“Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra”
A LA primera pareja humana, Adán y Eva, Dios declaró: “¡Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra, y sojúzguenla; tengan dominio sobre los peces del mar, las aves del aire, los animales domésticos y todas las cosas vivientes que se arrastran sobre la tierra!” (Gén. 1:28, UTA) Que éste es el propósito de Dios tocante a la tierra también se aclara en Isaías 45:18, donde se nos dice que Dios formó la tierra para ser habitada.
Dado que ése es el propósito de Dios tocante a la tierra, se efectuará, porque él declara además: “Yo hablé, y lo haré venir: helo pensado, y también lo haré.”—Isa. 46:11, Va.
Cuando Jehová Dios dió este mandato de ser ‘fecundos, multiplicarse y llenar la tierra’ a nuestros primeros padres ellos eran perfectos y justos, porque toda la obra de Dios es perfecta. (Deu. 32:4) Para ayudarlos a continuar en el camino de la justicia y la obediencia y protegerlos del mal, Dios les suministró un ángel custodio. (Eze. 28:13, 14) Sin embargo, este ángel custodio se llenó de orgullo y ambiciones egoístas. Para adelantar su proyecto ambicioso indujo a nuestros primeros padres a un curso de desobediencia que resultó en la muerte de ellos. Desde entonces ese querubín ha sido conocido por los nombres de Dragón, Serpiente, Diablo y Satanás. (Apo. 20:2) Aunque al tiempo de su rebelión Dios decretó su destrucción, se le ha permitido continuar su actividad nefaria hasta el tiempo presente como “el dios de este mundo”. (Gén. 3:15; 2 Cor. 4:4, NC) Ya que el propósito de ese mandato era el que se diera a luz hijos en justicia y a la vida, resulta que bajo tales condiciones injustas y con Adán y Eva bajo la sentencia de muerte el mandato no podría efectuarse como originalmente se propuso Jehová Dios que lo fuera. Dado que los propósitos de Dios no cambian, podemos esperar confiadamente que todavía se cumpla dicho mandato divino.
¿Quién cumplirá ese mandato de procreación? No los cristianos que esperan participar de la gloria celestial con Cristo Jesús, porque ese mandato ha de efectuarse sobre la tierra por criaturas humanas. (Vea Juan 14:2, 3; 1 Juan 3:2; Apo. 20:5, 6.) Las gloriosas criaturas espirituales en el cielo no podrían efectuar dicho mandamiento.—1 Cor. 15:43, 44.
Tampoco será la resurrección de los muertos el cumplimiento de ese mandato. (Juan 5:28, 29) Cierto, contribuirá a llenar la tierra, empero eso se haría por el poder de Dios y no por criaturas en obediencia a su mandato. Tampoco tendrán las multitudes resucitadas el privilegio de cumplir dicho mandato, porque Jesús claramente expresó que las tales no se casarán ni serán dadas en matrimonio.—Mat. 22:30.
¿Quiénes entonces cumplirán ese mandato divino? Los hechos manifiestan que hoy Dios ha otorgado su espíritu sobre muchos sin despertar en ellos la esperanza de gloria celestial. A éstos se describe como una “grande muchedumbre” que viene de todas las naciones, a la que se muestra como estando de pie ante el trono de Dios atribuyendo salvación a él y al Cordero. (Apo. 7:9-17) Buscando la justicia y la mansedumbre, tienen la promesa de ser escondidos en el día de la ira de Dios. (Sof. 2:1-3) Después de esa expresión de ira participarán en el cumplimiento del mandato de procreación.
EL DILUVIO PROFÉTICO
Los eventos conducentes al diluvio del día de Noé y los que siguieron inmediatamente después sirven de clave para abrirnos estas verdades al entendimiento, representando con exactitud notable lo que ahora está sucediendo y seguirá en breve. Que el tiempo de Noé tuvo significado profético Cristo Jesús mismo lo aclaró, diciendo: “Mas como eran los días de Noé, así será la presencia del Hijo del hombre.”—Mat. 24:37, margen.
Tocante al día de Noé leemos: “Y vió Jehová que era mucha la maldad del hombre en la tierra, y que toda imaginación de los pensamientos de su corazón era solamente mala todos los días. Y dijo Jehová: Raeré al hombre que he creado de sobre la faz de la tierra; desde el hombre hasta la bestia, . . . Mas Noé halló gracia en ojos de Jehová.” ¿Por qué? Porque “Noé era varón justo”.—Gén. 6:5, 7-9.
Jehová Dios por lo tanto mandó a Noé que construyera un arca o barco enorme en la que debía llevar a su familia y ciertos animales. Noé obedeció, con lo cual probó su fe por sus obras. Y además dió testimonio de esta fe predicando, advirtiendo a los inicuos del diluvio.—Heb. 11:7; 2 Ped. 2:5.
El arca sirvió como lugar de protección para Noé, su familia y los animales que en ella introdujo. ¿Qué prefiguró ella? La provisión de Dios para proteger a su pueblo en el tiempo presente de la catástrofe, la guerra del Armagedón. (Apo. 16:16) ¿Y cuál es esa provisión? Es el nuevo sistema de cosas de Dios, y servirá como lugar de protección contra la expresión de la ira de Dios en contra de sus enemigos, así como les sirvió el arca a Noé y su familia.
Después que el arca había servido el propósito de Dios en guardar vivos a los justos y las aguas del diluvio habían bajado plenamente y la tierra estaba seca, Dios mandó a Noé que saliera del arca, junto con su familia y todos los animales. (Gén. 6:18; 7:2-11; 8:14-16) Noé y su familia eran las únicas criaturas humanas vivas en ese tiempo y a todos ellos Dios los consideraba justos. A éstos volvió a mandar: “Sean fecundos, multiplíquense y llenen la tierra.” (Gén. 9:2, UTA) Sin embargo, puesto que no eran realmente justos y perfectos sino sólo considerados así debido a la fe y obediencia, ellos sólo pudieron cumplir ese mandamiento de modo pictórico.
En contraste con los hijos de Noé, los de la grande muchedumbre que sobrevive al Armagedón podrán efectuar ese mandamiento en realidad porque ellos recibirán los beneficios del sacrificio de rescate de Cristo Jesús. (Mat. 20:28; Rom. 5:18, 19) Habiendo sido considerados dignos de ser preservados a través de la destrucción de este inicuo sistema de cosas debido a su fe y obediencia, entonces al continuar en ese camino gradualmente serán levantados a la perfección y a la real y completa justicia. (Isa. 26:9) Satanás y su horda demoníaca ya no ejercerán ninguna influencia maligna sobre la humanidad, sino que serán abismados por mil años. (Apo. 20:1-3) En su lugar Cristo Jesús y su novia derramarán con abundancia bendiciones sobre la humanidad obediente.—Apo. 21:4, 5.
Entonces surge la pregunta: Puesto que los que compondrán la grande muchedumbre están siendo juntados ahora, ¿es el matrimonio de algunos de ellos y el dar a luz niños por parte de ellos ahora el comienzo del cumplimiento de ese mandato de procreación? El hecho de que a ninguno de los hijos de Noé le nacieron hijos antes o durante el diluvio indicaría que la respuesta a esa pregunta debe ser No. Sólo ocho humanos entraron en el arca y sólo ocho salieron. (Gén. 7:13; 8:16; 1 Ped. 3:20) En armonía con el hecho de que ese mandato fué declarado de nuevo por primera vez después del diluvio, el primer niño que se menciona nació dos años después del diluvio. (Gén. 11:10) La conclusión por lo tanto es inevitable de que el tiempo para el cumplimiento de ese mandamiento es después del Armagedón.
Dado que la realización del mandamiento de “sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra” espera hasta después del Armagedón, ¿significa eso que los que ahora se casan y crían hijos violan las leyes de Dios? No, porque las Escrituras manifiestan que “honroso es en todos el matrimonio”.—Heb. 13:4, Va.
Luego se presenta esta pregunta: ¿Qué hay de los que ahora se casan o que estaban casados al tiempo que escucharon la llamada de amonestación para huir al arca antitípica asociándose con la organización de Dios? ¿Tendrán los mismos cónyuges después del Armagedón? Si ambos cónyuges son preservados a través de esa catástrofe continuarán como marido y mujer. El fin del viejo mundo no disolverá dichos vínculos matrimoniales. Las Escrituras demuestran que sólo la muerte o la infidelidad de su cónyuge libra al esposo o esposa del pacto que se contrajo al tiempo del matrimonio. Esto debe tener un efecto de sobriedad sobre todos los que proyectan casarse ahora.
El cumplimiento del mandamiento “sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra” por la grande muchedumbre que sobrevive al Armagedón y el llenarse completamente la tierra por los millones de resucitados será en vindicación de la supremacía de Jehová. ¿Cómo? Porque éste fué el propósito original de Jehová Dios como se anunció a la primera pareja humana en el jardín del Edén, y el querubín rebelde que se hizo Satanás el Diablo aventuró todo confiado en que podría frustrar ese propósito de Dios de llenar la tierra con personas temerosas de Dios y demostrar así que Dios no era supremo. Habiendo desviado a Adán y Eva, se jactó de que podía hacer lo mismo con todos los de su prole. (Job 1 y 2) Fué con el propósito de darle tiempo para probar esa jactancia que Dios le permitió permanecer.—Éxo. 9:16, UTA.
Para mantener su supremacía Jehová Dios tiene que ejercer su justicia y poder al destruir a los inicuos. ¿Podría hacerlo y todavía efectuar su propósito respecto a la tierra? Ese fué el punto en cuestión. Los hechos manifiestan que ha podido y puede hacerlo, porque, así como él tuvo hombres y mujeres fieles sobre la tierra antes del diluvio a quienes preservó durante esa catástrofe, así él tiene hombres y mujeres sobre la tierra ahora a quienes, debido a su fe y justicia, él está justificado en preservar a través de la expresión de su ira en contra de toda injusticia en el Armagedón. Estos que prueban así que es mentira la jactancia de Satanás de que puede desviar de Jehová Dios a todos los hombres serán recompensados con las bendiciones del nuevo mundo, incluyendo el cumplimiento del mandamiento: “Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra.” También con eso participarán aun a mayor grado en vindicar la supremacía de Jehová haciendo que se cumpla su propósito respecto a la tierra; a saber, la tierra llena de una raza justa de criaturas humanas que vivirá en un Paraíso extendido por toda la tierra y que tendrá dominio sobre los animales inferiores y servirá a Dios con espíritu y verdad.
“Construirán entonces casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán de su fruto. No se esforzarán en vano ni parirán hijos para terrible ruina; pues son simiente de benditos de Yahveh [Jehová], y sus vástagos con ellos. Lobo y cordero a una pastarán y el león comerá paja con la res vacuna.”—Isa. 65:21, 23, 25, BC.