¿Está siguiendo a Jehová plenamente?
“LOS justos son como un león joven que tiene confianza.” (Proverbios 28:1.) Ejercen fe, confían plenamente en la Palabra de Dios y progresan con denuedo en el servicio a Jehová ante cualquier peligro.
Durante el tiempo que los israelitas permanecieron en Sinaí, después que Dios los liberó del yugo egipcio, en el siglo XVI a.E.C., dos hombres mostraron de manera especial que tenían la confianza del león. También fueron leales a Jehová en condiciones adversas. Uno de ellos fue el efraimita Josué, el siervo de Moisés que posteriormente fue nombrado su sucesor. (Éxodo 33:11; Números 13:8, 16; Deuteronomio 34:9; Josué 1:1, 2.) El otro fue Caleb, hijo de Jefuné, de la tribu de Judá. (Números 13:6; 32:12.)
Caleb hizo la voluntad de Jehová con celo y lealtad. Su larga vida de servicio fiel a Dios le permitió afirmar que ‘había seguido a Jehová plenamente’. (Josué 14:8.) “Yo me mantuve plenamente fiel a Yahvéh, mi Dios”, dice la versión de Serafín de Ausejo (1975). Caleb ‘cumplió su deber, obedeciendo al Señor su Dios’, o ‘cumplió la voluntad’ de Jehová Dios. (Agustín Magaña; Serafín de Ausejo [1964].) Expresado de otro modo, Caleb dijo: “Yo seguí a Jehová mi Dios con integridad”. (Reina-Valera Actualizada.) ¿Qué se puede decir de usted? ¿Está siguiendo a Jehová plenamente?
Se espía la Tierra
Imagínese que es uno de los israelitas que Jehová acaba de liberar de la esclavitud a los egipcios. Vea cómo sigue fielmente las instrucciones divinas el profeta Moisés. Observe también la confianza de Caleb en que Jehová está con su pueblo.
Es el segundo año después del éxodo de Egipto, y los israelitas acampan en Qadés-barnea, en el desierto de Parán. Se han asentado a la entrada de la Tierra Prometida. Moisés envía a los doce espías, tal como Dios le ha mandado. Les dice: “Suban acá al Négueb, y tienen que subir a la región montañosa. Y tienen que ver lo que es la tierra y la gente que está morando en ella, si es fuerte o débil, si es poca o mucha; y lo que es la tierra en que está morando, si es buena o mala, y lo que son las ciudades en que está morando, si es en campamentos o en fortificaciones; y lo que es el terreno, si es pingüe o enjuto, si hay árboles en él o no. Y tienen que mostrarse animosos y tomar algo del fruto de la tierra”. (Números 13:17-20.)
Los doce hombres inician el peligroso viaje. La expedición dura cuarenta días. En Hebrón ven a hombres de gran estatura. En el valle de Escol advierten la productividad de la tierra y deciden llevar de regreso algo de su fruto. Un racimo de uvas pesa tanto que se necesitan dos hombres para llevarlo colgado de una barra. (Números 13:21-25.)
De regreso en el campamento israelita, los espías informan: “Entramos en la tierra a la cual nos enviaste, y verdaderamente mana leche y miel, y este es su fruto. Sin embargo, la realidad es que la gente que mora en la tierra es fuerte, y las ciudades fortificadas son muy grandes; y, también, a los nacidos de Anaq vimos allí. Los amalequitas están morando en la tierra del Négueb, y los hititas y los jebuseos y los amorreos están morando en la región montañosa, y los cananeos están morando junto al mar y al lado del Jordán”. (Números 13:26-29.) Diez espías no están dispuestos a acatar las órdenes de Dios de ponerse en marcha hacia la Tierra Prometida.
“Jehová está con nosotros”
Sin embargo, Caleb, el valiente espía, confía en Jehová y trata de animarlos: “Subamos directamente, y de seguro tomaremos posesión de ella, porque ciertamente podemos prevalecer sobre ella”. Sin embargo, los diez espías discrepan, y alegan que los habitantes de Canaán son más fuertes que los israelitas. Con mucho temor y falta de fe, estos espías se ven a su lado como meros saltamontes. (Números 13:30-33.)
“Jehová está con nosotros. No los teman”, exhortan Caleb y Josué. Sus palabras caen en oídos sordos. Cuando la gente habla de apedrearlos, Dios interviene y dicta sentencia sobre los murmuradores: “No entrarán en la tierra en la que alcé la mano [en juramento] para residir con ustedes, salvo Caleb hijo de Jefuné y Josué hijo de Nun. Y a los pequeñuelos de ustedes [...] ciertamente introduciré, y ellos verdaderamente conocerán la tierra que ustedes han rechazado. [...] Y sus hijos llegarán a ser pastores en el desierto cuarenta años, [...] hasta que los cadáveres de ustedes se acaben en el desierto. Por el número de los días que ustedes espiaron la tierra, cuarenta días, un día por un año, un día por un año, ustedes responderán por sus errores cuarenta años”. (Números 14:9, 30-34.)
Años más tarde continúa fiel
Transcurren los cuarenta años de la sentencia, y la muerte reclama a toda la generación de murmuradores. Pero Caleb y Josué continúan fieles a Dios. En las llanuras de Moab, Moisés y Eleazar, el sumo sacerdote, hacen el censo de los hombres que están en edad militar, de 20 años de edad para arriba. Dios nombra a un hombre de cada tribu, y a los nombrados les confía la distribución de la Tierra Prometida. Entre ellos están Caleb, Josué y Eleazar. (Números 34:17-29.) Aunque ahora tiene 79 años, Caleb sigue siendo fuerte, leal y valiente.
Cuando Moisés y Aarón hicieron el censo del pueblo en el Sinaí, poco antes de que los israelitas rehusaran atemorizados entrar en la tierra de Canaán, los hombres de guerra de Israel eran 603.550. Pero después de pasar cuatro décadas en el desierto, cuentan con un ejército más reducido de 601.730 guerreros. (Números 1:44-46; 26:51.) Sin embargo, con Josué a la cabeza y el fiel Caleb entre sus filas, los israelitas entran en la Tierra Prometida y obtienen una victoria tras otra. Jehová consigue las victorias de su pueblo, tal como Josué y Caleb siempre habían esperado.
Tras cruzar el Jordán con los hombres de guerra de Israel, Josué y Caleb, aunque han envejecido, cumplen con su responsabilidad en las batallas. Sin embargo, tras seis años de guerras, aún queda mucho territorio por ocupar. Jehová expulsará a sus habitantes, pero ahora decreta que se reparta proporcionalmente la tierra entre las tribus de Israel. (Josué 13:1-7.)
Siguió a Jehová plenamente
Caleb, veterano de muchas batallas, se pone de pie delante de Josué y dice: “Cuarenta años de edad tenía yo cuando Moisés el siervo de Jehová me envió desde Qadés-barnea para espiar la tierra, y vine trayéndole palabra de vuelta tal como se hallaba en mi corazón. Y mis hermanos que subieron conmigo hicieron que el corazón del pueblo se derritiera; pero en cuanto a mí, yo seguí plenamente a Jehová mi Dios”. (Josué 14:6-8.) Sí, Caleb ha seguido plenamente a Jehová, haciendo fielmente la voluntad de Dios.
“En consecuencia —añade Caleb—, Moisés juró en aquel día, y dijo: ‘La tierra en que ha pisado tu pie llegará a ser tuya y de tus hijos como herencia hasta tiempo indefinido, porque has seguido plenamente a Jehová mi Dios’. Y ahora sucede que Jehová me ha conservado vivo, tal como prometió, estos cuarenta y cinco años desde que Jehová hizo esta promesa a Moisés cuando Israel andaba en el desierto, y ahora me veo aquí hoy con ochenta y cinco años de edad. Sin embargo, hoy me hallo tan fuerte como el día en que Moisés me envió. Como era mi poder entonces, así es mi poder ahora para la guerra, tanto para salir como para entrar. Y ahora dame, sí, esta región montañosa que Jehová prometió en aquel día, porque tú mismo oíste en aquel día que había anaquim allí y grandes ciudades fortificadas. Probablemente Jehová estará conmigo, y ciertamente los desposeeré, tal como Jehová prometió”. Entonces, Caleb recibe Hebrón por herencia. (Josué 14:9-15.)
El anciano Caleb tiene la asignación más difícil, una región en la que viven hombres de estatura descomunal. No obstante, esta no es una tarea demasiado complicada para este guerrero de 85 años. Andando el tiempo, se vence a los peleones que habitaban en Hebrón. El juez Otniel, hijo del hermano menor de Caleb, captura Debir. Más tarde, los levitas ocupan ambas ciudades, y Hebrón se convierte en ciudad de refugio para los homicidas involuntarios. (Josué 15:13-19; 21:3, 11-16; Jueces 1:9-15, 20.)
Siga siempre a Jehová plenamente
Caleb y Josué eran humanos imperfectos. No obstante, hicieron fielmente la voluntad de Jehová. Su fe no menguó durante los cuarenta años de vida difícil en el desierto que fueron consecuencia de la desobediencia de Israel a Dios. Del mismo modo, los siervos de Jehová hoy día no permiten que nada interfiera en su servicio de alabanza a Dios. Conscientes de la lucha que existe entre la organización de Dios y Satanás el Diablo, se mantienen firmes, procurando siempre agradar al Padre celestial en todas las cosas.
Por ejemplo, muchos testigos de Jehová han corrido el riesgo de ser maltratados brutalmente y hasta morir por celebrar la Cena del Señor, o Conmemoración de la muerte de Jesucristo. (1 Corintios 11:23-26.) Una cristiana confinada en un campo de concentración nazi durante la II Guerra Mundial dijo al respecto:
“A todos se les dijo que estuvieran en la lavandería a las once de la noche. A las once en punto estábamos reunidos, 105 en total. Nos mantuvimos de pie juntos en círculo, y en el centro había un taburete con un paño blanco y los emblemas. Una vela alumbraba el cuarto, ya que la luz eléctrica podría delatarnos. Nos sentíamos como los cristianos primitivos en las catacumbas. Fue una fiesta solemne. Expresamos nuevamente a nuestro Padre nuestros votos fervientes de usar todas nuestras fuerzas para la vindicación de Su santo nombre, para permanecer fielmente a favor de La Teocracia”.
A pesar de que se nos persiga como siervos de Jehová, podemos confiar en la fortaleza que Dios nos da para servirle con denuedo y así honrar su santo nombre. (Filipenses 4:13.) Puesto que deseamos agradar a Jehová, nos conviene recordar a Caleb. Su ejemplo de seguir a Jehová plenamente dejó una huella profunda en un joven que se inició en la predicación de tiempo completo en 1921. Él escribió:
“Aunque hacerme precursor implicó dejar un buen trabajo en una imprenta moderna de Coventry (Inglaterra), no me arrepentí de hacerlo. Mi dedicación no me permitía hacer menos; mi vida estaba dedicada a Dios. Recordé a Caleb, que entró en la Tierra Prometida con Josué y de quien se dijo: ‘Siguió plenamente a Jehová’. (Jos. 14:8.) Esta me pareció la mejor decisión. Sabía que servir a Jehová ‘plenamente’ daría mayor significado a mi vida dedicada a Dios; me daría más oportunidad de producir el fruto que identifica al cristiano”.
Sin duda, Caleb fue bendecido por seguir con lealtad a Jehová plenamente, procurando siempre hacer la voluntad divina. Igual que él, otros han disfrutado de grandes bendiciones en el servicio a Dios. Que usted disfrute del mismo galardón por seguir a Jehová plenamente.
[Ilustración en la página 26]
Sometidos a prueba, Caleb y Josué fueron leales a Jehová. ¿Lo es usted?