Usted puede vencer la soledad
¿QUIÉN puede afirmar que no ha sufrido nunca el dolor de la soledad? Hay muchos factores que contribuyen a que nos sintamos solos. Un tipo de soledad particularmente dolorosa es la de las mujeres solteras, viudas o divorciadas.
Por ejemplo, una joven cristiana llamada Carina relata: “Para cuando tenía 23 años de edad, todas mis amigas se habían casado, y me había quedado sola”.a Es probable que la sensación de aislamiento se intensifique con el paso de los años y a medida que las perspectivas matrimoniales se reducen. “Nunca quise quedarme soltera, y aún me gustaría casarme si se presentara la oportunidad”, admite Sandra, de casi 50 años. Ángela, que ya ha pasado los 50, señala: “Aunque no tomé la decisión de permanecer soltera, así ha sido. Había muy pocos hermanos solteros en la zona donde se me asignó a servir de precursora especial”.
Es encomiable que muchas cristianas opten por no casarse debido a que siguen fielmente el consejo de Jehová de casarse “solo en el Señor” (1 Corintios 7:39). Algunas se adaptan bien a la soltería, pero en el caso de otras, el deseo de casarse y tener hijos aumenta con el paso de los años. “No tener pareja me produce un constante vacío emocional”, confiesa Sandra.
Otros factores, como el cuidado de los padres ancianos, pudieran agudizar el sentimiento de soledad. “Como no estoy casada, la familia esperaba que yo atendiera a nuestros padres envejecidos —dice Sandra—. Aunque tengo cinco hermanos, durante veinte años asumí la mayor parte de esta responsabilidad. La vida habría sido mucho más fácil con un esposo que hubiese velado por mis intereses.”
Carina menciona otro elemento que agrava su soledad: “A veces algunos me preguntan directamente: ‘¿Por qué no te has casado?’. Comentarios de ese tipo hacen que mi soltería parezca ser de algún modo culpa mía. En casi todas las bodas a las que asisto, alguien me plantea la temible pregunta: ‘Y tú, ¿cuándo te casas?’. Entonces me pongo a pensar que si los hermanos que son espirituales no se interesan en mí, será porque no tengo las cualidades cristianas necesarias o sencillamente porque soy poco atractiva”.
¿Cómo superar los sentimientos de aislamiento y soledad? ¿Hay algo que puedan hacer los demás para ayudar?
Confíe en Jehová
El salmista cantó: “Arroja tu carga sobre Jehová mismo, y él mismo te sustentará. Nunca permitirá que tambalee el justo” (Salmo 55:22). La palabra carga en el texto hebreo significa literalmente “porción”, y se refiere a las preocupaciones o inquietudes que tal vez sintamos debido a nuestra situación en la vida. Jehová conoce estas cargas mejor que nadie y puede darnos las fuerzas para soportarlas. Lo que ha ayudado a Ángela a hacer frente a los sentimientos de soledad es la confianza en Jehová Dios. Ella dice respecto a su ministerio de tiempo completo: “Cuando me hice precursora, mi compañera y yo vivíamos bastante lejos de la congregación más cercana. Aprendimos a confiar por completo en Jehová, y dicha confianza me ha ayudado durante toda mi vida. Cuando me embargan pensamientos negativos, hablo con Jehová y él me ayuda. El Salmo 23 siempre me ha sido de mucho consuelo, y lo leo a menudo”.
El apóstol Pablo tenía que llevar una pesada carga. En por lo menos tres ocasiones ‘suplicó al Señor que esa espina en la carne se apartara de él’. Aunque no obtuvo ayuda milagrosa, sí recibió la promesa de que la bondad inmerecida de Dios lo sostendría (2 Corintios 12:7-9). El apóstol también descubrió el secreto para sentirse satisfecho. Posteriormente escribió: “En toda cosa y en toda circunstancia he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, tanto de tener abundancia como de padecer necesidad. Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder” (Filipenses 4:12, 13).
¿Cómo podemos conseguir la fuerza de Dios cuando nos sentimos desanimados o solos? Pablo escribió: “No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo, por oración y ruego junto con acción de gracias, dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales mediante Cristo Jesús” (Filipenses 4:6, 7). Sandra, que pone en práctica ese consejo, explica: “Al ser soltera, paso mucho tiempo sola, lo cual me ofrece abundantes oportunidades de orar a Jehová. Me siento muy cerca de él y puedo hablarle abiertamente de mis problemas y mis alegrías”. Carina dice: “Luchar sola con mis pensamientos negativos es una ardua batalla. Pero me ayuda en gran manera expresar con franqueza mis sentimientos a Jehová. Estoy convencida de que él está interesado en cualquier cosa que pudiera afectar mi bienestar espiritual y emocional” (1 Timoteo 5:5).
“Sigan llevando las cargas los unos de los otros”
En la hermandad cristiana no tenemos por qué soportar las cargas solos. “Sigan llevando las cargas los unos de los otros, y así cumplan la ley del Cristo”, exhortó el apóstol Pablo (Gálatas 6:2). Al relacionarnos con nuestros compañeros cristianos, recibimos “la buena palabra” de ánimo que aligerará la carga de la soledad (Proverbios 12:25).
Pensemos también en lo que las Escrituras dicen sobre la hija del juez israelita Jefté. Antes de su victoria frente a las fuerzas enemigas de Ammón, Jefté prometió dar a Jehová la primera persona de su casa que saliera a felicitarlo. Esa persona resultó ser su hija (Jueces 11:30, 31, 34-36). Aunque aquello significó que tendría que permanecer soltera y renunciar al deseo normal de tener una familia, la joven se sometió de buena gana al voto de su padre y sirvió en el santuario de Siló el resto de su vida. ¿Pasó inadvertido dicho sacrificio? De ninguna manera: “De año en año las hijas de Israel iban a dar encomio a la hija de Jefté el galaadita, cuatro días en el año” (Jueces 11:40). No hay duda de que el encomio anima a quienes lo reciben. Por eso, no olvidemos encomiar a los que hayan hecho méritos para ello.
También hacemos bien en recordar el ejemplo de Jesús. A pesar de que los judíos no acostumbraban conversar con las mujeres, él pasó tiempo con María y Marta, quienes probablemente eran solteras o viudas. Jesús quería que ambas disfrutaran de los beneficios espirituales de su amistad (Lucas 10:38-42). Tenemos la oportunidad de imitar a Jesús incluyendo a las hermanas espirituales no casadas en nuestras actividades sociales y haciendo planes para predicar con ellas (Romanos 12:13). ¿Valoran esa atención? Una hermana comentó: “Sé que los hermanos me quieren y me aprecian, pero agradezco cuando me muestran un interés más personal”.
“Como no tenemos una familia propiamente dicha —explica Sandra—, sentimos una mayor necesidad de que se nos ame y de pertenecer a una familia de hermanos y hermanas espirituales.” Es obvio que Jehová se interesa en estas personas, y cooperamos con él cuando hacemos que sientan que se las necesita y se las ama (1 Pedro 5:6, 7). Tal interés no pasará inadvertido, pues “el que muestra favor al de condición humilde le presta a Jehová, y Él [Jehová Dios] le pagará su trato” (Proverbios 19:17).
“Cada uno llevará su propia carga de responsabilidad”
Aunque los demás ayuden y su apoyo sea muy animador, “cada uno llevará su propia carga de responsabilidad” (Gálatas 6:5). Sin embargo, al soportar la soledad, hay que estar al tanto de ciertos peligros, como por ejemplo, la posibilidad de que este sentimiento nos domine si somos retraídos. Por otro lado, podemos vencer la soledad con amor (1 Corintios 13:7, 8). Dar y compartir es la mejor manera de hallar felicidad, independientemente de nuestras circunstancias (Hechos 20:35). “No tengo mucho tiempo de pensar en la soledad —dice una precursora muy activa—. Como me siento útil y estoy ocupada, no me siento sola.”
También debemos vigilar que la soledad no nos empuje a entrar en una relación imprudente. Sería muy triste, por ejemplo, permitir que el deseo de contraer matrimonio nos impidiera ver los muchos problemas que surgen al casarse con una persona no creyente, y sobre todo, la sabiduría del consejo bíblico de evitar tal yugo (2 Corintios 6:14). Una cristiana divorciada dijo: “Hay algo mucho peor que estar sola. Es estar casada con la persona equivocada”.
Si cierto problema no tiene solución, tal vez tenga que soportarse, al menos por ahora. Con la ayuda de Dios podemos aguantar la soledad. Sigamos sirviendo a Jehová con la plena confianza de que llegará el día en que todas nuestras necesidades serán satisfechas de la mejor manera posible (Salmo 145:16).
[Nota]
a Se han cambiado los nombres de las mujeres mencionadas.
[Ilustraciones de la página 28]
Podemos vencer la soledad dando y compartiendo