La expulsión... desde qué punto de vista verla
“Oh Jehová, . . . ¿quién residirá en tu santa montaña? El que está andando sin tacha y practicando la justicia.”—Sal. 15:1, 2.
1, 2. ¿Cómo sabemos que Dios espera que su adoradores sostengan Sus normas?
JEHOVÁ es justo y santo. Aunque es misericordioso y comprensivo para con las criaturas humanas imperfectas, espera que los que le adoren reflejen su santidad mediante esforzarse por sostener Sus justas normas.—Sal. 103:8-14; Núm. 15:40.
2 El israelita que deliberadamente violara los mandatos de Dios, como los que prohibían la apostasía, el adulterio o el asesinato, habría de ser cortado del pueblo, ser muerto. (Núm. 15:30, 31; 35:31; Deu. 13:1-5; Lev. 20:10) Esta firmeza con que se sostenían las normas razonables y justas de Dios era para el bien de todos los israelitas, pues ayudaba a mantener la pureza de la congregación. Y servía para disuadir a cualquiera de esparcir corrupción entre el pueblo que llevaba sobre sí el nombre de Dios.
3. ¿Cuál era la situación del judío que fuera expulsado de la sinagoga?
3 En el primer siglo E.C. los judíos que estaban bajo el dominio romano no tenían la autoridad de administrar la pena de muerte. (Juan 18:28-31) Pero el judío que fuera culpable de violar la Ley podía ser expulsado de la sinagoga. Un efecto de este castigo severo era que los otros judíos evitaban a la persona expulsada, o huían de ella. Se dice que estas personas ni siquiera tenían tratos comerciales con el expulsado fuera de venderle las cosas necesarias para la vida.a—Juan 9:22; 12:42; 16:2.
4, 5. ¿Cómo habría de tratar la congregación cristiana con un pecador impenitente?
4 Después que se hubo formado la congregación cristiana, ésta vino a reemplazar a la nación judía en cuanto a tener sobre sí el nombre de Dios. (Mat. 21:43; Hech. 15:14) Por consiguiente, era justo y correcto esperar que los cristianos sostuvieran la justicia de Jehová. El apóstol Pedro escribió: “De acuerdo con el Santo que los llamó, háganse ustedes mismos santos también en toda su conducta, porque está escrito: ‘Tienen que ser santos, porque yo soy santo.’” (1 Ped. 1:14-16) Jehová ama a su pueblo y quiere proteger la pureza de la congregación cristiana. Por eso, delineó un arreglo por medio del cual se rechaza o expulsa a la persona que persiste en un proceder que deshonra a Dios y pone en peligro a la congregación.
5 El apóstol Pablo dio el siguiente consejo: “En cuanto al hombre que promueve una secta, recházalo después de la primera y la segunda admonición; sabiendo que tal hombre ha sido descaminado y está pecando, siendo condenado por sí mismo.” (Tito 3:10, 11) Sí, los que son ancianos espirituales, como lo fue Tito, primero tratan de ayudar al malhechor amorosamente. Si éste no quiere responder a la ayuda que le dan y persiste en un proceder de ‘pecar,’ tienen autoridad para convocar a un comité de ancianos para “juzgar a los miembros de [la] agrupación de compañeros.” (1 Cor. 5:12, Today’s English Version) El amor a Dios y a la pureza de su pueblo exige que los de la “agrupación de compañeros,” la congregación, rechacen a ese hombre.
6. ¿Por qué era justo y correcto expulsar a los pecadores impenitentes?
6 En el primer siglo surgieron algunos de estos malhechores. Himeneo y Alejandro fueron de esa clase, hombres que habían “experimentado naufragio respecto a su fe.” Pablo dijo: “Los he entregado a Satanás para que se les enseñe por disciplina a no blasfemar.” (1 Tim. 1:19, 20) El que se expulsara a aquellos dos hombres fue una corrección severa, o disciplina, un castigo que pudiera enseñarles a no blasfemar contra el Dios santo y vivo. (Compare con Lucas 23:16, donde se emplea la palabra griega básica que frecuentemente se traduce “disciplina.”) Era propio que a estos blasfemos se les entregara a la autoridad de Satanás, que fueran echados a la oscuridad del mundo bajo la influencia de Satanás.—2 Cor. 4:4; Efe. 4:17-19; 1 Juan 5:19; compare con Hechos 26:18.
CÓMO TRATAR A LOS EXPULSADOS
7, 8. ¿Cómo podemos determinar cómo comportarnos para con una persona expulsada?
7 Sin embargo, pueden surgir preguntas acerca de cómo tratar a alguien que antes era miembro de la congregación, pero que ha sido expulsado. Agradecemos el que Dios nos haya suministrado en su Palabra respuestas e instrucciones de las cuales podemos estar seguros de que son perfectas, rectas y justas.—Jer. 17:10; Deu. 32:4.
8 En una ocasión un hombre de la congregación corintia estuvo practicando inmoralidad, y evidentemente no mostraba arrepentimiento. Pablo escribió que a este hombre ‘se le debía quitar de en medio de ellos,’ porque era como un poco de levadura que podía hacer fermentar, o corromper, toda la masa. (1 Cor. 5:1, 2, 6) Pero, una vez que se le expulsara, ¿habría de tratársele como si simplemente fuera una persona común del mundo, con quien los cristianos pudieran encontrarse en la vecindad o en su vida diaria? Note lo que Pablo dijo.
9. ¿Qué consejo dio Pablo acerca de cómo tratar con las personas injustas en general?
9 “Les escribí que cesaran de mezclarse en la compañía de fornicadores, no queriendo decir enteramente con los fornicadores de este mundo o los avarientos y personas que practican extorsión o idólatras. De otro modo ustedes realmente tendrían que salirse del mundo.” (1 Cor. 5:9, 10) Estas palabras de Pablo revelan que él reconoció como realidad el hecho de que la mayoría de las personas con quienes tenemos trato en nuestros asuntos diarios son personas que nunca han conocido a Dios ni seguido Su camino. Puede que sean fornicadores, personas que practican extorsión o idólatras, de modo que no son personas con quienes los cristianos escogerían entrar en asociación estrecha y constante. No obstante, vivimos en este planeta en medio de la humanidad y quizás tengamos que estar cerca de estas personas y hablar con ellas en el trabajo, en la escuela y en la vecindad.
10, 11. ¿Por qué han de portarse de modo diferente los cristianos para con un pecador que ha sido expulsado?
10 En el siguiente versículo Pablo contrasta esta situación con la forma en que deberían portarse los cristianos para con alguien que hubiera sido “hermano” cristiano, pero que hubiera sido expulsado de la congregación por haber cometido algún mal: “Mas ahora les estoy escribiendo que cesen de mezclarse en la compañía de [“que no os asociéis con,” Latinoamericana] cualquiera que llamándose hermano sea fornicador, o avariento, o idólatra, o injuriador, o borracho, o que practique extorsión, ni siquiera comiendo con tal hombre.”—1 Cor. 5:11.
11 La persona expulsada no es simplemente un hombre del mundo que no haya conocido a Dios ni seguido un modo de vivir piadoso. Más bien, ha conocido el camino de la verdad y la justicia, pero ha abandonado ese camino y ha persistido a tal grado en el pecado sin arrepentirse que se le ha tenido que expulsar. De modo que se le ha de tratar de modo diferente.b Pedro comentó sobre cómo difieren del hombre común, “el hombre de la calle,” estos que antes eran cristianos. El apóstol dijo: “Si, después de haberse escapado de las contaminaciones del mundo por un conocimiento exacto del Señor y Salvador Jesucristo, se dejan envolver de nuevo en estas mismas cosas y son sojuzgados, las condiciones finales han venido a ser peores para ellos que las primeras. . . . Les ha sucedido el dicho del proverbio verdadero: ‘El perro ha vuelto a su propio vómito, y la cerda bañada a revolcarse en el fango.’”—2 Ped. 2:20-22; 1 Cor. 6:11.
12. (a) ¿Por qué es apropiado el vocablo inglés “disfellowshiping”? (b) ¿Qué muestra la historia en cuanto a cómo trataban con pecadores los que profesaban el cristianismo en tiempos primitivos?
12 Sí, la Biblia manda a los cristianos que no mantengan asociación o compañerismo con alguien que haya sido expulsado de la congregación. Por eso, los testigos de Jehová de habla inglesa apropiadamente aplican a la expulsión y el subsiguientemente evitar a tal malhechor impenitente el término “disfellowshiping,” que literalmente significa “privación o negación del compañerismo.” El hecho de que rehúsan tener compañerismo con la persona expulsada en todo nivel espiritual o social refleja lealtad a las normas de Dios y obediencia a su mandato dado en 1 Corintios 5:11, 13. Esto está de acuerdo con el consejo de Jesús en el sentido de que se debería considerar a tal persona de la misma manera como los judíos de aquel tiempo consideraban a un “hombre de las naciones.” Parece que por algún tiempo después de la muerte de los apóstoles los que profesaban el cristianismo siguieron el procedimiento bíblico.c Pero, ¿cuántas iglesias hoy día cumplen con las instrucciones claras de Dios al respecto?
LOS QUE SE DESASOCIAN
13. ¿Qué debe hacerse en el caso de una persona que se debilita espiritualmente y se hace inactiva?
13 Un cristiano pudiera debilitarse espiritualmente, tal vez por no estudiar la Palabra de Dios con regularidad, o porque tiene problemas personales o experimenta persecución. (1 Cor. 11:30; Rom. 14:1) Puede que tal persona deje de asistir a las reuniones cristianas. ¿Qué ha de hacerse? Recuerde que los apóstoles abandonaron a Jesús la noche en que él fue arrestado. No obstante, Cristo había instado a Pedro: “Una vez que hayas vuelto, fortalece a tus hermanos [quienes también abandonaron a Jesús].” (Luc. 22:32) Por eso, impulsados por amor, los ancianos cristianos y otros pudieran visitar y ayudar a este que se ha debilitado y ha caído en inactividad. (1 Tes. 5:14; Rom. 15:1; Heb. 12:12, 13) Pero es asunto diferente cuando una persona reniega de ser cristiano y se desasocia.
14. ¿Cómo pudiera desasociarse alguien?
14 Alguien que haya sido verdadero cristiano pudiera renunciar al camino de la verdad y declarar que ya no se considera testigo de Jehová ni quiere que se le conozca como tal. Al ocurrir esta situación poco común, la persona está renunciando a su condición de cristiano, y está desasociándose deliberadamente de la congregación. El apóstol Juan escribió: “Ellos salieron de entre nosotros, pero no eran de nuestra clase; porque si hubieran sido de nuestra clase, habrían permanecido con nosotros.”—1 Juan 2:19.
15, 16. (a) ¿De qué otra manera pudiera una persona desasociarse? (b) ¿Cómo deberían los cristianos considerar a las personas desasociadas y tratar con ellas?
15 O alguien pudiera renunciar a su lugar en la congregación cristiana mediante sus acciones, como, por ejemplo, si se hiciera parte de una organización cuyo objetivo fuera contrario a la Biblia, y que, por lo tanto, estuviera bajo el juicio de Jehová Dios. (Compare con Revelación 19:17-21; Isaías 2:4.) Por eso, si alguien que fuera cristiano optara por unirse a los que están bajo la desaprobación de Dios, sería apropiado el que mediante un anuncio breve la congregación reconociera que esa persona se ha desasociado y ya no es testigo de Jehová.
16 A las personas que deliberadamente rechazan la fe y las creencias de los testigos de Jehová y así se ponen entre los que ‘no . . . son de nuestra clase’ se les debe considerar y tratar, correctamente, como se considera y trata a los que han sido expulsados por cometer un mal.
COOPERANDO CON LA CONGREGACIÓN
17, 18. ¿Qué está envuelto en cooperar con la congregación respecto a una expulsión?
17 Aunque los cristianos disfrutan de compañerismo espiritual cuando consideran o estudian la Biblia con sus hermanos o con personas interesadas en la verdad, no querrán tener compañerismo de esa clase con un pecador expulsado (ni con uno que ha renunciado a la fe y a las creencias de los testigos de Jehová, y que así se ha desasociado). Se ha ‘rechazado’ al individuo expulsado, pues está “condenado por sí mismo” por estar “pecando,” y los de la congregación aceptan el juicio de Dios y también lo apoyan. Pero el expulsar da a entender más que el sólo dejar de tener compañerismo espiritual.—Tito 3:10, 11.
18 Pablo escribió: “Cesen de mezclarse en la compañía. . ., ni siquiera comiendo con tal hombre.” (1 Cor. 5:11) Una comida es un tiempo de reposo y de mantener relaciones personales con otros. Así, al decir eso la Biblia también excluye el tener compañerismo de esa índole, como el participar con una persona expulsada en un día de campo o fiesta, un juego de pelota, algún viaje a la playa o teatro, o el sentarse a una comida con ella.d (En el artículo siguiente se consideran los problemas especiales relacionados con un pariente que ha sido expulsado.)
19. ¿Por qué puede parecer difícil a veces apoyar una expulsión, pero por qué es importante que lo hagamos?
19 A veces el cristiano pudiera sentirse impulsado por considerable presión a pasar por alto este consejo bíblico. Sus propias emociones pudieran crear la presión, o quizás la ejercieran sobre él sus conocidos. Por ejemplo, en cierto hermano se ejerció presión para que efectuara la ceremonia de bodas de dos personas expulsadas. ¿Pudiera explicarse racionalmente tal servicio como simplemente una acción bondadosa? Alguien pudiera pensar así. Pero, ¿por qué se deseaban los servicios de él más bien que los del alcalde o los de cualquier otro agente del estado que estuviera autorizado para efectuar casamientos? ¿No se debía a la posición de él como ministro de Dios y al hecho de que podía ofrecer consejo basado en la Palabra de Dios sobre el matrimonio? De ceder a tal presión, él se envolvería en compañerismo con la pareja, personas que habían sido expulsadas de la congregación debido a su proceder impío.—1 Cor. 5:13.
20. ¿Cómo debemos responder si se expulsa a un socio de negocios nuestro?
20 Surgen otros problemas en relación con asuntos de negocio o empleo. ¿Qué hay si la congregación expulsara al hombre para quien uno trabajara, o si uno tuviera en su empleo a una persona a quien se expulsara? ¿Qué debería hacerse entonces? Si por razón de contrato o dinero uno se ve obligado a continuar por el momento la relación comercial, uno ciertamente tendría ahora una actitud diferente para con la persona expulsada. Posiblemente tuviera que hablar con ella acerca de asuntos de negocio o tener trato con ella en el lugar de trabajo, pero las conversaciones espirituales y el compañerismo de relación personal serían cosas del pasado. De ese modo uno podría demostrar su obediencia a Dios y tendría una barrera que le serviría de protección. Además, pudiera ser que esto convenciera al expulsado de lo mucho que le ha costado su pecado en varios sentidos.—2 Cor. 6:14, 17.
¿HABLAR CON UN EXPULSADO O DESASOCIADO?
21, 22. ¿Qué consejo suministran las Escrituras acerca de hablar con una persona expulsada?
21 ¿Querría decir acaso el sostener la justicia de Dios y apoyar su arreglo de expulsar a los malhechores que el cristiano no debería hablar en absoluto con algún expulsado, ni siquiera decirle “¡Hola!”? Algunos, teniendo presente el consejo de Jesús de amar a nuestros enemigos y de no ‘saludar a nuestros hermanos solamente’ se han preguntado acerca de esto.—Mat. 5:43-47.
22 En realidad, en su sabiduría Dios no trató de considerar toda situación posible. Lo que precisamos es captar el sentido de lo que Jehová dice acerca de cómo tratar a una persona expulsada, porque entonces podemos esforzarnos por sostener Su punto de vista. Mediante el apóstol Juan, Dios explica lo siguiente:
“Todo el que se adelanta y no permanece en la enseñanza del Cristo no tiene a Dios. . . . Si alguno viene a ustedes y no trae esta enseñanza, nunca lo reciban en casa ni le digan un saludo. Porque el que le dice un saludo es partícipe en sus obras inicuas.”—2 Juan 9-11.
23, 24. ¿Por qué es prudente el que uno evite hablar con personas expulsadas?
23 El apóstol que dio esa advertencia sabia había estado en íntima asociación con Jesús y sabía bien lo que Cristo había dicho acerca de saludar a otros. También sabía que el saludo común de aquel tiempo era “Paz.” A diferencia de algún “enemigo” personal u hombre mundano en autoridad que se opusiera a los cristianos, la persona expulsada o desasociada que estuviera tratando de promover o justificar su modo de pensar apóstata o estuviera continuando en su conducta impía ciertamente no sería nadie a quien desear “Paz.” (1 Tim. 2:1, 2) Y todos sabemos por nuestra experiencia de años que el decir un sencillo “¡Hola!” a alguien puede ser el primer paso que lleve a una conversación y tal vez hasta a una amistad. ¿Quisiéramos dar ese primer paso respecto a una persona expulsada?
24 ‘Pero, ¿qué hay si el expulsado parece estar arrepentido y necesita estímulo?,’ pudiera preguntar alguien. Hay un arreglo por el cual se atiende a situaciones de esa clase. Los superintendentes de la congregación sirven de pastores y protectores espirituales del rebaño. (Heb. 13:17; 1 Ped. 5:2) Si algún expulsado o desasociado pregunta acerca de ello, o da señales de que quiere regresar al favor de Dios, los ancianos pueden hablar con él. Ellos bondadosamente le explicarán lo que tiene que hacer, y pudieran darle alguna amonestación apropiada. Pueden tratar con el expulsado sobre la base de los hechos relacionados con su pecado pasado y su actitud. Otros miembros de la congregación no tienen esa información. Por eso, si a alguien le pareciera que una persona expulsada o desasociada ‘está arrepentida,’ ¿pudiera estar basada esta opinión en la impresión que él tiene del pecador, y no en información exacta? Si los superintendentes estuvieran convencidos de que la persona estuviera arrepentida y estuviera produciendo los frutos del arrepentimiento,e se le restablecería en la congregación. Después que eso suceda, el resto de la congregación puede recibirlo amablemente en las reuniones, demostrar que lo perdonan, consolarlo y confirmar su amor para con él, tal como Pablo instó a los corintios a hacer para con el hombre de Corinto que fue restablecido.—2 Cor. 2:5-8.
NO PARTICIPANDO EN OBRAS INICUAS
25, 26. ¿Qué consejo da Dios acerca de hacerse “partícipe” con una persona expulsada?
25 Todos los cristianos fieles tienen que tomar a pecho la verdad seria que, por inspiración de Dios, Juan escribió: “El que le dice un saludo [a un pecador expulsado que está promoviendo una enseñanza errónea o portándose de modo impío] es partícipe en sus obras inicuas.”—2 Juan 11.
26 Muchos comentaristas de la cristiandad se oponen a lo que se dice en 2 Juan 11. Afirman que es ‘consejo poco cristiano, contrario al espíritu de nuestro Señor,’ o que fomenta la intolerancia. Pero esos sentimientos provienen de organizaciones religiosas que no aplican el mandato de Dios de ‘remover al hombre inicuo de entre ustedes mismos,’ que rara vez expulsan de sus iglesias aun a los malhechores notorios, si acaso lo hacen. (1 Cor. 5:13) La “tolerancia” de ellos no es bíblica ni cristiana.—Mat. 7:21-23; 25:24-30; Juan 8:44.
27. ¿Cómo pudiera un cristiano hacerse “partícipe” en el sentido indicado, y con qué resultado?
27 Pero no es incorrecto el que uno sea leal al Dios recto y justo de la Biblia. Él nos dice que solamente acepta ‘en su santa montaña’ a los que andan sin tacha, practican la justicia y hablan la verdad. (Sal. 15:1-5) Pero si un cristiano optara por compartir la suerte de un malhechor que hubiese sido rechazado por Dios y expulsado, o que se hubiese desasociado, eso sería lo mismo que decir: ‘Yo tampoco quiero un lugar en la santa montaña de Dios.’ Si los ancianos vieran que está encaminándose en esa dirección por estarse asociando regularmente con una persona expulsada, con amor y paciencia tratarían de ayudarle a recobrar el punto de vista de Dios. (Mat. 18:18; Gál. 6:1) Le darían amonestación y, si fuera necesario, ‘lo censurarían con severidad.’ Quieren ayudarle a permanecer ‘en la santa montaña de Dios.’ Pero si él rehúsa dejar de tener compañerismo con la persona expulsada, se ha hecho así ‘partícipe (por su apoyo o participación) en las obras inicuas’ y hay que removerlo de la congregación, expulsarlo.—Tito 1:13; Jud. 22, 23; compare con Números 16:26.
LEALES AL PUNTO DE VISTA DE DIOS
28. ¿Cómo podemos manifestar nuestra lealtad al punto de vista de Jehová?
28 La lealtad a Jehová Dios y a los arreglos que él ha provisto proporciona felicidad, porque todos Sus caminos son rectos, justos y buenos. Esto es cierto, también, respecto a su arreglo de expulsar a los malhechores impenitentes. A medida que cooperamos con ese arreglo, podemos confiar en estas palabras de David: “Sepan que Jehová ciertamente distinguirá al leal suyo.” (Sal. 4:3) Sí, Dios pone aparte, honra y guía a los que son leales a él y sus caminos. El gozo de estar entre aquellos a quienes Dios aprueba y acepta ‘en su santa montaña’ es una de las muchas bendiciones que recibimos por manifestar tal lealtad.—Sal. 84:10, 11.
[Notas a pie de página]
a “De entonces en adelante él era como uno que hubiese muerto. No se le permitía estudiar con otros, no se había de tener relaciones [sociales] con él, ni siquiera se le había de mostrar el camino. Pudiera, en realidad, comprar lo que necesitara para la vida, pero estaba prohibido comer o beber con tal persona.”—The Life and Times of Jesus the Messiah, por A. Edersheim, Tomo II, pág. 184.
b En armonía con esta enseñanza bíblica, Adam Clarke subraya la diferencia, al declarar: “No tengan comunión con [un pecador expulsado] en cosas sagradas o civiles. Pueden llevar a cabo sus negocios mundanos con una persona que no conoce a Dios, y que no afirma ser cristiana, sea cual sea su carácter moral; pero no deben dar siquiera este reconocimiento a un hombre que afirme ser cristiano y cuya conducta sea escandalosa. Que tenga él esta señal adicional del aborrecimiento que ustedes le tienen a todo pecado.”
c El historiador eclesiástico Joseph Bingham escribe lo siguiente respecto a los primeros siglos: “La disciplina de la iglesia consistía en el poder que tenía para despojar a los hombres de todos los beneficios y privilegios del bautismo, por medio de echarlos de la sociedad y la comunión de la Iglesia, . . . y todos los evitaban en la conversación común, en parte para establecer las censuras y acciones de la iglesia contra ellos, y en parte para avergonzarlos, y en parte para asegurarse en contra del peligro del contagio.” “. . . nadie habría de recibir en sus casas a las personas excomulgadas, ni comer en la misma mesa con ellas; no habrían de conversar con ellas de modo familiar, mientras vivieran; ni ejecutar las exequias funerales para ellas, cuando murieran, . . . Se redactaron estas instrucciones en conformidad con el modelo de las reglas de los apóstoles, que prohibían que los cristianos apoyaran de modo alguno a los ofensores notorios.”—The Antiquities of the Christian Church, págs. 880, 891.
d En nuestro número del 1 de noviembre de 1981 consideramos 2 Tesalonicenses 3:14, 15, donde la Biblia dice que pudiera ser necesario ‘señalar’ a un cristiano que persistiera en conducta desordenada. Éste sigue siendo hermano y se le ha de amonestar como tal, pero los demás cristianos deben ‘dejar de asociarse con él.’ Si los cristianos deben evitar la compañía de éste en sentido social, una separación mucho más clara debe existir en los casos de malhechores expulsados o desasociados.
e Para una consideración sobre el arrepentimiento, vea La Atalaya del 1 de noviembre de 1981.
¿RECUERDA USTED ESTOS PUNTOS?
Cuando a los judíos se les expulsaba de la sinagoga, ¿cómo se les trataba?
¿Qué diferencia mostró Pablo que existe entre tratar con
(1) personas inmorales del mundo y
(2) personas inmorales expulsadas de la congregación?
¿Cómo deben considerar los cristianos a una persona que se desasocia de la congregación?
El vocablo inglés “disfellowshiping [privación o negación de compañerismo]” da a entender la terminación de ¿qué clases de compañerismo?
¿Por qué no saludan los cristianos a las personas expulsadas ni hablan con ellas?
Respecto a la expulsión, ¿qué tenemos que hacer para permanecer ‘en la santa montaña de Dios’?
[Ilustraciones en la página 16]
“Ni siquiera comiendo con” un expulsado