Examinando el mundo de las cosas pequeñas
SI UNO mira los objetos fabricados de mejor cualidad, como una silla o una mesa, uno ve un acabado y apariencia excelentes, hermosas. Pero si uno voltea el mueble y mira la parte de abajo, es muy probable que lo halle tosco y falto de atracción, hasta mal acabado. Y si examina cualquier parte del excelente acabado con un poderoso lente de aumento, ve que hasta éste, de hecho, parece muy áspero e irregular.
¿Qué diría el lector acerca de un trabajador cuyo producto fuera tan excelente que aun al voltearlo e inspeccionarlo con un lente de aumento revelara solo belleza, orden y simetría? ¿Y qué pasaría si hallara que cuanto más minucioso el examen más embelesadora fuera la belleza? Indudablemente declararía que el trabajo fue hecho por un artesano superior, con extraordinaria habilidad y sabiduría, y que se llevó a cabo en detalle con un cuidado amoroso.
Eso es exactamente lo que uno ve en la obra del Creador. Y además de la belleza, hay también un maravilloso valor funcional y una muy intrincada, estrechamente enlazada dependencia mutua en todo lo que el Creador ha hecho. La manera en que cada cosa viviente funciona a favor de todas las demás se hace más y más evidente a medida que los hombres pueden examinar el mundo de las cosas pequeñas con microscopios cada vez más poderosos.
De la habilidad de Dios, Jesucristo dijo: “Aprendan una lección de los lirios del campo, . . . les digo que ni aun Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos.” (Mat. 6:28, 29) Es fácil apreciar la delicada belleza de una flor, su color y fragancia sin par. Pero al examinarla minuciosamente bajo un microscopio, hasta la mismísima estructura celular, uno se maravilla de la belleza del diseño y de la habilidad en la ingeniería que están representadas en la flor.
En nuestro examen escrupuloso, pues, vayamos al verdadero “fondo”... el mundo de las plantas y animales que normalmente los ojos humanos no pueden ver, y que nunca podrían ser vistos si no fuera por el microscopio. En el reino de estas cosas minúsculas hallamos exactamente el mismo glorioso arreglo.
El reino de las plantas acuáticas
¿Dónde halla uno este mundo fascinante? Tome un poco de agua salobre o agua de mar y colóquela entre dos pedazos de vidrio. Ponga esta “transparencia” en la platina del microscopio. Verá pequeñas figuras, algunas estacionarias, algunas que se mueven lentamente, otras que se mueven con ímpetu salvaje. Hay algunas que giran como un trompo; otras toman un curso aparentemente irregular y desprovisto de meta. Algunas son plantas... “algas”; otras son animales... “protozoarios.”
De hecho, la vida vegetal produce todo el alimento para la vida humana y animal en la Tierra. (Gén. 1:29, 30) Las plantas, por medio del procedimiento que se llama “fotosíntesis,” utilizan el aníhidrido carbónico del aire o el que está disuelto en el agua de la Tierra, para convertir la materia inorgánica en alimento que los animales pueden digerir. Cada año las algas del agua producen incontables miles de millones de kilos de almidones, azúcares, proteínas y aceites. Los científicos no han podido descubrir el misterio de su procedimiento... la fotosíntesis. Esta complicada operación química, de la cual depende toda la vida terrestre, da testimonio de la inescrutable sabiduría del Creador.
Cambie ahora su microscopio a un aumento mayor. Contemplará un arreglo de joyas exquisitas. Estas son las diatomeas. Estas plantas de apariencia vidriosa tienen una concha dura de silicio en una gran variedad de diseños intrincados y simétricos.
Se hallan grandes depósitos de conchas de diatomeas en capas espesas, donde fueron depositadas siglos atrás cuando el agua cubría lo que ahora son zonas de tierra. Esos depósitos se llaman “tierra de diatomeas.” ¡Las conchas de estas plantas son tan pequeñas que hay más de tres millones en un centímetro cúbico!
¿Recibe el hombre algún beneficio directo de las diatomeas? Sí. La tierra de diatomeas se usa en filtros delicados en varias industrias. Se emplea en muchas pinturas mate y en algunas clases de material aislante. Debido a sus cualidades abrasivas es un ingrediente en muchos productos de fregado. Es muy probable que lo haya usado al cepillarse los dientes.
Al observar las plantas microscópicas, uno ve una gran variedad de color. Uno también puede observar a algunas de estas plantas reproducirse delante de sus propios ojos. Una planta de agua dulce, la espirogira, crece en largas hebras de una sola célula enlazadas extremo con extremo. Cada célula es como un tubo. En un método de reproducción, dos hebras de células yacen lado a lado. Mientras uno observa, cada célula desarrolla una protuberancia, las protuberancias continúan creciendo hasta que se unen a la otra hebra. En esta etapa las dos hebras se parecen a una escalera con muchos peldaños. Uno observa la materia de la célula moverse de cada célula en la hebra hacia la otra. Este es un procedimiento sexual que lleva a la formación de nuevas células y una nueva hebra.
Mientras observa esto, quizás también vea una colonia de volvox, otra planta, rodar como una pelota. Quizás contenga cientos o hasta miles de células individuales que componen esta “comunidad” esférica, sin embargo no es más grande que la mitad de la cabeza de un alfiler.
Vida animal microscópica
Aunque algunos peces y otros animales marinos comen las algas, sus más grandes consumidores son animales que también son microscópicos. Estos, a su vez, son comidos por animales marinos más grandes. Muchos de estos minúsculos animales están formados de una sola célula, tal como los foraminíferos, que se hallan en el agua salada de los océanos. Sus conchas forman la mayor parte del suelo del mar. Los acantilados de Dover, blancos como la tiza, en el Canal de la Mancha están formados de las conchas de foraminíferos. En su gota de agua quizás también vea otros animales unicelulares, por ejemplo, el hermoso radiolario, que también vive en una concha. Sería imposible mencionarlos a todos, porque actualmente hay más de treinta mil clases de animales unicelulares en la Tierra.
Un hecho notable es que estos pequeños animales marítimos, así como la vida vegetal microscópica, aunque tan minúsculos y delicados, han persistido en cantidades de miles de millones en gran variedad durante muchos siglos. Y, lo que todavía es más notable, no han cambiado. Se transmiten las mismas características de generación en generación, así es que los fósiles antiquísimos no son diferentes de los especímenes que viven en la actualidad. ¡Qué estabilidad! Pero cuando uno comprende que toda la creación, con su mutua dependencia, es el diseño de una Inteligencia suprema, es lógico que sea así para que la vida pueda continuar en la Tierra. Esto se debe a que cada criatura ocupa un lugar esencial en la trama de la vida.
Ninguna descripción de la vida animal unicelular puede pasar por alto a la ameba. Frecuentemente oímos de gente que se enferma por tomar agua impura que contiene amebas. Sin embargo, las amebas desempeñan un importante papel. Las amebas no tienen una concha. Se mueven por una acción de “fluir” de su blanda sustancia interior. Por lo tanto constantemente cambian de forma. Cada vez que una ameba encuentra alimento —bacterias, materias en descomposición o protozoarios— extiende sus seudópodos o “pies” falsos para rodear el objeto y traerlo dentro del cuerpo de la ameba, donde es digerido. (Los glóbulos blancos de la sangre en nuestros cuerpos actúan como las amebas al fluir sobre las bacterias y otros enemigos en la corriente sanguínea y destruirlos.)
Pasando a un animal más grande y no obstante extremadamente pequeño, hallamos en nuestra gota de agua a la dafnia, llamada “pulga acuática” porque parece saltar en el agua muy parecido al modo en que una pulga lo hace en la tierra. De hecho, nada por medio de dos grandes antenas. La pulga acuática tiene cinco pares de patas que principalmente sirven para hacer circular el agua que contiene alimento a través de su concha. Aunque apenas es mayor que un punto, tiene un ojo, un “cerebro,” un sistema digestivo y un corazón que late hasta trescientas veces por minuto, bombeando sangre a través de su cuerpo, pero no hay venas ni arterias.
El lector quizás se pregunte qué papel desempeñan estas “pulgas” insignificantes en provecho del hombre. Su promedio de vida probablemente es solo de unos treinta y seis a cincuenta días, pero la mayor parte nunca alcanza a vivir este promedio, porque son devoradas por insectos acuáticos, ciertos gusanos y escarabajos y peces pequeños. En sus incontables millones son fábricas de alimentos para estos animales un poco más grandes. Y, como criaturas marinas aun más grandes, a su vez, se comen a éstas, con el tiempo el hombre tiene peces, camarones, langostas y otros mariscos para deleitar su paladar.
Además, la pulga acuática llega a ser un verdadero amigo al resolver uno de los difíciles problemas de ingeniería del hombre. Los depósitos de agua de las ciudades frecuentemente son campos de cría ideales para las algas microscópicas. Cuando éstas se multiplican en demasía imparten al agua un sabor y olor malos. Si se usan coladores para filtrar a estas plantas microscópicas, pronto se obstruyen. Aquí viene al rescate la pulga acuática. Los ingenieros agregan estas pulgas para que “pasten” en las algas. Son tan eficaces que mantienen el agua limpia de algas. Después se filtra a las pulgas acuáticas con una tela metálica más gruesa, y la gente de la ciudad se siente contenta con agua pura, de sabor fresco para beber.
Una breve historia del microscopio
Los primeros investigadores en el mundo de las cosas pequeñas quizás hayan usado piezas de cuarzo como lentes naturales. Algunos usaron gotas de agua. Pero uno de los primeros microscopios realmente eficaces tenía como lente un vidrio convexo. Con él se podían ver cosas tan pequeñas como las diatomeas.
El microscopio simple en la actualidad usa un solo lente o un juego de lentes. Una mejora sobre el microscopio simple es el microscopio compuesto, en el cual se usan dos juegos de lentes, un juego que multiplica el aumento del otro. Si un juego (el lente objetivo) multiplica ochenta veces el objeto que se observa y el otro juego (el ocular) multiplica esa imagen diez veces, la imagen resultante será ochocientas veces más grande que el objeto que se observa (80 x 10). En la actualidad el mayor aumento bien detallado que se puede lograr con un microscopio compuesto es de aproximadamente mil veces. Más allá de esto, las imágenes no tienen una buena “separación,” es decir, no son completamente precisas y claras.
En el constante deseo de examinar escrutadoramente el mundo de las cosas pequeñas, los fabricantes de microscopios han pasado de la porción visible del espectro de la luz a la ultravioleta, los rayos X y los haces de electrones, los cuales tienen una frecuencia de vibración mucho mayor y una longitud de ondas más corta, lo cual hace posible un mejor poder separador. Esto se debe a que las longitudes de onda de la luz corriente son mayores que las dimensiones de los objetos y de los detalles en ellos. “Saltan” sobre el detalle y por lo tanto no devuelven ninguna señal al ojo.
Se están haciendo constantes mejoras. El microscopio electrónico de transmisión puede dar un aumento claro en el orden de 100.000 a 200.000. Entonces, por medio de emplear un telescopio visor que aumenta aun más la imagen así obtenida, se puede lograr un buen aumento de más de un millón de veces. Cosas con dimensiones de solo unas pocas unidades de angströms se pueden ver con lujo de detalles. (La unidad angström equivale a la cienmillonésima parte de un centímetro.)
Por lo general una fotografía microscópica tiene rotulado el aumento (como, 800x). Eso significa el aumento lineal. En otras palabras, el largo y el ancho de la fotografía son cada uno 800 veces mayores que el largo y ancho del objeto que se fotografió. La superficie, pues, es 800 x 800, ó 640.000 veces más grande que la superficie del objeto que se observa. Si la fotografía es de una célula, uno puede poner 640.000 células en la fotografía para cubrirla. ¡La notación “2.000.000x” indicaría un aumento superficial en el orden de 4.000.000.000.000!
Un desarrollo relativamente nuevo es el microscopio electrónico explorador. Este usa un haz de electrones para explorar la superficie del objeto de una manera muy similar a la manera en que el haz electrónico en un tubo de televisión explora la pantalla. Con mejoras recientes puede conseguir una separación comparable a la del susodicho microscopio electrónico, el cual produce una imagen de todos los puntos iluminados a la vez. Cada microscopio tiene sus ventajas y su uso, pero la principal ventaja del microscopio electrónico explorador es que brinda gran profundidad focal, suministrando a sus imágenes una apariencia tridimensional. Ciertas estructuras se pueden estudiar más exactamente de este modo.
Hay una infinidad de cosas en las aguas y terrenos de la Tierra que asombran a los que usan los microscopios, y todas estas cosas confirman más sólidamente la sabiduría y el propósito del Creador en todas las cosas que él ha hecho.
Se ha dicho que, aunque el universo es de una grandeza inimaginable, quizás aproximándose a lo infinito, el mundo de las cosas pequeñas es igualmente insondable. Ni siquiera nos hemos acercado al límite. Piense en el tamaño de la Tierra, los miles de millones de personas que viven en ella, y el tiempo que se precisa para viajar alrededor de ella. Entonces mire a una pelota de golf. La pelota de golf es tan grande en comparación con un átomo como la Tierra lo es en comparación con la pelota de golf. Seguramente este hermoso universo tiene suficientes maravillas para mantener ocupada la mente de los hombres con interesante investigación por toda la eternidad.
[Ilustración de la página 10]
Radiolario
[Ilustración de la página 11]
Dafnia
[Ilustraciones de la página 9]
Diatomeas