Confiar, o no confiar
DETERMINAR cuándo confiar y cuándo no, puede ser difícil. Ambas opciones encierran peligros, y más en un mundo en que son tan comunes el engaño y la traición. Por otro lado, todos necesitamos amigos confiables que nos apoyen en momentos difíciles. (Proverbios 17:17.) Hace unos dos mil años, Fedro, escritor romano, expresó el dilema con estas palabras: “Tan peligroso es creer como no creer”.
Confiar puede ser peligroso
¿Por qué habría de ser peligroso creer en alguien? Piense en la advertencia que se dio en la revista Psychology Today. Allí se dijo que las personas que abusan de la confianza de los demás son como “depredadores” que “se valen de su encanto y de su carácter camaleónico para engañar y manipular a los que les rodean y perjudicar la vida de estos”. Sí, habiendo tales impostores, resulta peligroso ser demasiado confiado.
Las personas demasiado confiadas pueden hacerse crédulas y por consiguiente, ser fácilmente engañadas y manipuladas. Un ejemplo clásico de credulidad lo tenemos en sir Arthur Conan Doyle, el creador del consumado y perspicaz detective Sherlock Holmes. En 1917, dos niñas, Elsie Wright y su prima Frances Griffiths, afirmaron haber jugado con hadas en el jardín de su casa, en Cottingley (Inglaterra). Incluso presentaron fotografías de las hadas para probar lo que decían.
Conan Doyle, que tras la muerte de su hijo empezó a interesarse mucho en el espiritismo, confió en las niñas y creyó la historia de las hadas, al igual que muchas personas de aquel tiempo. Cincuenta y cinco años después, las protagonistas admitieron que todo había sido un truco, que habían recortado las “hadas” de un libro para incluirlas en las fotografías. Frances Griffiths dijo que la asombró saber que alguien haya creído su historia y añadió: “Nunca entendí cómo una persona podía ser tan crédula para pensar que [las hadas] eran reales”. (Hoaxers and Their Victims [Los embaucadores y sus víctimas].)
¿Percibe la trampa en la que cayó Conan Doyle? Creyó ciegamente esa historia porque deseaba que fuera cierta. El escritor Norman Moss dijo: “Puede engañársenos simplemente porque nuestra percepción está embotada por la costumbre, y vemos las cosas con los ojos medio cerrados. [...] A veces aceptamos algo como cierto porque deseamos que sea cierto”. (The Pleasures of Deception [Los placeres del engaño].) Esta declaración evoca la advertencia que el famoso orador griego Demóstenes dio unos trescientos cincuenta años antes de nuestra era: “[...] lo más fácil de todo es engañarse a uno mismo; que lo que se desea, eso también opina cada cual”. Confiar solo en nuestros sentimientos es peligroso.
Claro, quizás piense que ese es un ejemplo extremado y que usted nunca sería tan ingenuo como Conan Doyle, pero los crédulos no son los únicos que corren el peligro de ser engañados. Muchas personas prudentes y normalmente precavidas han sido embaucadas y engañadas por personas aparentemente dignas de confianza.
No confiar puede ser peligroso
Sin embargo, no confiar en nada ni en nadie también entraña peligros. La desconfianza es corrosiva. Mina y destruye la relación estrecha y feliz entre las personas. Quien se deja dominar por el recelo y la desconfianza, pierde sus amistades y acaba siendo muy desgraciado. Viendo que esa actitud perjudica tanto las relaciones humanas, el escritor inglés Samuel Johnson se sintió motivado a escribir: “Es mejor ser engañado algunas veces que hacerse desconfiado”.
La desconfianza incluso pone en peligro la salud. Probablemente sepa que emociones fuertes, como la cólera, pueden hacerlo propenso a un ataque cardíaco. Pero ¿sabía que, según ciertas investigaciones, la persona desconfiada corre el mismo peligro? La revista Chatelaine dice: “Las personas que pierden los estribos con facilidad no son las únicas que tienen enormes posibilidades de padecer una enfermedad cardíaca como consecuencia de dicha conducta. Investigaciones recientes indican que hasta formas sutiles de hostilidad, como la tendencia al recelo y la desconfianza, también podrían ponerle en peligro”.
Considere detenidamente sus pasos
¿Qué puede hacer usted? La Biblia ofrece buenos consejos al respecto. “Cualquiera que es inexperto pone fe en toda palabra”, dice Proverbios 14:15. Esta declaración no debe llevar a la desconfianza destructiva. Es un recordatorio realista sobre la necesidad de ser precavido. Únicamente la persona demasiado ingenua e inexperta confiaría ciegamente en todo lo que oye. Con razón, el proverbio añade: “pero el sagaz considera sus pasos”. El dramaturgo inglés William Shakespeare escribió: “No os fiéis de las tablas podridas”. Cualquiera que sospechara que las tablas de un puente sobre un gran precipicio estuvieran podridas, cometería una gran imprudencia si intentara apoyarse en ellas. Por consiguiente, ¿cómo ‘consideraría usted sus pasos’ para no depositar su confianza en la persona indebida?
La Biblia nos anima a analizar lo que la gente dice en lugar de limitarnos a aceptar ciegamente todo lo que oímos. “El oído mismo pone a prueba las palabras, así como el paladar gusta cuando se come.” (Job 34:3.) ¿No es eso cierto? ¿Verdad que gustamos la comida antes de deglutirla? Igualmente, antes de aceptar las palabras y las acciones de la gente deberíamos analizarlas. Ninguna persona sincera se ofenderá si procuramos comprobar sus credenciales. Hay un refrán escocés que apoya el hecho de que debemos comprobar las cosas: “Si alguien me engaña una vez, deshonra para él; y si dos, deshonra para mí”.
El apóstol Pablo aconsejó: “Sométanlo todo a prueba”. (1 Tesalonicenses 5:21, Versión Popular.) El vocablo que utilizó Pablo para “prueba”, también se usaba con relación a comprobar la autenticidad de los metales preciosos. La persona prudente siempre se aseguraba de que el oro que compraba fuera auténtico, de lo contrario, terminaría adquiriendo lo que se conoce como oro de los tontos, un mineral que parece oro, pero que en realidad es de poco valor.
Sea razonable y equilibrado
Desde luego, debemos ser razonables en este asunto y evitar ser suspicaces en demasía. (Filipenses 4:5.) No se apresure a imputar malos motivos. El medio más fácil de romper relaciones estrechas y buenas es recelar de los motivos de los demás. Por lo general, cuando surgen situaciones difíciles, es más conveniente suponer que sus amigos desean lo mejor para usted, que dudar de sus motivos.
Sea indulgente con las imperfecciones y errores de otros. “La traición por parte de un amigo quebranta la confianza”, dice la escritora Kristin von Kreisler. Sin embargo, dicha traición pudo haber sido involuntaria o haberse debido a alguna flaqueza que ahora esa persona lamente profundamente. De ahí que Kristin von Kreisler añada: “No piense demasiado en la traición ni deje que le impida confiar en otros”. No permita que las experiencias negativas y amargas le priven de la satisfacción de forjar relaciones humanas en las que impere la confianza.
Sea equilibrado. No debe de ser de miras estrechas cuando evalúe a la gente; la persona precavida se mantiene alerta. Por otro lado, el doctor Redford Williams sugiere que supongamos que los demás están haciendo las cosas lo mejor que pueden, que tratemos de entender su punto de vista y que “confiemos en el prójimo” siempre que sea posible. Mejor es confiar demasiado que desconfiar de todo.
El escritor del libro bíblico de Proverbios reconoce que “existen compañeros dispuestos a hacerse pedazos”, es decir, personas que intentarán abusar de la confianza. El mundo está lleno de gente de esa clase. Pero dé a los demás el tiempo y la oportunidad de demostrar que son personas dignas de confianza, y encontrará amigos ‘más apegados que un hermano’. (Proverbios 18:24.)
Ahora bien, ¿existe alguien o algo que merezca su confianza absoluta, y que jamás lo defraudará? Sí, por supuesto que existe. En el siguiente artículo se analiza brevemente dónde puede usted cifrar su confianza con toda seguridad.
[Comentario de la página 6]
“Cualquiera que es inexperto pone fe en toda palabra, pero el sagaz considera sus pasos.” (Proverbios 14:15.)
[Ilustración de la página 7]
Debemos aceptar las imperfecciones y los errores de los demás