¿Son buenas todas las religiones?
NUNCA antes el ser humano ha tenido tantas religiones entre las que elegir. Según un estudio reciente, existen diecinueve grandes confesiones religiosas y otras diez mil menores. Con tantas posibilidades, uno no puede evitar preguntarse: “¿De verdad importa la religión que yo elija?”.
Algunas personas piensan que da igual qué religión uno profese. “Al fin y al cabo, si solo hay un Dios todopoderoso —dicen—, todas las religiones deben llevar a él.” En otras palabras, creen que las distintas religiones son simplemente diferentes caminos que llevan al mismo lugar.
¿Llevan todas las religiones a Dios?
Veamos qué opinaba sobre este tema Jesús, uno de los maestros religiosos más respetados de la historia. “Entren por la puerta estrecha”, exhortó a sus discípulos. Y de inmediato les dijo por qué: “Porque es ancha la puerta y espacioso el camino que conduce a la destrucción, y muchos entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son pocos los que la encuentran” (Mateo 7:13, 14, Nueva Versión Internacional).
¿Cabe la posibilidad de que Jesús estuviera afirmando que algunas religiones conducen “a la destrucción”? Muchos creen que en realidad estaba hablando de los ateos, porque los creyentes —sin importar la religión a la que pertenezcan— siempre van por el camino angosto que conduce a la vida. ¿Es esto cierto?
Las palabras que Jesús pronunció a continuación aclaran este punto. “Tengan cuidado con los falsos profetas —advirtió—, pues ellos están disfrazados de mansas ovejas, pero por dentro son lobos feroces.” (Mateo 7:15, La Palabra de Dios para Todos.) Y poco después declaró: “No todos los que dicen que yo soy su Señor y dueño entrarán en el reino de Dios. Eso no es suficiente; tienen que obedecer los mandamientos de mi Padre que está en el cielo” (Mateo 7:21, Traducción en lenguaje actual). Si tenemos en cuenta que Jesús los llama “profetas” y que ellos mismos afirman que Cristo es su Señor, es lógico deducir que son gente religiosa, y no atea. Así pues, la advertencia de Jesús es clara: no todos los líderes religiosos ni todas las religiones llevan a Dios.
¿Se puede encontrar el camino angosto?
En vista de que existen multitud de religiones y de que no todas llevan a Dios, ¿hay alguna forma de identificar cuál de ellas es ese camino angosto que nos conduce a la vida? Contestemos esta pregunta con un ejemplo. Imagínese que se ha perdido en una ciudad desconocida y que decide preguntar cómo llegar a un sitio. La primera persona a la que aborda le dice que vaya hacia la izquierda; la segunda, que vaya hacia la derecha, y la tercera le dice que vaya por donde mejor le parezca. Seguramente estará igual de confundido que antes de preguntar. Sin embargo, por fin encuentra a alguien que saca un mapa y, después de indicarle en él la dirección que usted debe tomar, se lo da para que pueda consultarlo cuantas veces quiera. ¿Verdad que ahora sí hay más probabilidades de que llegue a su destino?
Pues bien, nosotros también necesitamos un “mapa” para determinar cuál es la religión que de verdad nos lleva a Dios. ¿Disponemos de un mapa como ese? Claro que sí: es la Biblia. A fin de cuentas, “toda la Escritura nos ha sido dada por Dios, que la ha inspirado, y es útil para enseñarnos la verdad, hacernos comprender nuestros errores y ayudarnos a llevar una vida recta” (2 Timoteo 3:16, La Biblia al Día, edición para España).
De seguro, usted también tiene este mapa a su alcance, pues en español contamos con muchísimas versiones de la Palabra de Dios. Los editores de esta revista, los testigos de Jehová, publican una versión ampliamente difundida: la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras. Sin embargo, si usted no es Testigo, tal vez prefiera determinar qué religión nos acerca a Dios consultando otras traducciones bíblicas. Por eso, en esta serie de artículos citaremos diversas Biblias muy respetadas por otras confesiones religiosas.
Según vaya leyendo estos artículos, le animamos a comparar lo que usted ya sabe con lo que enseña la Biblia. Recuerde lo que dijo Jesús: “Todo árbol bueno da buenos frutos y todo árbol malo da frutos malos. No puede árbol bueno dar malos frutos, ni árbol malo frutos buenos” (Mateo 7:17, 18, Nácar-Colunga). Así pues, veamos tres frutos que, de acuerdo con las Escrituras, nos permiten identificar al “árbol bueno”.