El punto de vista bíblico
La elección de cónyuge
Alguien le preguntó a una mujer soltera: “¿Has pensado alguna vez en casarte?”. “¿Pensado? —replicó enseguida—. Hasta perder el sueño.”
TAN escueta respuesta dice mucho sobre la necesidad de amor y compañerismo que tienen algunas personas. Para muchas, encontrar cónyuge es una de sus prioridades en la vida, lo que explica la proliferación de las agencias matrimoniales en todo el mundo. No obstante, en muchos lugares, el número de fracasos matrimoniales eclipsa al de matrimonios felices.
En los países occidentales, lo normal es que cada uno escoja cónyuge personalmente. Por otro lado, en algunas partes de Asia y África, todavía es costumbre concertar los enlaces. Independientemente de cuál sea el caso, la elección de cónyuge no debe tomarse a la ligera. Pocas decisiones en la vida pueden hacer tan feliz o tan desdichada a una persona. La unión basada en el amor puede ser muy enriquecedora y gratificante. Por el contrario, un matrimonio mal avenido puede constituir una fuente inagotable de dolor y tensión (Proverbios 21:19; 26:21).
Los verdaderos cristianos, al igual que otras personas, desean una unión feliz y satisfactoria, pero también quieren agradar a Dios y honrarle (Colosenses 3:23). Puesto que Dios es el Creador y Fundador del matrimonio, conoce perfectamente cuáles son nuestras verdaderas necesidades y qué es lo mejor para nosotros (Génesis 2:22-24; Isaías 48:17-19). Además, ha presenciado millones y millones de matrimonios, buenos y malos, durante los miles de años de existencia humana. Sabe lo que funciona y lo que no (Salmo 32:8). En su Palabra, la Biblia, expone principios específicos y claros que pueden ayudar a los cristianos a realizar una elección bien fundada. ¿Cuáles son algunos de estos?
Mirar más allá de la apariencia física
En aquellos lugares donde las personas pueden decidir libremente con quién casarse, se puede conocer a posibles cónyuges informalmente o por medio de algún amigo o familiar. Muchas veces es la atracción física la que suscita al principio el interés romántico. Aunque este factor es, sin duda, un incentivo natural y poderoso, la Biblia anima a los que están pensando en contraer matrimonio a mirar más allá de la apariencia.
“El encanto puede ser falso, y la belleza puede ser vana; pero la mujer que teme a Jehová es la que se procura alabanza”, dice Proverbios 31:30. El apóstol Pedro habló de “la vestidura incorruptible del espíritu quieto y apacible, que es de gran valor a los ojos de Dios” (1 Pedro 3:4). En efecto, las cualidades espirituales del posible cónyuge —su devoción y amor a Dios, así como su personalidad cristiana— son mucho más importantes que la belleza externa. Es fundamental no apresurarse a fin de escoger objetivamente a alguien que tenga las mismas metas espirituales y que también se esfuerce por manifestar el fruto del espíritu de Dios. Elegir a alguien con estas características contribuirá en gran medida a que el matrimonio sea feliz (Proverbios 19:2; Gálatas 5:22, 23).
‘Casarse solo en el Señor’
Es muy importante que los futuros cónyuges tengan las mismas metas y creencias. El matrimonio es un verdadero desafío, adaptarse a él exige muchos cambios de comportamiento y actitud por ambas partes. Por lo tanto, es lógico que cuanto más tengan estas en común, más fácil les resulte amoldarse.
Esto nos ayuda a entender por qué el apóstol Pablo exhortó a los cristianos a que evitaran estar “bajo yugo desigual con los incrédulos” (2 Corintios 6:14). Sabía que casarse con alguien que no tiene la misma fe y comprensión de los principios bíblicos puede generar conflictos y desacuerdos. La admonición de ‘casarse solo en el Señor’ es razonable (1 Corintios 7:39). Refleja el modo de pensar de Dios. Los que sabiamente siguen este consejo se evitan muchas complicaciones y problemas graves (Proverbios 2:1, 9).
Matrimonios concertados
¿Qué puede decirse de las zonas donde todavía se acostumbra concertar los matrimonios? En el sur de la India, por ejemplo, se ha calculado que el 80% de las uniones matrimoniales son concertadas por los padres. Seguir o no esta tradición es una decisión personal que los padres cristianos habrán de tomar. Sea como fuere, para que este tipo de enlaces funcionen, han de predominar los valores espirituales.
Los que están a favor de los matrimonios concertados piensan que así dejan la decisión en manos de personas experimentadas y maduras. “Algunos padres no creen que sus hijos puedan evaluar correctamente la madurez espiritual de un futuro cónyuge debido a su edad y a su falta de experiencia”, señala un anciano cristiano de África. “Los jóvenes son inexpertos y tal vez se dejen llevar por las emociones a la hora de decidir”, añade un ministro viajante de la India. Dado que los padres conocen a sus hijos mejor que nadie, piensan que son los más indicados para escoger sabiamente por ellos. No obstante, sería prudente que tomaran en cuenta las opiniones de sus hijos.
Cuando los padres pasan por alto los principios bíblicos, pueden acabar sufriendo las consecuencias si el matrimonio se encara después a dificultades. Puesto que a menudo los futuros cónyuges tienen pocas oportunidades para llegar a conocerse bien antes de la boda, pueden surgir problemas. Y cuando surgen, señala un padre cristiano de la India, “la tendencia es echar la culpa a los padres”.
Los padres cristianos que vayan a concertar un matrimonio deben cuestionarse las razones que los mueven. Cuando el materialismo o el deseo de prestigio son los factores que determinan la elección de pareja, surgen dificultades (1 Timoteo 6:9). Por ello, los que realizan la elección deberían preguntarse: “¿He tomado esta decisión motivado por el interés en la felicidad y la salud espiritual de ambos contrayentes? ¿O más bien he tratado de mejorar la posición social o económica de la familia, o de recibir ciertos beneficios monetarios?” (Proverbios 20:21).
El consejo que da la Biblia es claro y beneficioso. Indistintamente de quién realice la elección, lo más importante al escoger cónyuge es la virtud y espiritualidad de este. Cuando se tienen dichos aspectos presentes, se honra al Autor del matrimonio, Jehová Dios, y los recién casados pueden partir de una base espiritual sólida, que contribuirá mucho a que su unión sea feliz y enriquecedora (Mateo 7:24, 25).