¡La fe lo impulsó a la acción!
A MEDIO camino entre el golfo Pérsico y la ciudad de Bagdad se encuentra un antiestético montículo de ladrillos de barro. No es más que un solitario centinela que vigila una vasta extensión de desierto estéril. Azotadas por tempestades de polvo y abrasadas por un sol hostil, las contemplativas ruinas descansan en un austero silencio que solo es desgarrado por el ocasional aullido de una criatura nocturna. Eso es todo lo que queda de la que en un tiempo fue la poderosa ciudad de Ur.
Pero retroceda cuatro milenios. Allí, en lo que entonces era la orilla oriental del río Éufrates, Ur es una ciudad floreciente. En sus serpenteantes calles se alinean resplandecientes casas y tiendas blanqueadas. Mercaderes y compradores regatean los precios en los bazares. Los obreros trabajan día y noche hilando las níveas hebras de los abultados manojos de lana. Los esclavos, doblados bajo el peso de los tesoros que llegan a la ciudad, descienden por las crujientes rampas de los barcos.
Todo este bullicio tiene lugar a la sombra de un descollante zigurat que domina el panorama de la ciudad. Los adoradores acuden a este santuario para rendir homenaje a una deidad que, según creen, ha traído prosperidad a Ur: el dios-luna Nanna o Sin.
Pero para un hombre, el olor de los sacrificios que se ofrecen sobre esta imponente pirámide es un hedor inmundo. Su nombre es Abrán (cambiado más tarde a Abrahán). Su padre, Taré, posiblemente participó en el pasado en esta idolatría. (Compárese con Josué 24:2, 14, 15.) Pero ahora Abrán ha llegado a conocer al Dios verdadero, Jehová. ¿Cómo? Al parecer, debido a la asociación con Sem, un anciano que sobrevivió al Diluvio del tiempo de Noé.
Abrán pronto demuestra que su fe en Jehová no es pasiva. De algún modo, Dios ahora ‘se aparece’ a Abrán. (Hechos 7:2-4.) Jehová le manda: “Vete de tu país y de tus parientes y de la casa de tu padre al país que yo te mostraré; y haré de ti una nación grande y te bendeciré y de veras haré grande tu nombre; y resulta ser tú una bendición. Y ciertamente bendeciré a los que te bendigan, y al que invoque mal sobre ti lo maldeciré, y ciertamente se bendecirán por medio de ti todas las familias del suelo”. (Génesis 12:1-3.)
Responde a la llamada
¿Dejar la próspera Ur de los Caldeos? ¡Pero si algunas casas de Ur son hermosos edificios de ladrillo de dos pisos con un patio central y tienen hasta catorce habitaciones! No es de extrañar que el historiador francés Henri Gaubert pensara que Abrán sólo fue un nómada, y le costara creer que hubiera dejado una “casa en Ur con sus habitaciones amuebladas con camas y almohadas, su agradable temperatura —frescas en verano y calientes en invierno—, su sótano bien aprovisionado y su fuente de agua fresca”. ¿Abandonó todo eso para emprender una vida nómada? ¡Increíble!
Y también hay que pensar en los familiares de Abrán, algunos de los cuales tendrían que quedarse en Ur. En el Oriente Medio, los lazos familiares son tan fuertes que el separarse para siempre de la familia es equivalente a una sentencia de muerte. ¿Cómo puede esperarse que Abrán deje todo esto atrás por meras promesas? En realidad, ¿cómo hará Dios a este hombre, que aún no tiene hijos, “una nación grande”? ¿Dónde se encuentra la tierra prometida?
Sin embargo, Abrán es un hombre de fe y tiene una “expectativa segura de las cosas que se esperan”. (Hebreos 11:1.) Por acontecimientos del pasado, como el diluvio global, él sabe que la Palabra de Dios siempre se cumple. No le preocupa el no conocer exactamente cómo, cuándo o dónde se cumplirán las promesas divinas. Para él, ni una casa hermosa, ni un medio seguro de ganarse la vida, ni siquiera los lazos familiares son tan valiosos como la amistad de Jehová. De modo que para Abrán solo puede haber una decisión: obedecer a Dios y marcharse de Ur.
¿Le impulsa su fe de igual modo a la acción? A menudo se nos anima a ampliar nuestra participación en la obra de la predicación. Hay quienes se hacen proclamadores del Reino de tiempo completo. Pero, ¿se retraen de algún modo algunos cristianos debido a que dudan en lo secreto de la promesa de Dios de proveer las cosas necesarias a aquellos que buscan primero el Reino? (Mateo 6:33.) La fe de Abrán lo impulsó a la acción. ¡Él comprometió su futuro sobre la base de las promesas de Dios!
De Ur a Harán
Abrán no está solo cuando emprende el viaje. Como hacen muchos testigos de Jehová hoy en día, sin duda comparte las verdades de Dios con sus familiares. De modo que no sorprende que la esposa de Abrán, Sarai, y un sobrino huérfano llamado Lot se sientan impulsados a obedecer la llamada de Dios.a Incluso el padre de Abrán, Taré, que, según algunos, había sido un fabricante de ídolos, también se marcha. (Génesis 11:31.)
Finalmente, la familia y los rebaños de Abrán se encuentran fuera de los muros de Ur. Se da la señal de partida, y la caravana empieza a marchar formando una procesión ordenada. Viajan bajo un sol ardiente por el camino de la ribera oriental del río Éufrates, probablemente cabalgando y andando al son del tintineo de las campanillas que penden de los cuellos de los camellos.
Se dirigen hacia el noroeste, siguiendo el curso curvo del río. Después de muchos días han cubierto una distancia de casi mil kilómetros. Los fatigados viajeros se emocionan al ver las chozas en forma de colmena que rodean la ciudad de Harán. Esta es una próspera comunidad donde suelen detenerse las caravanas. (Génesis 11:31.)
Cruzan el Éufrates
Abrán se establece en Harán, probablemente por consideración a su padre, Taré, ya muy anciano. Pero con la bendición de Jehová, Abrán se hace bastante rico. (Compárese con Eclesiastés 5:19.) ¡Con cuánta frecuencia satisface Jehová de igual modo hoy en día las necesidades materiales de aquellos que ‘dejan casas, hermanos o hermanas’ por causa del Reino! (Marcos 10:29, 30.)
En Harán, Abrán también ‘adquiere almas’, es decir, siervos. (Génesis 12:5.) El Targum de Jerusalén y la Paráfrasis Caldea dicen que él los hizo prosélitos o ‘los subyugó a la ley’. (Compárese con Génesis 18:19.) Sí, su fe lo impele a predicar a otros, tal como lo hacen los testigos de Jehová de la actualidad.
“Los días de Taré llegaron a ser doscientos cinco años. Entonces murió Taré en Harán.” (Génesis 11:32.) Abrán llora la muerte de su padre. Pero cuando pasa el período de duelo, de nuevo planea la marcha. “Abrán tenía setenta y cinco años de edad cuando salió de Harán.” (Génesis 12:4.)
“Así que Abrán tomó a Sarai su esposa y a Lot el hijo de su hermano y todos los bienes que ellos habían acumulado y las almas que había adquirido en Harán, y procedieron a salir para ir a la tierra de Canaán.” (Génesis 12:5.) Después de haber viajado unos noventa kilómetros hacia el oeste de Harán, Abrán probablemente acampa en un paraje del río Éufrates situado en la orilla opuesta al antiguo centro comercial de Carquemis. Ese es el lugar por donde normalmente cruzan las caravanas.
¿La fecha? El día 14 de Nisán de 1943 a. E.C. En esa misma fecha, cuatrocientos treinta años después, los descendientes de Abrán serán librados del yugo egipcio. (Éxodo 12:40, 41.) Y en ese mismo día, aproximadamente dos milenios más tarde, su Descendencia, Jesucristo, hará un “pacto [...] para un reino”, bajo el cual “todas las familias del suelo” se bendecirán. (Lucas 22:1, 28, 29.)
Mediante un acto de fe —el que Abrán cruzara el Éufrates— las promesas que Dios le hizo empiezan a cumplirse. Abrán puede visualizar “la ciudad que tiene fundamentos verdaderos”, un gobierno justo sobre la humanidad. Sí, tan solo con unos pocos indicios, Abrán ha empezado a percibir el esbozo del propósito de Dios para redimir a la humanidad moribunda. ¡La llama de la profecía ha encendido un fuego de esperanza en su corazón! (Hebreos 11:10.)
Los testigos de Jehová actualmente tienen una base mayor para ejercer fe que la que tuvo Abrán. Un cúmulo de evidencias prueba que “la ciudad” —el reino celestial— que Abrán esperó es ahora una realidad. Pero, ¿le impulsa la fe en ese Reino a predicar celosamente, a seguir la dirección de Dios, a ir tras metas espirituales, más bien que tras comodidades materiales? Es de esperar que así sea, pues esa fue la naturaleza de la fe de Abrán. ¡Su fe lo impulsó a la acción!
[Nota a pie de página]
a El hermano de Abrán, Nacor, se quedó en Ur, quizás para ultimar algunos negocios o cuestiones personales. Pero más tarde, los descendientes de Nacor también se marcharon de Ur y adoraron a Jehová en Harán. (Génesis 11:31; 24:1-4, 10, 31; 27:43; 29:4.)
[Mapa/Fotografías en la página 26]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
El viaje de Abrahán
Carquemis
Harán
Ur
Mar Mediterráneo
CANAÁN
[Reconocimiento]
Basado en un mapa propiedad del “Pictorial Archive (Near Eastern History) Est. and Survey”, de Israel
[Fotografías]
El Éufrates cerca de Carquemis
Harán en la actualidad
El Éufrates cerca de Ur