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El fin de un sistema de cosasLa Atalaya 1975 | 15 de abril
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70 E.C., hubo gran tumulto en Jerusalén, pues varias facciones estuvieron peleando para controlar la ciudad. Entonces, en 70 E.C. el general Tito, hijo del emperador Vespasiano, subió contra la ciudad, la rodeó con una fortificación de estacas puntiagudas, como Jesús había predicho, y redujo a los habitantes a una lastimosa condición de inanición. Parecía que, si el sitio duraba mucho más tiempo, “ninguna carne” adentro de la ciudad sobreviviría. Pero, como Jesús había profetizado acerca de esta “grande tribulación,” la más grande que Jerusalén jamás había experimentado, “a menos que Jehová hubiese acortado los días, ninguna carne se salvaría. Mas por causa de los escogidos que él ha escogido él ha acortado los días.”—Mar. 13:19, 20.
Providencialmente, el sitio solo duró 142 días. Pero aun así, la plaga, la peste y la espada devoraron a 1.100.000 judíos, dejando a 97.000 sobrevivientes para que sufrieran la pena de ser vendidos como esclavos o como gladiadores en la arena romana. Pero, los “escogidos” de Jehová habían huido de la ciudad condenada a destrucción. Por eso Jehová no tuvo que prolongar el tiempo de angustia, sino que pudo ejecutar venganza en un corto tiempo, salvando a 97.000 personas, salvando así a alguna “carne.”
De esta manera el sistema de cosas judío vino a su fin. Ya no tenían su templo. Todos sus registros fueron destruidos, de modo que ningún judío puede probar hoy un linaje sacerdotal para sí mismo, o que es de la tribu real de Judá. Jesucristo resalta como el único que tiene comprobado su linaje de Judá por medio de David. Solo él es el Rey legítimo. (Eze. 21:27) Él ocupa el puesto del Sumo Sacerdocio para toda la humanidad, no según descendencia de Aarón, sino “a la manera de Melquisedec,” por nombramiento directo de su Padre Jehová Dios.—Heb. 7:15-17.
Pero la respuesta a la pregunta de los apóstoles, “¿Cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?” requirió aún más respuesta, porque la parusía de Jesús, su “presencia” en poder del Reino, no aconteció al tiempo de la destrucción de Jerusalén. Por lo tanto, Jesús habló acerca del fin de un sistema de cosas mayor, dando mucho más información en cuanto a la “señal.” Esto se considerará en un número subsiguiente.
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Un hombre dedicado a un solo propósitoLa Atalaya 1975 | 15 de abril
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Un hombre dedicado a un solo propósito
EN LAS horas de la madrugada del jueves 23 de enero de 1975, John Otto Groh terminó cuarenta y un años de servicio fervoroso a Jehová su Dios. Los testigos de Jehová que lo conocieron lo recordarán como un hombre dedicado a un solo propósito. Nació en Kulm, Dakota del Norte, el 3 de julio de 1906, y de joven, con instrucción universitaria, llegó a ser un metalúrgico investigador. Entonces, en abril de 1934 se bautizó, y ocho años después él y su esposa Helen empezaron a dedicar todo su tiempo a la publicación de las buenas nuevas del reino de Dios en la zona de Pittsburgo, Pensilvania. En 1953 llegaron a ser miembros de la familia de Betel de Brooklyn, y con el tiempo el hermano Groh llegó a ser el principal comprador para la Sociedad Watchtower. Fue miembro del cuerpo gobernante mundial de los testigos de Jehová. Muchas personas también recordarán al hermano Groh por el papel clave que desempeñó en superentender muchas asambleas grandes que los testigos de Jehová celebraron en Nueva York y en otras partes. El servicio conmemorativo se celebró en el Salón del Reino en el Betel de Brooklyn, y hubo muchos negociantes, conocidos del hermano Groh, entre los que estuvieron presentes para oír acerca de la feliz esperanza a la cual se atenía este hombre amigable de un solo propósito. Como dijo el orador en esa ocasión, el hermano Groh por su fiel proceder había salido victorioso. (1 Cor. 15:57) De él, así como de otros ungidos que completan su asignación terrestre, se puede decir: “Porque las cosas que hicieron van junto con ellos.”—Rev. 14:13.
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