Una Tierra sin dolor
“‘Ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.’ Y El [Dios] que estaba sentado sobre el trono dijo: ‘¡Mira! Estoy haciendo nuevas todas las cosas.’”—Rev. 21:4, 5.
¿SE PUEDE usted imaginar la vida en la Tierra sin que nadie jamás sufra de grave dolor emocional o físico? ‘Eso es demasiado bueno para ser cierto,’ quizás razone usted. Sin embargo, eso es lo que ha prometido el Hacedor del hombre, Jehová Dios. Su Palabra, la Biblia, habla de un tiempo en que ni “clamor ni dolor” ‘existirán ya.’ (Rev. 21:4) ¿Qué significará, exactamente, el cumplimiento de esa promesa?
No significará que toda sensación física de dolor será cosa del pasado. ¿Por qué no? Porque es verdaderamente provechoso tener sensación del dolor. Por ejemplo, pudiera suceder que una muchacha que estuviera pelando papas o patatas se hiciera una cortadura leve. Si no tuviera sensación del dolor, podría hacerse una cortadura más profunda sin siquiera darse cuenta de haberse herido hasta que la sangre empezara a fluir. Por consiguiente se ve que la sensación del dolor es valiosa porque hace que la persona actúe rápidamente y evite más contacto con la fuente del dolor, lo cual limita los efectos perjudiciales de ésta.
El caso de Jesucristo ilustra bien que la perfección corporal incluye el tener sensación del dolor. Jesús sufrió dolor emocional con relación a la actitud de falta de misericordia de sus paisanos. En las Escrituras leemos que quedó “cabalmente contristado por la insensibilidad de sus corazones.” (Mar. 3:5) En cuanto a lo que sintió precisamente antes de ser traicionado, la Biblia informa: “Entrando en agonía continuó orando más encarecidamente; y su sudor se hizo como gotas de sangre que caían al suelo.”—Luc. 22:44.
En vez de requerirse la remoción de la sensación del dolor, para que no haya dolor se necesita la eliminación de las causas del sufrimiento humano... la opresión, el delito, las enfermedades, la muerte y cosas similares. ¿Cómo se efectuará esto?
El primer paso en la remoción del dolor es la destrucción del sistema de cosas actual que tan desagradable ha hecho la vida para millones de los habitantes de la Tierra. Esto significa el fin para todos los explotadores y arruinadores de la Tierra. La Biblia indica que esto sucederá. Leemos del tiempo en que Dios ‘causará la ruina de los que están arruinando la tierra.’ (Rev. 11:18) En el sentido más completo, el resultado de esto será el cumplimiento de Proverbios 2:21, 22: “Los rectos son los que residirán en la tierra, y los exentos de culpa son los que quedarán en ella. En cuanto a los inicuos, ellos serán cortados de la mismísima tierra; y en cuanto a los traicioneros, ellos serán arrancados de ella.”
Después de la destrucción de todos los elementos inicuos, un justo grupo de gobernantes empezará a dirigir todos los asuntos de la Tierra. La profecía de Daniel habla de esto como sigue: “El Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos [existentes], y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos.”—Dan. 2:44.
Por medio de este reino de Dios será abolido todo sufrimiento doloroso. Nadie sufrirá por injusticias, opresión o desafuero de clase alguna. El gobernante principal, Jesucristo, se encargará de eso. En cuanto a su manera de manejar los asuntos, la Biblia dice: “Él no juzgará por la mera apariencia de las cosas a sus ojos, ni censurará simplemente según lo que oigan sus oídos. Y con justicia tiene que juzgar a los de condición humilde, y con rectitud tiene que administrar censura a favor de los mansos de la tierra.”—Isa. 11:3, 4.
Junto con sus gobernantes asociados, Jesucristo también estará trabajando para la remoción del dolor que producen la enfermedad y la muerte. En la Biblia el arreglo que se usa para hacer esto se describe simbólicamente como un río en cuyas márgenes hay árboles que llevan fruto. Se nos dice: “De este lado del río y de aquel lado había árboles de vida que producen doce cosechas de fruto, dando sus frutos cada mes. Y las hojas de los árboles eran para la curación de las naciones.” (Rev. 22:2) Por medio de esta provisión a la humanidad se le librará de toda debilidad e imperfección. Plenamente sanada de este modo, la humanidad ya no sufrirá los dolores de la enfermedad, la vejez ni la muerte. Esta es la promesa inspirada por Dios: “Él realmente se tragará a la muerte para siempre, y el Señor Soberano Jehová ciertamente limpiará las lágrimas de todo rostro.”—Isa. 25:8.
La remoción de la enfermedad, la vejez y la muerte no hará que surjan otros dolores que pudieran ser el resultado de que la Tierra llegara a estar atestada de gente y de que la gente extranjera en exceso de sus recursos. El Creador, que tiene la sabiduría necesaria para abolir la enfermedad, la vejez y la muerte, por medio de su reino en las manos de Jesucristo, también tiene la sabiduría y la aptitud que se necesitan para controlar estos asuntos de modo que el resultado sea el mejor para la familia humana. El propósito original de él para la Tierra era que fuese ‘llena y sojuzgada,’ no poblada en demasía y arruinada. (Gén. 1:28) Ese propósito original todavía se cumplirá.
Pero ¿qué hay de los miles de millones de individuos que ahora están muertos y otros que quizás mueran antes de la destrucción del viejo orden actual? ¿Tendrán la oportunidad de participar de las bendiciones de una Tierra sin dolor? ¡De seguro que sí! Jesucristo declaró: “Llega la hora en que cuantos están en los sepulcros oirán su voz y saldrán.”—Juan 5:28, Biblia de Jerusalén.
El hecho de que el pensamiento de Dios es que haya una Tierra sin dolor impone sobre nosotros la responsabilidad de obrar de manera que muestre que realmente queremos esto. El apóstol Pedro instó de este modo a compañeros creyentes: “Ya que ustedes están esperando estas cosas, hagan lo sumo posible para ser hallados al fin por él inmaculados y sin tacha y en paz.”—2 Ped. 3:14.
Si realmente queremos una Tierra sin dolor, tenemos que mostrarlo por medio de esforzarnos concienzudamente por no causar a otros dolor innecesario, ni emocional ni físico. Humildemente debemos someternos a la voluntad de Dios como él la ha revelado a la humanidad en su Palabra, la Biblia. Si hacemos esto, podemos esperar confiadamente una Tierra en la cual no exista el terrible dolor que por muchos siglos ha afligido a la humanidad. Sí, podemos estar entre los que se han de beneficiar del cumplimiento de la promesa de Dios, ya sea por medio de pasar con vida a través del fin del sistema impío o, si muriésemos antes de eso, por medio de recibir una resurrección de entre los muertos.