Una lengua instruida... ‘para animar a los cansados’
“LES daré pastores de acuerdo con mi corazón, y ciertamente los apacentarán con conocimiento y perspicacia,” prometió Jehová Dios. ¿No es refrescante el que cuiden de uno pastores espirituales que tienen conocimiento y perspicacia?—Jeremías 3:15.
La perspicacia exige dar al asunto más que un tratamiento superficial. Requiere mirar debajo de la superficie. En Isaías 44:18 se relaciona la perspicacia con el corazón, a diferencia del ojo. Los pastores necesitan especialmente esta perspicacia sincera al tratar con las “almas abatidas.” Isaías declaró otra cosa que se necesita: “Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber cómo animar con palabras al cansado.”—Isaías 50:4, Versión Valera (1977).
Es preciso que Jehová enseñe a uno, que lo instruya para que sepa “cómo animar con palabras al cansado.” Al familiarizarse bien con la Biblia, utilizarla y desplegar perspicacia sincera, los ancianos pueden ayudar con éxito a muchas personas abatidas. La mayoría de los ancianos reciben con agradecimiento sugerencias útiles acerca de su pastoreo. Puede que como resultado de una experiencia lamentable se den cuenta de que algunos de sus esfuerzos, a pesar de estar bien intencionados, pueden dejarlos desilusionados. Lo que sigue tiene que ver con la manera de ayudar a personas que han llegado a sentirse abatidas. Naturalmente, los ancianos tendrían un modo bastante diferente de tratar con alguien de la congregación que fuera ‘ingobernable’ o un ‘hablador sin provecho.’—1 Tesalonicenses 5:14; Tito 1:10-13.
A menudo, el considerar ejemplos que están en contraste puede ayudar a uno a ver los métodos correctos y los incorrectos.
“Consoladores molestos”
Cuando Job estaba en un estado de abatimiento, tres de sus compañeros se enteraron de su situación y fueron a “condolerse de él y consolarlo.” (Job 2:11) Puesto que estaban equivocados en su modo de ver los asuntos, no estaban bien equipados. Cuando llegaron, ya tenían en mente una teoría fija... si una persona está sufriendo, se debe a que ha hecho algo malo. Como resultado, no podían entender el porqué de los problemas de Job. La obra Interpreter’s Bible evalúa el “consuelo” de aquellos hombres como sigue:
“Llega a ser un irritante. ... Es un comentario desde fuera, con una pizca de buen consejo dada de adehala. ... como alguien a salvo en la playa que está emitiendo una o dos palabras alentadoras a las pobres almas que están luchando en las grandes profundidades oscuras, mientras las golpean las olas inmensas y las dejan sin respiración. Lo que Job necesita es la compasión de un corazón humano. Lo que recibe es una serie de frases gastadas de la religión y trivialidades morales, todas absolutamente ‘veraces’ y absolutamente hermosas.”
¿Cuáles fueron algunos modos que emplearon aquellos hombres para abordar el asunto que causaron irritación? Elifaz razonó fríamente así: ‘Mira, tú has fortalecido a otros. Ahora que tú tienes las dificultades te perturbas. ¿No deberías confiar en tu propia integridad?’ Bildad añadió: ‘Si solo te esforzaras más por acudir a Dios, él te restablecería.’ ¡Qué insensibles! Especialmente cuando se considera que Job ya estaba confiando en Dios. ¿Cómo se hubiera sentido usted? En vez de consolar a Job, aquellas palabras aparentemente bien intencionadas tuvieron el efecto de ‘aplastarlo.’ Con razón gritó: ‘¡Si solo estuvieran ustedes en la situación en que yo estoy!’—Job 4:3-6; 8:5, 6; 16:2, 4, 5; 19:2. Por supuesto, ningún anciano de la congregación cristiana querría reflejar la actitud de aquellos “amigos” ni la filosofía de ellos, inspirada por los demonios. (Job 4:15, 16) No obstante, a veces los pastores que llevan consuelo tienen que recordarse a sí mismos el no cometer errores parecidos. Al tratar de ayudar a un “alma abatida,” es muy probable que los ancianos le pregunten a la persona por qué se siente tan mal. Tal vez la persona abatida crea que ha perdido el espíritu de Dios. De ejemplos bíblicos, como el de David, los ancianos saben que la conducta pecaminosa puede causar depresión. (Salmo 38:1-6) Pueden leer con la persona porciones de la Biblia que traten sobre la conducta del cristiano y luego tal vez preguntar: ‘En vista de lo que la Biblia dice, ¿hay alguna verdadera razón por la cual le parece que Dios le ha quitado su espíritu?’ En vez de decir a la persona que no ha hecho nada malo o tal vez implicar que sí lo ha hecho, puede ser beneficioso dejar que la persona llegue a su propia conclusión. Puede que se dé cuenta de que sus sentimientos de culpabilidad no tienen base. O, si ha participado en algunas acciones malas, los ancianos pueden ayudarle a hacer “sendas rectas para sus pies” y a gozar de nuevo de la sonrisa de aprobación de Jehová.—Hebreos 12:12, 13.
Las personas deprimidas a menudo se sienten abrumadas de culpabilidad sin que haya razón legítima para ello. La perspicacia ayudará a los ancianos a reconocer estas situaciones. Una cristiana abatida, que apreció mucho las visitas que sus pastores amorosos le hicieron para ayudarla, estaba convencida de que había perdido el espíritu de Dios. “Realmente, esfuércese por pensar en si hay algún mal que usted haya hecho,” dijo un anciano cuando llegaron a cierto punto en la consideración. La mujer se quedó sentada y se puso a llorar. “Pero no puedo pensar en nada. ¿Quieren que invente algo? ¿Ayudará eso?,” dijo ella sollozando. Los ancianos captaron el punto y trataron de ayudarla de otros modos.
Los consejeros de Job ya habían decidido que Job había hecho algo malo. Los ancianos que saben ‘cómo animar a los cansados’ se encargarán de cada situación “sin prejuicio, no haciendo nada según una inclinación parcial.” (1 Timoteo 5:21) Cuando hacen preguntas indagadoras, no acusan, sino que proceden con empatía, y realmente se ponen en el lugar de la otra persona.
Consejeros con perspicacia
Eliú, aunque a veces dio consejo de modo muy directo, mostró perspicacia. Sabía escuchar. No ‘respondió antes de escuchar,’ cosa que la Biblia francamente llama “una insensatez y un baldón.” (Proverbios 18:13, Versión Moderna) Habló palabras de encomio a Job a causa de la fidelidad de éste, y lo animó a expresarse. Tal perspicacia agregó “persuasiva” a las palabras de Eliú.—Job 32:4, 11; 33:5-7, 32; Proverbios 16:23.
Jehová es el ejemplo supremo de un consejero que ejerce perspicacia. Su modo de tratar con el profeta Jonás muestra empatía discernidora y compasión. Jonás se encolerizó cuando Jehová decidió no destruir a los ninivitas y así cumplir con el mensaje de destrucción que el profeta había pronunciado. Jonás se sintió tan deprimido que quería morir. Ahora bien, ¿cómo trató Jehová con él? ¿Le dijo: ‘Mira, Jonás, simplemente estás mostrándote egocéntrico. ¿No sientes amor alguno en tu corazón? ¡En lo único que piensas es en cómo quedas a la vista de otras personas!’ Tal declaración pudiera haber sido la verdad. Pero probablemente hubiera hecho que Jonás se sintiera más culpable y más abatido. ¿Qué hizo Jehová?
“¿Es correcto que te hayas enardecido de cólera?,” preguntó Jehová. Sí, una pregunta sencilla a propósito para hacerlo pensar. Nada de acusación. Nada de condenación. Aunque Jonás no respondió inmediatamente, Jehová no lo dejó por imposible, sino que proveyó una planta grande para protegerlo del sol ardiente. Entonces Jehová empleó una ilustración que evidentemente llegó al corazón de Jonás. Hizo que muriera la planta grande. Cuando Jonás se encolerizó a causa de la muerte de la planta, Jehová lo ayudó a ver cuánto más preciosa era la vida de los ninivitas que la vida de aquella planta. ¿No debería él sentir más compasión aún por ellos que por la muerte de una mera planta? ¡Ilustración sencilla, pero eficaz!—Jonás 4:1-11.
Cuando ancianos tratan de animar a almas abatidas, necesitan imitar a Jehová y a Eliú. Como anciano sea generoso en expresar encomio genuino. Haga declaraciones y preguntas sencillas, directas. Emplee un lenguaje fácil de entender. Sea específico, pero evite hacer preguntas que intimiden. Ilustraciones de la clase que hagan pensar a la persona, o que logren interesarla emocionalmente en algún asunto de naturaleza bastante diferente (por ejemplo, el encolerizarse Jonás por la muerte de la planta), pueden ser útiles para ayudar a la persona a ver el error de su propio pensar. Pero recuerde: “Como manzanas de oro en entalladuras de plata es una palabra hablada al tiempo apropiado para ello.” (Proverbios 25:11) Si la persona tiene un modo de pensar erróneo, ayúdela a vencer esto gradualmente. Esfuércese por edificar la dignidad decaída de ella. “La congoja en el corazón del hombre lo abate; mas la buena palabra lo alegra.”—Proverbios 12:25, VV (1977).
Pero, ¿qué clase de sugerencias debe tratar de dar el anciano, las cuales la persona deprimida pueda comprender con aprecio?
La ayuda de oraciones significativas
“Aunque creía que Jehová entendía completamente, había ocasiones en que la depresión o pánico me atacaban tan severamente que me parecía inútil orar,” informa un alma abatida. Sin embargo, una vez que los ancianos reconozcan que estos sentimientos son comunes entre muchas personas abatidas, pueden animarlas a persistir en oración. ¿Pero acerca de qué deben orar?
“Oraba que Jehová me ayudara a soportar mi situación o me dirigiera adonde pudiera conseguir ayuda,” informó una joven deprimida. Una madre de treinta y tres años de edad, cuyo esposo incrédulo la injuriaba, se deprimió. Ella declaró: “Cuando me ponía excesivamente preocupada, nerviosa o temerosa, me dirigía a Jehová en ese preciso momento, a veces a gatas, llorando, rogándole que me ayudara a vencer aquello. Vi la importancia de ser específica en la oración. Muchas veces recibía alivio al instante.” Una esposa de cuarenta y un años de edad dijo: “Cuando estaba deprimida, se me hacía difícil formar una oración. Pero Romanos 8:26 fue una fuente de verdadero consuelo. De modo que simplemente pedía a Jehová: ‘¡Ayúdame, por favor!’”
Los ancianos pueden orar con la persona o por ella. Por supuesto, deben evitar declaraciones que pudieran hacer que la persona se sienta más culpable aún. El pedir a Jehová, en presencia del abatido o de la abatida, que le ayude a comprender cuánto le aman otros, hasta Jehová mismo, ciertamente sería edificante. Además, se le puede mostrar al doliente el alivio que le puede aportar la oración sincera junto con confianza en Jehová.—1 Samuel 1:9-18.
Ayude a los cansados a conseguir perspicacia
“A veces las personas creen que han perdido su fe y eso suele hacerlas sentir muy culpables,” explica el Dr. Nathan Kline, director del Instituto de Investigación Rockland del Departamento de Higiene Mental del Estado de Nueva York. “Aunque hay casos de fracaso espiritual, creo que muchas veces probablemente no sea un fracaso en el sentido de que se haya perdido la fe religiosa, sino que es una señal indicativa del principio de la depresión.” Hizo esta declaración después de haber notado estos síntomas en varios pacientes suyos que eran muy religiosos. Por eso, el ayudar a una persona que sufre de depresión grave a reconocer esto, puede aliviarla de mucha culpabilidad innecesaria.
Un Testigo que ha ayudado a varias “almas abatidas” a recobrar su salud declara: “Es increíble la culpabilidad innecesaria que algunas personas se imponen. Yo tengo sentimiento de culpabilidad por las cosas incorrectas que he hecho, pero también creo que si Jehová proveyó el rescate para deshacer esas cosas, entonces no puedo estar azotándome para siempre por lo que hice. Este es uno de los puntos que trato encarecidamente de comunicar a los que quiero ayudar.” Es preciso que la persona comprenda que si verdaderamente se ha arrepentido de alguna mala acción, si tiene el deseo de nunca repetirla y realmente está tratando de ‘enderezar el mal,’ entonces puede confiar en que el rescate le limpiará la conciencia. El ayudar a personas que sienten ‘tristeza piadosa’ a reconocer la misericordia y el perdón de Jehová a menudo alivia la depresión que las aflige.—Salmo 32:1-5, 11; 103:8-14; 2 Corintios 7:9-11.
Aun si pensamientos incorrectos plagan la mente del alma deprimida, no hay motivo para que se sienta inútil y “condenada por Dios.” Es en contra de cultivar y ‘llevar a cabo’ tales pensamientos que nos advierte la Biblia. (Santiago 1:14, 15; Gálatas 5:16) Por eso, mientras uno esté haciendo el esfuerzo por despedir tales pensamientos, no debe sentirse abrumado por sentimientos de culpabilidad.
Por ejemplo, puede que el enojo o resentimiento invadan cual torrente la mente de la persona abatida. No resulta en gran logro el que el anciano diga a esta persona: ‘No se sienta así,’ o ‘No debería abrigar esos sentimientos.’ ¡El caso es que la persona sí se siente así! La Biblia reconoce de manera realista que habrá ocasiones en que uno se encolerizará, pero advierte contra llevar a cabo tal furia. (Salmo 4:4; 37:8) Nos anima a no mantenernos en un estado provocado. (Efesios 4:26, 27) Por eso, con unas cuantas preguntas sencillas, el anciano discernidor puede averiguar por qué se siente encolerizado el doliente. Después que se ayude a la persona a analizar la situación (como en el caso de Jonás), puede que ella vea que no hay base sólida para su cólera. Además, si alguien le ha ofendido, se le puede ayudar a dar ciertos pasos bíblicos y así vencer el resentimiento.—Colosenses 3:13; Mateo 5:23, 24; Lucas 17:3, 4.
Si un anciano puede mantenerse alerta y notar las actitudes negativas de los cansados, cuando éstos se hallan en las primeras etapas de la depresión, entonces frecuentemente es posible reajustar a la persona y evitar que se hunda en una depresión grave... un desorden que pudiera exigir ayuda médica. Aquí, también, el anciano puede ayudar a alguien deprimido o a su familia a reconocer cuándo el desorden ha llegado a tal extremo que se necesite atención médica. Esto no quiere decir que los ancianos ‘desempeñarían el papel de médico,’ ni dictarían la forma de tratamiento que debería seguirse. Quizás quieran referir a las personas que tengan que ver con el asunto al artículo “Luchando contra la depresión grave... tratamientos profesionales,” que está en la ¡Despertad! del 22 de abril de 1982, que considera varias terapias, pero no promueve a ninguna de ellas en particular.
Ayúdeles a recobrar el equilibrio
“Me parecía que estaba colgada de un hilo cada momento de cada día,” es como una madre cristiana de cuarenta años de edad describió el ataque de depresión grave que ella sufrió. Después de su restablecimiento, analizó una de las causas de su dificultad: “En mi empeño por no fallarle a nadie ni aflojar en lo más mínimo mi esfuerzo en cualquier aspecto de mi vida familiar o servicio, me atuve a un horario que me dejó agotada. Hice esto por ocho años; y, por fin, según el médico, había gastado toda mi energía, me había consumido. Al reflexionar sobre ello, creo que aunque mis razones por haberme atenido a tal horario no eran frívolas, debí haber sido más razonable.”
Debido a que existe el peligro de que alguien se haga irrazonable, a veces es preciso que los ancianos ayuden a la persona abatida a recobrar el equilibrio en sus actividades. Ciertamente la animarían a participar de todo corazón en el servicio de Dios. De hecho, a veces cuando personas que estaban sufriendo de un estado severo de depresión no han podido participar en la predicación de casa en casa, se han hecho arreglos, con tal que la condición del enfermo lo permitiera, para que éstas estuvieran presentes en una consideración de la Biblia que otro Testigo condujera. El deprimido contribuía lo que podía.
Recuerde que el apóstol Pablo mandó a los cristianos a que ‘presentaran sus cuerpos en sacrificio vivo, santo, acepto a Dios, un servicio sagrado con su facultad de raciocinio.’ (Romanos 12:1) Sí, las facultades de raciocinio de la persona habían de entrar en ese servicio. La palabra griega que se traduce “facultad de raciocinio” (logikos) quiere decir literalmente ser “lógico.” De modo que Dios espera que hagamos lo razonable, lo lógico. Las habilidades, la energía o resistencia física y las circunstancias de cada persona son diferentes. El rendir servicio de toda alma quiere decir hacer todo lo que el alma y las fuerzas de usted, no las de otra persona, le permitan hacer.—Marcos 12:30; Colosenses 3:23.
Cuando alguien está enfermo, tiene menos fuerzas, aunque su corazón y mente quieran hacer tanto como hacían antes en el servicio de Dios. Es cierto que todos los que conseguirán vida eterna tienen que ‘esforzarse vigorosamente,’ pero tal esforzarse no siempre se mide estrictamente por la cantidad de trabajo que se hace. La cantidad de actividad vigorosa que Epafrodito pudo efectuar en la “obra del Señor” cuando estuvo enfermo no podía compararse con lo que hacía cuando estaba bien. No obstante, en conjunto, Pablo expresó encomio por el esfuerzo que hizo.—Lucas 13:24; Filipenses 2:25-30.
Un cambio en las circunstancias, como el que resulta de una enfermedad, puede impedir que logremos plenamente el deseo de nuestro corazón. Por ejemplo, la esposa de un superintendente viajante sucumbió a una depresión mayor. Ella informó: “Toda mi vida he sido sumamente activa y he disfrutado a grado cabal de mi servicio a Dios. Pero entonces por unos nueve meses, me sobrevino este horrible sentimiento, sin tener alivio, de estar en los ‘abismos’ de la tierra.” Ella y su esposo se vieron obligados a pedir licencia temporal de la obra de visitar a las congregaciones, y un médico tuvo que tratar la enfermedad de ella. Después de más de un año, recobró su salud al grado que, junto con su esposo, pudo emprender de nuevo dicha vigorosa asignación de servicio. Actualmente, ella manifiesta el mismo entusiasmo de toda alma que tenía antes, y escribe: “Otra vez estoy feliz en mi servicio. Pero ahora cuando me siento excesivamente cansada y agotada, me quedo en casa y descanso, y trato de obedecer las señales que me da el cuerpo. Ahora reconozco los síntomas y estoy muy agradecida a Jehová de que estoy en el camino al restablecimiento.”
Sí, ¡qué agradecidos nos podemos sentir todos de que tenemos un Dios que acepta nuestros dones y sacrificios, ‘según lo que tenemos, no según lo que no tenemos’! Esto es cierto de todos los sacrificios, sean éstos espirituales, materiales o de nuestra fuerza física.—2 Corintios 8:12.
Sin embargo, a veces puede que sea necesario ayudar a la persona deprimida a ejercer mayor discernimiento en cuanto a cómo emplear sus fuerzas. Una hermana que sufrió de una depresión grave comentó: “Obraba con desequilibrio. No sabía decir: ‘No.’ Siempre que alguien me pedía que hiciera algo decía: ‘Sí, como no.’ Tuve que aprender a decir: ‘No, lo lamento. Realmente no puedo. Tal vez le pueda ayudar en otra ocasión.’ Tuve que aprender a hacer esto, de otro modo me hubiera puesto frenética.” La persona que constantemente trata de hacer más de lo que sus fuerzas indican que debe hacer pudiera terminar con una depresión grave. El sabio aconsejó: “No te hagas justo en demasía, ni te muestres excesivamente sabio. ¿Por qué debes causarte desolación? No seas inicuo en demasía, ni te hagas tonto. ¿Por qué debes morir cuando no es tu tiempo?”—Eclesiastés 7:16, 17.
Se requiere verdadero esfuerzo para hablar consoladoramente a las almas abatidas. Hay que aprender a hacerlo mediante prestar atención al consejo que da la Palabra de Dios. También hay que aprender a ejercer perspicacia. Pero los resultados hacen que valga la pena.
Imagínese el gozo de ver a alguien que tiene desgarrado el corazón —que prorrumpe en llanto al expresar lo que siente— empezar a cambiar. Poco a poco hay ojos brillantes en vez de ojos llenos de lágrimas. Ahora una sonrisa anima el rostro. ¡Qué agradecida está esta persona a un pastor amoroso y comprensivo! Y, sobre todo, ¡qué complacido está nuestro compasivo Padre celestial, quien “consuela a los abatidos”!—2 Corintios 7:6, Versión Latinoamericana.
[Ilustración en la página 10]
No debemos ser como los compañeros de Job... consoladores molestos
[Ilustración en la página 11]
¿Aumenta usted los problemas de los deprimidos, o realmente logra consolarlos?
[Ilustración en la página 13]
Los ancianos pueden orar con la persona o por ella, evitando declaraciones que pudieran hacer que ésta se sienta más culpable aún