El punto de vista bíblico
¿Condena Dios las bebidas alcohólicas?
‘OLVÍDENSE del crack, el caballo, el ácido y la hierba, el alcohol sigue siendo el peor demonio contra el que ha de luchar la sociedad. El alcohol causa muchas más muertes y estragos sociales que todas las demás drogas juntas.’ Esta fue la opinión expresada hace dos años en la trigésimo primera asamblea trienal de la World’s Woman’s Christian Temperance Union de Canadá, una asociación mundial de mujeres que fomenta la abstinencia de bebidas alcohólicas por motivos religiosos.
Dicha asociación cree que el creciente consumo mundial de bebidas alcohólicas supone el pago de un terrible precio en lo que a salud y vidas humanas se refiere, además de los millones de dólares que los gobiernos de las naciones gastarán anualmente para combatir el alcoholismo. Convencidas de que Dios condena su consumo, muchas personas bienintencionadas abogan por que la ley prohíba todo tipo de bebidas alcohólicas. Pero, ¿apoya la Biblia este punto de vista?
La mención del vino en la Biblia
Hace mucho tiempo, Dios prometió a su pueblo obediente: “Tus almacenes de abastecimientos estarán llenos de abundancia; y tus propias tinas de lagar rebosarán de vino nuevo”. (Proverbios 3:10.) Sí, Él es quien nos dio la vid, y hasta proporcionó los microorganismos que permiten la fermentación y que recubren la uva al acercarse el tiempo de la vinificación.
Isaías, un profeta de Dios, explicó un poco este proceso mediante el cual el zumo de uva se transforma en vino de excelente calidad. Con referencia a las bendiciones del venidero nuevo mundo de justicia, Isaías profetizó: “Jehová de los ejércitos ciertamente hará para todos los pueblos [...] un banquete de vino mantenido sobre las heces [...], de vino mantenido sobre las heces, filtrado”. (Isaías 25:6.) Los vinicultores de experiencia saben que el vino “mantenido sobre las heces”, sin moverlo demasiado durante la fermentación, se clarifica gradualmente por sí solo, mejorando con ello su aroma y también su sabor.
¿Produce disfrute y beneficios para la salud?
Dios mencionó que del vino no solo se deriva disfrute, sino también beneficios para la salud. Su profeta Jotán habló del “vino nuevo, que regocija a Dios y a los hombres”. (Jueces 9:13.) El rey Salomón escribió acerca de ‘alegrar su carne aun con vino’. (Eclesiastés 2:3.) Y en el famoso relato del banquete de bodas de Caná, Jesús hizo su primer milagro convirtiendo una gran cantidad de agua en “el mejor vino”, para deleite de los invitados. (Juan 2:6, 7, 10, Versión Popular.)
En la ilustración del buen samaritano, se observa que Jesús reconocía el valor medicinal del vino. En ella se dice que tras vendar las heridas de un hombre, el buen samaritano vertió sobre ellas “aceite y vino”. (Lucas 10:30-34.) La recomendación que le hizo el apóstol Pablo al joven Timoteo de que ‘usara un poco de vino a causa de su estómago y de sus frecuentes casos de enfermedad’ armoniza muy bien con el valor dietético y medicinal que hoy día se le reconoce al vino. (1 Timoteo 5:23.)
En su libro Wine and Your Well-Being (El vino y su bienestar), el doctor Salvatore P. Lucia, anterior profesor de la Facultad de Medicina de la universidad de California, dijo que “el vino no [es] solo la bebida alcohólica dietética más antigua que hay, sino la medicina de uso continuo más importante a lo largo de toda la historia del hombre”. Y Janet McDonald, investigadora en el campo de la nutrición, dijo que, tomado en cantidades moderadas, parece que el vino sirve de calmante suave y estimulante del apetito, además de ayudar a la digestión y a la absorción de minerales de los alimentos consumidos.
Debe ejercerse moderación y autodominio
No obstante, a pesar de esas referencias favorables al vino y al licor embriagante que se encuentran tanto en la Biblia como en la medicina, el abuso del alcohol ha sido fuente de mucha angustia para gran parte de la humanidad. ¿Es responsable Dios de todas las tragedias que han sucedido como resultado del abuso del alcohol? Al contrario, en su Palabra, la Biblia, ha dado pautas generales sobre el uso y el abuso del vino.
Considere, por ejemplo, la firme advertencia que se da contra el abuso de esta dádiva: “No llegues a estar entre los que beben vino en exceso, entre los que son comedores glotones de carne”. Desde luego, esto no significa que a Dios únicamente le complacen los abstemios y vegetarianos, ni tampoco se condena en este texto a los que toman un poco de vino o a los que comen carne con moderación. Más bien, la advertencia bíblica va dirigida a los excesos que se cometen tanto en la comida como en la bebida. Y esto mismo es lo que se desprende de otro proverbio que dice: “¿Quién tiene el ¡ay!? ¿Quién tiene desasosiego? ¿Quién tiene contiendas? ¿Quién tiene preocupación? ¿Quién tiene heridas sin causa? ¿Quién tiene deslustre de ojos? Los que se quedan largo tiempo con el vino”. (Proverbios 23:20, 29, 30.)
Cuando los escritores bíblicos Pedro y Pablo dijeron a los cristianos primitivos que evitaran los “excesos con vino” y que no anduviesen “emborrachándose con vino”, les estaban aconsejando que ejercieran moderación. Esta admonición tenía que tomarse en serio, pues el apóstol advirtió: ‘Los borrachos no heredarán el Reino de Dios’. En otras palabras, los que abusan habitualmente de las bebidas alcohólicas no tienen la aprobación de Dios y no recibirán la vida eterna. (1 Pedro 4:3; Efesios 5:18; 1 Corintios 6:9, 10.)
De modo que si alguien no sabe controlarse cuando toma alcohol, debería abstenerse por completo de él. (Compárese con Mateo 5:29, 30.) Aparte de los daños físicos, la dependencia cada vez mayor al alcohol puede causar grave daño espiritual. Por eso Dios nos da la sabia advertencia de no excedernos en las bebidas alcohólicas.
Contrario al punto de vista del prohibicionista, la Biblia no exige, ni siquiera recomienda, que todo el mundo deba abstenerse por completo del vino o las bebidas alcohólicas. (Deuteronomio 14:26.) El salmista dice de Jehová: “Él está haciendo brotar hierba verde para las bestias, y vegetación para el servicio de la humanidad, para hacer salir alimento de la tierra, y vino que regocija el corazón del hombre mortal”. (Salmo 104:14, 15.) Como puede verse, Dios ha dado al vino un propósito bueno y honorable, siempre que se tome con moderación.
[Reconocimiento en la página 26]
L’ Absinthe (El ajenjo), de Edgar Degas, 1877—E.R.L./Sipa Icono