Un llamamiento que abarca el futuro
‘¿QUÉ provecho saco ahora?’ Frecuentemente ésta es la respuesta que se recibe al presentarle una nueva idea a una persona. Y ciertamente es natural desear buenas cosas ahora. Al mismo tiempo no podemos negarnos a considerar el futuro. Por cierto, una guía para la vida sería tristemente deficiente si no ofreciera alguna esperanza o meta para el futuro. Porque, prescindiendo de lo que una persona tenga ahora, su modo de ver el futuro tiene una fuerte influencia sobre su derrotero actual.
La Biblia sí provee una esperanza segura para el futuro, una meta por la cual trabajar. El apóstol Pablo, después de casi treinta años de vivir según los principios cristianos, dijo: “La devoción piadosa es provechosa para todas las cosas, puesto que encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir.”—1 Tim. 4:8.
En el artículo anterior usted ha leído las experiencias de personas que ahora se están beneficiando debido a que cambiaron su modo de vivir. ¿Lo lograron meramente por medio de decidir cambiar y entonces ponerlo en práctica? No. Vieron que lo que estaban haciendo no era bueno o no les estaba brindando la vida satisfactoria que deseaban. Querían alguna clase de cambio. Pero no sabían qué ajustes tenían que hacer, o cómo hacerlos. En algunos casos observaron a los testigos de Jehová y vieron que los Testigos eran felices y que habían modificado su vida de tal modo que fue provechoso. Pero no pudieron hacer esos ajustes por su propia voluntad y fuerza. Tuvieron que estudiar la Biblia y ver el propósito de Dios para la humanidad. Necesitaban la ayuda de Dios y de otros cristianos para poder entender en su corazón por qué deberían hacer los cambios y para comprender que recibirían la ayuda de Dios para hacerlo. También vieron que había verdaderos beneficios para ellos mismos y sus familias. Necesitaban un propósito en la vida, y aprendieron que es menester que ese propósito esté modelado en conformidad con el propósito de Dios.
Sí, estas personas sinceras hallaron que si querían una vida mejor ahora tenían que aprender a vivir de la manera que el Creador hizo al hombre para que viviera... en paz con su familia y con su prójimo, temiendo y sirviendo a Dios, que solo puede guiar a uno por el camino correcto. La Biblia dice: “Él te ha dicho, oh hombre terrestre, lo que es bueno. ¿Y qué es lo que Jehová está pidiendo de vuelta de ti sino ejercer justicia y amar la bondad y ser modesto al andar con tu Dios?” (Miq. 6:8) Además vieron que la devoción piadosa encierra una promesa de la vida “que ha de venir.”
Se necesita salud para disfrutar de felicidad completa
¿Qué necesitamos para ser felices en la vida que nos espera? Probablemente lo primero que se le ocurre a uno es la buena salud. Sin ésta, no hay disfrute. ¿Cómo se proveerá ésta en ‘la vida que ha de venir’?
La Biblia nos asegura que la buena salud será la feliz porción de la gente cuando solo el gobierno de Dios rija la Tierra. Aun ahora, la obediencia a los principios y mandatos de Dios le ayudan a uno a evitar muchas tensiones y enfermedades que minan su salud. Los buenos dichos de la Biblia “son vida a los que los hallan y salud a toda su carne.” (Pro. 4:22) Las enseñanzas de la Biblia son “sanas palabras,” no solo en un sentido espiritual, sino también en un sentido físico, porque es reconocido que en todo caso el bienestar espiritual es esencial para la salud física.—2 Tim. 1:13; 4:3.
Pero las criaturas humanas también necesitan verdadera curación física antes que puedan llegar a la perfección de salud y vigor. El solo vivir correctamente no producirá esa curación del cuerpo. Se necesita algo más. ¿Cómo se suministrará esta curación?
El hombre no se puede curar a sí mismo, debido a que es imperfecto por herencia. (Sal. 51:5) Hace cosas que no son correctas, especialmente cuando está bajo presión. Esto se debe a que todos son pecadores, aun los que no quieren hacer lo que es incorrecto. La palabra bíblica que se usa para pecado en realidad significa “errar el blanco.” El hombre no puede por sus propios esfuerzos salir de la mala situación en que se halla. Tampoco puede un hombre rescatar a otro, debido a que todos están en el mismo “fango” de la imperfección que con el tiempo resulta en la muerte. El salmista escribió que, prescindiendo de la condición del individuo —rico, sabio o poderoso— “ninguno de ellos puede de manera alguna redimir siquiera a un hermano, ni dar a Dios un rescate por él; . . . para que todavía viva para siempre y no vea el hoyo.”—Sal. 49:6-9.
Por lo tanto, la ayuda tiene que venir de Dios. En la Biblia, la enfermedad está ligada con el pecado, y la curación se relaciona con el perdón. El rey David comprendió la situación de la humanidad y escribió a Israel: “Bendice a Jehová, oh alma mía, y no olvides todos sus hechos, aquel que está perdonando todo tu error, que está sanando todas tus dolencias.” (Sal. 103:2, 3; compare con Lucas 5:18-25.) Tenemos que esperar con confianza esta ayuda si deseamos vivir en salud perfecta. ¿Cuándo llegará esta curación? Durante el reinado de mil años del Hijo de Dios, Jesucristo. Todas las evidencias indican claramente que el comienzo de este reinado que Dios ha prometido está muy cercano.—Mat. 24:32-34.
Esto es algo que esperamos con gran interés —una verdadera meta para nuestra vida— un real incentivo para aprender acerca de la voluntad de Dios para nosotros y para obedecerla. Pero, quizás se pregunte uno, ¿qué garantías tenemos de que Dios hará estas cosas por nosotros? Observe, ahora, con qué detalles la Biblia explica, como una base sólida para nuestra plena confianza y fe, los cuidadosos arreglos que Dios ha hecho para lograr la curación y rehabilitación del género humano.
Los arreglos que Dios hizo para la curación de la humanidad
Jehová Dios ama lo que ha creado, lo mismo que un padre ama a sus hijos. Jesús, cuando estuvo en la Tierra, dijo: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16) Este Hijo originalmente vivió con su Padre en el cielo desde antes que fuera creada la Tierra. (Juan 1:1; Rev. 3:14) Cuando estuvo en la Tierra él aludió a su existencia prehumana cuando en oración le pidió a Dios: “Padre, glorifícame al lado de ti mismo con la gloria que tenía al lado de ti antes que el mundo fuese.”—Juan 17:5.
¡Piense en lo que le costó a Dios enviar a su Hijo a la Tierra, transfiriendo su vida al seno de una muchacha judía, para que naciera un hombre, para vivir entre un pueblo imperfecto y pecador! Y piense en la obediencia del Hijo de Dios y de su amor a Dios al dejar las riquezas celestiales, para ser tratado en la Tierra peor que un esclavo y finalmente morir una muerte ignominiosa. (1 Ped. 2:21-25) El apóstol Pablo escribió acerca de lo que Jesús hizo: “Aunque existía en la forma de Dios, no dio consideración a un arrebatamiento, a saber, que debiera ser igual a Dios. No, antes bien se despojó a sí mismo y tomó la forma de esclavo y vino a estar en la semejanza de los hombres. Más que eso, hallándose en estilo de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento.”—Fili. 2:6-8.
¿Por qué fue necesaria su muerte como un medio para liberar a la humanidad de la muerte? Bueno, por no ser el padre de la raza humana, no era el cabeza de la familia humana. Tampoco era el dueño de la humanidad. La raza humana le pertenecía a Jehová Dios. Dios, al mantener su justo gobierno soberano sobre el universo, no podía permitir el pecado ni pasarlo por alto. No podía dejar, como lo hacen muchos gobiernos y jueces actualmente, que los criminales “se salgan con la suya” con sus crímenes, debilitando por este medio la fibra moral de la nación. Tenía que haber un sacrificio, el pago de un rescate como precio de compra. Ese precio tenía que ser una vida humana perfecta, como la que el antepasado de la humanidad, Adán, había tenido pero había perdido por medio de pecar. Su prole fue vendida, sin su consentimiento, en esclavitud al pecado y a la muerte. (Rom. 7:14; 8:20) Jesucristo, al llegar a ser hombre, tenía ese precio de compra necesario, el cual él dio. Por lo tanto Jesús tenía que llegar a ser un segundo o “último Adán,” para que justa y legalmente pudiera ser un dador de vida para la prole de Adán. (1 Cor. 15:45) Así se equilibraron los platillos de la justicia. Dios mantuvo justicia y rectitud perfectas en el gobierno a la vez que manifestaba misericordia al proveerle a la humanidad, que se hallaba absolutamente incapaz de ayudarse a sí misma, la oportunidad de conseguir vida.—Rom. 3:23, 26.
Jesucristo es ahora el Comprador de la humanidad. Cada miembro de la raza humana le pertenece, para que trate con ellos según la voluntad de Dios. Para Cristo, que compró a todas las personas con su propia sangre vital, todas son preciosas. Aunque uno quizás se sienta insignificante, su vida es muy importante ante los ojos de Cristo. Él no permitirá que una sola persona merecedora pierda la vida. Por lo tanto podemos estar seguros del trato más bondadoso y paternal bajo el gobierno del Reino. (1 Ped. 1:18, 19; compare con Lucas 15:4-10.) Así es que uno puede estar absolutamente seguro de recibir la ayuda correcta, justa y misericordiosa, que incluye la curación de todas sus enfermedades, si acepta de todo corazón los principios universales de Dios de amor y obediencia a él y amor al prójimo, y se adhiere firmemente a ellos.—Mat. 22:37-40; Rom. 13:8-10.
¿Cómo sabemos que Cristo puede hacer esto? Bueno, ante todo, él está vivo de nuevo, habiendo sido resucitado por su Padre, Jehová Dios. (Hech. 2:32) No solo posee él a la raza humana por derecho de compra, sino que también tiene el poder para hacer todo lo necesario por ellos... cosas que no pudo hacer mientras permanecía en la Tierra. El apóstol Pablo escribe: “Por esta misma razón [su obediencia hasta la muerte] . . . Dios lo ensalzó a un puesto superior y bondadosamente le dio el nombre que está por encima de todo otro nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo y de los que están sobre la tierra y de los que están debajo de la tierra.”—Fili. 2:9, 10.
Por lo tanto la resurrección de Cristo es un fundamento para la fe... una garantía de que recibiremos ayuda. Aun más que eso, es también una garantía de que “los que están debajo de la tierra,” los muertos en sus tumbas, recibirán una resurrección. (Hech. 17:31) Sea que su vida pasada haya sido buena o mala, tendrán la oportunidad de aprender acerca de la provisión del rescate, de asirse de ella y de ser obedientes durante el justo gobierno del Reino. (Hech. 24:15) Con el tiempo podrán lograr la perfección y, lo mismo que el resto de la humanidad obediente, llegarán a ser miembros de la familia de Dios.—Rom. 8:21.
Una “nueva tierra” justa
Quizás no nos sea posible comprender plenamente lo que querrá decir llegar a ser hijos de Dios. No obstante, en la Biblia hallamos lo suficiente para obtener un vistazo de lo grandioso que esto será. Piense en vivir en una Tierra hermosa, libre de contaminación, enfermedad, crimen, odio, tensión racial y guerras. Imagínese cómo se disfrutará de las bellezas de la Tierra... las majestuosas montañas, los sombreados y refrescantes bosques, los jardines repletos de flores, los arroyos y ríos centellantes y los océanos no contaminados. Estos, como se nos asegura en las Sagradas Escrituras, constituirán nuestro hermoso hogar permanente.
Pero aun más deleitables serán las personas... saludables, radiantes, rehabilitadas a perfección de mente, corazón y cuerpo. Para estar feliz uno también necesitará trabajo tanto para la mente como para el cuerpo. Esto significa que la Tierra paradisíaca no estará exenta de desafíos, aunque sí estará exenta de las ansiedades y las situaciones opresivas, las cuales serán cosas del pasado.
Los hombres y las mujeres llevarán a cabo el mandato que originalmente se le dio a la humanidad, pero el cual dejaron de cumplir. ¿Qué mandato? El de “sojuzgar” la Tierra y tener en sujeción a toda la creación animal, sobre la tierra y en el mar y el aire. Al hacer esto se hallarán frente a una variedad de problemas interesantes que demandarán y ejercitarán su habilidad e ingenio.
El criar animales domésticos y cultivar plantas complacerá a muchos. El hacer por los demás cosas para las cuales uno tiene el talento y la habilidad será un placer. La Tierra es un inmenso “laboratorio” científico, con suficientes secretos para mantener a los hombres ocupados para siempre en el estudio y la investigación. Cada descubrimiento abre nuevas puertas, nuevas vistas, con beneficios para la humanidad. Así es que de Jehová Dios, la fuente de sabiduría y de energía que nunca disminuye, vendrán gozosas ocupaciones eternas para los hombres y las mujeres. (Isa. 40:28, 29) La vida verdaderamente tendrá un propósito. Y nada malogrará la seguridad de ese mundo, para empañar el esplendor de vivir. En cuanto a las molestias del pasado, la Palabra de Dios nos asegura: “Las cosas anteriores no serán recordadas, ni subirán al corazón.”—Isa. 65:17.
Estas descripciones no son meramente sueños llenos de esperanza. Las promesas de estas cosas están escritas en la Biblia, la Palabra de un Dios que “no puede mentir.” (Tito 1:2; Heb. 6:18) Cuando Jesús estuvo en la Tierra dio amplia seguridad de que puede sanar y bendecir a la humanidad y de que lo hará. (Mar. 1:40, 41) Él realizó innumerables curaciones de toda clase de enfermedades. Al hacerlo no dependió de la fe del individuo, sino que lo hizo por su propio poder y debido a su amor a la humanidad. Sus curaciones fueron instantáneas, no un tratamiento gradual por medios médicos ni requerían dietas especiales, cirugía y hospitalización. Los sanados no solo quedaban “bien de salud,” sino capacitados para trabajar.—Juan 5:9.
Algunos fueron resucitados por Jesús, aunque, por lo menos en un caso, ya se había iniciado la descomposición del cuerpo. (Juan 11:38-44; Luc. 7:11-17; Mat. 9:18-26) Sin embargo, todas estas personas que fueron sanadas y resucitadas murieron. Su curación no resultó en la perfección del cuerpo. ¿Por qué no? Porque todavía no era el tiempo para que gobernara el reino de Cristo y para quitar el actual sistema de cosas. Esto se tiene que hacer primero. De otro modo el viejo sistema sería un obstáculo para la salud, la seguridad y la vida de familia feliz y la paz. El gobierno de Cristo procederá como con una vara de hierro y quitará este sistema en lo que será una “grande tribulación” para este mundo. (Mat. 24:21) Este sistema de cosas, junto con sus injusticias y opresiones, tiene que pasar de la escena para siempre. Esto preparará el camino para el gobierno ininterrumpido de justicia. Los que verdaderamente viven según la guía bíblica sobrevivirán. (Rev. 7:9, 14, 15) Por consiguiente, no debemos temer este acontecimiento, sino más bien considerarlo como una liberación para nosotros.—1 Juan 2:17.
Entonces, según nos dicen los capítulos finales de la Biblia, el “río de agua de vida” comenzará a fluir hacia la humanidad. Al beber de esta “agua,” la cual simboliza las provisiones de Dios para vida por medio de Cristo, y al comer el “fruto” de los “árboles” que crecerán a lo largo de sus orillas, empleando “las hojas de los árboles . . . para la curación de las naciones,” los habitantes del paraíso terrenal serán elevados a la perfección. (Rev. 22:1, 2; 7:15-17) Por medio de este arreglo Dios “limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”—Rev. 21:3, 4.
Aun la vida óptima, la más feliz y productiva que uno pudiera tener ahora sería muy inferior a la vida en el nuevo orden de Dios. Esa vida no durará unos escasos setenta años, ni siquiera cien o mil, sino para siempre. Ciertamente la devoción piadosa hoy día también tiene un llamamiento que abarca el futuro, ya que ofrece una “promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir.” (1 Tim. 4:8) Solo un Creador todopoderoso, sapientísimo y amoroso podría proveer esto. Jehová Dios y su Hijo esperan con gran expectación el tiempo en que Él hará esto. ¿No lo impulsa este conocimiento del buen propósito de Dios para la humanidad a ajustar su vida en armonía con la Biblia, la guía que Dios ha provisto para sus criaturas humanas? Si es así, usted, también, puede esperar con gran anhelo el gobierno milenario del reino de Dios sobre la Tierra.
[Ilustración de la página 25]
Dios garantiza que toda la Tierra llegará a ser un paraíso. ¿No lo estimula esto a aprender acerca de la voluntad y el propósito de Dios?