Los jóvenes preguntan...
¿Es malo flirtear?
“¡SARA! ¡Sara!”, susurra el muchacho sentado unas filas más atrás. “¡Ven a sentarte conmigo!” Cada cinco minutos se lo vuelve a pedir, pero en vano. Para Sara, los constantes intentos del muchacho por flirtear en clase no son más que una molestia que se repite todos los días.
Jennifer es una jovencita que ni siquiera tiene quince años y, sin embargo, explica: “Los chicos te dicen cosas con doble sentido y su comportamiento no es tan solo el de un amigo”. “¡Y qué ojos ponen! —añade Erika—. Te miran con esa sonrisa ficticia de oreja a oreja y te sacan no sé de donde esa voz grave... me da risa verlos. Y se te acercan mucho.” Los chicos también se ven muchas veces expuestos al flirteo. Un adolescente llamado John explica: “Las chicas [en la escuela] tratan de acercarse y tocarte, te ponen los brazos encima. Vienen por el pasillo y tratan de abrazarte”.
Hay que admitir que a muchos jóvenes parece que les gusta recibir atención. “Es divertido”, dijo una muchacha llamada Connie, que alienta las miradas lascivas por su modo de vestir provocativo. Pero, también a muchos jóvenes les gusta dar atención al sexo opuesto. “Me encanta flirtear con todos los chicos, tanto si me gustan como si no —escribió una muchacha a la revista ’Teen—. El flirteo me da confianza en mí misma y me hace sentir atractiva.”
Pues bien, ¿cómo deberían ver el flirteo los jóvenes cristianos? ¿Tan solo como una diversión inocente, una etapa inevitable en la senda del amor? ¿O existen peligros reales que deben evitarse?
Lo que envuelve el flirteo
En español, flirtear no es lo mismo que la atención legítima que un hombre puede dedicar a una mujer (o viceversa) antes de formalizar su noviazgo. Más bien, significa “entablar una relación amorosa superficial y pasajera, por coquetería o pasatiempo”. A la mujer que se comporta de esta forma se la califica de coqueta.
Pero, ¿qué es exactamente flirtear? No resulta muy fácil de precisar. Puede abarcar una mirada, un roce, un tono de voz, una sonrisa seductora... hasta la forma de vestir, de estar de pie o de comportarse. Pero aunque quizás sea difícil de definir, a la persona que es objeto del flirteo le suele resultar bastante fácil de identificar. De todas formas, si alguien es demasiado joven para pensar en el matrimonio, es francamente peligroso ponerse a coquetear o flirtear.
¿“Diversión” peligrosa?
El sentirse atraído hacia alguien del sexo opuesto no está mal en sí mismo. De hecho, durante “la flor de la juventud” es muy natural que esos sentimientos sean intensos, pues el Creador nos hizo así. (1 Corintios 7:36.) Quizás quieras saber cuánto atractivo tienes, y flirtear puede parecer una manera inocente de descubrirlo. La revista ’Teen hasta animó a las muchachas a flirtear, pues decía: “¡Flirtear puede ser divertido!”, y a continuación el artículo daba una serie de instrucciones detalladas en cuanto al arte del flirteo.
Pero el que se le califique de divertido no lo convierte en beneficioso o sano. Considera la actitud del justo Job. En cierta ocasión dijo: “Un pacto he celebrado con mis ojos. Por eso, ¿cómo pudiera mostrarme atento a una virgen?”. (Job 31:1, 9-11.) En realidad, Job hizo un pacto consigo mismo para controlar sus ojos y no fijar jamás su mirada en una mujer soltera con ánimo de flirtear. ¿Por qué? Porque era un hombre casado y entregarse a pequeños flirteos habría sido obrar de forma impropia y desleal para con su esposa. Como mínimo, habría despertado deseos y esperanzas incorrectos. Por eso Job evitó el flirteo.
Es cierto que tú no estás casado, pero si lo piensas ¿tienes tú, a diferencia de Job, una razón legítima para mostrarte atento a una persona del sexo opuesto en particular? Al fin y al cabo, si no tienes edad suficiente para casarte ¿para qué flirtear? ¿Qué harías si esa persona te correspondiese? ¿Estás en posición de llevar esa relación a su término lógico: el matrimonio?a Si no es así, flirtear solo puede causarte frustración.
Para ensalzar el ego
Pero muchas veces en lo último que se piensa al flirtear es en entablar una relación romántica con esa persona. Es posible que para el chico o la chica, atraer la atención de la persona del sexo opuesto no sea más que una especie de juego o pasatiempo. Por ejemplo, una muchacha cristiana llamada María conocía muy bien el mandato bíblico de no unirse en un yugo romántico con un incrédulo (2 Corintios 6:14), pero creía equivocadamente que no era malo flirtear con sus compañeros de escuela. “Una vez que atraía su atención —explica— terminaba todo. Llegas al punto en que te piden que salgas con ellos y ahí es donde tú cortas.” Pero, ¿es ahí donde ellos cortan?
La escritora Kathy McCoy comentó en un artículo para la revista Seventeen: “Los que juegan con el sexo suelen ser personas con escaso amor propio que tratan de sentirse bien consigo mismas mediante la atención y admiración de otros”. Si alguien te corresponde a una mirada o un roce seductores puede ensalzar tu ego, pero solo de forma temporal. Además, el escritor bíblico Pablo, al hablar del amor verdadero, el tierno cariño y la unidad cristiana, advirtió a los cristianos que ‘no hicieran nada movidos por egotismo’, o ‘por espíritu de vanidad’, como vierte esta idea una traducción de la Biblia. (Filipenses 2:1-3; Levoratti-Trusso.)
Hay maneras mucho más eficaces y duraderas de aumentar el amor propio que jugando con los sentimientos de otros. ¿Por qué no trabajas en desarrollar “el hombre interior”, es decir, la persona que eres por dentro? (2 Corintios 4:16; Biblia de Jerusalén.)
“Disparando proyectiles ardientes”
Un artículo de la revista Seventeen señala otro peligro: “Lo difícil del flirteo es que significa diferentes cosas para diferentes personas, y a veces las intenciones se interpretan mal y los sentimientos resultan heridos”.
Los jóvenes ingenuamente suelen subestimar el daño que el flirteo puede ocasionar a los sentimientos de otra persona. Sucede como dice un sabio proverbio: “Tal como alguien demente que anda disparando proyectiles ardientes, flechas y muerte, así es el hombre que ha embaucado a su semejante y ha dicho: ‘¿No lo hice por broma?’”. (Proverbios 26:18, 19.) La capacidad de influir en las emociones de otros puede ser letal. Por eso, al igual que con cualquier otra capacidad que tengamos, debemos utilizarla de forma prudente y responsable.
El flirteo es engañoso, demuestra falta de amor y, con frecuencia, resulta cruel. Puede estropear una relación que podría haber llegado a ser sana y agradable, puede abaratarte a los ojos de otros, y peor aún, puede conducirte a unas relaciones románticas prematuras o hasta a inmoralidad sexual. La Biblia advierte al respecto: “¿Puede un hombre recoger fuego en el seno sin que se le quemen las mismas prendas de vestir?”. (Proverbios 6:27.)
“Quiero gustar a los demás”
Por supuesto, es natural que quieras gustar a otros. Quizás te parezca que los que flirtean son quienes más se divierten y que los que saben deshacerse en cumplidos son los que más amigos tienen. Pero, ¿realmente se consiguen amistades verdaderas y duraderas con el flirteo? Difícilmente. A algunos quizás les guste el flirteo siempre y cuando sean ellos el centro de las atenciones, pero si de pronto las atenciones se dan a otra persona, entonces menosprecian al que flirteó.
Por eso, no es extraño que en cierta encuesta llevada a cabo con muchachas adolescentes, el 80% opinó que, en un muchacho, una “naturaleza inclinada a flirtear” no tenía “ningún mérito en absoluto”. Como dice un antiguo proverbio: “La persona cruel está acarreando extrañamiento a su propio organismo”. (Proverbios 11:17.)
Relaciones sanas
Hay que reconocer que no siempre resulta fácil saber tratar a personas del sexo opuesto con el debido equilibrio. Una adolescente llamada Kelly dice que le “cuesta encontrar la diferencia entre ser cordial y flirtear” y añade: “Soy sumamente cordial”.
No hay nada malo en ser sociable. Nadie tiene por qué encerrarse en una concha o manifestar una apariencia de frialdad. Ser capaz de mantener conversaciones edificantes e inteligentes es una habilidad que puede ayudarte a conseguir amigos. Además, es menos probable que alguien interprete mal una conversación abierta que una mirada o sonrisa tímida desde lejos. Pero si tú eres cordial solo con compañeros del sexo opuesto y prácticamente pasas por alto a todos los demás ¿no podrían algunos sacar conclusiones equivocadas sobre ti?
La clave radica en ‘no vigilar con interés personal solo tus propios asuntos, sino también con interés personal los de los demás’, prescindiendo de su edad o sexo. (Filipenses 2:4.) Evita el habla, la vestimenta, el arreglo personal o las acciones que pudieran considerarse provocativos. (Compárese con 1 Timoteo 2:9.) Si tienes la reputación de mostrar verdadero interés en la gente en general, es difícil que confundan tu cordialidad con un anzuelo romántico. Mediante tu habla y tus acciones puedes transmitir un claro mensaje a los que te rodean: “¡Yo no soy de los que flirtean!”.
[Nota a pie de página]
a Véase el capítulo 29 (“¿Estoy listo para concertar citas?”) del libro Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas, publicado por la Sociedad Watchtower Bible and Tract de Nueva York, Inc.
[Fotografía en la página 20]
Muestra verdadero interés en todas las personas, sin importar su edad o sexo