Rahab, declarada justa por obras de fe
¡IMAGÍNESE! Una ramera declarada justa desde el punto de vista de Dios. “¡Nunca!”, exclamarían muchos. No obstante, esto es lo que le sucedió a la prostituta Rahab de Jericó, una antigua ciudad cananea.
El escritor bíblico Santiago dice: “El hombre ha de ser declarado justo por obras, y no por fe solamente. De la misma manera, también, Rahab la ramera, ¿no fue declarada justa por obras, después que hubo recibido hospitalariamente a los mensajeros y los hubo enviado por otro camino? En verdad, como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”. (Santiago 2:24-26.) ¿Por qué se declaró justa a Rahab? ¿Qué hizo para que se le otorgara esta posición privilegiada delante de Dios?
¡Vienen los israelitas!
Regresemos al año 1473 a.E.C. Imagínese el panorama. Jericó está muy fortificada. Colocada sobre los muros de la ciudad se encuentra la casa de Rahab. Desde ese lugar puede mirar fácilmente hacia el este y ver las aguas crecidas del río Jordán. (Josué 3:15.) En su orilla oriental tal vez puede divisar el campamento de los israelitas, con una fuerza de combate de más de seiscientos mil hombres. ¡Están solo a unos cuantos kilómetros de distancia!
Rahab ha oído de las hazañas bélicas de Israel. También se ha enterado del poder que Jehová demostró, en particular cuando abrió un corredor de escape en el mar Rojo para los israelitas. Ciertamente, las aguas crecidas del Jordán no supondrían ninguna barrera. ¡Este es un tiempo de crisis! ¿Cómo reaccionará Rahab?
Rahab toma su posición
Al poco tiempo Rahab recibe dos visitantes inesperados, espías del campamento israelita. Buscan un lugar donde alojarse y ella los recibe en su casa. Pero el rey de Jericó se entera de su presencia. Rápidamente despacha a sus oficiales para atraparlos. (Josué 2:1, 2.)
Para cuando llegan los oficiales del rey, Rahab ya ha tomado su posición a favor de Jehová Dios. “Saca a los hombres que vinieron a ti”, piden los emisarios reales. Rahab ha escondido a los espías entre tallos de lino que había puesto a secar en el techo. Contesta: “Sí, es cierto que los hombres vinieron a mí, y yo no sabía de dónde eran. Y aconteció que, al tiempo de cerrar la puerta [de la ciudad], al oscurecer, los hombres salieron. Simplemente no sé adónde se habrán ido los hombres. Corran tras ellos rápidamente, porque los alcanzarán”. (Josué 2:3-5.) Los hombres del rey corren tras ellos, pero en vano.
Rahab ha despistado a los enemigos. Inmediatamente vuelve a demostrar su fe en Jehová mediante obras. Sube al techo y dice a los espías: “Yo de veras sé que Jehová ciertamente les dará el país”. Rahab admite que todos los habitantes del país tienen miedo porque han oído que Dios “secó las aguas del mar Rojo” ante los israelitas cuarenta años atrás. La gente también sabe que dieron por entero a la destrucción a dos reyes amorreos. “Cuando llegamos a oírlo —dice Rahab— entonces empezó a derretírsenos el corazón, y todavía no se ha levantado espíritu en persona alguna a causa de ustedes, porque Jehová su Dios es Dios en los cielos arriba y en la tierra abajo.” (Josué 2:8-11.)
Rahab ruega: “Ahora, por favor, júrenme por Jehová que, porque yo he ejercido bondad amorosa para con ustedes, ustedes también ciertamente ejercerán bondad amorosa para con la casa de mi padre, y tienen que darme una señal fidedigna. Y tienen que conservar vivos a mi padre y mi madre y mis hermanos y mis hermanas y a todos los que les pertenecen a ellos”. (Josué 2:12, 13.)
Los hombres concuerdan y dicen a Rahab lo que debe hacer. Debe colgar de su ventana el cordón escarlata por el que ellos habían descendido fuera de las murallas de Jericó. Tenía que reunir a su familia en su casa y permanecer allí para su protección. Antes de su partida, Rahab da a los espías información útil sobre la configuración del terreno y les explica cómo eludir a sus perseguidores. Rahab coloca el cordón escarlata, reúne a su familia y queda a la espera de nuevos acontecimientos. (Josué 2:14-24.)
¿Qué ha hecho Rahab? Ha demostrado que cifra su fe en el Dios Todopoderoso, Jehová. Vivirá según sus normas. Sí, y se la declarará justa por tales obras de fe.
Las murallas se derrumban
Pasan unas cuantas semanas. Los hombres de guerra israelitas están dando vueltas a la ciudad acompañados por los sacerdotes, unos con cuernos de carnero y otros cargando el arca sagrada del pacto. Durante los últimos seis días han dado una vuelta cada día. En este día séptimo han marchado ya alrededor de la ciudad seis veces. ¡Y dan otra vuelta!
Cuando terminan la séptima marcha, el sonido prolongado de los cuernos llena el aire. Los israelitas gritan a voz en cuello. En ese momento, Jehová hace que los muros protectores de Jericó se derrumben con un ruido ensordecedor. Solo la parte donde se encuentra la casa de Rahab permanece en pie. El resto de la ciudad es destruido junto con sus habitantes. Esta prostituta arrepentida ha probado su fe por obras, por lo que se la mantiene con vida a ella y a su casa, y empieza a morar entre el pueblo de Jehová. (Josué 6:1-25.)
Cómo era Rahab
Rahab no era una holgazana mimada, pues tenía en el techo tallos de lino para que se secaran al Sol. Se usarían las hebras para hacer hilo de lino. También había en la casa de Rahab un buen suministro de cordón escarlata. (Josué 2:6, 18.) De modo que es posible que confeccionara ropa y posiblemente conociera el arte del tinte. Sí, Rahab era una mujer industriosa. Más importante aún, llegó a tener un temor reverencial a Jehová. (Compárese con Proverbios 31:13, 19, 21, 22, 30.)
¿Qué puede decirse de la otra profesión de Rahab? No era solo la anfitriona de una posada. No, las Escrituras utilizan para identificarla, tanto en hebreo como en griego, la palabra que denota a una prostituta. La palabra hebrea zoh·náh, por ejemplo, siempre se refiere a una relación ilícita, aunque debe tenerse en cuenta que para los cananeos la prostitución no era una ocupación de mala fama.
El que Jehová empleara a una ramera demuestra su gran misericordia. Las apariencias exteriores pueden engañarnos, pero Dios “ve lo que es el corazón”. (1 Samuel 16:7.) De modo que las prostitutas de buen corazón que se arrepienten de su proceder pueden recibir el perdón de Jehová Dios. (Compárese con Mateo 21:23, 31, 32.) Rahab misma se volvió del pecado y emprendió una vida justa con la aprobación divina.
Los espías israelitas se guiaban por la Ley de Dios, de modo que no se alojaron en la casa de Rahab con propósitos inmorales. Es posible que lo hicieran porque era menos probable que levantaran sospechas quedándose en casa de una ramera. La posición de la casa encima de la muralla también les facilitaría la huida. Jehová evidentemente los guió a una pecadora cuyo corazón había resultado tan conmovido por los informes de lo que él había hecho con los israelitas, que se arrepintió y cambió su modo de vivir. La declaración de Dios de que Israel tenía que destruir a los cananeos debido a sus prácticas inmorales, y su bendición sobre Rahab y la conquista de Jericó, es prueba evidente de que los espías no cometieron ningún acto inmoral. (Levítico 18:24-30.)
¿Y las palabras engañosas que dijo a los perseguidores de los espías? Dios aprobó su proceder. (Compárese con Romanos 14:4.) Se arriesgó para proteger a los siervos de Dios, demostrando de este modo su fe. La mentira maliciosa es impropia a los ojos de Dios, pero una persona no está obligada a divulgar información verídica a quien no tiene el derecho de conocerla. Ni siquiera Jesucristo dio detalles completos ni respuestas directas cuando el hacerlo pudo haber producido un daño innecesario. (Mateo 7:6; 15:1-6; 21:23-27; Juan 7:3-10.) El proceder de Rahab al informar mal a los oficiales enemigos debe verse desde ese prisma.
La recompensa de Rahab
¿Cómo se recompensó a Rahab por su fe? El que se la conservara con vida a través de la destrucción de Jericó ciertamente fue una bendición de Jehová. Más tarde, se casó con Salmón (Salmá), el hijo de Nahsón, que fue un principal en el desierto, de la tribu de Judá. Salmón y Rahab fueron padres de Boaz, por lo que compusieron un eslabón en la línea de descendencia que llevó al rey David de Israel. (1 Crónicas 2:3-15; Rut 4:20-22.) Más significativo aún, Rahab, la que fue ramera, es una de las únicas cuatro mujeres que se nombran en la genealogía de Jesucristo del evangelio de Mateo. (Mateo 1:5, 6.) ¡Qué bendición de Jehová!
Aunque no era israelita y había sido prostituta, Rahab es un ejemplo sobresaliente de una mujer que demostró por sus obras que tenía una fe completa en Jehová. (Hebreos 11:30, 31.) Como otras personas, algunas de las cuales también han abandonado una vida de prostitución, recibirá todavía otra recompensa, la resurrección de entre los muertos a la vida en una Tierra paradisíaca. (Lucas 23:43.) Debido a su fe respaldada por obras, Rahab consiguió la aprobación de nuestro amoroso y perdonador Padre celestial. (Salmo 130:3, 4.) Y, sin duda, su excelente ejemplo anima a todos los que aman la justicia a poner su esperanza en Jehová Dios para vida eterna.
[Fotografías en la página 24]
Los arqueólogos han descubierto los restos de la antigua Jericó, entre ellos, una pequeña parte de una muralla primitiva.
[Reconocimiento]
Pictorial Archive (Near Eastern History) Est.
[Ilustración en la página 23]
Se declaró justa a Rahab porque sus obras demostraron que tenía fe