‘servir como esclavo’ a las riquezas y a la misma vez dar a Dios la devoción exclusiva que él requiere. El que verdaderamente ama a Dios y desea servirle de manera aceptable, ciertamente tiene que ‘despreciar’ la esclavitud que es el resultado de hacer que los tesoros en la Tierra sean la meta principal de uno en la vida.
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Ponderando las noticiasLa Atalaya 1979 | 1 de febrero
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Ponderando las noticias
Esclavitud de las fuerzas satánicas
● Un ex-instructor de meditación trascendental dice que ésta lo puso en “esclavitud a fuerzas ocultas, satánicas,” informa el “Star” de Toronto, Canadá. Cuando él se esforzó por abandonar aquella práctica, después de siete años de meditar, a veces por 16 horas al día, admitió que experimentó “síntomas de abstinencia” peores que los que experimentan alcohólicos o narcómanos.
Sobre los resultados de su meditación trascendental, el anterior hombre de negocios de Toronto explicó: “Uno cree que está controlando otras fuerzas, ocultas, del universo. Pero, y esto es algo que asusta, ahora creo que en realidad ellas controlan a uno.” Dijo que su mente quedó tan “vacía de pensamientos” por la meditación prolongada que ya “no podía admitir” la idea de pensar por sí mismo.
En un espacio de tres meses durante los cuales participó en aquella meditación, ejercicios
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