El esclavo que no quiso perdonar
Un artículo preparado especialmente para que los padres lo lean con sus hijos
¿TE HA hecho una persona algo malo alguna vez? ¿Te causó daño o te dijo algo que no era bueno para ti? Esto te hizo sentir mal, ¿verdad?
Cuando pasa algo así, ¿crees que debes dejar de ser bueno con la otra persona y tratarla de la misma manera que ella te trata a ti? ¿Qué te parece?
Si alguien les causa daño, muchas personas en seguida le causan daño a la otra persona también. Pero Jesús dijo que esto no es bueno. Él enseñó que debemos perdonar a los que nos causan daño.
Pero, ¿qué hay si alguien es malo con nosotros o no nos trata bien muchas veces? ¿Cuántas veces debemos perdonarlo? Esto es lo que quiso saber un día el apóstol Pedro. De modo que le preguntó al Gran Maestro: ‘¿Tengo que perdonarlo hasta siete veces?’
Jesús no le dijo a Pedro que con siete veces estaría bien. Dijo: ‘Tienes que perdonar setenta y siete veces,’ si alguien peca contra ti todas esas veces.
¡Ese es un número grande de veces para perdonar a alguien! Ni siquiera nos acordamos de que se nos hayan hecho tantas cosas malas, ¿verdad? Y eso es lo que estaba enseñando Jesús. Debemos perdonar a otros muchas, muchas veces. No debemos tratar de acordarnos del número de veces que otros quizás nos hayan hecho algo malo. Si piden que los perdonemos, debemos perdonarlos.
Jesús quería mostrar a sus discípulos lo importante que es estar dispuesto a perdonar. Por eso después de haber contestado la pregunta de Pedro, les contó una historia a sus discípulos. ¿Quieres oírla?
Una vez hubo un rey. Era un buen rey. Era muy bueno con otros. Hasta les prestaba dinero a sus esclavos cuando necesitaban ayuda.
Pero un día el rey quiso que le devolvieran su dinero. Por eso, llamó a sus esclavos que le debían dinero, y les pidió que le pagaran. ¡Bueno, le trajeron un hombre que le debía al rey sesenta millones de monedas! Eso es mucho dinero. Es más dinero del que yo he tenido en toda mi vida.
El esclavo había gastado el dinero del rey y no tenía con qué pagarle lo que le debía. Por eso, el rey dio órdenes de que vendieran a este esclavo. El rey también dijo que vendieran a la esposa del esclavo y a sus hijos y todo lo que el esclavo tenía. Entonces con el dinero que se recibiera de la venta se le habría de pagar al rey. ¿Cómo crees que se sintió el esclavo al oír esto?
El esclavo se sintió muy mal. Por eso, en seguida cayó delante del rey y bajó la cara hasta el suelo. ‘Por favor, no me hagas eso,’ le pidió llorando al rey. ‘Dame más tiempo. Te pagaré todo lo que te debo.’ Si tú hubieras sido el rey, ¿qué habrías hecho con el esclavo?
El buen rey se sintió muy triste por su esclavo. De modo que le dijo al esclavo que no tenía que devolverle nada del dinero. ¡No tenía que devolverle ni siquiera una de los sesenta millones de monedas! ¡Qué feliz debe haberse sentido el esclavo por eso!
Pero, ¿qué hizo entonces el esclavo? Salió y encontró a otro esclavo que solo le debía a él cien monedas. Esto en verdad no es mucho dinero cuando se compara con sesenta millones de monedas. El hombre cogió del cuello a su compañero esclavo y comenzó a estrangularlo. Y le dijo: ‘Devuélveme esas cien monedas que me debes.’
¿Puedes imaginarte a alguien haciendo una cosa como ésa? ¡El rey le había perdonado tanto al esclavo! Y ahora él hacía otra cosa y quería obligar a un compañero esclavo a devolverle cien monedas. Eso no era hacer algo bueno a otra persona.
Bueno, el esclavo que solo debía cien monedas era pobre. No podía devolver el dinero enseguida. Por eso, cayó a los pies de su compañero esclavo y le dijo llorando: ‘Por favor dame más tiempo, y te devolveré lo que te debo.’ ¿Debería haberle dado más tiempo este hombre a su compañero esclavo? ¿Lo hubieras hecho tú?
Bueno, este hombre no fue bueno con la otra persona, como había sido el rey. Quería que se le pagara en aquel mismo momento. Y como su compañero esclavo no pudo hacerlo, hizo que lo echaran en la cárcel. En verdad no era una persona que quisiera perdonar.
Otros esclavos vieron todo esto que pasó. No les gustó. Se sintieron tristes por el esclavo que fue echado en la cárcel. Por eso, fueron y le dijeron al rey todo lo que había pasado.
Al rey tampoco le gustó lo que había pasado. Se puso muy furioso con el esclavo que no quiso perdonar a su compañero. De modo que lo llamó, y le dijo: ‘Esclavo malo, ¿no te perdoné lo que me debías? Por eso, ¿no deberías tú haber perdonado a tu compañero esclavo?’
Debería haber aprendido una lección del buen rey. Pero no la había aprendido. De modo que ahora el rey hizo que el esclavo que no quiso perdonar fuera echado en la cárcel hasta que devolviera los sesenta millones de monedas. Y, claro, en la cárcel nunca podría ganar el dinero para pagar lo que debía. Por eso, se quedaría allí hasta que muriera.
Al terminar Jesús de contar esta historia, dijo a sus seguidores: ‘De la misma manera mi Padre celestial los tratará a ustedes si no perdonan de corazón cada uno a su hermano.’—Mat. 18:21-35.
Pues bien, todos le debemos muchísimo a Dios. Todo lo bueno que tenemos ha venido de Dios. Nuestra vida viene de Dios, pero debido a que hacemos cosas malas, él podría quitárnosla. Nunca, en toda nuestra vida, podríamos ganar suficiente dinero para pagarle a Dios lo que le debemos.
Cuando se compara con lo que le debemos a Dios, otras personas nos deben muy poco. Lo que nos deben es como las cien monedas que un esclavo le debía al otro. Pero lo que le debemos a Dios es como los sesenta millones de monedas que el esclavo le debía al rey.
Dios es muy bueno con otros, y él nos perdonará lo que le debemos. Pero él hace eso solo si creemos en su Hijo Jesús, y si perdonamos a otras personas que nos causan daño. Eso nos da algo en qué pensar, ¿verdad?
Por eso, si alguien te hace algo que no es bueno para ti, pero después dice que lo siente, ¿qué vas a hacer? ¿Lo vas a perdonar? ¿Qué hay si esto pasa muchas veces? ¿Todavía lo vas a perdonar?
Si fuésemos la persona que estuviera pidiendo que se le perdonara, querríamos que la otra persona nos perdonara, ¿verdad? Deberíamos hacerle lo mismo a ella. No solo deberíamos decir que la perdonamos, sino realmente deberíamos perdonarla de corazón. Cuando hacemos eso, mostramos que realmente queremos ser seguidores del Gran Maestro.