El punto de vista bíblico
¿Qué relevancia tiene el año 2000?
LA MAYORÍA de la población no atribuye importancia religiosa al año que, según el cómputo que emplean los países occidentales y muchos otros, será el 2000. Entre otras razones, porque los calendarios sagrados judío, musulmán e hindú, así como el calendario lunar chino, que fija las fiestas religiosas y tradicionales, difieren del occidental. De ahí que para miles de millones de habitantes —quizás la generalidad del mundo—, el año 2000 no sea nada especial.a
Pero un buen número de personas, sobre todo de Occidente, aguarda con curiosidad la inauguración del nuevo milenio de acuerdo con el calendario gregoriano. Una considerable cantidad no solo espera el 2000 con interés, sino que ve en ese año el hito histórico que abrirá una nueva era. Muchos que profesan fe en la Biblia relacionan esa fecha con el cumplimiento de ciertas profecías; otros temen que ocurra un cataclismo: el fin del mundo. ¿Tienen sus expectativas algún fundamento bíblico?
Jehová regula el tiempo
Una de las designaciones bíblicas de Dios es “el Anciano de Días” (Daniel 7:9). Él regula el tiempo con absoluta precisión, como lo muestra el funcionamiento de muchas creaciones suyas: desde la rotación de los planetas hasta el movimiento de las partículas subatómicas. Tiene su propio horario, que cumple puntualmente. La Biblia dice que él “decretó los tiempos señalados y los límites fijos de la morada de los hombres” (Hechos 17:26). Jehová regula el tiempo con toda exactitud.
En consonancia con este hecho, la Biblia presta particular atención a la cronología. Ofrece un registro continuo que nos permite ir contando meticulosamente hasta llegar al comienzo de la historia humana. Estos cálculos indican que Dios creó a Adán en el año 4026 a.E.C. Dos milenios después nació Abrahán, tras lo cual pasaron otros dos mil años hasta el nacimiento de Jesús.
Algunos estudiosos de la cronología bíblica formulan ecuaciones arbitrarias con las que fijan fechas futuras. Por ejemplo, como transcurrieron unos dos mil años entre Adán y Abrahán, y entre este y Jesús, llegan a pronosticar algún portento para el bimilenario del nacimiento de Jesús. Esta es solo una de las cábalas que efectúan amparándose en la cronología bíblica.
Es cierto que la Biblia habla del tiempo en que Jehová Dios intervendrá en los asuntos del hombre para eliminar la maldad e instaurar un nuevo mundo, y que sus profecías mencionan “el tiempo del fin”, “la conclusión del sistema de cosas”, “los últimos días” y el “día de Jehová” (Daniel 8:17; Mateo 24:3; 2 Timoteo 3:1; 2 Pedro 3:12). Pero el “fin” que vaticina la Biblia no tiene nada que ver con el año 2000. No hay ninguna indicación en las Escrituras de que la conclusión del segundo milenio del calendario gregoriano tenga relevancia especial.
“¿Cuándo serán estas cosas [...]?”
Los discípulos de Jesús demostraron gran interés en el horario de Dios cuando preguntaron a Jesús: “Dinos: ¿Cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?” (Mateo 24:3). Hoy día, muchas personas tienen una inquietud parecida por el futuro. Aunque es lógico interesarse vivamente en profecías bíblicas tan significativas, así como en el tiempo de su cumplimiento, conviene aceptar con respeto la postura de Dios sobre estos asuntos.
Mediante su Hijo, Jehová nos reveló sus designios y nos respondió de forma directa sobre este particular. Poco antes de que Jesús ascendiera al cielo, los discípulos volvieron a preguntarle cuándo se cumplirían las promesas divinas. Él les respondió: “No les pertenece a ustedes adquirir el conocimiento de los tiempos o sazones que el Padre ha colocado en su propia jurisdicción” (Hechos 1:7). En fecha anterior, les había dicho: “Respecto a aquel día y hora nadie sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino solo el Padre” (Mateo 24:36).
Es patente, pues, que el “conocimiento de los tiempos o sazones”, sobre todo el del cumplimiento futuro de las profecías bíblicas, no cae dentro de la jurisdicción del hombre. Dios ha tenido a bien no revelárnoslo (Mateo 24:22-44). ¿Pudiéramos nosotros influir de modo alguno en los designios del Creador descifrando “aquel día y hora” por nosotros mismos y en contra de sus deseos? Obviamente, sería imposible (Números 23:19; Romanos 11:33, 34). La Biblia señala: “Hasta tiempo indefinido el mismísimo consejo de Jehová subsistirá” (Salmo 33:11). Dado que Dios es Todopoderoso, todo lo lleva a buen término (Isaías 55:8-11).
Pese a que Dios tiene el poder de mantener “el conocimiento de los tiempos o sazones [...] en su propia jurisdicción”, hay muchos amantes de la especulación, que a veces se erigen en agoreros. Por ello, el apóstol Pablo previno con claridad a los tesalonicenses contra prestar atención a conjeturas sobre fechas: “Les solicitamos que no se dejen sacudir prontamente de su razón, ni se dejen excitar tampoco mediante una expresión inspirada, ni mediante un mensaje verbal, ni mediante una carta como si fuera de nosotros, en el sentido de que el día de Jehová esté aquí. Que nadie los seduzca de manera alguna” (2 Tesalonicenses 2:1-3).
Los testigos de Jehová creemos firmemente que los designios de Dios para el futuro se realizarán sin falta cuando él ha predeterminado, exactamente en el día y a la hora que él ha fijado (Habacuc 2:3; 2 Pedro 3:9, 10). También creemos que estos sucesos tendrán lugar en un futuro no muy lejano (2 Timoteo 3:1-5). Sin embargo, no especulamos sobre las teorías que proliferan en la actualidad, ni las respaldamos.b Ciertamente, ni el año 2000, ni el 2001, ni ninguna fecha que fije el ser humano tienen nada que ver con el horario de Jehová.
[Notas]
a Aunque el “tercer milenio” comience en rigor el 1 de enero de 2001 —pues el primer milenio no empezó en el año cero, sino en el 1— suele relacionarse con el año 2000. Este artículo se centra en las expectativas populares respecto a dicho año.
b La Atalaya del 1 de septiembre de 1997, páginas 21, 22, dijo: “Los testigos de Jehová han estado ansiosos de saber cuándo llegará el día de Jehová. Por ello, a veces han intentado calcular cuándo vendría. Pero al hacerlo, no han prestado atención, como fue el caso de los primeros discípulos de Jesús, a la advertencia del Maestro de que no ‘sabemos cuándo es el tiempo señalado’. (Marcos 13:32, 33.) Los burlones se han mofado de los cristianos fieles por sus expectativas prematuras. (2 Pedro 3:3, 4.) No obstante, el día de Jehová llegará, asegura Pedro, de acuerdo con Su horario”.