¿Cuál es el punto de vista bíblico?
¿Por qué nacen algunos con defectos?
LA PEQUEÑA Karen, de cuatro años, se estaba muriendo de leucemia. Este fue un duro golpe para sus padres. Habían asistido con regularidad a la iglesia católica romana, pero ahora habían cesado de hacerlo, porque, como dijeron: “Cuando uno ha tratado de llevar una vida correcta uno se pregunta por qué le sucede esto.”—Times de Nueva York, del 2 de febrero de 1973.
Karen había nacido con un defecto, aunque pasaron tres años antes que esto se manifestara. En los Estados Unidos cuatro de cada cien bebés nacen con algún defecto evidente, siendo jorobados, tullidos o ciegos, o con defectos en el corazón o en el cerebro. Para el tiempo en que los infantes tienen un año de edad más defectos se hacen evidentes, de modo que el número ha aumentado a siete de cada cien. ¿Por qué suceden esas cosas? ¿A quién se debe culpar? ¿Qué se puede hacer acerca de ello?
En tiempos bíblicos algunos nacieron con defectos. Los apóstoles Pedro y Juan curaron milagrosamente a un hombre “que era cojo desde la matriz de su madre.” (Hech. 3:1-10) Jesucristo devolvió la vista a un hombre que había nacido ciego. Sus discípulos le habían preguntado si la ceguera se debía a los pecados de sus padres o a sus propios pecados. Evidentemente los discípulos de Jesús creían, como creen algunos rabinos, que una persona puede pecar en la matriz de su madre antes de nacer. Jesús contestó que la ceguera del hombre no se debía a ningún pecado de su parte o de parte de sus padres sino que había sido “para que las obras de Dios se pusiesen de manifiesto en su caso.” No que Dios haya ocasionado la ceguera en primer lugar. Sino que, la ceguera del hombre proveyó una oportunidad para poner de manifiesto las obras de Dios.—Juan 9:1-7; Rom. 5:12.
Muy probablemente ese hombre había nacido ciego debido a una falla de los cromosomas o un defecto genético, tal como la pequeña Karen. Por lo tanto, si los padres tienen un serio defecto del corazón, las probabilidades de riesgo de que sus hijos tengan un defecto parecido son 21 a 37 veces más grandes de lo que serían de otra manera. Además, un hombre que tiene hemofilia transmite este defecto genético a sus nietos por medio de sus hijas. En todos esos casos no se puede culpar a los padres, puesto que no tienen gobierno sobre el asunto.
También, debido a la ignorancia una madre puede causar que su hijo nazca deforme. Este fue el caso con las mujeres embarazadas quienes, durante las primeras etapas de sus embarazos, tomaron píldoras para dormir que contenían talidomida, una droga sintética. Esta droga, denominada “una de las más grandes tragedias médicas de la historia,” causó que 12.000 mujeres en muchos países diferentes dieran a luz bebés deformados, la mitad de los cuales eran tan deformes que o nacieron muertos o solo vivieron unas pocas horas o pocos días.
De los seis mil ‘bebés talidomidas’ que sobrevivieron, de un tercio a una mitad nacieron sin algún miembro o con miembros deformes. Se ha calculado que el cuidado de toda la vida de cada uno de estos niños impedidos es de 250.000 dólares. Ciertamente Dios no puede ser culpado por estas cosas que los humanos hacen, ¿no es cierto?
En el caso de los ‘bebés talidomidas,’ los tribunales fallaron que debía culparse a las compañías productoras de la droga en vez de a las madres. Pero hay muchísimos bebés con defectos cuyos padres, y en particular la madre, pueden ser culpados por ello. Por ejemplo, muchos infantes nacen con defectos debido a que sus madres contrajeron una enfermedad venérea. Debido a entregarse a conducta relajada sea antes o después del matrimonio los padres dieron a sus hijos una herencia defectuosa. Las mujeres embarazadas que fuman cigarrillos aumentan los riesgos de que sus bebés nazcan muertos o mal desarrollados. También se ha hallado una relación entre la aspirina y los defectos de nacimiento. Hasta los esfuerzos excesivos para mantener su peso pueden causar que una mujer embarazada dañe a su hijo no nacido.
Por un reciente informe acerca de los efectos del incesto se puede ver que en algunos casos la culpa por el defecto de un niño descansa sobre la madre. La Biblia condena fuertemente el incesto. La ley de Moisés estipulaba la pena de muerte por incesto. (Lev. 18:8-17) Así es que un investigador médico checoeslovaco hizo comparaciones entre la prole producida por relaciones incestuosas y la nacida de las mismas mujeres pero no el producto de relaciones incestuosas. El estudio suministró “dramática evidencia de que entre la prole de uniones incestuosas, el riesgo de anormalidades es aterrador,” y mostró el “efecto inconfundible de los nacimientos sin mezcla de sangre sobre la mortandad infantil, deformaciones congénitas y nivel de inteligencia.” (Newsweek, del 9 de octubre de 1972) verdaderamente estos descubrimientos subrayan el principio bíblico: “Cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará; porque el que está sembrando teniendo en mira su carne, segará de su carne la corrupción.”—Gál. 6:7, 8.
Uno de los más desafortunados aspectos de nacer con un defecto es que esto frecuentemente hace que los padres se pregunten por qué lo permitió Dios o por qué lo causó, como si él fuera el culpable por el aprieto de ellos, como en el caso de la pequeña Karen. Otros han adoptado una actitud fatalista, como si fuera la voluntad de Dios para ellos, o que ellos merecían la tragedia. Aun otros hablan de la muerte prematura de un niño deforme como sí ‘Dios quería tenerlo junto a Él.’
Pero Jehová Dios, el Creador, no puede ser culpado. Él creó perfecta a la primera pareja humana, porque toda su obra es perfecta. (Deu. 32:4) Cuando nuestros primeros padres pecaron, no solo llegaron a ser imperfectos y lo pagaron con sus vidas, sino que desde entonces toda su prole ha nacido imperfecta y en una condición moribunda. (Rom. 5:12) La naturaleza de estas imperfecciones tienen sus consecuencias en si un niño nacerá con defectos o no. Por eso no todas las mujeres embarazadas que tomaron talidomida en las primeras etapas de su embarazo dieron a luz bebés deformes sino solamente las que también tenían un defecto genético. Y como hemos visto, otros factores también pueden ser causas contribuyentes.
La Biblia nos dice que “Dios es amor” y que él ha hecho provisiones para que los humanos recobren su perfección por medio del sacrificio de rescate de Jesucristo y del reino de Cristo. Bajo el poder de ese reino, no habrá más lágrimas, ni clamor, ni dolor o muerte... por lo tanto la liberación de todos los defectos físicos y mentales. Hasta los muertos se levantarán para beneficiarse de esas bendiciones.—1 Juan 4:8; Juan 5:28, 29; Hech. 24:15.
Pero mientras tanto, ¿qué? El cuidado en obedecer las leyes de Dios y la sabiduría práctica pueden hacer mucho para evitar la probabilidad de que un niño nazca con alguna clase de defecto. También hay el “asesoramiento genético” por medio del cual los padres pueden cerciorarse, por lo menos hasta cierto grado, de los riesgos que pueden correr al tener prole.
Y, ¿qué se puede hacer cuando esta tragedia ya ha golpeado a una familia? Se le debe ver como un desafío al que hay que enfrentarse. ¿Cómo? Por medio de manifestar el resto de la familia interés altruista, paciencia, aguante; contribuyendo todos en lo que pueden para que la persona impedida pueda disfrutar de la vida a pesar de su aflicción, haciendo por él lo que les gustaría que otros hicieran por ellos.